Milei ya está en España y el domingo 19 participará de un acto neofranquista de Vox, la agrupación ultraderechista española que se opone a la Ley de Memoria Democrática porque, dice, divide al Reino. España es el segundo inversor aquí después de Estados Unidos, pero Su Excelencia no tiene problemas en hostilizar al jefe de gobierno español Pedro Sánchez. Ni siquiera lo verá.
Su Excelencia ya está en el Reino de España para cumplir su gran sueño: ser Super-Right, el ultraderechista capaz de dejar a su izquierda a Donald Trump, Jair Bolsonaro, Viktor Orban, Giorgia Meloni y Nayib Bukele. Su agenda excluye e incluye. Excluye al presidente del gobierno, Pedro Sánchez, un socialista que no entra en la categoría diabólica de agente del comunismo pero sí del colectivismo. Político relativamente joven pero experimentado, también sería, para el Presidente Javier Milei, un típico exponente de la casta. O sea que afuera Sánchez. La agenda de Su Excelencia incluye, en cambio, a Vox, la formación de ultraderecha que detesta igual que Milei al PSOE y que, también igual que Milei, aborrece a los zurdos. Literalmente aborrece, porque este mismo domingo 19 Su Excelencia participará junto a Santiago Abascal, el líder de Vox, en un acto que fue convocado en un tuit que mostraba a Milei y Abascal y remataba con esta frase: “¡Ven a verles sacudir a los zurdos en directo! ¡No te los puedes perder!”. Milei hace su negocio como Super-Right y Abascal el suyo. El 9 de junio se realizarán las elecciones al Parlamento europeo y las alt-right de Europa, como Vox, que ya vienen creciendo también en los Países Bajos, Alemania y Suecia, quieren pegar un derechazo.
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Al contrario de Italia, un país que tiene importancia cultural y familiar para la Argentina, España agrega el condimento concreto de que es el segundo origen de las inversiones extranjeras en la Argentina. El primero es Estados Unidos. Su Excelencia parece estar convencido de que los gobiernos son inoficiosos porque alcanzaría con que los privados de un país hagan migas con los privados de otro y así se llegaría al paraíso del comercio internacional y los flujos de inversión. Lo dijo con insistencia al hablar de China. En su postura, “el comunismo es asesino” pero los empresarios argentinos perfectamente pueden dialogar con los empresarios chinos, que no serían el Estado. Es un pensamiento privado. Privado de conocimiento: en China ni se sirve un pato laqueado sin intervención estatal, así se trate de un boliche propiedad de un emprendedor de Beijing. España no llega a ese punto, claro, pero el Gobierno participa como lobbyista en la internacionalización de sus empresas. Algunos premiers incluso le toman el gustito al oficio, porque cuando se retiran pasan al otro lado del mostrador y cabildean, como se le dice en español al verbo de los lobbyistas. Es el caso del líder de derecha y ex hombre fuerte del Partido Popular José María Aznar, un dilecto amigo de Mauricio Macri. A Aznar también ya lo recibió Su Excelencia como agente de empresas multinacionales. Aznar le facilitó a Macri y a Patricia Bullrich una red de conexiones internacionales que incluyó vías de financiamiento y relaciones políticas, como la Fundación Libertad que tiene como prócer a Mario Vargas Llosa y ahora está consagrando a Su Excelencia. Fue clave en el desarrollo del PRO, como lo estudió en detalle en sus trabajos el politólogo Gabriel Vommaro. El ala más derechista de la derecha, para decirlo de algún modo, viene siendo muy receptiva con los ultraderechistas como Milei. En España el sueño húmedo es una alianza entre PP y Vox, que no pudo ser porque llegaron más arriba los zurdos de Sánchez y de Podemos, Sumar o las variantes minoritarias de la izquierda. Es un régimen parlamentario y la suma de los escaños no les dio a los derechistas y ultraderechistas para formar gobierno. Así que a tomar por tujes, diría algún socialista si los Reyes Católicos no se hubieran ocupado de echar a los judíos en el siglo XV.
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Como el Gobierno advirtió que no es escándalo participar de la propaganda neofranquista pero en cambio era muy escandaloso fletar un avión y despachar comitiva y custodia sólo para el acto de una fuerza minoritaria como Vox, a último momento arregló un encuentro con empresarios españoles. La exclusión de toda búsqueda de contacto con Sánchez tiene su pequeña historia. A la carencia de affectio societatis se agregó, como excusa que vino muy bien, una afirmación del ministro de Transportes de España sobre que Su Excelencia ingeriría vaya a saber qué sustancias. En lugar de ordenar a la canciller Diana Mondino una protesta diplomática, Su Excelencia aprovechó y la cima de los insultos escaló. Acusó a Sánchez de hacer todo lo posible por “dividir el Reino”. Curiosamente, es lo mismo que dicen Aznar y Vox. Le achacan al presidente del Gobierno una presunta blandura con los independentistas que habían sido juzgados por rebelión secesionista. Efectivamente Sánchez impulsó la amnistía a los condenados, del primero al último, como una forma de apaciguar los ánimos con la región de la sardana. Los propios catalanes catalanistas estaban esperando una señal, porque visiblemente no podrían mantenerse en pie de guerra permanente. La guerra cansa, quita negocios y saca tiempo para sentarse a escuchar en su idioma nativo al Nano Serrat y a Lluis Llach. No por casualidad la burguesía catalana estaba detrás de Fernando en su unión con Castilla. Gente moderna y práctica desde hace mucho tiempo. El tema es que a Sánchez no le fue nada mal con la pipa de la paz. No solamente los catalanes volvieron tranquilos a la butifarra sino que, en las elecciones regionales del domingo 12 de mayo, ganó el Partido Socialista. Pasó de 33 escaños en 2021 a 42 ahora. Los independendientistas de Junts (no es un error de tipeo, querids lectors) le siguieron con 35, la izquierda catalana con 20 y el PP creció en votos, de 233 mil a 342 mil, pero sigue lejos de las preferencias populares mayoritarias. Todavía no hay nuevo gobierno porque los catalanes socialistas están negociando alianzas, y el propio Sánchez precisa los votos de Junts en las Cortes, el parlamento español con sede en Madrid. En Cataluña Vox existe y se estaba comiendo al PP. Tenía 11 escaños. Los conserva.
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Los ultraderechistas son variopintos. Trump, por ejemplo, es proteccionista, y Meloni busca mostrarse más moderada para ampliar su base en el electorado centrista y conseguir una reforma electoral que permita el voto directo para elegir el primer ministro. O primera ministra: ella misma. Todos recelan de lo que llaman “marxismo cultural”, un invento para referirse a la perspectiva de género y, en general, a cualquier reivindicación de la igualdad y la justicia social. Vox, en particular, se parece a La Libertad Avanza Carajo en su concepción del Estado. Lo quiere “delgado”, tal como lo dice. Otra similitud está en la forma de encarar el pasado. A diferencia de la Argentina, que experimentó una masacre pero no una guerra civil, España pasó por la guerra civil y, durante y después, por la masacre. El vencedor, Francisco Franco, gobernó desde 1939 a 1975, cuando murió. España no tuvo justicia, pero sí la verdad de la buena investigación histórica. El mejor de los historiadores españoles sobre el siglo XX, Julián Casanova, sostiene que “en la guerra civil hubo 600 mil muertos, 100 mil de ellos víctimas de la represión desencadenada por los militares sublevados y 55 mil de la violencia en la zona republicana”. Agrega que “al menos 50 mil personas más fueron ejecutadas entre 1939 y 1946”. Y suele repetir que “sin investigación no hay historia”. Parte de esa historia es el combate de argentinos en el bando republicano y el exilio de republicanos españoles en la Argentina, donde terminaron aportando a la cultura, la historia y el mundo de los libros. Pero no es ésa una tradición que forme parte del bagaje político del Presidente, más afecto a ensayistas marginales que a la poesía de Rafael Alberti.
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Su Excelencia participará de un acto con una fuerza que, como Vox, libra una lucha durísima contra la ley de Memoria Democrática aprobada a nivel de toda España en 2022 y violentada en regiones como Aragón y Valencia. Se trata de instrumentos de derecho a la verdad, justicia, reparación y garantía de no repetición, cuatro principios de derecho internacional de los derechos humanos que en la Argentina tienen rango constitucional desde 1994. Entre otras tareas, le toca al Estado la exhumación de cadáveres en fosas comunes, el impulso a la nulidad de sentencias injustas dictadas en el franquismo, un censo de víctimas, la retirada de símbolos de la dictadura, el fomento del conocimiento y el establecimiento del deber de memoria de los poderes públicos, una de las bases del principio de no repetición. La aplicación de las medidas es módica en comparación con la revisión argentina del terrorismo de Estado. Pero aun así Vox hace campaña para las parlamentarias europeas prometiendo la derogación de la ley de Memoria Democrática. Las critica por un argumento que aquí sonará familiar. “La memoria debe ser entendida como elemento integrador para la reconciliación, combatiendo cualquier intento de quienes tratan de utilizarla para dividir a los españoles”, señaló la dirigente Idoia Ribas. ¿Os suena conocido, tías y chavales de la Argentina?
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Duda final sobre un hecho de la semana que relatan en esta edición Jorge Landaburu y Enrique Aschieri: cuando Su Excelencia dice que viene a terminar con 100 años de populismo y a la vez le rinde homenaje a Carlos Menem, que gobernó el diez por ciento de ese siglo, ¿es que hizo mal el cálculo? Típica pregunta de zurdos. Disculpe usted, Super-Right.