Subestimar al Presidente es un error, plantea Federico Penelas, doctor en Filosofía. El académico señala que por ahora mantiene una alta popularidad por su imagen de «impoluto» de corrupción y por saber usar las redes sociales, un mundo donde reinan las derechas. En una entrevista con Y Ahora Qué?, admite que aún despierta adhesión en las clases populares pese a ser «las más castigadas» por sus políticas. Pero si la situación empeora, será una prueba de fuego para su gobierno.
Javier Milei volvió a repartir «carajos» a diestra y siniestra. Dijo que no le va a importar tres de esos pepinos si tiene que vetar una ley destinada a reparar parte de la pérdida en las jubilaciones. La oposición logró enfurecerlo al sancionar la norma en Diputados y girarla al Senado. Federico Penelas, experto en Filosofía del Lenguaje, asegura que las «irreverencias» le dan al discurso de Milei «un anclaje plebeyo» que lo acerca a sus votantes.
–¿Se puede analizar el lenguaje del Presidente?
–Es un personaje difícil de asir porque combina dos cosas.
–¿Cuáles?
–Por un lado, se presenta a si mismo como un intelectual. Como un teórico de la economía. Como un autor de libros. Como un experto.
–Cuando agrede sin freno no lo parece.
–Por otro lado, legitima su voz de personaje de barricada excesiva en una supuesta experticia. A tal punto que su discurso en el Foro de Davos es una pieza ineludible para pensarlo.
–No parece fácil.
–Siempre recuerdo al sociólogo y docente Horacio González. Él decía que hay que leer siempre al adversario.
–Saber con qué bueyes ara.
–González tenía la tesis de que en la escuela secundaria debería haber dos piezas de lectura obligatoria. Una es el alegato del fiscal Julio Strassera, del ‘Nunca más’, en el Juicio a las Juntas de 1985.
–¿Y la otra?
–El alegato en el juicio del almirante Emilio Massera.
–¿Se lo sigue subestimando al Presidente?
–A esta altura no hay que subestimar más a Milei. Hay que tomarse en serio que piensa así, como piensa. El Presidente se presenta como un experto en economía. Con ideas filosóficas también, esas reglas a las que adhiere.
–¿Convence?
–Creo que parte de su raigambre en los votos tiene que ver con que hay mucha gente que lo considera alguien que sabe. No meramente alguien que grita.
–¿Cómo polemizar con alguien así?
–Podemos tener opiniones diversas sobre su pretensión. Pero se presenta así. Entonces me parece que nunca hay que abandonar la discusión teórica.
_¿De qué manera?
–Mostrando que las bases teóricas de su pensamiento tienen las dificultades que podamos señalar. Y esa dimensión yo no la perdería nunca. No la desenfocaría nunca. De hecho, fijate que el gran show en el Luna Park para recuperar popularidad lo hizo en la presentación de un libro. Y no es un libro de memorias como era, por ejemplo, el de Cristina Kirchner. Es un libro teórico.
–¿Con teorías válidas?
–Esto va más allá de la evaluación que uno haga del contenido. Fue muy teórica la charla. No perdería su importancia para la disputa discursiva en la arena pública con él. Y con sus seguidores. Y también a la hora de pensar qué le pasa a la gente.
–¿Qué le pasa?
–Pasa que cierta gente lo sigue viendo como alguien que sabe. Por supuesto no es lo único que ven. Y probablemente no sea lo principal que ven.
–¿Qué ven en Milei?
–Mucha gente que lo ha votado dice que es un economista que sabe. Esto se entronca en una línea que viene desde hace mucho tiempo de colocar a los economistas como la voz principal de la discusión de las políticas públicas.
–Una herencia de las décadas de 1980 y 1990.
–El kirchnerismo intentó correr un poco esto de la escena. En el sentido de que es la política la que tiene que tener la primacía de la voz en la discusión pública. No tanto la experticia.
–La experticia también hace falta.
–En todo caso las experticias son asesorías que puede tener el político a la hora de tomar decisiones.
–¿Pesa tanto la opinión de los economistas?
–Desde los años de 1980, la voz del economista es la voz principal. La voz del experto. Y por primera vez, alguien que representa esa voz es presidente de la República.
–En ese punto es algo nuevo.
–Que un representante de la imagen de la voz principal, la del economista, llegue a la presidencia, es un dato que yo no eludiría. Hay una larga tradición, la del experto tecnócrata economista como teniendo la palabra principal en las cuestiones públicas.
–¿Sirve argumentar contra Milei?
–Me han dicho que es inútil. Que a la gente que lo vota no le importan los argumentos. Bueno, puede ser. Pero yo no abandonaría nunca la argumentación.
–Hay una parte de la sociedad que parece anestesiada.
–En algún momento se puede ir minando la aureola de experto que tiene. Es parte del basamento de su popularidad. No es lo único, y quizás no sea lo principal, pero coadyuva a la disputa política.
–Por ahora las encuestas le dan crédito.
–En el hecho de que siga teniendo niveles de popularidad, ahí estamos todos más perdidos. Tengo algunas hipótesis.
–¿Cuáles?
–No todos sus votantes y no todos los que lo apoyan son un grupo homogéneo. Son muy diversas las motivaciones que llevaron a votarlo.
–Pero le mantienen el respaldo.
–Es el conjunto, nada menor, que lo votó en las PASO y en la primera vuelta. Ese 30% es el más interesante de interpretar. En el balotaje se le sumó todo el antiperonismo. En la primera ronda se vio un voto heterogéneo.
–Que incluyó a clases populares.
–Si. Antes se había dado la Década Ganada de políticas públicas. Llevaron a la disminución de la pobreza y de la desigualdad. Fueron los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner.
–Pero quedó inconcluso.
–En 2014 hubo un crecimiento de la pobreza. Luego, un acomodamiento en el 2015. Pero desde ese año hubo un retroceso fenomenal. Tanto en el gobierno de Mauricio Macri como en la pandemia. Y las debilidades de los instrumentos desarrollados por el gobierno de Alberto Fernández. Lo que produjeron es una suba de la pobreza.
–Ahora agravada.
–La población vio que los dos polos en que se habían configurado la política argentina, el kirchnerista y el macrista-radical, habían fracasado. Un tercio de la población decidió no acompañarlos porque no habían respondido a las expectativas.
–¿Qué otra ventaja tiene?
–El no haber tenido un pasado político y poder presentarse como impoluto desde el punto de vista de juicios de corrupción. Justo es el parche que suele batir la centroderecha en la arena pública: la corrupción como ariete contra la política en general.
–Algo que caló fuerte en la sociedad.
–Milei supo capturar mejor que nadie la postpandemia. Más pobreza e inflación. Había tenido ayuda para instalarse en los medios con un discurso anticuarentena, un poco a contracorriente. Pero la gente lo olvidó. Y un porcentaje de la población evaluó aquellas drásticas medidas como atentado a la libertad.
–Su caballito de batalla.
–Ahí Milei era el paladín, con una operación retórica, a mi juicio, extraordinaria.
–¿Por qué?
–La palabra libertad en Argentina siempre fue usada por la derecha o que se dicen a si mismos republicanos contra los que consideran populistas. Salvo en la disputa contra la última dictadura.
–Milei se apodera de la palabra.
–Funciona tomando un concepto del filósofo Ernesto Laclau: el de ‘significante vacío’. Es decir una expresión que le permite a agentes sociales que tienen demandas muy distintas reconocerse como formando un pueblo. Y a través de una palabra que los representa.
–Sin que sea claro de qué libertad se habla.
–Para algunos, la libertad se vio cercenada en la pandemia. Para otros, la libertad es no poder comprar alimentos por la inflación. Y para otros, la falta de libertad para comprar dólares.
–Libertad como eslogan.
–Si, la gran operación retórica de ‘¡Viva la libertad carajo!’. La expresión herejiza el discurso de la derecha, le da un anclaje plebeyo. Reemplaza al famoso ‘¡Viva Perón carajo!’.
Un misterio de la política
Penelas es profesor en la Universidad de Buenos Aires y en la Universidad de Mar del Plata. Investigador del CONICET, expresa que una de las claves para entender por qué conserva respaldos se resume en que sus votantes están «mal» pero lo esperan y le siguen «poniendo una ficha».
–¿Y cómo se la reinterpreta frente al alza de la pobreza y las privaciones?
–Es la gran pregunta. Todavía no tenemos respuesta. Qué es lo que hace que siga teniendo Milei, supuestamente, grados de popularidad.
–¿Escuchan su vocabulario soez?
–Mucha gente tiene hoy una mirada muy refractaria. Un sector de clase media que se piensa a sí misma como ilustrada. Lo ve como una exacerbación de un populismo rancio, violento. Me preocupan las clases populares que mantienen adhesión pese a ser las principalmente castigadas.
–No lo ven como causante de sus penurias.
–No sé si sigue primando la idea de que esto no lo produjo Milei. Pero una idea que aparece mucho es esta: ‘Yo sigo esperando, estoy mal, pero le sigo poniendo una ficha’.
–Tal vez, pensando que sólo lleva seis meses de gobierno.
–No dejaría de ver esto como positivo. En el sentido de que no es un pueblo abatido. No es un pueblo que espera. Es un pueblo que tiene esperanza. Hay que ganarse que la esperanza la ponga en el campo popular y no en esta locura.
–¿Cuánto le dura?
–Cuando todo vaya empeorando, como creo que será ineludible, esta esperanza en Milei se puede convertir en desilusión. Y que conduzca a una apatía radical o a una violencia extrema. Una esperanza se la puede dar el peronismo. Pero es difícil porque la idea de que el peronismo le falló en los últimos cuatro años a los sectores populares, sigue teniendo fuerza.
–¿Hay en los jóvenes un vaciamiento de ideas y doctrinas?
–Si uno piensa en un pibe de 18, 19 o 20 años, no había nacido o nació en el 2001. Si le empieza a llegar alguna idea de la vida política a los 10 u 11 años, coincide con la discursividad de los últimos ocho años. Gobierna Macri y gobierna Alberto Fernández. El período del deterioro de las condiciones sociales y económicas, y con una pandemia.
–¿Cuánto influyen las redes sociales?
–No hay eludir el impacto de las redes. El campo popular las sigue desconociendo y minimizando. Privilegia el impacto de la calle. Pero antes el macrismo y ahora el libertarianismo las tienen como el centro del campo de batalla.
–¿Falla el sistema educativo?
–Una gran pregunta es ¿qué pasa con la escuela?. Pensá en el libro Nunca Más. El título de tapa está escrito como con tiza en un pizarrón. Ese logo es muy potente. Esto es lo que tenemos que enseñarle a las próximas generaciones. El Estado, a través de la escuela, no terminó de mostrar algunas zonas de la discursividad política.
–¿Por ejemplo?
–Lo que atañe al Terrorismo de Estado o las Islas Malvinas y la soberanía argentina. Dos pilares de la constitución de la identidad nacional. En el debate presidencial, el candidato Milei dijo que no fueron 30.000 los desaparecidos y citó a Massera para decir que fueron ‘excesos’.
–Ahora dijo que bajará el gasto ‘hasta que le duela a la política’
–Es el discurso de la antipolítica. Se entronca con esos ocho años en que la política no dio respuestas ¿Cómo hacer que la gente se acuerde de lo que pasó desde 2003 a 2015? Pero cuando a la gente se le pregunta por políticas públicas la gente sigue defendiendo al Estado, la salud y la educación pública. Cómo eso se condice con que a la vez te ponen al tope de su evaluación de figura a Milei, es un misterio.
–El de su lenguaje incluso.
–Las barbaridades que dice, en tanto modos de irreverencia, son leidos por buena parte de sus seguidores como modos de autenticidad. Modos de sinceridad. Cuando las cosas empeoren, se le va a pasar todo como factura. Por ahora siguen vigente esas valoraciones positivas hacia él y que no hay que minimizar su discurso.
miente miente que algo quedará no es nuevo y ya se vio que da resultado y en eso se basa la política de milei y por ahora pega fuerte en la ignorancia