El Papa explica el origen del odio. En una reafirmación de las condiciones políticas y sociales que hacen posible un fenómeno, de hecho descarta las teorías basadas en el puro discurso como germen de la violencia. Francisco menciona dos factores clave: la injusticia y la división social. Sin vueltas, da un mensaje contra la represión y el gas pimienta. Justo cuando el Presidente ordena difundir en las redes un video que muestra a la oposición más dura como si fuera un grupo de zombies.
¿Sabrá Su Excelencia quién fue Leonardo Castellani? Una ayuda por la negativa: no es uno de los economistas de la Escuela Austríaca ni escribió sobre el monetarismo. Tampoco es amigo de Caputo El Pequeño ni de Caputo El Grande. Ni de Caputo El Nicky. Sacerdote católico, nacionalista, de pluma elegante, tiene un lugar en la historia porque en plena dictadura fue uno de los primeros que reclamó por la desaparición del escritor Haroldo Conti. Lo hizo nada menos que el 19 de mayo de 1976, en un almuerzo con el presidente Jorge Rafael Videla del que también participaron Jorge Luis Borges y Ernesto Sabato. Borges y Sabato estuvieron muy gentiles con Videla. Luego cambiarían: hoy mismo, 20 de septiembre, se cumplen 40 años de la entrega a Raúl Alfonsín del informe elaborado por la Comisión de Desaparición de Personas que presidió Sabato. Pero ya en ese momento precoz un solitario Castellani pidió a Videla por Conti. ¿Sabrá Su Excelencia quién fue Gilbert Keith Chesterton? ¿Y le habrán contado que Castellani era un admirador del gran escritor británico, católico como él? El sacerdote argentino cultivaba un fino humor inglés. Y se divertía hasta con la propia Iglesia. Decía Castellani que había misterios ignorados hasta por Dios. Uno era cuántas órdenes de monjas hay. Otro, cuánto dinero tienen los salesianos. Y otro más, qué están pensando de verdad los jesuitas. Jorge Mario Bergoglio, que es jesuita, disfruta con ese estilo. Cuando era cardenal primado de la Argentina, como arzobispo de Buenos Aires, hablar con él a veces requería de una enorme concentración. En su modesto escritorio de la Curia, frente a Plaza de Mayo, un Bergoglio siempre afable combinaba mensajes directos con enigmas a descifrar. Todo hacía suponer que mantendría ese talante como Papa. Sin embargo, no fue así. Tendrá sus momentos de contemplación y discernimiento, claro, como enseñaba Ignacio de Loyola en el siglo XVI, pero ya van once años de pontificado con gestos inequívocos y frases directas. De lo primero puede dar fe Mauricio Macri. Es inolvidable la cara de tujes de Su Santidad posando junto al entonces Presidente argentino. Si hay bronca, que se note. Y la frase más directa sobre la Argentina desde 2013 acaba de ser proferida: “El Gobierno se puso firme y en vez de pagar la justicia social pagó el gas pimienta porque le convenía”.
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Francisco habló delante de dirigentes sociales de todo el mundo, y no sólo de la Argentina, en un encuentro convocado bajo la consigna “Plantando bandera frente a la deshumanización”.
Les dijo que vio un video sobre la represión contra “obreros y gente que pedía por sus derechos en la calle”.
“La policía la rechazaba (a la protesta) con una cosa que es lo más caro que hay, que es el gas pimienta de primera calidad”, porque respondía a la idea de que “no tenían derecho a reclamar lo suyo porque eran revoltosos, comunistas”.
“No, no, no. Ténganlo en cuenta eso”, recomendó.
En diciembre de 2001 Bergoglio fue una de las personas influyentes capaces de advertir que el supuesto ejercicio de autoridad de Fernando de la Rúa terminaría en una masacre. Otro fue Adalberto Rodríguez Giavarini, que era canciller pero no fue considerado por De la Rúa.
También les dijo Francisco a los dirigentes sociales que una persona a la que definió como “un emprendedor internacional” le contó que acudió a un ministro para ampliar sus inversiones y que el ministro prometió que lo llamarían. Lo llamaron, se encontró con un secretario y cuando terminaba la reunión el funcionario preguntó: “¿Y para nosotros cuánto?”. Traducción de Bergoglio: “Para nosotros cuánto, la coima. El diablo entra por los bolsillos, no se olviden”. ¿Flanco débil en la cercanía de Su Excelencia?
En el punto opuesto estarían los movimientos sociales, según Francisco “protagonistas de la historia” que “no se achican”, que “van al frente”. Más todavía: “Ustedes tienen que ayudar a los políticos para que no se entreguen a los cocodrilos. Ustedes tienen que ser custodios de la justicia social, tienen que estar ahí para recordarles al servicio de quién están”. Y más: “Ustedes no solo protestan, que está muy bien protestar, sino que realizan innumerables obras de inclusión desde la más absoluta precariedad, a veces sin ninguna ayuda del Estado y otras perseguidos. Los acompaño en su camino”.
Otro párrafo que no cuadra con la ironía de Castellani fue éste: “Si el pueblo pobre no se resigna, si el pueblo se organiza y persevera en la construcción comunitaria cotidiana, y si a la vez lucha contra las estructuras de injusticia social, más tarde o más temprano las cosas cambiarán para bien”.
Hubo una mención del Papa a la necesidad de ejecutar políticas para garantizar “tierra, techo y trabajo, un salario justo y los derechos sociales adecuados”. Francisco relacionó esos derechos con el mérito, una categoría que esgrimen los libertarios de Su Excelencia sin preocuparse de que antes reine la equidad y, así, queden relativamente igualados los puntos de partida de cada ser humano.
“Muchas veces las grandes fortunas poco tienen que ver con el mérito”, dijo. “Son provenientes de rentas, herencias, explotación de personas, expoliación de la naturaleza, especulación financiera o evasión impositiva.”
El impuesto a la herencia es una enorme discusión en España en este momento. Divide aguas. Pero quizás convenga reparar en un matiz adicional de esa parte del discurso papal: parece más dirigido a la timba que, por ejemplo, a la industria. Más orientado contra los rentistas que contra los empresarios clásicos, sean cuantos sean los que queden hoy en esa condición. Unos, como Su Excelencia, podrán decir que el Papa se quedó en el ’45. Incluso en el ’45 de Europa, cuando la reconstrucción de la posguerra fue de la mano de la edificación del Estado de bienestar. Otros podrán interpretar, en cambio, que la vuelta a la reivindicación del trabajo y la producción en términos del laborismo clásico, fabiano, para dar un ejemplo, tal vez sea parte de una recuperación identitaria. Así como todos los franceses se sienten campesinos a pesar de que el agro sólo explica el 3 por ciento del PBI y esa cifra es la misma de la población rural de Francia, también podría suceder que una buena parte de los europeos añore tiempos más igualitarios. ¿Un horizonte posible? Difícil saberlo. Parece un misterio más para que resuelva el bueno de Castellani. Pero a veces en la historia el deseo, el proyecto, son el embrión de una construcción que termina siendo, diría Néstor Kirchner, una síntesis superadora. Kirchner amaba esa expresión. La asimilaba a la construcción de proyectos nuevos.
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El Papa les habló a los dirigentes sociales justo después de que los libertarios desparramasen en las redes un video equiparando a kirchneristas con zombies que antes portaban un virus. Muertos que caminan. Hombres que ya no son hombres y mujeres convertidas en espectros.
La respuesta inmediata de la dirigencia política opositora al video fue un señalamiento: los discursos de odio conducen a la violencia. En realidad hay una parte de verdad en esa interpretación. Pero sólo una parte. Por ejemplo, no se explica el surgimiento del nazismo sólo por el discurso de odio, sin tener en cuenta la fractura social, la hiperinflación y la atomización política. El propio Papa suele regalar a sus visitantes un libro que se llama “Síndrome 1933”. Lo escribió el italiano Siegmund Ginzberg como una historia del modo en que el nazismo conquistó el poder. Como toda teoría basada sólo en la manipulación discursiva –que obviamente existió y existe, pero no agota la realidad– la idea de que mágicamente los mensajes de odio se pueden convertir en violencia tiene un carácter mágico. ¿Y la trama social y política dónde queda?
En su encuentro del Vaticano, el Papa avanzó en la teorización del problema. Trazó una secuencia que, palabra por palabra, quedó así: “El silencio indiferente habilita el rugido del odio. El silencio frente a la injusticia abre paso a la división social. Ésta abre paso a la violencia verbal. Ésta abre paso a la violencia física y ésta a la guerra de todos contra todos”.
Injusticia y división social conforman, sin duda, una pareja muy antigua. La pregunta es si esa pareja pasó de moda. Si es arcaica. Y si no pasó de moda ni es arcaica, ¿no estaría bueno reflexionar sobre ella para imaginar una respuesta eficaz y práctica? A ver si todavía el zombie es el león y la pereza intelectual y política lo da por más poderoso de lo que en verdad es.