Una devaluación inevitable

Para evitar un uso discrecional del gasto público que difícilmente esté en el menú de Milei y Caputo, una situación que no podría resolver, el Gobierno alentó un posicionamiento en pesos transitorio.

Las ganancias obtenidas por la bicicleta financiera que configuró la gestión de la macroeconomía encabezada por Luis Caputo suscitaron atención esta semana, luego de dos meses de una tendencia bajista en la cotización de los tipos de cambio paralelos, producto de la intervención del gobierno en el mercado del dólar financiero (el MEP, como se lo suele llamar). 

Algunos analistas calculan que, medido en dólares, desde principios de año se acerca al 32 por ciento el retorno por haber adquirido activos de renta fija (aquellos que rinden un interés fijo sobre su valor original). Los de renta variable, cuyo rendimiento se calcula en base a su valor de mercado, también estuvieron por encima del dólar. 

Este resultado no fue permanente, sino que se debió a la caída del dólar MEP acontecida desde julio. Pasó de cotizar en 1428,46 pesos a comienzos de ese mes a ubicarse en torno a 1150 para esta semana. 

Entre tanto, el índice S&P Merval, que mide la evolución de las acciones en la Bolsa argentina, subió un 9,9%. Y los títulos de renta fija estuvieron rindiendo, luego del último recorte de tasas de interés por parte del Banco Central en mayo, un 3,5% mensual. No está de más recordar que el tipo de cambio oficial solamente se incrementa al 2% mensual.

Javier Milei y sus adláteres aducen constantemente que para abandonar los controles cambiarios – “salir del cepo”- tienen que darse ciertas condiciones. Nunca las especifican, pero se sobreentiende que para ellos no debería tener lugar un salto inflacionario a causa de una nueva devaluación.

A pesar de sus deseos, la reestructuración del control cambiario que dé lugar a un esquema menos restrictivo y más favorable para la acumulación de reservas internacionales es una precondición para el ordenamiento de los precios. Esa precondición viene acompañada de una devaluación y una fijación de la tasa de interés por encima de la variación de precios, para favorecer el posicionamiento en pesos en el largo plazo.

Que esa situación económica no se vuelva agobiante para la población e incontrolable para el gobierno de turno requiere compensaciones desde el sector público. Es decir, un uso discrecional del gasto público que difícilmente esté en el menú de Milei y Caputo.

 Para evitar verse ante esa situación que no puede resolver, el gobierno alentó un posicionamiento en pesos transitorio. Puede ser que el estancamiento del dólar MEP, una prioridad de política económica restrictiva y no muy útil, se revierta para dar paso al uso de las reservas menguantes para la actividad económica. O simplemente, por falta de recursos ante la demanda.

Un escenario de ese tipo es el que se desencadenaría si los operadores considerasen que la maniobra para obtener ganancias de esta forma llegó a su conclusión, porque el gobierno actual no puede seguir garantizándolas por falta de recursos o de continuidad política, o una combinación de ambas. Y parece un escenario realista, que precipitaría una devaluación “de mercado”, así no sea para el dólar importador, ya que las importaciones se restringen por otros medios.

De ese modo, la lógica más sencilla indica que una devaluación es inevitable. Sería razonable que la oposición, cuando concentre su atención en los problemas del país y deje de lado las rencillas entre sus dirigentes, diseñara un plan de estabilización que la contemple. No sea cosa de que las devaluaciones permanentes y las tasas de inflación altísimas que menguan las alzas salariales se sigan llevando puestas a los oficialismos. Ya pasó con Alberto Fernández.

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