No alcanza con “alinear pensamiento, palabra, y acción”. Debería aceptarse que, aun estando alineados, pueden carecer de la elaboración necesaria para que resulten en un programa transformador.
El patrón de desarrollo de la política que quedó expuesto con la interna del PJ reviste un problema profundo: la vertiente de la oposición con una impronta más acentuada de reivindicación nacional y popular no parece estar en condiciones de abandonar la endogamia para elevarse a una disputa con el gobierno por la dirección que se le quiera dar al país, por el peso de sus propias limitaciones.
Sin embargo, si se analizan algunas ideas vertidas en torno a ella, pueden aislarse algunos conceptos que resultan fructíferos para la elaboración de una reflexión sobre el estado actual de la oposición.
CFK utilizó por primera vez el concepto de “peronismo desordenado” en un documento que difundió el 6 de septiembre, en el que se lamenta de no se hizo caso de la relevancia de algunos conceptos que no pasan de frases hechas que el centrismo toma de la derecha, sean la importancia de revertir el déficit fiscal, reformar la educación pública, hacer funcionar bien un Estado que funciona mal, etc. Asevera que “hay que poder enderezar las experiencias y ordenar las nuevas demandas para poder alinear pensamiento, palabra y acción”.
Un mes más tarde, en la carta abierta que sirvió como anuncio de su intención de ocupar la presidencia del PJ, insistió con que “hay que enderezar lo que se torció y ordenar lo que se desordenó”, y llamó a organizar el debate dentro del partido, que describió como el ámbito más apropiado para esa finalidad. Como base para “reagrupar a todas las fuerzas políticas y sociales detrás de un programa de gobierno que devuelva a esta Argentina sumida en la crueldad y el odio de los necios, la esperanza y el orgullo de ser argentinos”.
Hasta aquí, la idea parece ser que, si se reparan comportamientos de la forma de conducción prevaleciente hasta ahora, es posible prolongar su gravitación como opción política. Lo cual supone, implícitamente, que esta forma de conducción era, y es, la adecuada para encabezar el progreso de Argentina. Es un concepto rectificativo presente en los tres verbos utilizados: ordenar, enderezar, y alinear.
¿Y por qué, entonces, las cosas se desordenaron? Pareciera que, más allá de las “nuevas demandas” que, se aduce en el documento firmado por CFK, se le escaparon al peronismo, hubo alguna mala experiencia que “desalineó” pensamiento, palabra y acción. Al margen de la incongruencia que entraña la propuesta de enderezar las experiencias, que por definición no pueden enderezarse debido a que ya concluyeron, el planteo supone la existencia de un error extrínseco a los protagonistas de la experiencia, que la enrareció.
Ese error sería permitir la intromisión de los Judas y los Poncio Pilatos dentro del mismo peronismo en el que, según su última carta, no sobra nadie. Empezando por Alberto Fernández, quién no escuchó a CFK y a su entorno cuando advertían las insuficiencias de su gobierno, al que, según una expresión utilizada por Máximo Kirchner, intentaron “rescatar” en pos de la unidad, sin éxito.
Emergen dos inquietudes de ese planteo. La primera es que el kirchnerismo fue parte del gobierno hasta el final, lo que supone un grado de aceptación de su marcha que nunca llegó a ser lo suficientemente bajo como para ameritar una ruptura. La segunda, que aparentemente estaba claro qué hacer y cómo hacerlo. Entonces, en esa lógica sería cuestión de que una figura “purificada” encabece el movimiento y se disponga a hacer lo que haya que hacer, que ya es sabido, y entonces, todo se “endereza”.
Lo segundo y lo primero se contraponen. Si se sabía qué hacer y cómo hacerlo, entonces no se explica por qué la estructura del malogrado Frente de Todos fue insuficiente para lograrlo.
Tal contradicción merece observar que a las dos inquietudes les corresponden dos problemas.
Para la primera, que el FdT fue una estructura en la cual, a falta de una construcción política que permitiese hacer más, se ponderaron las coincidencias circunstanciales y superficiales por sobre el entendimiento común acerca de los problemas del país y las condiciones para superarlos.
Esa construcción política ausente hubiese requerido un extenso debate orgánico de ideas, un diálogo con representantes de clases sociales e intereses para establecer alianzas programáticas, y fundamentalmente la aparición de un conjunto de dirigentes que pueda gobernar en concordancia con las aspiraciones expresadas.
Emerge el segundo problema: primó lo circunstancial para suplir la insuficiencia de esas capacidades. Cierto, la cúpula del gobierno despertó críticas del sector kirchnerista, pero éste nunca dejó en claro cuál debiera ser la alternativa a encarar más que en algunas ideas genéricas. Tampoco se expresaron demasiado al respecto.
Por ende, no alcanza con “alinear pensamiento, palabra, y acción”. Debería aceptarse que, aun estando alineados, pueden carecer de la elaboración necesaria para que resulten en un programa transformador.
Se deduce que es una pretensión estéril la de enderezar una forma de conducción caduca tomando prestados mantras de la centro-derecha respaldados por el alineamiento del pensamiento, la palabra y la acción por parte de la inexistente masa crítica de “puros”. Se podría decir que, en todo caso, se requiere una regeneración por izquierda del campo popular que permitiría demarcar acuerdos básicos, los cuales definirían por sí mismos cuales son los dirigentes afines con cada fuerza política.
Habida cuenta de las cuestiones desenvueltas, los desacuerdos por la conducción del peronismo adquieren un nuevo cariz. Las expectativas de una mejora en el posicionamiento de la oposición evidencian, al menos, que su estado actual no es insuperable. Eso significa que, en relación a lo que se espera de esta fuerza política, su liderazgo puede mejorarse.
CFK, en sus diferentes intervenciones públicas, insistió en mantener esta forma de liderazgo subsanando lo que se identifican como falencias contingentes. Sin embargo, parece ser que las disconformidades obedecen a una cuestión de fondo. La falta de interacción con otros sectores de la política inhibe la edificación de una estructura de poder sólida. Y es necesaria para concretar aspiraciones de transformación profundas, apoyándose en acuerdos para dirimir contradicciones. Hasta ahora, primó una apertura táctica que devino en una transigencia acomodaticia, enmascarada con una intransigencia verbal.
Si un sector del peronismo con el volumen suficiente como para adquirir peso propio percibe la carga de estas limitaciones, es legítimo que busque impulsar un recambio. También lo es que, reconociendo el problema, los proponentes del esquema pre-existente defiendan su posición.
Lo que no parece saludable es que florezcan las acusaciones personales y las descalificaciones en torno al rol o la importancia de las personas, porque lo que está en discusión son diferencias políticas, que atañen a los requerimientos para revitalizar un proyecto político de desarrollo e igualdad para Argentina. No es un tema de lealtad, traición, los méritos por la historia de cada quién, ni los Judas o los Poncio Pilatos.
Es conveniente señalar que el desentendimiento entre los principales referentes de la oposición impide su aglutinamiento, porque para buena parte de las fuerzas que la integran entraña necesariamente un costo. Por fuerza de los hechos, se apoyar a una parte se transforma en desairar a la otra, en vez de contribuir a un movimiento general. El dilema es estrictamente resultado de la distinción binaria entre recibir la lealtad o intentar imponer el ostracismo, que desplaza al sentido constructivo de la política.
Como consecuencia, la oposición se confina a la inacción. Lo más tangible de su práctica son acusaciones a Milei. Algunas más plausibles que otras, pero nunca exceden lo testimonial. Y tan importante como eso es que, en tanto no predomine el movimiento si no es en función del peso gravitacional de quienes disputan el liderazgo como fin en sí mismo, la discusión sobre un programa de superación de este momento queda sepultada.
Entonces, cuando terminen de pelearse, ¿quedará tiempo para ponerle un límite al esmero de Milei por empeorar la crisis que germinaron los dos gobiernos anteriores? ¿Sabrán qué hacer quienes emerjan como conductores para superarla? Preguntas inquietantes.
Lejos estamos chamigo de que el kirchnerismo (fracción mayoritaria del justicialismo de la Caba) se proponga elaborar un programa transformador, se agota en la justicia distributiva. Ni siquiera se propone «rectificar» nada. Alinear “pensamiento, palabra, y acción” se percibe como una consigna vacía, una racionalización diría un analista para no indagar en las causas del desastre del presente. Y las responsabilidades.
Es muy esclarecedor el análisis de esta nota. Pero la incongruencia que entraña la propuesta de enderezar y ordenar, señalando traidores y judas y pilatos, no están al margen, constituyen la ontología de la jefatura de CFK. Mientras leía esta nota de Aschieri me llegó la info de la decisión de la Junta Electoral del Pj de no avalar la lista de Quintela, y el anunció de Quintela de recurrir al Poder Judicial.
¿ Antes de que sea tarde, Prieto?. Ya es tarde pareciera. Abrir el corazón como predican Ariza y la reciente encíclica de Francisco?. Nunca. Dice Bergoglio este 24 de octubre en Dilexit nos: «En este mundo líquido es necesario hablar nuevamente del corazón, apuntar hacia allí donde cada persona, de toda clase y condición, hace su síntesis; allí donde los seres concretos tienen la fuente y la raíz de todas sus demás potencias, convicciones, pasiones, elecciones. Pero nos movemos en sociedades de consumidores seriales que viven al día y dominados por los ritmos y ruidos de la tecnología, sin mucha paciencia para hacer los procesos que la interioridad requiere. En la sociedad actual el ser humano «corre el riesgo de perder su centro, el centro de sí mismo». «El hombre contemporáneo se encuentra a menudo trastornado, dividido, casi privado de un principio interior que genere unidad y armonía en su ser y en su obrar. Modelos de comportamiento bastante difundidos, por desgracia, exasperan su dimensión racional-tecnológica o, al contrario, su dimensión instintiva». Falta corazón….viendo cómo se suceden nuevas guerras, con la complicidad, tolerancia o indiferencia de otros países, o con meras luchas de poder en torno a intereses parciales, podemos pensar que la sociedad mundial está perdiendo el corazón….»
Un paréntesis: Pregunto si estas referencias no están indagando sobre las limitaciones de los valores de «libertad e igualdad», sobre los que en el fondo giran los debates políticos entre los partidos conservadores y los populares, valores que pueden ser traducidos al plano jurídico y que han reforzado los derechos individuales, razón por la cual se está tratando de rescatar el valor olvidado de la revolución francesa: la fraternidad (las razones del corazón). Un tema para ser abordado por la política.
Volviendo a «Rectificar no alcanza», cuando en el justicialismo se trata de internas, recordar al Chueco Mazzón sirve de inspiración. Recordemos que fue el gran operador en las sombras durante dos décadas. El rey de la rosca. habilitado por, Menem, por Duhalde y ratificado por Néstor estuvo en el trabajo sucio de la construcción del poder político de los gobiernos populares. Fue echado por Cristina en 2015. Había participado activamente en los acuerdos del justicialismo en Mendoza que ese año, el 2015 elegía senadores nacionales. El peronismo había logrado recuperar el Gobierno de la Provincia en 2007 con Celso Jaque y sostenerla en 2011 con Pérez. Después de los acuerdos, Mazzón volvió a la Rosada y se encontró con una Presidenta furiosa, porque la Cámpora no figuraba en las listas. Lo echó. Logró torcer un acuerdo provincial desautorizando al presidente del PJ de Mendoza. Puso a la cabeza de la boleta a Anabel Fernández Sagasti. Hoy de su entorno. Se perdió la provincia. Se perdieron 18 puntos en la elección. Desde entonces se sigue perdiendo, pero le alcanza para consagrar a su gente. Es un ejemplo. De esto se trata. Lo hizo en varios distritos. Es una de las razones de la feudalización del peronismo. Con rectificar no alcanza.