Las elecciones presidenciales de los Estados Unidos mantuvieron en alerta a los líderes europeos. Es que se trata de un bloque caracterizado por la dependencia estratégica y en defensa, y por una caída en sus niveles productivos. Las recomendaciones del ex presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi.
Las elecciones presidenciales de los Estados Unidos del pasado 5 de noviembre tuvieron en vilo a los líderes de la Unión Europea (UE) y a los jefes de los Estados miembros. Como sucede cada cuatro años, los europeos esperan ansiosos que los resultados norteamericanos sean favorables a una política exterior que refuerza los lazos estratégicos y de defensa con el bloque europeo. La arrasadora victoria de Donald Trump, electo por segunda vez como presidente de los EEUU – esta vez incluso por mayoría del voto popular-, es a priori el escenario menos auspicioso por parte de la dirigencia europea en términos de cooperación de la Casa Blanca. Quedan por fuera de este enfoque algunos de los partidos de la derecha radical que se aglutinan, principalmente, en el bloque parlamentario de los Patriotas por Europa, con el primer ministro húngaro, Viktor Orbán, a la cabeza, quien anunció semanas atrás que festejaría con champagne en caso del triunfo del republicano -, con una postura “pacifista“, y de recuperación del diálogo con el Kremlin.
La promesa electoral de Trump de darle un fin a la guerra entre Rusia y Ucrania “con sólo un llamado”, y sus reiteradas críticas a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), y al excesivo aporte presupuestario por parte de los EEUU en comparación con sus socios europeos, supone un desfinanciamiento para la ayuda militar a Ucrania, y un cese del conflicto con final favorable para Putin. Lo que queda en evidencia, una vez más, es la dependencia estratégica, y en términos de seguridad y defensa de la UE en relación con su Norteamérica. Nada nuevo bajo el sol. En este sentido, el pasado 9 de septiembre el ex presidente del Banco Central Europeo y ex primer ministro de Italia, Mario Draghi, presentó el Informe “El futuro de la competitividad europea“, por pedido explícito de la titular de la Comisión, Úrsula Von der Leyen. En esta misma edición se incluye un análisis a fondo del documento: https://yahoraque.com.ar/il-signore-draghi-esta-muy-preocupado-porque-la-ue-se-retrasa/. Uno de los tres puntos claves del reporte propone que la UE debe reducir su dependencia energética de proveedores extranjeros, al mismo tiempo que reforzar su seguridad comunitaria, en un contexto geopolítico cada vez más inestable. Uno de los principales problemas que enfrenta actualmente el bloque es la fragmentación de su capacidad industrial en defensa, lo que conlleva a la ineficacia en su política de seguridad; a esto se suma el aumento de los costos energéticos desde el inicio del conflicto en territorio ucraniano, hace ya más de dos años.
La transición ecológica
Por otro lado, el comercio exterior y la política industrial de la Unión Europea son otras áreas que sufrirán reajustes, si se considera la economía de corte proteccionista que aplicará nuevamente Trump. En este punto, sin embargo, un triunfo demócrata no hubiera sido más esperanzador. Cabe recordar que, en agosto de 2022, Joe Biden puso en marcha la Ley para la Reducción de la Inflación (IRA), un paquete de medidas fiscales y de subvenciones para crear incentivos para el crecimiento de la industria estadounidense. En este sentido, las ventajas competitivas ofrecidas por el gobierno para impulsar la transición ecológica del país alertaron a los competidores localizados en territorio europeo. El proteccionismo de los EEUU – como ya sabemos – no es sólo una marca registrada de los republicanos.
También en este punto es necesario retomar el “Informe Draghi”, donde el tecnócrata advierte acerca de la ralentización del crecimiento de la economía europea, causada por la caída de su productividad. Y, en relación a esto, la situación demográfica crítica actual, caracterizada por la brutal caída de la tasa de natalidad y el aumento del envejecimiento de la población, genera un cuello de botella en los Estados de bienestar en la mayoría de los países europeos. Según el italiano, el sistema económico y social tal como se conoce hasta ahora puede funcionar hasta el 2050. En consecuencia, el Informe presenta dos puntos claves tendientes a aumentar la productividad del bloque. En primer lugar, se sostiene que es necesario achicar la brecha tecnológica y de innovación con los EEUU, así como con China. El complejo industrial de la UE se especializa en tecnologías maduras o ya consolidadas, es decir, aquellas que no invierten tanto en investigación e innovación (I+D), lo que desfavorece la competencia del bloque en industrias emergentes (como la de la inteligencia artificial, por ejemplo). A esto se suma la excesiva regulación por parte de la UE a las empresas que deseen innovar en estas nuevas tecnologías, lo que genera un éxodo de emprendedores a mercados como el norteamericano para buscar financiamiento. Por último, se señala la importancia de mejorar la calificación de los trabajadores en las áreas de punta, ya que es evidente que la transición tecnológica, de la mano de la ecológica, cambiarán el mercado laboral a escala global.
En segundo lugar, el “Informe Draghi” propone un proceso de descarbonización de la industria de la UE, sin dejar de ser competitivos en el sector energético. Al igual que en el punto de defensa, el bloque no es coherente ni coordinado en su política ecológica (algunos países priorizan la energía nuclear, otros la eólica o solar, entre otros), lo que conlleva a la desigualdad interna, y a un problema de competitividad del conjunto. Se suma el ya conocido tema de los costos en electricidad y en hidrocarburos, más altos para el mercado europeo en comparación con el norteamericana. En este sentido, si bien el italiano insiste en que es crucial una transición hacia energías limpias, advierte un problema adicional: la dependencia en materia prima ecológica del mercado chino, caracterizado, además, por la aplicación de subsidios y producción a gran escala, lo que dificulta la competencia del bloque.
Cumbre en Budapest
Este 7 y 8 de noviembre está reunida la Cumbre Política de Europa en Budapest para debatir el Informe de competitividad de Draghi – el cual debe finalizar con una declaración suscripta por los 27 Estados miembros -, a la cual sigue una cena de los jefes de Estado y el gobierno de la UE para debatir los resultados de las elecciones de EEUU, y los nuevos desafíos que se abren en el nuevo escenario internacional con el triunfo de Trump.
Los tres puntos claves mencionados anteriormente, así como las soluciones que proyecta el reporte, generan más opiniones encontradas que acuerdos. Caben mencionar estas soluciones: la implementación de una única política económica exterior, a través de acuerdos comerciales pactada por los 27 países, y de alianzas de suministro en materia de defensa, la construcción de un entorno favorable que incentive a las industrias de punta, y con ello, el aumento de la capacitación profesional en áreas de innovación, y por último, la reforma del mercado energético, a través de subvenciones y medidas fiscales que devuelvan competitividad en materia ecológica a la UE.
Lo que plantea el Informe es la necesidad de implementar una política comunitaria y coherente en materia de defensa, de innovación y de energía. Lo que la victoria de Trump pone sobre la mesa, con sus constantes amenazas a frenar la financiación militar para la defensa de Ucrania, es esto mismo: la necesidad del bloque de alcanzar una autonomía estratégica, de la mano del aumento de su capacidad productiva, el incentivo a la innovación tecnológica y la transición ecológica. A esto se suma la brecha tecnológica y ecológica del bloque con China, en un contexto mundial que prevé una escalada de la competencia en el comercio internacional, no sólo por la ya conocida guerra del republicano contra la economía china, sino por el ascenso de nuevas potencias a nivel global – muchas de las cuales se unen en los BRICS -. Al exceso de atlantismo europeo se le impone un nuevo escenario multipolar.
Por último, y en relación con la política de defensa y seguridad de la UE, hace una semana el ex primer ministro finlandés, Sauli Niinisto, presentó un informe a la Comisión acerca de la necesidad de preparar civil y militarmente a Europa “ante cualquier amenaza”. El bloque, argumenta el finlandés, se ha acostumbrado a reaccionar ante catástrofes, sean climáticas o ambientales (las inundaciones que destrozaron la ciudad española de Valencia en la última semana son un ejemplo), o como producto de conflictos bélicos. Lo que necesita Europa es prevención, capacitación, y sobre todo, infraestructura y capacidad de acción ante “todo tipo de riesgos”. Niinisto fue un paso más, y mencionó la idea de avanzar en la construcción de un escudo aéreo transfronterizo, pero el proyecto no sólo no es compartido por todos los líderes europeos – hay “distintas percepciones acerca de lo que es una amenaza” -, sino que es bloqueado por la misma Von der Leyen en relación a su financiación. El finlandés aboga por el endeudamiento común, propuesta negada por Alemania, así como por los países “frugales” (Austria, Dinamarca, Suecia y los Países Bajos), quienes optan por incluir la financiación en el presupuesto plurianual del 2027-2034 – previo debate y negociación, que tendrá lugar en el 2025 -. Para el finlandés, así como para el Alto Representante en Asuntos Exteriores y Defensa de la UE, el español Josep Borrell, no hay tiempo para esperar; la UE debe cuanto antes aumentar su producción industrial en defensa, y el único modo para hacerlo, es a través de la deuda común. Aún el proyecto del escudo aéreo transfronterizo no será debatido, pero deja expuesto el principal problema que enfrenta el bloque en materia estratégica y de defensa, más allá de quien llegue a la Casa Blanca: sus discusiones internas y la poca capacidad de llegar a un acuerdo.