Una inversión china modifica la geopolítica de América del Sur. El megapuerto de Chancay, en la costa central peruana, implica un gran acuerdo comercial entre Xi Jinping. Pero además revitaliza la otrora “ruta de la seda” a partir de agilizar el comercio libre a través del Pacífico.
Durante cuatro días de noviembre se reunieron dos cumbres económico-comerciales en América del Sur. La del Foro de Cooperación Económica Asia Pacífico (APEC en inglés) en Lima el 16 y 17, y la del G-20 el 18 y 19, en Río de Janeiro. No es extraño que esto suceda. El mundo es hoy un mosaico casi interminable de tratados de libre comercio, ya sea por bloques regionales, interregionales o bilaterales.
No vamos a aburrir al lector con la historia de ambos Acuerdos, sus países signatarios, ni con análisis de las declaraciones finales de ambas reuniones. Todos sabemos que la mayoría de éstas últimas son un compendio de buenas intenciones. Emanan de cónclaves internacionales donde se adoptan propuestas frente a los grandes desafíos actuales de la humanidad: el cambio climático, la brutal concentración de la riqueza, las migraciones, la pobreza extrema y la seguridad global, cuya implementación va siempre a la zaga del empeoramiento de los problemas.
El objeto de esta nota es destacar algo que, en medio de la elección de Donald Trump como 47° presidente de los Estados Unidos, la autorización a Ucrania para usar misiles de largo alcance contra Rusia y la réplica de Putin, ha pasado casi desapercibido para el mundo, la región y el país. Se trata de la inauguración del mega Puerto de Chancay en Perú, asociado a China. Ello amplía la influencia del país asiático en América Latina, estableciendo un proyecto clave de la nueva ruta de la seda, con el que Perú y China formalizan la profundización de su asociación estratégica integral.
¿Qué significa el Puerto de Chancay?
El proyecto apunta a consolidarse como un puente comercial entre Asia y América Latina, fortaleciendo la conectividad transoceánica. El Presidente de China, Xi Jinping y su par peruana Dina Boluarte, presidieron el acto, marcando un hito en las relaciones bilaterales. El acuerdo incluye la suscripción de más de una decena de instrumentos bilaterales, entre ellos un protocolo de optimización del tratado de libre comercio (TLC) entre ambas naciones que mejora capítulos relacionados con comercio exterior y competencia. Durante la ceremonia en el Palacio de Gobierno de Lima, Xi Jinping destacó la importancia del Puerto de Chancay como un “nuevo corredor” que conecta el comercio latinoamericano con la ruta de la seda.
Este proyecto estratégico, construido con una inversión superior a los 3.500 millones de dólares, está situado a 80 km de Lima y se posiciona como un hub logístico enmarcado dentro de la iniciativa de la nueva ruta de la seda, reforzando la presencia de China en América Latina y ampliando su influencia en el comercio transoceánico. Xi Jinping enfatizó que el mega Puerto de Chancay es un ejemplo exitoso y destacó su potencial para conectar el Camino del Inca con la ruta de la seda del siglo XXI. La gigantesca infraestructura, diseñada para manejar grandes volúmenes de carga (se prevé movilizar hasta un millón de contenedores), representa un avance significativo para Perú, que ahora se proyecta como un actor relevante de las cadenas logísticas que unen al Asia con toda América Latina.
Este puerto será una las principales conexiones con Asia, compitiendo con el Canal de Panamá y la terminal portuaria del Callao, que actualmente es gestionada por DP World Callao (empresa subsidiaria de Dubai Ports World). El Puerto de Chancay será operado a través de la sociedad Terminales Portuarias Chancay y la empresa china Cosco Shipping Ports.
La ubicación geográfica de Chancay es excelente, se han construido nuevos diques para ganarle terrenos al mar, aumenta la profundidad en 16 metros y cuenta con una superficie de operaciones de 80 hectáreas, compuestas de terminales de contenedores, parques industriales, depósitos fiscales y centros de transferencia de cargas, con una capacidad de tráfico y almacenaje como muy pocos puertos en el mundo poseen.
Implicaciones para el comercio internacional
Como puede advertirse no se trata solo de un nuevo puerto, sino del km 0 de un hub logístico, cuya cabecera sobre el océano Pacífico está en Chancay. Se extiende a toda Sudamérica a través de un corredor bioceánico que se conectará con el océano Atlántico, a través de diversos puertos en un esquema radial, como el de Santos en Brasil, de Montevideo en Uruguay, Buenos Aires en Argentina, Antofagasta en Chile o Puerto Cabello en Venezuela.
Ello implicará un vasto redireccionamiento de las corrientes del comercio internacional que, hasta la fecha, tenían al canal de Panamá como única opción interoceánica. Este, a pesar de sus ampliaciones y la profundización lograda, sigue siendo insuficiente para canalizar los volúmenes crecientes de carga marítima, en buques cuyo tamaño no cesa de aumentar como los Portacontenedores Jumbo.
Aquí es donde la puesta en marcha del mega Puerto de Chancay, desborda su carácter de instrumento del comercio bilateral entre China y Perú, y se convierte en un objetivo de China para consolidar sus rutas marítimas estratégicas con América Latina. Según el Council on Foreign Relations, el gigante asiático ya tiene participación activa en 101 puertos en todo el mundo, lo que destaca su estrategia para posicionarse en puntos clave del comercio internacional.
Por otro lado, la inauguración del puerto se produce en un momento en que China continúa expandiendo su presencia en obras de infraestructura estratégicas en América Latina. Consolida su papel como uno de los grandes inversionistas en la región. Esto incluye proyectos en Brasil, Panamá y otros países. En suma, el Puerto de Chancay, con su capacidad para manejar grandes volúmenes de carga y su ubicación estratégica, se proyecta como un eje clave de la red de comercio que promueve China para posicionarse como socio estratégico de América Latina, en la economía global.
La preocupación de los Estados Unidos
Esta fuerte presencia de los chinos en puntos estratégicos ha propiciado que el Pentágono, en su momento, a través del almirante Craig Faller, ex Jefe del Comando Sur alertara, ya en el año 2019, que en el futuro “China podría usar su control sobre los puertos de aguas profundas en el hemisferio occidental para aumentar su posición operacional global”.
Para contrarrestar estos avances, el Comando Sur aumenta la creciente presencia de bases militares en América Latina y el Caribe. En la medida en que China aparece como la principal amenaza de su hegemonía hemisférica, considera su presencia en cualquier país de la región. como una amenaza a su “seguridad nacional”. Además de las bases militares, el Comando Sur opera diecisiete bases terrestres de radares en Colombia, Perú y otros países de la región, varias de ellas móviles.
Con relación con el Cono Sur, los gobiernos de los Estados Unidos y la Argentina convinieron la instalación de un puerto y base logística conjunta en Tierra del Fuego. Además ambos gobiernos firmaron un acuerdo por el que el Cuerpo de Ingenieros de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos tendrá a su cargo el monitoreo, control y vigilancia de la navegación por la vía troncal de la hidrovía Paraguay-Paraná, en el tramo argentino, desde la confluencia hasta la desembocadura del Río de la Plata. Todo esto, previo a la licitación internacional para la privatización del dragado y señalización de la red troncal de esa vía navegable.
La licitación será tramitada por la Subsecretaría de Puertos y Vías Navegables. En los pliegos está prevista la modernización de la vigilancia a la navegación por la hidrovía a través de la instalación de radares y sistemas satelitales para el seguimiento de las embarcaciones, convoyes de barcazas o buques transoceánicos. También, la completa renovación del sistema de señalización. Se busca aumentar las medidas de control, por parte del Cuerpo de Ingenieros Militares de los Estados Unidos para contribuir a la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico.
Queda bastante claro que, la operación de los puertos así como la navegación de las cuencas interiores de la región, han pasado a formar parte del conflicto hegemónico y comercial entre los Estados Unidos y China.
Paradoja de paradojas
Mientras en el apartado anterior veíamos la confrontación entre China y los Estados Unidos en el terreno estratégico, comercial y de control de las vías navegables, en ambas cumbres, la de APEC en Lima y el G-20 en Río de Janeiro, estuvieron y dialogaron los presidentes de ambas potencias.
En las dos el protagonismo de Xi Jinping fue casi excluyente. Aunque concurrió Joe Biden a Lima y Río de Janeiro, protagonizó una gris y desoladora despedida de América Latina. Mientras, Xi Jinping inauguraba el mega Puerto de Chancay, firmaba acuerdos de todo tipo y agotaba las audiencias bilaterales que concedió a la mayoría de los mandatarios presentes. La asimetría se explica porque no existió el contrapeso de un ausente: Donald Trump, quien asumirá el gobierno de los Estados Unidos el 20 de enero de 2025, con una guerra comercial contra Beijing como caballo de batalla.
Pero la paradoja de paradojas fue que, en ambas cumbres, Xi Jinping exaltó las bondades del libre comercio, mientras Trump predica el proteccionismo más exasperado, hablando de imponer aranceles del 60% a China y del 25% a México.
Es útil recordar que la APEC se creó en 1989, en el marco de la disolución de la Unión Soviética y la debacle de los socialismos reales. Cuando el unilateralismo de los Estados Unidos lanzaba el Consenso de Washington, proclamaba la fórmula mágica de que la supremacía del mercado. Ésta era la panacea para la superación de las crisis financieras y la garantía de estabilidad democrática, reduciendo el estado a un papel subsidiario.
En esos años el mundo se lanzaba a la globalización y festejaba el fin de la Guerra Fría. Era la antesala de los felices ‘90. El libre comercio sería el articulador de armónicas relaciones internacionales, con tratados que pondrían fin al proteccionismo y las barreras arancelarias. Hoy el mundo está invertido: Trump amenaza con profundizar el proteccionismo mientras Xi Jinping defiende la libertad de comercio.
Los conservadores rechazan la liberalización y los comunistas la recomiendan.
¿Alguien puede explicar este giro copernicano?
Chancay, ¿símbolo de los nuevos tiempos?
La más certera caracterización que se puede hacer de estas cumbres de APEC y del G-20, en un escenario mundial en ascuas por el cambio de timonel en la Casa Blanca y la guerra comercial que propone, más el simultáneo conflicto con en Ucrania y Medio Oriente, es que vivimos en un mundo imprevisible y paradojal.
Durante su visita a Lima Xi Jinping limó asperezas con Joe Biden, quien también inició hace cuatro años su período prometiendo mano dura contra la competencia comercial china. Ahora, Biden es un “pato rengo” que se va a su casa mientras el líder asiático continúa y parece estar mejor parado para resistir los embates arancelarios del “segundo tiempo” de Donald Trump. Éste pretende castigar las importaciones chinas con gravámenes arancelarios de 60% y con alza de aranceles del 25% para productos de México. La presidenta Claudia Sheinbaum, no estuvo en la cumbre de APEC, pero sí en la del G-20.
En Río de Janeiro, Sheinbaum hizo un contundente alegato contra las “absurdas guerras que deben detenerse” incluidas las comerciales. Llamó a “parar la economía de la destrucción que no lleva a ningún lado más que al sufrimiento” y afirmó que la política tiene que servir “para construir la paz y proteger a los desprotegidos, a los que sufren”. Es importante destacar que estas palabras fueron pronunciadas delante de países como los Estados Unidos, Canadá, Reino Unido y Alemania que apoyan, de forma decidida, el genocidio que está llevando a cabo Israel en la franja de Gaza o la escalada bélica en Ucrania que puede llevar al planeta a la Tercera Guerra Mundial.
Ante dirigentes abiertamente reaccionarios como Giorgia Meloni o Javier Milei, cuestionó el planteamiento de que “la libertad está solo en el mercado”. Es un planteo falso dijo Sheinbaum: “¿Cuál libertad? ¿La libertad para morirse de hambre? Eso no es libertad, es olvido, es deshumanización”. El poderoso mensaje de Sheinbaum en el G-20, además de su contenido, es importante por el lugar político y geoestratégico desde donde se enunció.
“Hacer grande a América otra vez”, a través de barreras arancelarias o pararancelarias es una consigna que pronostica costos inflacionarios para el mundo y caída del precio de las commodities. Ello produciría un deterioro en los países emergentes, afectando las precarias relaciones de los Estados Unidos con América Latina. Todo ello, sumado al equívoco simbolismo de designar a Marco Rubio, hijo de cubanos, como Secretario de Estado.
Este panorama podría favorecer una profundización de los intensos vínculos comerciales de China con América Latina que tendrán, en la cuenca del Pacífico, un impulso de grandes proporciones con el mega Puerto de Chancay en la costa central peruana.
¿Habrá una mayor integración portuaria en América del Sur? ¿Chancay favorecerá la habilitación de corredores bioceánicos con los países del Atlántico? ¿El aislacionismo de Trump y la presencia China despertará interés en los gobiernos latinoamericanos de integrarse al bloque Brics+ (encabezado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica)? ¿Se modificará la geopolítica de Sudamérica?
Estos son los interrogantes que sobrevuelan en nuestro cielo austral. Preguntas válidas de pronóstico, por ahora, reservado.