El candidato del establishment, Carlos Mesa, se bajó para los próximos comicios. Las del 2020 eran elecciones sui generis. Por un lado, todavía se vivían los efectos más devastadores de la primera ola de la pandemia de coronavirus. Pero, al mismo tiempo, el gobierno no constitucional de Jeanine Añez hacía aguas por todas partes. El clamor de elecciones era cada vez más fuerte. Y a esto hay que sumarle la convicción de la centro derecha de que iba a triunfar en los comicios, por lo menos en segunda vuelta.
En 2020 el candidato del establishment era Carlos Mesa. Historiador, literato, periodista y expresidente del país después de la renuncia de Gonzalo Sánchez de Lozada. Mesa representaba a la Bolivia republicana y a los sectores de la pequeña burguesía que por décadas manejó la cultura oficial. A diferencia de muchos de los políticos, era un hombre con lecturas y con mucho encanto.
Pero no bastó. De hecho, uno de sus seguidores, candidato a su vez a una diputación por el agro cochabambino por Comunidad Ciudadana cuenta que llevó a Mesa hasta una reunión de comunidades de su región. En medio de la proclamación le invitaron un plato de comida típica. El expresidente rechazó. Por supuesto, las señoras insistieron y él dijo un contundente: “He dicho que no”. “En ese momento decidí votar por Luis Arce”, dice el candidato del mesismo a la cámara baja.
Mesa sabía de historia, de novelas, de poesía, pero ignoraba qué pensaban los bolivianos, qué sentían, qué hondos hilos culturales se movían en el psiquis de los más pobres que, por ejemplo, sienten que si se les rechaza la comida se les está despreciando. Y para colmo es abstemio en un país donde todo se permea con alcohol.
La soberbia hacia el resto en un hombre que nunca quiso hacer la tesis para graduarse como licenciado en literatura, carrera que estudió en la UMSA, porque “en Bolivia no habría nadie que pudiera evaluar un trabajo suyo”.
Todo lo anterior no niega que Mesa le dio un gran impulso intelectual a la televisión y que, era un hombre del racionalismo, tan venido a menos últimamente. Pero era ajeno a unos electores que como dice el filósofo surcoreano, Byung Chul Han, ya no quieren ver la foto del candidato en las gigantografías sino verse a sí mismos.
Y los bolivianos “de a pie”, que son la gran mayoría, no se vieron ni se ven proyectados en Mesa. Y eso se ve reflejado en las encuestas porque “la última esperanza blanca” como a él mismo le gustaba llamarse (siempre reivindicó su sangre española), perdió gran parte del caudal conservador que se fue hacia Tuto Quiroga, Samuel Doria Medina y Manfred Reyes Villa. Todos ellos variables de centro derecha.
Sopesando todo eso, Mesa dio un paso al costado. Ya no terciará en las elecciones 2025. Se retira así el último señorito y, mientras tanto, la derecha aparece con cinco candidaturas muy difíciles de unir: Tuto Quiroga, Samuel Doria Medina, Chi Huyn Chung, Manfred Reyes Villa y Branko Marincovic. De todos, el único radical libertario es Branko, un empresario cruceño de origen croata muy regionalista y ex presidente del Comité Cívico Pro Santa Cruz que estuvo muy ligado a varios golpes de Estado en Bolivia. Y algo más: Fue ministro de Jeanine Añez, momento en el cual recuperó miles de hectáreas que habían sido repartidas por el Estado.
El problema de la derecha no sólo es su división sino su falta de discurso. Más allá de las críticas al Movimiento al Socialismo (MAS), le cuesta articular qué país va a ofrecer. Por supuesto que su política estaría más cerca de achicar el Estado que uno del Bienestar.
Pero ya lo decía Quinto Cicerón a su hermano Marco Tulio 64 años antes del nacimiento de Jesús: Hay que escuchar a la gente. Y la mayoría de los bolivianos no quiere privatizaciones. De hecho, en una reciente encuesta de la empresa Diagnosis sólo el 14% de los votantes quieren una economía plena de mercado. Por el contrario, el 29% quiere un Estado con monopolio en los sectores estratégicos, y un 21% una economía mixta con sectores estatales y sectores privados.
En resumen, no hay lugar para un Milei boliviano.
Hacia el centro
Los dos candidatos con mayor predilección de voto y con techo más alto, hoy por hoy, son Manfred Reyes Villa y Andrónico Rodríguez. Uno representa a la centro derecha y el otro a la centro izquierda.
Según las proyecciones electorales, quien más posibilidades tiene es el actual presidente del Senado, Andrónico Rodríguez, quien todavía está atado a Evo Morales y a la disciplina de su organización pero que ha dado muestras de querer ser candidato.
Si en una muestra de que Freud tenía razón al sostener que la madurez es la capacidad de asumir responsabilidades, acumular aspiraciones y tomar decisiones realistas, Andrónico se libera de las cadenas del evismo y se presenta como candidato, el MAS podría tener un joven recambio. Si no lo logra, pasará a ser oposición y a ver cómo se va destruyendo de a poco lo que se levantó durante tantos años.
El actual presidente del Senado tiene mucho para ofrecer, además de sus jóvenes 36 años. Posee una gran capacidad conciliadora que lo constituye en el factor de unidad del MAS. Es la encarnación del hijo que toda mujer de pollera quiere tener: Tiene título universitario pero volvió a la comunidad a ejercer su profesión. Es, claro está, la representación de la esperanza morena que no dudaría un segundo en comer cuanta comida le presenten sus iguales.
Yo Lucho y Evo pueblo
Pero en la izquierda también está el radical Evo Morales que buscaría un nuevo mandato que de momento le fue negado por el Tribunal Constitucional Plurinacional. Fiel a sus raíces, el expresidente indígena prometió trasladar a cien mil personas hasta la ciudad de La Paz para imponer su habilitación.
En las encuestas aparece con una sólida votación que en el mejor de los casos llegaría al 20%. Sin embargo, no tiene mucho techo para crecer ya que el 68% de los encuestados señalaron que jamás votarían por él.
Con tantos años en la política, Evo tiene siempre un plan B. Este es inscribirse como candidato y, en caso de ser inhabilitado, nombrar como su reemplazo a otro cocalero chapareño, Leonardo Loza (acción para la cual el Tribunal da 48 horas). De esta manera piensa ponerle un candado a Andrónico al que, de momento, no tendría como alfil.
El analista Andrés Portillo señala que “Evo sabe que no va a ganar, pero lo que busca es una bancada en el Parlamento que evite que vaya a juicio de responsabilidades y por otro lado evitar que Luis Arce o Andrónico ganen”.
Claro que los movimientos sociales también tienen vela en este tema y es posible que fuercen a que Evo finalmente ceda a favor de Andrónico. Algo muy difícil porque Morales considera que la lealtad es sinónimo de apoyarlo a él.
Tampoco la tiene fácil el actual presidente, Luis Arce. La ausencia de dólares en el mercado cambiario, la falta de gasolina y diesel, y la inflación en los precios de los alimentos causan gran molestia entre los electores, a los que poco les importa que ésta sea importada. De hecho, el desabastecimiento de comida (lo que lleva a que su precio suba) se debe a que los alimentos bolivianos son vendidos en precios que se triplican, o más, fuera de sus fronteras.
Si Luis logra mantener cierto equilibrio en la paridad bancaria y un abastecimiento permanente de hidrocarburos tiene la posibilidad de terciar en las elecciones. En este caso rige el cartel en las elecciones que ganó Bill Clinton: “Es la economía, estúpido”.
En el otro vértice, Evo Morales la tiene más difícil pero en política nada es imposible. Puede que su movilización consiga su habilitación.
Incertidumbre es la palabra de la época. A poco más de seis meses de la elección en Bolivia una sola cosa es segura: nada es seguro.