‘The Searchers’ es un legendario western del gran John Ford, rebautizado en estas tierras ‘Más corazón que odio’. La expresión ajusta como un guante para definir un fenómeno artístico que surgió en forma natural, sin un complot de por medio. Quedó reflejado en las nominaciones al Óscar que otorga la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos. Casi todas las películas van a contramano de odios que pululan a diestra y siniestra. Cuestionan los desprecios a los inmigrantes. Ponen en tela de juicio al racismo y la homofobia de las extremas derechas.
Hay en danza competitiva historias que resaltan las protestas sociales y la defensa de los derechos humanos o el medio ambiente. Pintan a magnates como villanos opresores e inescrupulosos. De hecho, sin caer en el panfleto, marcan tendencias a contracorriente de los Donald Trump, los Elon Musk o de cualquier otra de esas lindezas de la era tecnofeudal.
¿Para qué sirve una película?
“Todo arte es completamente inútil”, escribió el dramaturgo dublinés Oscar Wilde en el prólogo de su novela El retrato de Dorian Gray. Si la frase se interpreta de manera liviana, puede confundir. No era su intención negar la influencia social y política de la creación artística. Era destacar la belleza y el valor del arte en sí, fuera de utilitarismos, pragmatismos y otros ‘ismos’. De otra manera no hubiese escrito jamás un cuento como ‘El príncipe feliz’: una estatua principesca revestida de piedras preciosas le pide a una golondrina que se las arranque una por una para dárselas a pobres, desvalidos y hambrientos. No era Wilde un autor ajeno a una moral social.
Años antes de escribir aquel adagio suyo sobre la inutilidad del arte, Wilde había proclamado: «La vida imita al arte mucho más de lo que el arte imita a la vida» ¡A cuántas películas les cabe este aforismo! A varias se las puede encontrar en la lista de candidatas a ganar la estatuilla del Óscar en el show del próximo 2 de marzo. Tan autocelebratorio como siempre. A veces irritante, como si pretendiera ser el campeonato mundial del cine. Lo difícil es que pase inadvertido.
Cuento del tío
Cuenta la leyenda que el galardón fue bautizado así por la actriz Margaret Herrick cuando dijo, casi en broma, que la figura tallada se parecía a un tío suyo del mismo nombre ¿Quién puede verificar la veracidad de la anécdota? La respuesta la tiene el personaje de un periodista en una línea de diálogo de otro western de Ford, ‘El hombre que mató a Liberty Valance’: «Cuando la leyenda se convierte en un hecho, imprima la leyenda».
El aclamado director de aquel filme de pura acción, pero con tintes políticos, dijo una vez: «Rodar películas, para mi, quiere decir, en primer lugar y ante todo, contar una historia. Esta historia puede ser inverosímil, pero no debe ser jamás banal. Es preferible que sea dramática y humana. El drama es una vida de la que se han eliminado los elementos aburridos».
Otro realizador también considerado genial por la crítica cinematográfica, Alfred Hitchcock, declaró una vez: «No podemos controlar lo que sucede a nuestro alrededor, pero sí podemos controlar cómo reaccionamos ante ello». La cita fue publicada por el cineasta y teórico francés François Truffaut en su libro ‘El cine según Hitchcock’.
Otro fantasma recorre el mundo
La antesala de los Óscar viene encendida. La actriz británica Tilda Swinton, coprotagonista de ‘La Habitación de al lado’, de Pedro Almodóvar, eligió la forma «mis queridos semejantes» para iniciar su discurso en la gala de apertura de la 75º edición de la Berlinale, el festival de cine de la capital germana. Tras recibir el Oso de Oro honorífico, su saludo sonó a reacción frente al odio, el racismo, la homofobia y la ausencia de empatía de ciertos líderes y gobiernos extremistas contra inmigrantes y otros desfavorecidos. Enseguida evitó los eufemismos: «Lo inhumano se está perpetrando bajo nuestra mirada. Estoy aquí para nombrarlo y para prestar mi solidaridad inquebrantable a todos aquellos que lo reconocen. Los asesinatos en masa perpetrados por el Estado y habilitados internacionalmente están aterrorizando activamente a más de una parte de nuestro mundo».
El alegato de Swinton repercutió en un país que asiste al avance electoral de la extrema derecha con Alternativa para Alemania. El fantasma neonazi sigue recorriendo el mundo. Pero en producciones hollywoodenses reaparecieron con fuerza las evocaciones a ‘la solución final’ y el Holocausto. En la nominada ‘El brutalista’, de Brady Corbet, se narra la historia de un arquitecto húngaro de ficción, encarnado por el nominado a Mejor Actor Adrien Brody. El personaje es un sobreviviente de los campos de concentración que tras la caída del III Reich emigra a Estados Unidos con ayuda de un primo norteamericanizado. El arquitecto asombra enseguida con el talento que forjó como integrante de la alemana Escuela de Bauhaus. El revolucionario instituto fundó el diseño moderno. En 1933 fue cerrado por el gobierno hitlerista bajo la acusación de promover ‘el bolcheviquismo cultural’ ¿Suena familiar? La Bauhaus nunca más reabrió sus puertas, pero dejó un legado.
Las modernas técnicas de la Bauhaus iluminan la codicia de un narcisista multimillonario estadounidense, interpretado por el nominado Guy Pearce, que contrata al arquitecto para que dirija la construcción de un monumental centro cívico que llevará su nombre. Los prejuicios raciales marcan la narración de ‘El Brutalista’. El magnate es un emblema de un capitalismo sin escrúpulos, megalomaníaco y abusador ¿También le suena?
Secuelas de la barbarie nazi también renacen en las pantallas con la película ‘Un dolor real’, con dos nominaciones aunque ninguna a Mejor Película. Dos primos estadounidenses de unos 40 años se lanzan a recorrer sitios de Europa donde se ejecutó la Shoá. Incluso quieren conocer la casa natal en Polonia de la abuela recién fallecida y sobreviviente de los campos de exterminio. De Jesse Eisenberg es la dirección, la autoría del guión y uno de los roles protagónicos.
El ‘tour’ está matizado en clave de comedia. Eisenberg declaró al portal Spanglish Cinema que no puede evitar los toques graciosos en sus creaciones. Pero deja en claro que lo mueve «una perspectiva filosófica» sobre «un tema históricamente traumático». No lo dice explícitamente, pero en buen argentino se diría ‘Memoria, verdad y justicia».
Los fabulosos Sixties
Otro nominado a Mejor Filme es ‘Anora’, dirigida por Sean Baker, creador de la laureada ‘Proyecto Florida’, de la cual retoma el tema de la prostitución femenina como manera de ganarse la vida. En ‘Proyecto…’, Baker descorre un velo que oculta vastos rincones de la geografía estadounidense hundidos en la pobreza y la desesperación. Es la pintura realista de un drama social. Ahora vuelve al tema pero en forma festiva y lo traslada a los aterciopelados ambientes de la prostitución VIP. El cliente de la bailarina y acompañante sexual que protagoniza Mikey Madison es un inmaduro jovencito ruso entregado a la droga, el alcohol y la fiesta interminable. Los derroches de dólares del rusito alegre se entienden cuando entran en escena sus padres, megamillonarios con fortunas surgidas de quien sabe dónde y custodiados por matones.
Una película puede hacer que Trump y sus TecnoBoys se remuevan incómodos en las butacas de la sala o en el living de la casa. Se trata de ‘Un completo desconocido’. Es la biopic de un Bob Dylan joven y su aparición en la escena musical. Un túnel del tiempo hacia los ‘sixties’, años dorados del progresismo estadounidense en la década de 1960. Fueron los tiempos en que Dylan, la cantante Joan Báez y el polifacético Pete Seeger combinaban el folk estadounidense con la militancia por los derechos humanos, la protesta social, el pacifismo y la oposición a la guerra de Vietnam. El momento histórico en que Dylan y Baéz subieron a cantar a dúo al atril desde el cual Martin Luther King Jr. entró en la historia con su ‘Y have a dream’, de cara a una multitud en la Marcha sobre Washington. «¡Comunistas!», acusaría a voz en cuello el presidente en ejercicio de un país sudamericano.
El nominado a Mejor Actor Timothée Chalamet, con buena mímesis del músico galardonado con el Nobel de Literatura 2016, canta en ‘Blowin’ in the wind’: «Cuántas veces puede un hombre girar la cabeza/Y fingir que simplemente no ve lo que pasa? (…)/Cuántas muertes serán necesarias/Para ver que ya ha muerto demasiada gente?». Fue ayer y parece hoy.
En el nombre del Padre
Las intrigas vaticanas apasionan a Hollywood. Protestantes y anglicanos anglosajones, y algún que otro católico, se relamen con los misterios e intrigas palaciegas en torno a los sumos pontífices. ‘Cónclave’, del alemán Edward Berger, se inspira en una novela de Robert Harris, pero más que nada en las jugosas coberturas periodísticas sobre las internas, dignas de cualquier partido político o gobierno, pero con la pompa tradicionalista y una estética de cuadro renacentista. El conflicto por el poder se entabla entre el sector más progresista del colegio de cardenales y los conservadores, más que nunca aferrados a dogmas anteriores a la doctrina social de la Iglesia consagrada con Juan XXIII. Frente a la muerte del Papa (Dios no lo permita), un purpurado afirma que no se puede elegir a un ultramontano, luego de haber tenido un jefe del catolicismo que perteneció a «las juventudes hitlerianas» y otro que no actuaba a fondo contra «los abusos y pedofilias’.
Una fuente eclesiástica argentina bien informada le comentó a Y Ahora Qué? que Francisco se ocupó en estos años de armar en el Colegio Cardenalicio una mayoría de casi un 80% de fieles a su ideario en defensa de pobres, asalariados y migrantes, para reformar una «Iglesia enferma» que jamás tolere «la idolatría del dinero, la codicia y la especulación». Es «palabra del Señor», según un discurso de Jorge Bergoglio.
Otras dos banderas del santo padre, nacido en Flores e hincha de San Lorenzo, son la defensa del medio ambiente y la crítica a los grupos violentos que saquean los recursos naturales. Una coincidencia con la razón profunda de la guerra entre clanes en ‘Dune II’, la película de Denis Villeneuve, sobre la novela del popular escritor de ciencia ficción Frank Herbert.
¿Primera oscarizada transgénero?
Más de un alma homofóbica e indignada con las diversidades puede sentir escozor si el premio a la Mejor Actriz se le otorga por primera vez en la historia de la Academia a una persona transgénero. Sería la española Karla Sofía Gascón, por su papel en ‘Emilia Pérez’. La realización del francés Jacques Audiard llegaba a la noche del anuncio como líder en la tabla con 13 nominaciones. De pronto quedó envuelta en un torbellino de polémicas que le bajaron el precio. La tal Pérez era un mexicano jefe de un poderoso cártel del narcotráfico que se opera para convertirse en mujer y ocultarse en una nueva identidad signada por actos humanitarios. La película cayó como un misil en México por considerarse ofensivos los viejos estereotipos contra sus ciudadanos. También puso el grito en el cielo la Gay and Lesbian Alliance Against Defamation (GLAAD) por entender que se perpetró «un retroceso» en la representación de personas transgénero en los medios.
Parte del elenco se enemistó con Gascón cuando una periodista le descubrió en las redes antiguas frases islamofóbicas y discriminatorias. La española se disculpó y dijo en Instagram que tenía «mucho que aprender». Que ya no era «la misma persona que hace 10 o 20 años». Si ganara el Óscar, es probable que reitere la esencia de su mensaje: «Siempre he luchado por una sociedad más justa y por un mundo de libertad, de paz y de amor. Jamás apoyaré las guerras, el extremismo religioso o la opresión de las razas y los pueblos».
Apesar de você
El cineasta brasileño Walter Salles está de nuevo en el candelero oscarizable con ‘Aún estoy aquí (Ainda estou aqui’. Regresa coherente con su historial fílmico que incluyó ‘Diarios de Motocicleta’, la ‘road movie’ del Che Guevara por Latinoamérica, o ‘Estación Central’, con la maestra que vivía de escribirles las cartas a personas analfabetas. Más memoria, más verdad y más justicia, surgen al ser narrada la lucha de Eunice Paiva (la nominada Fernanda Torres) para encontrar a su marido desaparecido por la dictadura militar. Rubens Paiva había sido un diputado del Partido Laborista que hizo un enfático discurso radial en defensa del gobierno de Joao Goulart, un día después de su derrocamiento.
«Con el crecimiento de la extrema derecha en Brasil a partir de 2017, percibimos que también era una película para entender el aquí y ahora. Hoy existe un proyecto de poder basado en el borrado de la memoria», dijo Salles a la prensa. El actor Sean Penn dijo a la prensa en Los Angeles que «la sonrisa de Eunice» es un modelo de resistencia a Trump en el poder.
Justo ahora, con el auge de los supremacismos y el desprecio al rol protector del Estado, la película ‘Nickel Boys’, de RaMell Ross, narra la experiencia de dos muchachos afroamericanos que viven un calvario en un reformatorio de Florida. Está inspirada en la novela ganadora del Premio Pulitzer ‘Los chicos de la Nickel’, escrita por Colson Whitehead.
Con una mirada social menos visible pero intrínseca figuran ‘La sustancia’, fábula sobre los efectos devastadores de las terapias que oculten el envejecimiento, y ‘Wicked’, que intenta revisar la mala imagen de la Bruja del Oeste en la clásica ‘El mago de Oz’.
Cine y política van de la mano. Y sino que lo digan en nombre del cine argentino los personajes de Julio Chávez y Luis Machín, en ‘Un oso rojo’ del montevideano Israel Adrián Caetano. Chávez cumple una condena y sale de la cárcel. Su esposa, con la que tuvo una hija, formó pareja con el personaje de Machín, un desempleado. El ex presidiario volvió a las andadas aunque quiere ayudar a su hija con un dinero. En la puerta de la casa, en un empobrecido suburbio bonaerense, le tiende a Machín una bolsa. «No quiero guita choreada’, le responde al rechazarla. Chávez le replica: «Dejate de joder, agarrá eso, toda la guita es afanada».
