El triunfo de Merz promete un giro conservador, y liberal económico, que se aleja de las posturas de centro-izquierda o progresistas del SPD. Uno de los temas centrales de la última campaña electoral fue el control de la inmigración y la seguridad interna. Merz, decidido a “dar respuestas a la población” en un contexto de supuesto aumento de hechos delictivos por parte de población de origen extranjero, impulsó hace pocas semanas un proyecto de ley con el objetivo de restringir la inmigración ilegal, y limitar los procedimientos de asilo en el país.
El pasado 23 de febrero se celebraron las elecciones parlamentarias en Alemania, adelantadas siete meses conforme al calendario electoral, y en medio de una crisis institucional debido al colapso de la alianza semáforo de gobierno. Con un caudal de participación de 84% – el más alto desde 1987 -, los resultados dieron como ganador a la Unión Demócrata Cristiana (CDU), liderada por Friedrich Merz, con el 28,6% de los votos. No hubo sorpresas para la política alemana ni el electorado, ya que los sondeos anunciaban este triunfo hacía meses (pero fue, sin embargo, un triunfo un tanto amargo, ya que la CDU nunca bajó de los 30 puntos cuando era liderado por la ex Canciller, Angela Merkel.) Sin embargo, lo que queda aún por definirse es la coalición en el Bundestag que permitirá formar un gobierno. Merz ya anunció que piensa en una “gran coalición” de la CDU y la CSU (la Unión Social Cristiana de Baviera, con quien confluyen en el Parlamento) con el Partido Socialdemócrata (SPD), al cual pertenece el actual Canciller, Olaf Scholz. En cuanto a la distribución de escaños, la suma de todas estas fuerzas da 328 en un total de 630, es decir, la mitad más uno necesaria para aprobar proyectos en el Parlamento.
El SPD obtuvo apenas el 16,4 % de votos en estas elecciones, siendo su peor resultado histórico, que lo posiciona como tercera fuerza en el Bundestag, algo que no ocurría desde finales de la II Guerra Mundial. Es evidente que electorado decidió castigar a un partido que no pudo dar solución a los temas más preocupantes de la sociedad alemana en la actualidad: la crisis económica, en relación a esto, la política exterior, y el control de la inmigración. Pero no sólo los socialdemócratas sufrieron un retroceso, sino que los otros dos partidos de la ex coalición semáforo perdieron votos. Die Grüner (los Verdes) obtuvieron el 11,6 % que, si bien no es un mal resultado, una posible coalición CDU-SPD haría imprescindible sus votos. Por su parte, el Partido Democrático Libre (FDP), expulsado a fines del año pasado de la coalición de gobierno, arañó un 4,3 %. No sólo no tendrán representación parlamentaria (el piso es del 5%), sino que su líder, el ex Ministro de Finanzas, Christian Lindne, anunció su retiro de la política.
Otro de los ganadores de estas elecciones fue Alternativa para Alemania (AfD por sus silgas en alemán), que con el 20,8% de votos subicó como segunda fuerza en el Bundestag. El partido liderado por Alice Weidel duplicó sus votos respecto a las elecciones parlamentarias del 2021 (10,4%), y consolidó su posición principalmente en el este del país, a través de una campaña centrada en el control de la inmigración y de la seguridad interna, las críticas a Bruselas (incluso proclamó sus intenciones de que Alemania saliera de la Unión Europea en caso de convertirse en Canciller), y un discurso revisionista de la historia reciente alemana.
El mismo domingo por la noche, Weidel anunció que el AfD “se había convertido en un partido del pueblo”, y que estaba pronta a negociar una futura alianza de gobierno con la CDU, propuesta rápidamente descartada por Merz, convirtiendo al AfD en el principal partido de la oposición de un futuro gobierno.
Por otro lado, la verdadera sorpresa en estas elecciones fue Die Linke, el partido de izquierdas, que obtuvo el 8,8% de votos y volvió a entrar al Parlamento. Con una campaña centrada en el problema habitacional del país, y en la crisis económica actual (sus propuestas fueron control de alquileres y aumento del salario mínimo), este partido duplicó su intención de votos de entre el 4 y 5% de comienzos de este año, y se repuso de la caída de las elecciones del 2021 (4,9%). Es probable que muchos de los votos que capturó Die Linke hayan venido, del electorado más progresista del SDP por un lado, y de la Alianza Sahra Wagenknecht (BSW) por el otro, cuyas posturas en temas como la inmigración es entendida por muchos alemanes como “típicos de la extrema derecha”. El BSW cayó al 4,97 %, y por sólo 7.000 votos no obtuvo ningún escaño parlamentario. Por último, es necesario mencionar que tanto el Die Linke como el AfD fueron los partidos más votados por los electores de entre 18 y 24 años (25% y 21% de esta franja etaria, respectivamente), demostrando una tendencia anti mainstream de la juventud de Alemania.
El triunfo de los conservadores
Merz anunció su intención de iniciar las negociaciones para una futura coalición parlamentaria entre su partido y los socialdemócratas en las próximas semanas. Espera conformar un gobierno “para las Pascuas” (en abril), lo que abre la posibilidad de que Alemania recupere su estabilidad institucional y su confianza a los ojos de Europa, y en un contexto global sacudido por los embates de las primeras decisiones política exterior del presidente Donald Trump. Pero, por el momento, el histórico aliado de la CDU en el Bundestag se mantiene cauto: el triunfo de Merz promete un giro conservador, y liberal económico, que se aleja de las posturas de centro-izquierda o progresistas del SPD.
Uno de los temas centrales de la última campaña electoral fue el control de la inmigración y la seguridad interna. Merz, decidido a “dar respuestas a la población” en un contexto de supuesto aumento de hechos delictivos por parte de población de origen extranjero, impulsó hace pocas semanas un proyecto de ley con el objetivo de restringir la inmigración ilegal, y limitar los procedimientos de asilo en el país. Este proyecto fue rechazado por los socialdemócratas, e incluso por los Verdes, quienes lo consideraron, por lo menos, anti democrático. A esto se sumó el hecho de que la iniciativa contó con la aprobación del AfD, lo que le valió a Merz incontables críticas (de la política y de la sociedad), y la acusación a su partido de romper “el cordón sanitario” a la derecha. Pero las posturas conservadoras de Merz se reflejan también en otros temas de agenda que impulsó el SPD, y que gozan además de un importe consenso en una sociedad como la alemana. Por ejemplo, su rechazo a la paridad de género impulsada por el gobierno saliente (dijo que esta política había llevado a mujeres incompetentes al poder), su oposición al derecho al aborto y su relativización del cambio climático.
Las propuestas en materia económica son otro punto de difícil acuerdo entre la CDU y el SPD. Para enfrentar la aguda crisis alemana, que este año podría cumplir su tercer año consecutivo de recesión económica, Merz propone la reducción tributaria a empresas (para fomentar su radicación en el país, y apalancar así al sector privado principalmente), y la reducción del gasto estatal (hiriendo aún más al Estado de bienestar alemán, tan apreciado por los socialdemócratas). Sin embargo, planea exenciones tributarias para incentivar el trabajo adicional durante la edad jubilatoria, y un paquete de reducción fiscal para hogares de bajos recursos. Y promete realizar todo eso, sin modificar el régimen constitucional que impone el “déficit cero” (el freno a la deuda).
Pero, en cuanto a política exterior, una futura coalición CDU-SPD podría funcionar, si se considera la posición europeísta de ambas fuerzas. En este sentido, la política exterior y de defensa fueron otros temas de campaña, que recobraron aún más relevancia luego que Trump anunció, el pasado 12 de febrero, un inicio de las negociaciones de paz con Rusia, para el fin de la guerra en Ucrania, y una posible retirada del Ejército americano de los confines con Rusia. La soberanía energética (Merz dijo que el cierre de las plantas nucleares en Alemania había sido “un error estratégico”), y con ello, la independencia estratégica respecto a EEUU, son las principales ambiciones del líder democristiano, con miras, además, a fortalecer la posición económica y el rol en materia de seguridad y defensa de Alemania en el continente.
¿Quién es Friedrich Merz?
Nació el 11 de noviembre de 1955 en Brilon, en la Renania del Norte-Westefalia, por entonces parte de la Alemania Occidental. Poco poblada, y situada en una región rural y montañosa del país (Saureland), la arraigada cultura conservadora de la ciudad influyó a temprana edad en Merz, quien se unió a la Rama Juvenil de la CDU cuando estaba en la escuela secundaria. Pasó un breve período en el Ejército, y después estudió la carrera de derecho, primero en la Universidad de Bonn, y finalmente en la de Marburg, donde se graduó en 1985. Desde entonces, se abocó a una breve carrera como jurista: fue designado juez en 1986 en Saarbrücken, pero rápidamente pasó al sector privado, donde se especializó en derecho económico (lo que le valió un importante contrato con las asociaciones de la industria química alemana.)
Merz entró al Parlamento europeo en 1989, año de la caída del Muro de Berlín, como miembro conservador, y hasta 1994 formó parte del Comité de Asuntos Económicos y Monetarios, que sentaron las bases del mercado único europeo. El inicio de su carrera política coincidió con el proceso de reunificación de las dos Alemanias, y con el liderazgo de Helmut Kohl en la CDU, quien se convirtió en canciller de la República Federal Alemana unificada en noviembre de 1990. En 1994, Merz entró al Bundestag, donde estableció una estrecha relación con Wolfgang Schäuble, por entonces jefe del grupo parlamentario de la CDU, un fuerte impulsor de la integración europea, un arquitecto de la reunificación de su país (la idea de Alemania como uno de los núcleos robustos de la unión continental), y un defensor de la austeridad y la ortodoxia tributaria. Schäuble se convirtió en un mentor para Merz, quien comenzó a crecer políticamente, y en influencias. Pero este asenso que se detuvo estrepitosamente en el 2002, cuando Merkel asumió como jefe del grupo parlamentario conservador, puesto que la lanzaría a la cancillería alemana, en el 2005.
Por esos años, el creciente e indiscutido liderazgo partidario de Merkel tensionó aún más las diferencias internas de la CDU, y el poco margen de acción para el ala conservadora del mismo, hizo que Merz se alejara de la política. En el 2009 abandonó el Bundestag y se desempeñó como abogado de empresas: dirigió por una década la asociación privada Atlantik-Brücke, un grupo de lobbystas cuya iniciativa era estrechar las relaciones transatlánticas. En este tiempo, Merz cosechó buenas relaciones con la política y las corporaciones americanas, y presionó a favor de un acuerdo de libre comercio entre la UE y EEUU, un proyecto impulsado por la Comisión del bloque (Transatlantic Trade and Investment Partnership), que finalmente no tuvo lugar. Asimismo, Merz lideró el consejo alemán de la asociación de inversión Blackrock, puesto que lo llevó a vivir 4 años en EEUU (y que le permitió hacerse de millones.)En octubre del 2018, cuando Merkel anunció su renuncia a la relección de la presidencia de la CDU, y a su escaño en el Parlamento, Merz comienza su regreso a la política alemana, pero no será hasta inicios del 2022 que logra ocupar el cargo de presidente de su partido (su tercera candidatura al puesto.)
Excelente reseña de hechos.