DNU rima con Perú

La relación entre Milei y Martínez de Hoz. El horror al gradualismo, porque da tiempo a la reacción popular. Carrió y su frase: “Karina es la cajera”. El escándalo cripto, ¿marginal o parte esencial del sistema financiero? El curriculum empresario de García-Mansilla. Y la tesis Brignoni sobre que el modelo es Perú.

Acaba de morir a los 81 años Carlos Gabetta, el director del semanario El Periodista. Regresado de su exilio en Francia, creó una de las publicaciones que animó los primeros años de esta democracia. En la mañana del 7 de marzo, cuando circuló la noticia de su muerte, se hizo viral una participación suya en Intratables del 25 de abril de 2018. A un panelista gritón lo señaló y lo mencionó como “el joven Martínez de Hoz”. El aludido, entonces, gritó más todavía: “No te equivoques, ése no era liberal. Ser liberal es el respeto irrestricto por la vida del prójimo y él integraba un gobierno totalitario, por lo cual a mí no me vengas a correr con esa pavada. No te pases de listo. No te pases de salame”. Lo miró después a Santiago del Moro y, señalando a Gabetta, siguió: “Encima no sabe, porque Martínez de Hoz hizo un programa gradualista. Si me agrede yo lo voy a agredir”. Gabetta, tranquilo, repuso: “Decime una cosa, jetón, ¿vos me amenazaste físicamente? Mirá que a pesar de la edad que tengo te puedo partir la nariz”.

El panelista era un tal Javier Milei, cada vez más lanzado a los medios audiovisuales por tres impulsores que fueron claves en su carrera: el megaempresario de negocios permanentes con el Estado Eduardo Eurnekian, el dirigente político y gerente de Eurnekian Guillermo Francos y el consultor sub-40 Santiago Caputo.  

A Gabetta, últimamente un parroquiano conversador del bar Hipopótamo, frente al Parque Lezama, le divertían esas historias. Ocupado siempre en preguntar por las últimas noticias del día, nunca les dio demasiada importancia. 

Siete años después de aquel cruce, sin embargo, y ahora que el panelista gritón es nada menos que Su Excelencia, el Presidente Javier Milei, parece interesante retomar esos ejes.

Milei quiso aparecer distanciado de la dictadura, de la que estuvieron cerca tanto Eurnekian como Francos. El actual jefe de Gabinete fue directamente funcionario, en el área educativa.

Hipótesis uno: Milei dijo lo que realmente Milei creía.

Hipótesis dos: aunque ya gobernaba Mauricio Macri, que prefería hablar de violencia en general y no, en particular, de Estado terrorista, la sociedad no había retrocedido en 2018 en su valoración mayoritaria negativa del régimen que usurpó el poder entre 1976 y 1983. O sea que convenía sintonizar con esos valores.

Hipótesis tres: más allá de la hipótesis uno y la hipótesis dos, la diferenciación respecto de José Alfredo Martínez de Hoz, ministro de Economía entre 1976 y 1981, la hizo Milei en un doble aspecto. El primero, de denominación. Para Milei, Martínez de Hoz no fue un liberal. Traducción: “Yo, Milei, sí soy un liberal”. Otra traducción posible, a partir del ejercicio de gobierno de Su Excelencia desde el 10 de diciembre de 2023: “Yo, Milei, seré el primer liberal verdadero de la historia argentina”. El otro aspecto del cuestionamiento es cuando el gritón criticó a Martínez de Hoz con un término que para los ultraliberales hiperconservadores como él representa el peor de los insultos: “gradualista”.

No es una nimiedad. La polémica sobre gradualismo sí versus gradualismo no tiene un profundo sentido político. Aunque no lo hagan explícito en público, los que sostienen una u otra opción se refieren a una variable clave, que tiene que ver con el tiempo: la capacidad de reacción popular. Con similitud de objetivos, los gradualistas piensan que se puede inocular el recorte de derechos de manera progresiva, para que cuando haya una reacción fuerte de los afectados ya sea tarde. Los antigradualistas sacan otra conclusión de la historia argentina: si se actúa de golpe, tipo guerra relámpago, nunca se puede descartar una respuesta igual de fuerte pero sí se puede apostar a que esa respuesta necesita maduración. En el segundo caso la apuesta es a que la sedimentación en la conciencia del resentimiento, o de la bronca, o de la brutal caída de ingresos, o no se produzca por algún mágico cambio repentino de valores o se produzca de manera tardía, débil e ineficaz.

Mientras tanto, Su Excelencia apela al mismo tiempo a la persuasión, al espanto frente al pasado reciente, a la fragmentación opositora, a la falta de un proyecto alternativo con promesa creíble de futuro y a medidas de shock que no son sólo económicas sino institucionales. Ejemplo inicial: el decreto de necesidad y urgencia de 2023, base de la gobernabilidad autocratizante mileísta, fue simultáneo con la devaluación más grande de la historia. La que, de paso, construyó el sofisma inicial de Su Excelencia: “Desactivé una bomba”. Lo que omite siempre es que esa bomba la construyó él mismo. 

La deriva autoritaria cada vez más fuerte va asociada a la brutal caída de actividad e ingresos y a una frase que puede llegar a competir con otras, como la de Luis Barrionuevo cuando dijo que “hay que dejar de robar dos años”. Se trata de Elisa Carrió y su definición frente a Joaquín Morales Solá: “Karina es la cajera”. Son sólo cuatro palabras fáciles de entender y fáciles de recordar, que además se refieren a un personaje tan conocido como El Jefe. 

Quien piense que las chambonadas de la estafa cripto son lo más importante del caso $LIBRA desatado el 14 de febrero, y todavía con final abierto, se equivocará. Cuando a partir de 2010 arreció la ofensiva de los fondos buitre contra la Argentina se generó una discusión muy interesante. ¿Los buitres eran una excrecencia del sistema financiero o un elemento esencial que, al estilo de una amenaza parapolicial, les otorgaba aún más poder? Como embajador en los Estados Unidos primero y como canciller después de 2010, Héctor Timerman encargó a un diplomático de carrera un estudio profundo sobre el fenómeno. De ese estudio surgió el sólido tejido de relaciones entre los buitres y un sistema financiero que aparecía como presentable. La crisis de 2008 ya se había producido, escándalo de las hipotecas subprime incluido, y cada vez se fue entendiendo más el mecanismo que unía a los bancos tradicionales con los productos financieros derivados, y los derivados de los derivados, y los fondos que actuaban como una Triple A del establishment. Los fondos y sus agentes, como Burford, el perro de presa de la deuda por la estatización de YPF, una agencia integrada literalmente por exagentes de inteligencia de Irlanda y de los Estados Unidos que se jacta de poder pegar patadas por debajo de la mesa y atacar al contrincante con golpes por debajo de la cintura. En otras palabras: los marginales no son marginales, o en todo caso aparecen como marginales para dar lustre a las instituciones financieras.

Es en este contexto, y no en otro, que Su Excelencia nombró como juez de la Corte Suprema sin el Senado, y con la bendición del presidente del cuerpo Horacio Rosatti, que le tomó juramento de inmediato, a Manuel García-Mansilla. 

Un dato es que fue por decreto y por encima de la división de poderes. Otro dato, en el que hizo hincapié casi en soledad la periodista Noelia Barral Grigera, es que se convirtió en un mantra la frase “García-Mansilla es un académico”, es decir, no un político, es decir, nada que ver con la casta y esas cosas horribles, cuando la verdad es que su experiencia como abogado está relacionada de manera inédita al sector energético. Carlos Rosenkrantz llegó a la Corte después de una cartera de grandes clientes diversificada. 

Posteó Barral Grigera: “Por ejemplo, García-Mansilla publicó en (atención) una revista de la industria energética una nota de opinión criticando el fallo Cepis de la Corte, que anuló el tarifazo de gas durante la gestión de Macri. Sus vínculos con la parte empresaria del sector energético son vastos”.

Y también esto: “El ahora juez de la Corte García-Mansilla dedicó los últimos 20 años a la defensa jurídica de empresas hidrocarburíferas. Desde hace 10 años es director ejecutivo de la Cámara de Exploración y Producción de Hidrocarburos, que agrupa a las principales petroleras del país”.

Esa cámara agrupa a Total Austral, Chevron, Pluspetrol, Equinor, Shell y Exxon. Quizás hayan sido seis razones de peso para que el flamante ministro cambiase de criterio, desde que no asumiría en comisión a que las circunstancias se modifican, ¿vio?

Una última de Barral Grigera: “García-Mansilla, en un artículo de 2014 titulado ‘Presunción de Constitucionalidad o Presunción de Libertad?’, sin dar vueltas escribió: ‘Resulta imperioso abandonar la presunción de constitucionalidad’. Es decir, más poder para los jueces y menos para el Congreso. ¿Te suena?”.

Suena. Más aún si se suma al anuncio de que el nuevo y eventual acuerdo con el Fondo Monetario Internacional requerirá de un cheque en blanco del Congreso. Antes puede haber un DNU sobre la contracción de un nuevo préstamo.

El analista internacional Marcelo Brignoni repite desde el comienzo de la gestión de Su Excelencia que el modelo a imitar para los libertarios es Perú. Y quien dice Perú dice fujimorazo (aunque aquí el desdén al Congreso se dé de otra forma) y regalías de remisión fácil para mineras y petroleras.

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