Trump juega a los soldaditos (menos con China)

A Donald Trump le gusta jugar a los soldaditos, y en estos días estuvo bien surtido con los Marines y la Guardia Nacional de California en Los Angeles, más el desfile del sábado, día de su cumpleaños -y el de Ernesto Che Guevara. Pero mientras se ponía glorioso, o imperial, el miércoles se rindió ante los chinos, que en la guerra comercial usaron su arma más letal: la paciencia silenciosa. El Hombre Naranja, como siempre, dijo que había ganado, pero se quedó solo con esa interpretación.

Este miércoles 11 de junio, después de dos noches y dos días de negociaciones frenéticas, las delegaciones comerciales china y norteamericana anunciaron que habían llegado a un acuerdo para evitar una guerra de tarifas. Lo que anunciaron en Londres fue que todo volvía a cero, a lo que era y había antes de abril, cuando Trump empezó con sus agresiones. Exportadores, importadores, economistas y empresarios se quedaron, literalmente, con la boca abierta… ¿tanto lío para esto?

Falta ver los detalles, que importan, y falta ver cuándo le da otro ataque de bronca al Donald, que nunca se sabe, pero lo firmado es una vuelta al status quo ante, de aquellos. Las tarifas siguen igual, los estudiantes chinos van a recibir o mantener sus visas, Pekín no va a poder importar ciertas tecnologías delicadas, de uso dual civil/militar. Todo como era hasta abril.

Esta evidente victoria china se explica por dos cosas. Pekín no fue al pie ni por un segundo. Al contrario que todos los demás bloques comerciales, aliados o no, sancionados por Trump, China siguió impasible, casi en silencio, tomando medidas más moderadas y no respondiendo a las provocaciones de Washington. En medio de paquetes anodinos de embargos y tarifas, sin embargo, China mandó su puñalada, la de prohibir la exportación de tierras raras, que son más raras en Estados Unidos que en territorio propio. Con eso solo parecen haber ganado la guerra comercial.

La asunción trumpista era que la economía china estaba en mal estado y podía caer en una crisis si no cedían a los dictados de El Jefe. Xi Jinping mostró al final que él sabe mejor cómo y tiene más experiencia en eso de ser Jefazo, de controlar a su tropa si hay problemas. Y también resultó que la economía china no estaba en estado tan delicado como creían en Washington.

En cambio, la pérdida de tierras raras, incluyendo en particular magnetos puros, disparó un lobby furioso en los corredores del poder. Las quejas subieron de fundaciones a bancas, de bancas a bloques, de bloques a la Casa Blanca. Sin tierras raras no hay electrónica y sin electrónica no hay, por ejemplo, armamentos de alta tecnología. Los contadores de misiles, que los hay, avisaron a la superioridad que si no se normalizaba ese mercado, iban a bajar las existencias sacrosantas de armas. Y aquí y ahora, por fantasías millonarias que nos hagamos los argentinos y algunos congoleños, el único proveedor estable y maduro de esos minerales indispensables es China.

Hubo que ir al pie.

Lo que varios expertos, que quedan y no están en el gobierno actual, le señalaron a la Casa Blanca es que incluir misiles y chips, tierras raras y tecnología de punta, en una simple negociación comercial es un sapo imperdonable. Estados Unidos lleva añares discutiendo y a veces peleándose con los chinos por precios, dumpings y otras lindezas de la vida. Se sabe, además, que por allá se copian todo lo que les interesa, incluyendo métodos de producción y organización empresaria que ahora usan mejor que sus rivales. Pero los norteamericanos siempre separaron con cuidado temas comerciales de temas estratégico-militares. En los mejores momentos de la vida, no hubo manera de que los chinos consiguieran microchips clase A, ni sistemas de guiado de precisión, ni la receta de ciertas aleaciones. Los diplomáticos sonreían tristemente y con toda politesse repetían que eso no estaba en la mesa de negociaciones. Ahora, todo está sobre la mesa.

A futuro, Pekín puede ponerse duro con esos temas y obtener lo que le falta y le permitiría reducir la brecha tecnológica con su gran rival. A presente, logró cerrar un trato -o un marco de negociaciones, como lo llamaron diplomáticamente- en el que no se hable de su dumping, sus regulaciones internas anti-norteamericanas y sus subsidios. Nada mal.

Soldaditos

La Oficina Oval se puso tan dorada este año que parece la tienda de un casino en Las Vegas. Las paredes llenas de cuadros abundan en uniformes coloniales o del siglo 19. Y no se te ocurra decirle al Donald que ponga menos sargentos de Marines, la custodia presidencial, con menos entorchados y galones, en cada puerta de la Casa Blanca. El Hombre Naranja, que nunca sirvió de uniforme un día de su vida y evitó ir a Vietnam, adora el ornamento militar en la gestión. 

Con lo que no extraña que este sábado varios miles de soldados, varios helicópteros y tanques, y un perrito solitario van a desfilar y presentar armas a El Jefe. La excusa son los 250 años de la creación del Ejército de los Estados Unidos, por acto del Congreso Continental de 1775. 

También es el cumpleaños del Donald.

Trump siempre quiso desfiles militares con cualquier excusa, pero sus generales se negaron. Visto de afuera, Estados Unidos es un país militarista y agresivo, pero visto desde adentro tiene curiosas tradiciones antimilitaristas. Como nunca haber hecho un desfile de la guerra de independencia. Pero el presidente aprendió de su primer gobierno y apenas entró limpió el comando de gente que no le fuera fiel personalmente. Con lo que hay desfile.

No es la única agachada, ni la peor. Como se sabe, en Los Angeles hay manifestaciones contra las razzias de inmigrantes y unas cuantas terminaron a los piedrazos contra la policía. Hubo muchos detenidos, no hubo policías heridos aunque sí patrulleros arruinados a cascotazos, y Trump gritó que se trataba de una insurrección. Y ahí intervino, mandando tropas. Las primeras fueron un par de miles de guardias nacionales californianos, categoría humana que necesita explicaciones por acá. Como en los viejos tiempos de la Confederación Argentina, cada Estado en la Unión tiene derecho a mantener su propio pequeño ejército local. Estas tropas, hoy en día, son de tiempo parcial, llenas de estudiantes que consiguen rebajas en lo que le cobra la universidad local si se ponen el uniforme tres meses, reciben entrenamiento y luego sirven cada tantos fines de semana por algunos años.

Las Guardias Nacionales raramente proveen tropas en caso de guerra, aunque las interminables en Irak y Afganistán vieron varios regimientos sirviendo allá. El tema es que Estados Unidos tiene mucho armamento pero pocas tropas de asalto, de ataque, con lo que en cuanto una guerra se transforma en una insurrección armada, en una ocupación, manda regimientos clase B y Guardias. Un tema esencial es que estas tropas están al mando de sus gobernadores, que firman cada vez que las movilizan bajo el Ejecutivo. El presidente puede tomarlas de prepo sólo en caso de emergencia, lo que ocurre rarísimamente. Y que es lo que acaba de hacer Trump en California. 

Para el Donald, las manifestaciones en Los Angeles son producto de “anarquistas” y “hordas de animales”, un acto de sedición que hay que reprimir duramente. Es la pelea que quiere comprarse y no hay pudor en las exageraciones. Con lo que decretó que dos mil guardias patrullaran las calles y “ayudaran” a la policía, que calumnió como casi incompetente…

Hasta ahí, todo raro, pero con algún antecedente. Lo nuevo es que el Pentágono le aceptó al presidente la demencial idea de mandar Marines a Los Angeles a custodiar los edificios federales. La infantería de Marina es una fuerza relativamente pequeña pero, al contrario que las de otros países, es la cuarta rama de las fuerzas armadas. Y es claramente una fuerza agresiva, de asalto y desembarco, justo lo que uno no quiere en la calle controlando civiles. Para peor, se anunció que los 700 marines iban a tener exactamente tres días de entrenamiento y nada de equipo especial, excepto cascos con visores. El resto, sus armas de combate… fusiles automáticos de alta potencia. El gobernador de California Gavin Newsom consideró la orden “una provocación” y un “alevoso acto de autoritarismo”.

Las protestas son producto del acelerado ritmo de detenciones de inmigrantes sin papeles, con los agentes enmascarados agarrando gente en cualquier parte. Ya van 200.000 expulsados, esposados hasta la puerta de un avión que los lleve de vuelta a sus países o a cualquier otro. Trump no para de presionar a Migraciones para que acelere el paso, con un mínimo de 3000 detenciones por día. El objetivo, se supone, son el 1.400.000 inmigrantes que ya fueron citados por no tener los papeles en orden, pero en la bolada cae el que esté a mano. Un caso se hizo famoso porque lo filmaron, el de un muchacho con papeles que apareció en lo de un amigo para ayudarlo a arreglar su techo justo cuando los agentes lo arrestaban. El pibe, con cara de morocho mexicano, fue también detenido por ejercer de extranjero.

Lo mismo ya está ocurriendo en los lugares de trabajo, entre ellos muchos restaurantes, y en los estacionamientos de los hipermercados, tradicionales puntos de reunión para conchabarse por el día. Tempranito a la mañana, caen los hombres enmascarados y se llevan al que andaban buscando y a todo el que anduviera por ahí. El lado racial, étnico, de estos arrestos es clarísimo, tanto que las marchas de protesta abundan en banderas mexicanas, en muchos casos en manos de norteamericanos que no tienen nada de chicano.

Mientras tanto, allá afuera

China ganó lo suyo, e Israel comenzó a bombardear la industria nuclear iraní justo cuando Trump había anunciado que quería dialogar sobre el tema con Teherán. Es de libro: Benjamín Netanyahu siempre detestó la idea de acomodarse con Irán, que considera el enemigo mortal, y se pasó por las partes el anuncio de Trump. Ultimamente, el israelí y el norteamericano estaban como en carriles diferentes con el tema palestino, que en Washington parece importar cada vez menos. El Donald hasta rescató a los últimos rehenes de Hamás con pasaporte norteamericano sin avisar en Jerusalén, que se enteró por la tele. 

No es que Estados Unidos vaya ahora a cortar su histórica alianza con Israel, pero a Trump, se sabe, hay que darle los gustos, por caprichosos que sean. Si no, se aburre y se dedica a otra cosa y te tuitea en contra. La Casa Blanca hasta ahora no reaccionó ante la aventura de Netanyahu, que tuvo la precisión de siempre. Es que los misiles no sólo cayeron sobre laboratorios y fábricas de uranio enriquecido, sino que volaron edificios en plena capital justo cuando había reuniones entre militares y científicos. Eso es inteligencia de alta calidad.

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