La publicación del resultado de la balanza de pagos en el primer trimestre de 2025 y el informe de JP Morgan, que recomienda tomar ganancias sobre las LECAP evidencian las condiciones para una crisis, aunque por ahora no sea inminente.
En la última semana de junio tuvieron lugar dos hechos que fueron interpretados como evidencia de lo que los críticos del Gobierno perciben como su principal debilidad: la pérdida endémica de divisas, que se subsana temporalmente recurriendo al endeudamiento externo.
El primero fue la publicación de un dato por parte del INDEC el 25. La cuenta corriente de la balanza de pagos tuvo como resultado un déficit de 5.191 millones de dólares. Surge de la diferencia del superávit de bienes (exportaciones menos importaciones), de 2.060 millones, y el ingreso secundario (transferencias recibidas desde el exterior sin contrapartida local) de 584 millones, contra los déficits de servicios de 4.502 millones, y del ingreso primario (el pago por funciones económicas que se hace desde Argentina al exterior, principalmente la remisión de utilidades de empresas) de 3.333 millones.
El segundo hecho de importancia fue la difusión del informe de JP Morgan el 27, Argentina: Taking a breather. En él, se les recomienda a los inversores tomar ganancias sobre las LECAP adquiridas al poco tiempo del anuncio del cambio de régimen el 11 de abril.
Fundamentan su recomendación remarcando que la fijación del tipo de cambio y la ampliación de las reservas por los préstamos del Fondo Monetario Internacional y otros organismos internacionales, aunados a los ingresos por el pico de exportaciones del agro, conformaban “un buen contexto para el carry trade con reservas internacionales”. Pero que, con los egresos provocados por el turismo, y la intervención oficial en el mercado de futuros (que se estima en un volumen de 1.500 millones de dólares) en mayo, es mejor mantener la cautela.
El déficit de cuenta corriente indica que, en su estado actual, la actividad económica exige divisas en volúmenes tendencialmente superiores al excedente que genera su producción con respecto al consumo interno. Lo que a su vez se explica por factores que son estructurales, y otros que son contingentes.
El problema se comprende examinando la balanza comercial. Entre enero y mayo de 2025, dio un saldo superavitario de 1.883 millones de dólares, contra 8.862 millones en el mismo período del año anterior. La disminución se explica por un aumento de las importaciones del 34,3 por ciento (de 22.770 a 30.584 millones entre los dos años), contra 2,6 de las exportaciones (31.632 a 32.467).
Según el índice de cantidades de las importaciones, las dos categorías que tuvieron incrementos mayores son vehículos automotores y bienes de consumo, con alzas de 109,9 y 65,9 puntos, respectivamente, en los cinco primeros meses del año. Los bienes de capital tuvieron un incremento del 67 por ciento, ubicándose en el medio. Piezas y accesorios para bienes de capital tuvo una variación de 47,5 puntos, y los bienes intermedios y los combustibles tuvieron, respectivamente, un crecimiento del 11,2 y el 15,1.
Sin embargo, en términos de incidencia, perdieron peso en favor de los bienes de capital y los insumos intermedios, que tradicionalmente representan los mayores valores de las importaciones argentinas. La suma de la participación de los bienes de consumo y los vehículos automotores fue del 36,4 por ciento del total en los primeros cinco meses de 2024, y disminuyó al 20,6 por ciento en 2025.
Lo anterior indica dos cosas. Primero, que con la amortiguación de la recesión tiene lugar un volumen de importaciones muy alto. Y segundo, que, con la apertura de la economía, la importación de bienes de consumo y automóviles crece especialmente. Ambas tendencias contribuyen a la dificultad para acumular reservas que caracteriza a la política económica actual.
En la cuenta corriente cambiaria, que registra los pagos realizados en el período de referencia, se observa que en los primeros cinco meses del año anterior el saldo fue un superávit de 9.954 millones de dólares. Por la disminución de los ingresos por bienes, y el incremento por servicios, el resultado en 2025 se transformó en un déficit de 4.806 millones. Mayormente, lo que explica el incremento del déficit de servicios son las erogaciones por viajes.
Lo estructural se aprecia en la reiteración de una tendencia que se presenta desde 2013. La economía argentina obtiene superávits comerciales significativos en los períodos en los cuales la actividad cae. A medida que se recupera, disminuyen.
Los tres años de mayor superávit comercial fueron de 2019 a 2021, cuando la economía fue afectada primero por una recesión propia y luego por la pandemia. Para 2022, cuando la economía se recuperó, todavía se generaba un superávit, pero fue de 6.962 millones de dólares, contra 14.750 de 2021. En cambio, en 2024 el superávit fue de 18.927 millones. Por ahora, la tendencia este año es al superávit, pero como se explicó, inferior al del año anterior.
Si la economía crece en forma acelerada y no se fortalecen los sectores de la industria de base, como es el caso de la energía y la industria de insumos, se enfrentan presiones. Al Gobierno no parece importarle, ya que descuida las inversiones en el sector energético, y abre las importaciones cada vez que lo encuentra posible.
Eso impide que la economía argentina funcione en niveles de actividad superiores, e incluso añade dificultades para que se alcancen los picos de los últimos años. Es decir que se trata de un atentado contra la calidad de vida de la población. A lo que se suma que el déficit de cuenta corriente se vea exacerbado por la falta de aliento al turismo en el interior del país, que no es más que otro aspecto de la misma negligencia.
De lo anterior se desprende que el endeudamiento externo no es utilizado para impulsar el crecimiento. Por el contrario, se destina a estabilizar el nivel de actividad del presente, que es correlativo con un nivel de ingresos y de precios que acarrea para la población un empobrecimiento con respecto a sus estándares históricos.
Frente al endeudamiento, solo queda esperar a que las entidades financieras internacionales utilicen los incentivos que les da el Gobierno para posicionarse hasta que se agoten, o cambie el estado del mercado internacional y los aliente a buscar otros destinos.
Y no parece que los ciclos sean tan largos, ni su conclusión tan distante. El año pasado, el índice de las acciones argentinas tuvo un alza del 189,9 por ciento, pero para julio de 2025 descendieron en un 23 por ciento. Es una indicación del agotamiento de esa primera fase de carry trade, que posteriormente repercutió en una pérdida de reservas que, de no haber mediado el desembolso del FMI, hubiese conducido a una devaluación.
Por ahora, el Gobierno mantiene un stock de reservas internacionales que no indica la inminencia de una crisis. Pero la falta de alternativas de política económica, y su evidente intención de mantener el rumbo desenvuelto hasta ahora dan lugar a pensar que es una cuestión de tiempo.