Milei en el abismo de perder la agenda

Durante junio, algo se movió con fuerza en el ecosistema político argentino. Y no fueron solo la economía y la calle. Ni siquiera los cada vez más amplios frentes de protesta social. Fue, sobre todo, la narrativa dominante. Esa que, hasta hace muy poco, el oficialismo libertario controlaba totalmente -y con impunidad- desde redes y medios.

La irrupción de Cristina Fernández de Kirchner como figura central de la escena, desde su anuncio de candidatura hasta su posterior condena judicial emitida por la Corte Suprema de Justicia —sin revisión de fallo—, funcionó como disparador de una reconfiguración comunicacional vertiginosa. El desplazamiento de la agenda presidencial fue tan abrupto como visible: mientras Milei intentaba sostener su centralidad con gestos teatrales y alianzas internacionales, la agenda social digital empezaba a girar.

De la saturación libertaria al giro opositor

Apenas Cristina anunció su candidatura, el flujo de interacciones digitales se disparó. En las primeras 24 horas, las menciones a su persona crecieron un 430% y alcanzaron 3,5 millones de interacciones solo en Instagram. Inmediatamente después de la condena judicial del 17 de junio, la campaña espontánea #CristinaLibre se mantuvo como tendencia digital durante 72 horas consecutivas, traccionada por redes militantes, actores culturales e influencers de base territorial en lo nacional y con considerables apoyos internacionales.

Mientras tanto, Javier Milei sufría su primer gran quiebre dentro de su propia burbuja digital. La publicación más viral de su perfil en esos días —el anuncio de los vuelos directos entre Argentina e Israel— generó una avalancha de comentarios negativos, muchos de ellos provenientes de votantes propios. “Te voté pero en ésta no te banco”, “Me estás defraudando”, “Me arrepiento de haberte votado” fueron algunas de las frases más repetidas. El tema Israel no sólo expuso una agenda desconectada de las urgencias locales, sino que también activó tensiones identitarias, teorías conspirativas y narrativas de soberanía vulnerada que resquebrajaron la fidelidad de sectores antes leales.

Desconexión, enojo y decepción

El análisis de los comentarios en las redes oficiales de Milei evidencia una agenda gubernamental percibida como ajena: vuelos a Israel mientras la salud pública es destruida desde el Estado, besos al Muro de los Lamentos mientras aumentan los tarifazos, giras internacionales mientras se congelan las jubilaciones. En paralelo, el Congreso otorgaba aumentos millonarios a senadores, rompiendo —una vez más— con el relato anticasta que había sostenido la campaña oficialista.

La indignación, con un 37 por ciento de los comentarios, fue la emoción dominante en las redes oficiales de Milei. Pero no estuvo sola. La decepción y el miedo le siguieron de cerca. En este marco, las figuras emergentes de oposición —Cristina, pero también Axel Kicillof, Juan Grabois, Mayra Mendoza y decenas de microinfluenciadores territoriales— comenzaron a recuperar tracción, articulando un discurso alternativo anclado en lo económico, lo cotidiano y lo nacional-popular.

Cristina como catalizadora de un nuevo clivaje

La condena a Cristina, lejos de debilitar su figura, funcionó como catalizador de una reorganización comunicacional opositora. La campaña #CristinaLibre no solo mostró fuerza narrativa, sino que construyó sentido colectivo. A diferencia del modelo Milei, centrado en la saturación de contenido, el dispositivo digital cristinista apostó a la densidad emocional, el relato histórico, la perspectiva latinoamericanista y la articulación transversal.

Lo que está en juego, entonces, no es únicamente la figura de una dirigente. Es la disputa por el marco interpretativo del país. ¿Qué es lo prioritario? ¿Quién representa los intereses nacionales? ¿Dónde se juega la soberanía? En un contexto de crisis económica, despidos, tarifazos y deterioro institucional, estas preguntas volvieron al centro del ring.

Génesis de un declive tecnopolítico

Lo anticipamos en la nota del 30 de mayo pasado, titulada “¿Quién dijo que Milei es imbatible en las redes?”. En junio, y por primera vez desde que asumió, Milei no solo perdió el control de la agenda social digital sino que comenzó a recibir fuego amigo. En redes libertarias y foros afines crecieron las críticas a su política exterior, a su alineamiento con intereses extranjeros y a su incoherencia discursiva. La idea del “falso antisistema” —el que prometía barrer con la casta pero la termina premiando— ganó tracción incluso entre sus seguidores.

En paralelo, el deterioro de su imagen digital fue evidente: caída de interacciones positivas, incremento de menciones negativas, y, sobre todo, un vaciamiento emocional. Mientras Cristina apela a la esperanza, a la justicia social y a la memoria colectiva, el gobierno parece cada vez más encerrado en su propio discurso, incapaz de leer el humor social, probablemente confiado en su propia capacidad de definirlo, demostrada en el triunfo electoral y en lo que va de la gestión de los hermanos Milei.

¿Cambio de ciclo?

Junio no fue un mes más. El quiebre de la narrativa dominante hasta el momento, el citado vaciamiento emocional de la narrativa mileísta (que le requiere desde su regreso al país de un aumento exponencial de su violencia discursiva y política), la reconstitución de los sentimientos de amor popular expresados ante la prisión domiciliaria de Cristina y de la magnitud de la movilización recuperada, son dimensiones de un momento histórico diferente. La narrativa libertaria mostró sus límites y su desgaste. La oposición volvió a disputar sentido, no solo con presencia sino con potencia emocional y territorial.

Por primera vez desde 2019, la referencia histórica evocada por el peronismo deja de ser el gobierno del Frente de todos para reencontrarse con la etapa 2003-2015 y con la etapa fundante 1945-1955, recuperada por la semiosis digital por el aniversario del bombardeo a Plaza de Mayo y por la primera proscripción del peronismo y de su líder.

No sabemos aún si esto marcará un cambio de ciclo. En gran medida dependerá de los acuerdos que logre la oposición para defender la democracia asediada en el país. Sí sabemos que en la política argentina, y especialmente en su dimensión digital, quien pierde el control de la narrativa empieza a perder poder real. Y en junio, Milei empezó a perderlo.

Captura de pantalla 2025-07-04 124615.png
Captura de pantalla 2025-07-04 124740.png
Captura de pantalla 2025-07-04 125133.png
Captura de pantalla 2025-07-04 125257.png
Captura de pantalla 2025-07-04 125341.png
Captura de pantalla 2025-07-04 123832.png
Captura de pantalla 2025-07-04 123936.png
Captura de pantalla 2025-07-04 124247.png
Captura de pantalla 2025-07-04 125509.png
Captura de pantalla 2025-07-04 125630.png
Captura de pantalla 2025-07-04 125757.png
Captura de pantalla 2025-07-04 125918.png
Captura de pantalla 2025-07-04 130051.png
Captura de pantalla 2025-07-04 130338.png

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *