Juan Luis González, biógrafo del Presidente: “Milei mezcla misticismo, esoterismo y mesianismo”

Juan Luis González fue el primer periodista en meterse a fondo en la biografía de Javier Milei. Lo demostró con El loco (2023), un bestseller que ya va por su sexta edición y se publicó en siete países. Ahora redobla la apuesta con Las fuerzas del cielo, donde aborda un costado aún más inquietante: el costado místico, mesiánico y esotérico del Presidente. 

En esta charla con Y ahora qué?, González recorre con detalle cómo la dimensión mística se vuelve clave para entender las decisiones políticas de este gobierno. Pero no se queda ahí: habla del rol omnipresente de Karina, de la lógica de adoración que exige el entorno presidencial, del vínculo con los think tanks de la nueva derecha global, del caso Libra, del respaldo del establishment empresario y de una violencia política —verbal e institucional— que, lejos de debilitarlo, fortalece su imagen. Para González, Milei no es una anomalía sino un emergente. “Es el mejor protagonista de una Argentina que está como él:  sola, agobiada, sin expectativas claras”. Y por eso lo siguen votando, afirma González. 

–¿Qué lugar ocupa el misticismo en el armado político del gobierno de Javier Milei?  

–El misticismo ocupa un lugar central en el armado político del gobierno de Javier Milei. Es el punto de origen de esta presidencia: resulta imposible entender su salto a la política sin considerar su dimensión espiritual. Hasta fines de 2019, Milei rechazaba tajantemente cualquier participación política. Hay una anécdota que suele contar Alberto Benegas Lynch en la que le propone involucrarse y él responde con un rotundo “no, olvidate”. Sin embargo, poco después da un giro de 180 grados, un salto que él mismo describe como místico y mesiánico, impulsado por una revelación que recibe a través de su hermana Karina, quien le dice que va a ser presidente. Aunque Milei insiste en que su vida espiritual forma parte de su ámbito privado —y responde con evasivas ante preguntas sobre su vínculo con Conan, por ejemplo—, esa dimensión resulta clave para entender su decisión de lanzarse a la política y el funcionamiento de su entorno. La espiritualidad estructura su círculo íntimo, legitima ascensos y desplazamientos de funcionarios, y orienta el juicio de Karina Milei sobre quién puede o no acercarse al presidente. La dimensión mística se transformó en el núcleo del relato oficial. Durante la primera etapa de La Libertad Avanza, el componente teológico estaba ausente; hasta las PASO de 2023, Milei apenas había mencionado dos veces la expresión “las fuerzas del cielo”. Esta expresión se impone después de su triunfo: el discurso de asunción del 10 de diciembre es abiertamente teológico y presenta su llegada al poder como el cumplimiento de una profecía. Desde entonces, la narrativa del gobierno gira en torno a una lucha entre el bien y el mal, la luz y la oscuridad. Aunque no todos sus votantes crean literalmente que es un Mesías, sí aceptan esa lógica binaria que cohesiona políticamente a su base.

Pareciera, por lo que contás en tu libro, que “las fuerzas del cielo” es una comprensión del mundo de Milei y su entorno. ¿Qué significa esa cosmovisión? 

–Para Milei, la política —tanto nacional como internacional— es un medio subordinado a un fin religioso. Su cosmovisión mezcla misticismo, esoterismo y mesianismo. En medio de un conflicto internacional grave, declara que Irán es enemigo de Argentina y se alinea con Israel. Sostiene que no lo hace por razones geopolíticas, comerciales o de soberanía sino por convicción religiosa: dice que “el Uno” habló con Moisés y mencionó primero a Jerusalén. Retoma ideas de su rabino, Axel Wahnish, embajador en Israel, y de su mentor anarcocapitalista, Jesús Huerta de Soto, para construir una lógica donde sus adversarios no son oponentes políticos sino encarnaciones del mal. Por eso utiliza categorías espirituales para nombrarlos: “el maligno”, “el siniestro”, “el enano diabólico”. El Estado y el comunismo serían, según él, invenciones del demonio. Su relato se estructura en una oposición entre el bien y el mal, sin lugar para el diálogo ni el consenso. Es una narrativa que se fue intensificando con el tiempo. 

Argentina ha tenido históricamente lazos políticos, vínculos económicos y comerciales con países de América Latina y con China, por poner algunos ejemplos. Esto se borró de la agenda cuando asumió Milei. ¿Efectivamente desaparecieron esos acuerdos o algún otro sector dentro del gobierno tomó esa agenda? 

–Hoy no hay una política exterior consistente. La línea que baja Milei es no intervenir ni negociar, y los funcionarios optan por no hacer olas, por temor a ser desplazados. En el libro “Las fuerzas del cielo” cuento que, durante el traspaso, el ex presidente Alberto Fernández le remarcó a Milei que China es el principal socio comercial del país. Milei le respondió que no le interesaba, porque China representa “al maligno en la Tierra”. No era una metáfora. La salida de Argentina de los BRICS, un espacio natural de inserción, se explica por esa lógica ideológica, que en su caso está atravesada por una visión religiosa del mundo. 

De la mano de esta “ideología religiosa” también relatas cómo se dio el reingreso de Luis “Toto” Caputo al Ministerio de Economía. ¿Qué lleva a Caputo a aceptar la oferta de los Milei, considerando que no solo había jurado no volver a la función pública después de su salida en 2018 y que, además, de cara al balotaje, su opción favorita era el entonces candidato a presidente, Sergio Massa?  

–Para ser parte del círculo de la Libertad Avanza y cercano a Javier Milei, hay que tratarlo como un mesías, es decir como alguien que todo lo sabe, todo lo ve y nunca se equivoca. Esa lógica se extiende también a Karina. Hay una mezcla de adulación y misticismo que atraviesa todo el gobierno. En el caso de Luis Caputo, su regreso marca una transformación total. El funcionario de perfil bajo y retraído del macrismo dio lugar a un personaje altanero, provocador, con alto nivel de exposición pública. Quienes lo conocen dicen que cambió profundamente, incluso su entorno familiar. En su despacho hay cruces y una imagen de la Virgen, y su retorno se vincula a un episodio místico en el que Milei le transmitió un mensaje: “el Uno me dijo que vos sos parte de la misión”. Es el mismo mensaje que Milei repite a varios miembros clave de su gobierno. Lo mismo le dijo a Juan Manuel Olmos.

Pero Olmos se negó rotundamente.  

–Eso que hizo con Olmos, Milei lo repitió con otros como Diego Giacomini y Mariano Fernández: les dijo que eran parte de una misión divina. En un almuerzo con empresarios, un economista muy reconocido —que conoce a Milei desde hace décadas— insistía en la convicción absoluta que Milei tiene control de lo que está haciendo. Cuando le pregunté por qué estaba tan seguro, me respondió: “Porque Javier me dijo que se cree el elegido de Dios y que habla con las fuerzas del cielo”. Esto muestra cómo el Círculo Rojo convive con el componente mesiánico de Milei e incluso lo aprovecha. Que el Presidente diga abiertamente que habla con Dios y que eso no sea parte central del análisis político es, para mí, una señal muy reveladora del momento que estamos atravesando.

En ocasiones, los sectores de poder en la Argentina colisionan y sus intereses entran en contradicción (por ejemplo, los industrialistas, los financistas, los extractivistas, el campo). ¿Qué juego político se ha dado Javier Milei con estos sectores? 

–Para los grandes empresarios, tener a Milei como presidente es ideal. Su misticismo lo ubica en un plano casi bíblico, como si actuara al estilo de Moisés: se desentiende de muchas decisiones y deja hacer. Por ejemplo, avaló sin reparos el mega DNU de Federico Sturzenegger así como la “Ley Bases” en su momento, una norma que desconocía por completo, y aun así las impulsó apenas asumió. Además, Milei ofrece a los empresarios algo que no tenían: un relato que los exalta. Después de años de ser señalados como responsables de los males del país, ahora son presentados como héroes. Milei les dice que el trabajador debe agradecerles, que evadir impuestos es casi una virtud, y eso conecta con una necesidad simbólica de reconocimiento. El círculo rojo ya no piensa solo en términos nacionales: invierte en decenas de países. Si pierden en Argentina un par de años pero ganan influencia y validación ideológica, lo consideran un costo asumible. 

En la práctica, ¿ese sector del poder económico actúa de forma homogénea o se observan diferencias internas? ¿Hay quienes, por ejemplo, enfrentan mayores dificultades y no pueden simplemente “esperar a que pase la tormenta”, o incluso tensiones respecto del rumbo que sigue el gobierno? 

–No soy especialista en el tema, pero da la impresión de que Paolo Rocca, aunque pueda verse afectado por algunas políticas, mantiene fuerte presencia en áreas clave como el Ministerio de Trabajo y en Energía. Más allá de eso, hay un interés de clase que termina alineando al resto. En ese almuerzo que mencioné, había empresarios textiles y farmacéuticos muy relevantes que discutían con un economista mileísta desde la lógica de sus sectores. Muchos de ellos apoyaban a Milei, públicamente y en privado, hasta hace poco. Mientras sus negocios sigan funcionando y no sufran grandes pérdidas, es probable que lo sigan respaldando. Por supuesto, hay sectores más favorecidos que otros. 

Más allá de este misticismo del que vos hablás en relación con los hermanos Milei, en términos de política real, ¿qué lugar ocupa Karina en el gobierno y en La Libertad Avanza?

–El lugar de Karina en el gobierno y en La Libertad Avanza es muy particular. Controla todo. Es la persona que más influencia tiene sobre Milei, la única que tiene acceso irrestricto a él. Maneja quién lo ve, quién se le acerca, quién entra o sale del círculo. Es, en ese sentido, como una especie de pitbull de su hermano. Es la que baja o sube el pulgar en el armado político y la que define las listas en todo el país. Ese es su territorio: el armado, la fidelidad, la custodia emocional de Javier. Lo interesante es que, cuando arranca la construcción de La Libertad Avanza, algunos —como Mario Russo, que era profesor de Santiago Caputo y venía estudiando el Movimiento “5 Estrellas” en Italia— proponen copiar ese modelo: un líder carismático muy volcado a lo digital, como Beppe Grillo, y al lado un operador que controle el partido con mano de hierro, alguien del estilo de Gianroberto Casaleggio. Russo quedó fuera de la LLA en 2022 y apareció Santiago Caputo, quien ocupa ese lugar que inicialmente estaba destinado a Karina, pero desde otro lado: es el que arma la estrategia digital, el que entiende cómo mover el aparato de redes y el que construye un núcleo con gente joven, más técnica, muchos con formación política, otros con experiencia en campañas. En este espacio están figuras como el Gordo Dan, Agustín Romo, y varios más, que vienen del marketing político, de la guerra cultural, del big data. Pero a la vez, lo curioso es que el componente místico no desaparece. 

¿Dónde queda alojado el componente místico, en qué sectores del gobierno?

–Precisamente, el grupo de Caputo es el que profundiza la narrativa mesiánica. Se llaman a sí mismos Las Fuerzas del Cielo, tienen un programa que se llama La Misa, manejan cuentas que hacen circular memes de “Milei emperador”, lo comparan con Napoleón y tienen, incluso, a un Pai Umbanda como su referente espiritual, Flavio Arenales. O sea, el ala más “política” y profesionalizada es también la que lleva lo místico al extremo. Y mientras tanto Karina, que en teoría es la parte más terrenal del partido, es la que menos pisa los foros internacionales de la nueva derecha, tales como la CPAC (Conferencia de Acción Política Conservadora) donde se discute el rumbo ideológico de esta nueva ola. Ella está en la rosca doméstica, en blindar a Javier, en sostenerlo emocionalmente, tiene ese rol desde que son chicos. Hay una paradoja evidente: el ala esotérica, encarnada por Karina, se apoya en estructuras tradicionales —la casta reciclada, operadores clásicos, el peronismo menemista—, mientras que el sector más moderno, digital y técnicamente formado es el que lleva el componente místico a su máxima expresión. Es una alianza poco convencional, pero que funciona. Cada uno opera en su propio ámbito, sin superponerse. Karina no participa de la gestión ni de decisiones concretas como tarifas o políticas sociales, pero concentra una función clave: define quién accede al Presidente y quién forma parte del proyecto. En un esquema tan centralizado, eso implica un poder considerable.

En el libro “Las fuerzas del cielo” también estudiás la dimensión financiera y las lógicas de recaudación de la LLA. Y en este contexto, estalla el caso Libra, cuyas consecuencias se extienden más allá de las fronteras nacionales. ¿Qué alcance puede tener este caso?

–Milei representa una novedad en muchos aspectos, pero hay una lógica que se mantiene: mientras conserve poder político, la Justicia probablemente no lo toque. Y eso ya se está viendo. Desde 2021, Karina Milei sostiene un sistema de recaudación que es bastante evidente. Esos fondos no se destinaron a la campaña, que fue muy austera: Milei no recorrió muchas provincias, y cuando lo hizo, los gastos corrieron por cuenta de los candidatos locales. Entonces la pregunta es: ¿dónde fue a parar ese dinero? Yo creo que a Javier Milei no le interesa el dinero. Nunca le interesó, y mucho menos ahora.

–¿Y el caso $Libra? 

–Libra es, justamente, el primer episodio donde queda fijado un tuit promocional por parte del Presidente, lo cual es una de las condiciones típicas en acuerdos comerciales con criptomonedas. Fue, claramente, una operación comercial, y sus implicancias podrían ir más allá del plano local. Antes de que Milei asumiera como Presidente, su hermana Karina vivía con lo justo —vendía tortas, hacía tarot y sanación angelical— y Javier le donaba el 10% de su sueldo. Desde entonces, su relación con el dinero muestra una voracidad llamativa. Por otra parte, Milei ha defendido públicamente las maniobras piramidales, bajo la lógica de que “es tu dinero y vos decidís”. Ese tipo de justificaciones, sumado al manejo opaco de fondos, podría tener consecuencias judiciales más adelante. Karina no delega nada, todo pasa por ella. A eso se suma otro punto: Milei incita al odio de forma sistemática, algo tipificado como delito, pero ningún fiscal ha intervenido. Esa pasividad también es parte del clima actual.

En su discurso y en su práctica, la violencia aparece cada vez con más fuerza. ¿Qué lugar ocupa dentro de la cosmovisión de Milei? 

–La violencia es el hábitat natural de Milei. Durante sus primeros veinte años vivió entre golpes en su casa y bullying en el colegio: ambos espacios fueron escenarios de agresión física y psicológica. Su propio padre, Norberto Milei, se jactaba de “tener que fajarlo” cuando Javier contaba en TV los maltratos. Esa marca de origen explica por qué hoy sigue celebrando logros con insultos —“bajamos la inflación, mandriles hijos de puta”— y dedica cada victoria a “sus enemigos”. Esa virulencia la mostró desde su primera aparición en Animales Sueltos en 2016 y, lejos de restarle, le dio autenticidad ante sus seguidores. Incluso el acto de inicio de clases en su antiguo colegio privado, el Cardenal Copello, fue revelador: regresó tras décadas sin ver a sus compañeros, con la banda presidencial, y se rió cuando dos alumnos se desmayaron. La violencia institucional —represión callejera, persecución con pantallas en estaciones o “denuncias” en escuelas— proviene del ala del gobierno más conectada con la nueva derecha global. Son los mismos que frecuentan la CPAC, el Foro de Madrid y estudian manuales como Los ingenieros del caos. Para ellos, la estrategia es clara: identificar enemigos (“zurdos”, “inmigrantes”, “sindicatos”) y hostigarlos. Organizaciones como la CPAC “compraron barato” a Milei cuando apenas era un diputado marginal en 2022 y hoy capitalizan su llegada al poder; lo mismo que Jair Bolsonaro representa para la derecha brasileña. En ese sentido, Argentina vuelve a ofrecer un caso extremo: tras el peronismo de masas, la dictadura más sangrienta y el mayor endeudamiento neoliberal, ahora exhibe la versión más radical de la nueva derecha regional. 

¿Qué dice del perfil de Milei como presidente el hecho de que priorice relaciones con la nueva derecha internacional —como la CPAC o el Foro de Madrid— por sobre vínculos más tradicionales, como los que Argentina mantenía con los BRICS u otros aliados regionales? De hecho, es más frecuente verlo participar en este tipo de encuentros que en viajes de Estado. 

–En The Office, Michael Scott dice: “yo quiero tener 100 hijos para tener 100 amigos”. Va viajando para recibir los premios que nunca pudo recibir y tener los aplausos que nunca pudo tener. Los primeros dos alineamientos del plan de manejo de la SIDE (Secretaría de Inteligencia de Estado) es seguir a Estados Unidos e Israel, sobre todo a Israel. Hay que seguir el alineamiento del Presidente, que es una cuestión ideológica y, sobre todo, religiosa. Ésta es la manera que tiene Milei de comportarse en el mundo. Votar con Israel absolutamente en todas las votaciones de la ONU tendrá un impacto en el día de mañana para Argentina. Milei fue un católico convencido toda la vida, en 2021 tuvo un episodio místico que lo acercó al judaísmo, y ahora los 45 millones argentinos estamos detrás de esa transformación. 

¿Cómo se explica el nivel de aprobación que mantiene Milei en una parte significativa de la sociedad, incluso en un contexto de ajuste y conflictividad? ¿Qué puede estar reflejando ese respaldo?

–En el prólogo de El Loco, planteé esta pregunta: ¿qué pasa en un país inestable si aparece un líder inestable? Poco después, esa pregunta se convirtió en algo más concreto: ¿qué pasa si ese líder llega a gobernar? Milei es el protagonista ideal de una Argentina que, en muchos aspectos, se parece a él: una sociedad sola, agobiada, sin expectativas claras de futuro, que busca una salida en figuras que prometen una salvación casi mágica. En el último debate de la campaña presidencial de 2023 con Sergio Massa, Milei no tuvo una buena performance. Sin embargo, cuatro días después una mayoría lo votó. Eso dice mucho. Es un fenómeno que no es exclusivo de Argentina: en Estados Unidos lo llaman the forgotten man syndrome: el “hombre olvidado”, que Trump encarna. Es el resultado de una sociedad que ha descartado a tanta gente que termina generando un electorado dispuesto a votar a alguien que exprese su resentimiento, su enojo, su desilusión. Y Milei, en ese sentido, lo representa de forma muy clara. No está actuando como un personaje: él es así. Y justamente por eso, muchos lo sienten auténtico. No hay actor que pueda fingir ese nivel de bronca.

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