Para el historiador, y reciente despedido director del Museo Histórico Nacional, Gabriel Di Meglio, la mentira en el relato del Gobierno apunta a convertir a la Argentina en un país del siglo 19 porque es el modelo al que les gustaría ir: una potencia sin derechos laborales ni sociales, y con una economía primaria con grandes desigualdades. Según Di Meglio el liberalismo de Alberdi pensaba funciones para un Estado necesario, pero los libertarios lo omiten en su relato.
Después de su despido, que ya explicó en Y ahora qué?, Di Meglio volvió, desde esta semana, a su puesto como investigador del CONICET en el Instituto de Historia Argentina y Americana Emilio Ravignani.
Ya fuera de su función como director del Museo, y luego de su disertación ante una convocatoria masiva realizada del otro lado de las rejas del organismo que condujo hasta la semana pasada, Di Meglio analizó el uso que hace el Gobierno de La Libertad Avanza (LLA) del pasado como ariete de su relato.
Acerca del encuentro autoconvocado en el Parque Lezama, Di Meglio se mostró sorprendido por la repercusión lograda gracias al boca a boca y las redes sociales: “la convocatoria iba creciendo a medida que pasaban los días, pero bueno… ¿yo qué sé?… los museos no son un lugar donde uno esté tan expuesto, ¿no? Creo que tuvo que ver con la coyuntura general.
–Esa tarde del sábado 12 de julio mencionó que hay miradas que pueden discutirse ideológicamente, pero lo que no puede hacerse es inventar la historia, construir realidades desde un hecho que no ocurrió. Me gustaría profundizar sobre este concepto.
–Hay algo que ya viene ocurriendo y que no es exclusivo de este Gobierno, del cual no tengo nada bueno para decir porque todo lo que hace es destruir, y también se suma a una serie de invenciones históricas que nunca entendí muy bien a qué se deben. Por ejemplo, cuando se dijo que había existido un congreso de Oriente en 1815 que había declarado la independencia un año antes que las Provincias Unidas en el Congreso de Tucumán. Tal vez fue para que la gente -en el litoral- tuviera un equivalente a Tucumán. Pero, históricamente, no tiene ningún sustento. Hubo un Congreso de Oriente, realizado en Concepción del Uruguay, pero no hubo ninguna declaración formal de independencia. Fue una invención absoluta, no tiene ningún asidero empírico. O cuando Belgrano hizo vestir de cactus a soldados para producir una emboscada a los españoles en el en el éxodo jujeño, que tampoco pasó nunca. Otra mentira. Otra vez escuché a un diputado diciendo que Belgrano le había puesto un cuchillo al Virrey en la garganta, el 25 de mayo, y le dijo que si no se rendía lo iban a matar. Todas esas cosas no existieron. Antes también ocurrió que se inventaran cosas, pero en los últimos tiempos noto una aceleración de ese fenómeno. En este sentido, este gobierno se suma a esa línea con una perspectiva ideológica distinta, pero no innova en esto de inventar cosas.
–¿Y en qué innova?
–En dos aspectos. Uno es en la reivindicación de la dictadura, que no es algo que existiera antes en gobiernos democráticos. Incluso los grupos de derecha se cuidaban mucho en ese aspecto, cosa que ahora parece no tener costo porque el negacionismo está en la Casa Rosada. Y el otro es la reivindicación de la figura de Roca, que no es como se hacía hace unos años. Por ejemplo, en el peronismo hay roquistas y anti roquistas porque Roca defendía la educación pública o la construcción del Estado. Y en este gobierno la llamada Campaña del Desierto es lo que más reivindican. La mirada sobre Roca, la reivindicación de esa masacre, y la de la dictadura, son los dos cambios más importantes en estos 50 años.
–Y con Alberdi también se producen tergiversaciones.
–En Alberdi encontramos algunas frases que cierran con este proyecto político, sin duda. Por ejemplo, la idea de que la educación tiene que ser práctica y a favor de que cada uno se instruya en lo que sirve para su trabajo y no algo más universalista. Por ejemplo, si vas a ser carpintero, aprendé carpintería. Alberdi era un personaje muy liberal, pero también muy conservador en el sentido de creer que era bueno que el poder estuviera en pocas manos. Sin embargo, era un constructor de Estado y diseñó nuestra Constitución que, en líneas generales, seguimos usando. En ese sentido, hay un cambio muy importante porque hay gente que quiere destruir el Estado, pero reivindica a alguien que quería construir un Estado. Ahí hay una tergiversación total. Lo mismo con Roca, que también es un personaje estatista. En esos gobiernos pensaron un montón de construcción estatal, particularmente en infraestructura.
–¿No será que estamos confundiendo cierto liberalismo con libertarismo?
—Exacto, ahí hay un corrimiento total porque el liberalismo previo de fines del siglo 18 y principios del 19, en general, quería construir un Estado.
–Había una mirada de Estado, y a pesar de eso Alberdi criticaba -en su Libro Bases- el tipo de inmigración que había llegado porque entendía que era una mano de obra obrera y no universitaria. A la Argentina no llegó la inmigración de europeos nórdicos que él pretendía.
–Sí, no tanto Alberdi, sino después Sarmiento en su libro “Conflictos y Armonías de las Razas en América” -escrito en 1888- dice que llegó la inmigración que no queríamos que viniera. Ahí está registrada la fase más racista de Sarmiento. Pero, efectivamente, los liberales, como ellos pensaban en una construcción estatal para sostener el crecimiento. En ese sentido, esos liberales no tienen nada que ver con la prédica libertaria actual. La otra gran tergiversación es la mención que hacen de Argentina como potencia mundial: es absurda, no resiste ningún análisis, y me da vergüenza ajena porque buscan confundir, a propósito, con que Argentina tuvo un crecimiento. Hay una cosa indudable que es el período de cambio de siglo, del 19 al 20, que sí fue un momento de enorme crecimiento económico, demográfico, tecnológico y de infraestructura. Todo eso es cierto, pero también es cierto que creció muchísimo la desigualdad social, la distancia entre ricos y pobres y que la política se concentró en pocas manos. La conflictividad social creció, justamente, por el aumento de esa desigualdad. Inventaron eso de una Argentina potencia mundial cuando potencia es otra cosa. Una potencia es un país que está por encima de los otros, y que tiene una voz fuerte en el panorama internacional. Claramente Argentina no la tenía, no se sentaba, por ejemplo, con los europeos que conquistaban Asia y África de manera colonial; o con Estados Unidos, que se convertía en una mega potencia económica e industrial. O con Japón mismo. Argentina estaba lejísimo de todo esto, era un país bastante subordinado. Así que, si bien tenía una economía potente y una modernización innegable, que la hacía más rica que sus vecinos, no era un país potencia ni de lejos.
–Inventan situaciones o hechos que no ocurrieron…
–El otro día hubo una discusión entre la historiadora Camila Perochena y José María Posse, director de la Casa de Tucumán porque ella, justamente, dijo que Argentina no era una potencia, y él que sí. El disparador fue una discusión sobre si la Argentina de 1910 podía ser considerada una potencia mundial. Perochena argumentó que el ingreso per cápita de la época no era suficiente -como dato- para definir a una nación como potencia, y alertó sobre el uso de relatos y mitos puestos al servicio de liderazgos mesiánicos. La tildaron de patética por negar algo que para ellos es innegable como esta idea de que Argentina era potencia, algo que le gusta decir a los libertarios como para proponer, al estilo Trump, hacer otra Argentina grande, pero -digámoslo también- inventando un pasado que no existió.
–¿Por qué cree que esta derecha requiere de estos relatos para construir un supuesto progreso que no proponen desde su plan de desarrollo?
–Porque si ellos dicen que Argentina era una potencia en ese período, en el cual no había derechos laborales o sociales, ésa es la Argentina que quieren. Efectivamente tenía un lugar privilegiado en el mercado internacional porque -en esa época- nos dedicábamos a vender materias primas y teníamos grandes ingresos por eso. Pero también fue la causa de nuestro retraso porque no construimos -con esos grandes ingresos- una infraestructura mejor. No aprovechamos el momento que, sin duda, a nivel internacional fue privilegiado para el país.
–¿Estamos hablando de principios del siglo 20?
–Fines del 19, principios del 20. Es el momento del gran crecimiento económico argentino, pero cuando también empezaron a generarse una serie de desequilibrios que podrían haberse evitado con otras políticas. En mi opinión, los libertarios reivindican eso, un país básicamente extractivista, que solo venda materias primas sin valor agregado, y -también- sin derechos de ningún tipo para los trabajadores y la sociedad porque quieren volver a ese modelo. En el gobierno de Mauricio Macri decían que todo se había ido al diablo con la llegada del peronismo, ahora cambió porque los libertarios lo llevan más atrás, por 1916. Con la democratización masculina, en la añoranza de una Argentina controlada por pocos, dedicada solo a vender materias primas y donde la gente no tenía derechos, que hoy son fundamentales. Tiene sentido porque es un modelo al que les gustaría ir.
–Tendrían que relacionarse con un proyecto concreto que les permita ir en ese sentido, pero no parece estar ocurriendo.
–En parte sí, porque estamos avanzando hacia un país petrolero, sojero y minero, sin industria, como aquella Argentina. Un modelo de país al que le sobra la mitad de la gente, con mucho peso en lo financiero, pero, básicamente, extractivista, productor y vendedor de materias primas sin valor agregado. Este es el modelo que estamos viendo. No sé si funcionará a largo plazo, pero están intentando justamente algo que no es enteramente nuevo como, por ejemplo, sacar los aranceles a las importaciones que va a generar un quiebre de la industria nacional. Algunas cosas que ya las hemos visto en otros momentos históricos como en las décadas de los 70, 80 y 90. Creo que apuntan hacia eso con un modelo claro. No sé si quieren volver al siglo 19, pero a nivel discursivo y simbólico parece que sí. Nadie quiere volver exactamente al pasado, pero son formas de legitimar una posición, son maneras de decir que Argentina fue grande y perdió el rumbo, y que vamos a volver a ese rumbo.
–Volviendo a la mirada de Sarmiento, Roca o Alberdi, había un objetivo de desarrollo del Estado que estos libertarios no parecen tener.
–Esos liberales creían que el mercado iba a acomodar las cosas a nivel económico, pero también tenían la mirada sobre un Estado que debía educar y construir. Los usos de la historia siempre fueron así. Todos los gobiernos usan la historia a su favor y seleccionan de ella lo que les viene bien para justificar su política del presente. En eso no hay ninguna innovación. Todos lo han hecho sin excepción. Lo vemos en la dictadura, en Alfonsín, en Menem, en Duhalde, en el kirchnerismo o en Macri. Siempre se ha hecho lo mismo. Cada gobierno toma del pasado lo que le conviene y lo usa para legitimar su presente. Pero en este caso no están haciendo historia, están haciendo política, y lo notás en una tergiversación muy evidente de algunos datos y apreciaciones. Por ejemplo: decir que Argentina era una potencia es incorrecto. No es un tema de interpretaciones, ese dato no existe, no es cierto. No es una cuestión interpretativa.
–Una parte del relato es cómo lo cuentan desde el poder, pero la otra es cómo toma la sociedad esa historia tergiversada.
–Y… seguramente ocurre de acuerdo a la posición ideológica que tenga cada uno: la gente que sigue al Gobierno le va a creer, la gente que no, probablemente no, y algunos otros tratarán de saber si ese relato es real. En general noto que todo se mueve como en burbujas. Las burbujas libertarias creen todo lo que dice el Gobierno; las anti libertarias no creen nada. Y, por otro lado, no hay tantos terrenos de debate en general, más bien -hoy- son hechos o datos que se disputan en la red social X (ex Twitter). Y todo esto, básicamente, apunta a intentar ganar una discusión por algún medio irónico. En un debate verdadero se podría demostrar, muy claramente, que los argumentos del Gobierno no son reales.
Historiadores en acción
Más de un año antes del despido de Di Meglio, un grupo de investigadores emitió un documento.
“El Presidente ha roto el espejo en el que nos miramos”, advirtió un grupo de historiadores del CONICET en marzo de 2024, a escasos meses de la asunción de Javier Milei. Entre otras consideraciones, explicaron que “elige cada uno de esos fragmentos para sostener sus medias verdades y mentiras”. Y advirtieron que esta situación los “implica especialmente porque el gobierno utiliza el pasado como ariete”.
Dijeron también los historiadores:
*“En su retórica agresiva, clasista y regresiva, el presidente Javier Milei apela reiteradamente a la historia”.
*“Señala un supuesto momento dorado del pasado argentino al que ubica, de manera para nada azarosa, antes de 1916 (cuando la participación democrática se amplió a partir de la Ley Sáenz Peña)”.
*“Resulta insostenible la mención al más alto PBI del mundo y la condición de potencia mundial de la Argentina con la que vocifera en sus discursos en los que presenta una interpretación decadentista de nuestra historia nacional”.
*“De la misma manera, tergiversa y manipula el significado histórico de figuras como Alberdi o Roca, y apela a descalificaciones con reminiscencias dictatoriales a quienes no piensan como él (‘comunistas’, ‘zurdos’, ‘populistas’)”.
*“Convoca a un ‘Pacto de Mayo’ sin relación alguna con los valores y la historia de la revolución de 1810. Y va más allá: enmarca su misión histórica en la mitografía bíblica mesiánica recurriendo a argumentos teocráticos, misóginos y esotéricos”.
*“Y también relativiza de una manera inhumana las consecuencias del terrorismo de Estado, envalentonando a la corriente negacionista o apologista de la dictadura militar”.
Historiadores al fin, los firmantes de este texto buscaron que sus “palabras funcionen, en el presente, como una advertencia. En el futuro, si este brutal avance autoritario persiste, quizás alguien lea este texto como una muestra de que el hilo invisible de la solidaridad humana nunca fue cortado por completo, que el autoritarismo encontró resistencias. Y encontrará esperanzas para hacer lo mismo”.
Para quienes deciden utilizar un tipo de retórica refundacional, la historia puede resultar especialmente peligrosa porque “estudiar el pasado es un instrumento poderoso, un arma al alcance de cualquier persona para desmontar todas y cada una de las falacias, mentiras y exclusiones que pretenden instalar en nuestras vidas. Por eso el gobierno ataca especialmente a los centros de transmisión y producción del conocimiento y la cultura”, agregaron los historiadores Omar Acha (UBA-CONICET), Marina Franco (UNSAM-CONICET), Silvina Jensen (UNS-CONICET), Federico Lorenz (UBA-CONICET/CNBA), Marta Philp (FFyH-UNC), Andrea Belén Rodríguez (UNCo-CONICET), Ignacio Telesca (UNaF-CONICET), Javier Trímboli (FaHCE-UNLP), Julio Vezub (IPCSH-CONICET / UNPSJB) y Fabio Wasserman (UBA- CONICET), en el documento publicado.
Martín Caparrós, escritor y graduado en Historia, de visita en el país, cuestionó el uso del PBI per cápita como medida para definir a la Argentina como una potencia mundial: “Si fuera así, las grandes potencias serían Mónaco, Luxemburgo o las Bermudas. ¿No puede conseguirse una mentira que se parezca un poco más a la verdad?”.