Cuesta entender la lógica del primer ministro israelí con sus bombardeos en Siria. El factor druso. Mientras tanto, con el affaire Epstein por delante, Trump sigue con los recortes y con los despidos.
Hace muchos años, en las alturas del monte Golán, a la vista del Tamlón, empezó a nevarnos encima. Era la que faltaba, nieve en lo que parecía y era un desierto, pero el surrealismo del lugar ya nos había curado en salud. Para llegar a la línea de defensa del Golán se bordeaban campos minados, sirios e israelíes, con carteles oxidados que asustaban. Se entraba en un cuartelito de containers y después se caminaba hasta la última de las últimas líneas, una trinchera con techo de chapa. El postre era mirar por uno de esos enormes binoculares con trípode, derechito nomás, y ver otra trinchera igual, otro binocular igual y un brazo en uniforme sirio saludando. Por abajo, en un camino de tierra cercado, pasaba algún vehículo de la ONU.
¿Qué será de esas trincheras? Cuando el último de los Assad fue derrocado, Benjamín Netanyahu mandó a avanzar en territorio sirio y arrancó una fuerte campaña de bombardeos contra los arsenales de todo el país. Siria llevaba un buen rato en caos y guerra civil, y no tuvo, ni tiene, con qué defenderse. Esta semana, el derechoso primer ministro volvió a atacar territorio sirio, y esta vez la razón oficial fue defender a la minoría drusa atacada por beduinos.
El incidente existió, pero que los israelíes terminen bombardeando hasta Damasco, la capital, demanda una explicación. El tema es que el tenue gobierno sirio logró armar una columna militar, con camiones, camionetas civiles y algún blindado obsoleto que sobrevivió los bombardeos de principios de año. La columna partió hacia el suroeste del país con órdenes de separar a las partes, pero fue cruelmente bombardeada por los israelíes. En diciembre, Netanyahu ya había invadido territorio sirio justamente en el suroeste, para crear un colchón en su frontera. Esta vez, gatilló apenas vio la caravana, medio que de Brancaleone, rumbear para ese lado.
Esto dejó bastante asombrados y molestos a los que venían viendo cómo estaban funcionando bien las negociaciones, discretas si no secretas, entre Jerusalén y Damasco. Ya se hablaba de una posible paz o al menos de un entendimiento sigiloso, como el que duró por muchos años con el difunto dictador Hafez Assad. Y de golpe las bombas… Washington reaccionó con fastidio, sonaron los teléfonos y pararon de caer bombas.
Lo que realmente cuesta entender es la lógica de Netanyahu. Esta semana, el premier dijo que tiene dos prioridades, una desmilitarizar de hecho el territorio sirio al sur de Damasco, y el otro “proteger a los hermanos de nuestros hermanos”. Eso es porque hay 150.000 drusos en Israel, pocos pero influyentes, que armaron protestas y denunciaron la pasividad de su gobierno. Los drusos son árabes pero no musulmanes y son los únicos de ese palo que sirven en el ejército israelí, con algunos con rango de general y mando de tropa.
Esta confusión estratégica básicamente liquida todo sueño de un tratado de paz, con el presidente sirio Ahmed al-Shara acusando a Israel de “sembrar el caos a propósito”. Pero todavía es posible una promesa discreta de no atacar a Israel, como hizo Assad en 1974, que calme las aguas. No se sabe exactamente qué quiere Washington, que públicamente criticó el ataque, aunque es probable que lo único que quiera Donald Trump es no ver todavía más bombardeos en el noticiero.
No parece ser el caso, el de molestarse, con la continua tarea de demoler, literalmente, zonas enteras de Gaza, con maquinaria y bombardeos. Una bomba cayó en la única iglesia católica de la Franja y entre los heridos hubo un párroco argentino.
El Hombre Naranja
El presidente tuvo una semana más doméstica que otra cosa, con buena parte de su espacio mediático dedicado a tratar de controlar una conspiranoia que él alimentó en campaña. Ahora, su propia base le pide que publique la lista de clientes de Jeffrey Epstein, el financista sexópata que arreglaba partuzas para amigos y clientes. Trump prometió que las iba a revelar, que muchos se iban a caer de espaldas con los nombres que iban a ver, y que varios eran sus enemigos. Pero ahora no las quiere publicar nada, y anda diciendo un día que no existen, otro que son falsas. Finalmente, este viernes ordenó que se publiquen algunos papeles del caso porque le avisaron que su propia base está llegando a una conclusión: que él mismo está en esa lista. Se sabe que Trump y Epstein se conocían.
Trump tiene sus antecedentes penales en esto de la inconducta sexual, con lo que la idea no es descabellada. Por las dudas, anunció que va a demandar al prestigioso diario The Wall Street Journal por publicar este viernes que existe una tarjeta de cumpleaños del ahora presidente al finado financista, con un dibujito de una mujer desnuda. El diario no publicó una foto de la tarjeta, pero transcribió su cariñoso texto. El presidente, visiblemente enojado, aclaró que “en la vida dibujé nada”.
Lo otro que entretuvo a Trump fue ajustar los detalles de su Enorme y Hermosa Ley, que no pasa de un presupuesto. Ya tenía lo principal, la rebaja de impuestos a los ricos a pagar con menos alimentos y servicios médicos para la crotada, pero la perfeccionó con nuevas crueldades. Por ejemplo, todavía había 400 millones de dólares para combatir el sida a nivel mundial, algunos miles para combatir el hambre y hasta un vueltito para mantener el ínfimo sistema público de televisión y radio. A las dos de la mañana del jueves, todo esto voló en el Senado, y esa misma tarde Diputados le puso el sello.
La crueldad también se vio en los despidos, cada vez más acelerados. El canciller Marco Rubio dejó en la calle a cientos de empleados, incluyendo diplomáticos de carrera, y Robert Kennedy Jr se hizo la fiesta con los organismos que cuidan la salud e investigan nuevos remedios. El drenaje ya es casi comparable al que anda causando nuestro Javier Milei con sus ataques a nuestra ciencia: los países racionales andan reclutando científicos de Argentina y de todas las nacionalidades en Estados Unidos. ¿Qué va a hacer un matemático indio en EE.UU.? ¿Esperar que lo echen y lo deporten?
La cortina que los MAGA están cerrando se está notando en lugares inesperados. Este jueves, Airbnb explicó que las reservas para Nueva York están por la mitad de las del año pasado, con cancelaciones en cascada. Cuando los dueños de tanto departamento en alquiler le preguntaban a los turistas por qué cancelaban, les explicaban dos cosas: por miedo a que me detengan en el aeropuerto, y porque tu país se puso caro. No eran turistas yemenitas, eran europeos y de las elites de varios otros países.
Guerras comerciales
Este jueves, el canciller alemán Friedrich Merz y el premier británico Keir Starmer firmaron el Tratado de Kensington, que básicamente crea un eje defensivo entre Berlín y Londres, pero viene con un paquetazo de medidas económicas, de cooperación energética y de migración entre los países. La semana pasada el francés Emmanuel Macron había firmado un pacto similar, coordinando además los arsenales nucleares de los dos países. Los tres países están ahora comprometidos en un “tocan a uno, saltamos todos” del que antes de ocupaba la NATO.
Esto le pasa a Estados Unidos por andar pateando los muebles. Viene otro y los reacomoda.
El orden mundial que nació en la posguerra, de las Naciones Unidas al pacto de Breton Woods, es bien conocido y bien criticado. Pero en Europa significó un milagro de esos, el fin de las guerras constantes, de siglos de guerras constantes. Para dar un ejemplo, Francia y Alemania habían estado en guerra con Napoleón, en 1870, en 1914 y en 1939. Ni hablar de interminables guerras menores, guerras civiles, revueltas, movimientos de fronteras y cambios de nacionalidad por decreto. De golpe, bajo el paraguas norteamericano y con el Muro de Berlín, todo eso se acabó.
Pero los MAGA no ven por qué tienen que andar cuidando Europa, no son globales ni globalistas. Primero pedían plata y más plata, pero luego vino la invasión rusa a Ucrania y la sisa tiró más que nunca. No sólo Vladimir Putin parece tener una caja fuerte de algo comprometedor contra Trump, además los trumpistas no la ven. Para Europa, ya no es posible confiar en que en Estados Unidos impera un sentido común sobre temas geoestratégicos. Hay que arreglarse y es lo que están haciendo.
El tema es ver cómo manejar las tensiones internas. Cuando alguien dijo que la clave para resistir una supuesta futura invasión rusa era rearmar Alemania, muchos dijeron amargamente “claro ¿qué puede salir mal?” Berlín sabe perfectamente que tiene un problema de nazis y neonazis, de uniforme y de civil, en la calle y cada vez más en puestos electivos. Que Merz vaya a Gran Bretaña y firme un trato con nombre inglés es, en cierta medida, ofrecer una garantía mental.
Además, la constante incoherencia de Trump a la hora de poner impuestos a la importación, suspenderlos, rebajarlos, volver a ponerlos o hablar de volver a ponerlos ya tiene cansados a los mercados. Las grandes empresas, y no sólo chinas, están buscando nuevos mercados, abandonando la costumbre de que lo único que vale la pena es Estados Unidos. Como a Trump le quedan más de tres años de mandato, esto bien puede ser el comienzo de un nuevo orden económico mundial.
Y con consecuencias inesperadas, como está pasando en Brasil. Resulta que la carta que Trump le envió al presidente Lula da Silva amenazando con un tarifazo si no dejaba en paz a Jair Bolsonaro creó una ola de indignación. Hubo marchas, puteadas mil para los bolsonaristas y una suba perceptible de la popularidad y la intención de voto a Lula. Y hay elecciones el año que viene.
Vivimos, como dirían los chinos, en tiempos interesantes.