Derechito al estancamiento

Las elecciones acentúan la necesidad de los gobiernos de ser aprobados por su gestión. La decisión de este gobierno parece ser la de conservar la economía en sus condiciones actuales, que para la mayor parte de la población no son buenas. Y aunque pretendiese modificar su estado, se encontraría con una dificultad: para impulsar el crecimiento es necesario que el sector externo funcione de manera sostenible. 

Por lo general, los oficialismos desenvuelven políticas económicas que, de no tener lugar la pretensión de encarar una transformación duradera, al menos les permitan consolidarse. Eso no significa que haya una relación lineal entre economía y elecciones, ni que el momento de lanzamiento de esas políticas sean las elecciones mismas. Es algo que rige como tendencia. Y las elecciones, en concordancia con su sentido democrático, acentúan la necesidad de los Gobiernos de ser aprobados en su gestión.

El año electoral que corre tiene una particularidad. La decisión del Gobierno parece ser la de conservar la economía en sus condiciones actuales, que para la mayor parte de la población no son buenas. Y aunque pretendiese modificar su estado, se encontraría con una dificultad. Para darle impulso al crecimiento, es necesario que el sector externo funcione de manera sostenible. Pero ya con este nivel de actividad, las reservas internacionales del Banco Central tienden a decaer.

La difusión de los datos oficiales sobre la economía que corresponden a mayo dan cuenta de que, contrariamente a lo que insinuaba en abril Luis “Toto” Caputo, el ministro de Economía del Gobierno libertario, la economía no luce preparada para crecer a una tasa anual superior al 6 por ciento. Más bien, aparenta encaminarse a un estancamiento en su nivel de actividad actual, con indicios de descenso.

El Estimador Mensual de Actividad Económica arrojó un aumento del 5 por ciento con respecto a mayo de 2024, lo que eleva el crecimiento acumulado con respecto al año anterior al 6,1. El problema es que, en abril, el crecimiento interanual había sido del 8 por ciento, y el acumulado del 6,4. El 6,4 se repitió en enero y fue el valor más alto del año. 

El crecimiento de los primeros meses del año estuvo influido por la base de comparación. 2024 fue un año de caída del Producto Interno Bruto, y la mayor parte del retroceso se concentró en el primer trimestre. Por eso, es razonable esperar que en los meses siguientes el nivel de actividad se mantenga más cerca del promedio del año anterior, lo que significa que la tasa de crecimiento del PIB disminuiría.

Más aún, con los niveles actuales del PIB, la tasa de desocupación escaló al 7,9 por ciento en el primer trimestre de 2025, el guarismo más alto desde que comenzó la administración actual. Y la tasa de utilización de la capacidad instalada en la industria, si bien tiende a encontrarse por encima de sus valores de 2024, se encuentra en valores inferiores a los de 2023.

La medición del PIB en el primer trimestre de 2025 ya fue publicada. Es un 5,8 por ciento más alto que el del primer trimestre de 2024, pero 0,17 puntos más bajo que el del primer trimestre de 2023. Y se encuentra 2,91 puntos por debajo del PIB de 2022 completo.

El carácter errático de la política monetaria dio por resultado que el Gobierno, con cierta velocidad, pierda el control del esquema de bandas cambiarias que estableció en abril. Prueba de ello fue la fallida migración de Letras de Financiamiento (LEFI) a Letras de Capital (LECAP). 

Las primeras eran bonos del tesoro que además de la tasa podían ser rescatadas por el Banco Central en el caso de que las solicite la entidad poseedora, los famosos puts. Las segundas son letras del tesoro capitalizables de menor plazo de vencimiento, con tasa fija.

En una nota publicada en Página/12, Hernán Letcher explicó que el Gobierno administraba la liquidez maximizando la masa de colocaciones de deuda en las licitaciones públicas o fijando tasas altas para atraer suscripciones. El cambio de las LEFI a las LECAP mantiene esta condición, pero las LECAP, al tener menor plazo de duración, son más volátiles.

Letcher recuerda que el desarme tenía el sentido de evitar una salida de capitales mediante la activación de los puts, que presionaría sobre el dólar. Pero finalmente ocurrió lo que se pretendía evitar. El dólar aumentó a pesar de una intervención del Gobierno sobre el dólar futuro (Letcher aclara que fueron contratos por más de 700 millones, con vencimiento en julio y agosto), y fue necesario licitar LECAPs con tasas superiores a la variación de los precios (del 3,40 al 3,80 por ciento mensual).

El problema con ese mecanismo es que se trata de una contención que no revierte la tendencia de fondo. Al existir una masa de liquidez potencialmente amenazante, y una fragilidad endémica sobre la acumulación de reservas, se potencia una dinámica en la cual el Gobierno ofrece incentivos de corto plazo sobre el peso, que magnifican la salida una vez que concluye la estrategia de carry trade.

Los desenlaces de ese tipo se previenen con planes de estabilización, que incluyen, además de devaluaciones y modificaciones de régimen cambiario, canjes compulsivos y determinaciones de la tasa de interés para sostener el nuevo tipo de cambio.

Ya es tarde para eso. El Gobierno devaluó dos veces, y en la primera disminuyó progresivamente la tasa de interés por encima de la tasa de devaluación. Mientras, mantenía estable el tipo de cambio financiero (sobre el que se intervenía) y por debajo de la tasa del IPC. Era un incentivo al carry trade sin anclaje en el ahorro en pesos, que le costó al Banco Central las reservas acumuladas en 2024 por medio de la recesión.

Ahora, ya con una devaluación implícita hecha al permitir que el tipo de cambio oficial alcance los 1.400 pesos por dólar, no parece probable que cambien los límites de las bandas hasta que no quede alternativa. 

Recientemente, el FMI alertó en un informe sobre sector externo que las reservas de Argentina siguen en niveles bajos, y que predomina la incertidumbre y la dificultad para acceder a los mercados internacionales. Desde el 16 de abril, las reservas internacionales oscilan entre los 38 mil y los 41 mil millones de dólares. Nunca se puede saber con precisión el monto de reservas disponible para enfrentar una corrida, pero puede estimarse que, con su composición actual, cuando el volumen total llega a 25 mil millones se ingresa en terreno crítico.

El problema de una tasa de crecimiento económico baja, con límites estructurales que dependen de una política económica que los hacedores no están en condiciones de revertir, ya se experimentó cuando Sergio Massa la encabezó al final del Gobierno del Frente de Todos. Repercutió en un enrarecimiento del clima político y en el ascenso de Milei.

A decir verdad, Milei mantuvo las mismas condiciones, realizando maniobras de corto plazo para extender su durabilidad política. Aún no llegó el momento en el que la crisis emerge, pero están dadas las condiciones para su desarrollo. Significará un mayor desgaste para la sociedad argentina y para la confianza en la política. Un escenario que debería afrontarse con la emergencia de una alternativa regeneradora del campo nacional-popular.


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