La derrota en las elecciones de este oficialismo es condición necesaria para la superación de la crisis. Pero no suficiente. También es necesario el despliegue de un programa que resulte en el crecimiento económico sostenido. Someter a examen ideas arraigadas no es garantía del éxito, pero es un camino para renovar las herramientas teóricas con las que cuenta el campo popular.
Observando los desarrollos políticos recientes en la Argentina, se podría concluir razonablemente que el Gobierno encabezado por Milei exhibe un desgaste incipiente. Además de la previsible inestabilidad cambiaria que se avizoró en el último mes, comienza a recibir derrotas parlamentarias como las de esta semana que, más allá de sus desenlaces particulares, antes no tenían lugar.
Es lógico, dado que el Gobierno no solamente agrede a trabajadores, estudiantes y sectores vulnerables de manera directa e intencional, sino que también ataca a la dirigencia retaceándole recursos y espacios de poder. Si perjudica transversalmente al resto de la política argentina, lo razonable sería que en algún momento le respondan.
La debacle económica inducida por la pérdida de reservas y el desgaste de alianzas políticas pueden reforzarse y devenir en una crisis, pero en todo caso, es una crisis de este Gobierno.
De por sí, no implica la resolución de una crisis general y previa de la política argentina, consistente en que las expresiones políticas predominantes no estuvieron en condiciones, hasta ahora, de desenvolver una política económica que fuese satisfactoria para la mayoría de la población.
La descripción anterior aplica a los dos gobiernos anteriores, y podría decirse lo mismo del actual, aunque aún no haya germinado un rechazo mayoritario con desembocadura política. El rasgo de continuidad es el de políticas que promueven el deterioro de los ingresos e inhiben el desarrollo de la estructura productiva. En síntesis, que provocan un estancamiento económico y social.
La derrota en las elecciones de este oficialismo libertario es condición necesaria para la superación de la crisis, pero no suficiente. También se requiere que un eventual Gobierno de lo que ahora es la oposición despliegue un programa que tenga las características opuestas, y resulte en el crecimiento económico sostenido, con mayor integración social.
El problema es que los debates económicos entre los partidos políticos, particularmente los de la órbita del PJ y del kirchnerismo, no avanzaron en ese sentido, sino que tendieron a adoptar lugares comunes estériles, sobre la economía bi-monetaria, el tipo de cambio y la importancia del ordenamiento fiscal.
No contribuyen a superar el estado de cosas actual del debate político, porque en vez de promover el análisis crítico y el avance del pensamiento, se trata de rectificar la imagen que dejaron fracasos anteriores haciendo propias ideas que fueron desdeñadas en los períodos de éxito.
Posiblemente la expresión más representativa de ese retroceso sea el “giro” de Cristina Kirchner en los dos documentos sobre economía del año anterior. Dentro del PJ, es una orientación adoptada en varias intervenciones críticas de la marcha del Gobierno actual, que, por ejemplo, discuten “cómo” se alcanzó el superávit fiscal.
O señalan el problema de la economía bi-monetaria para detenerse en las restricciones que impone, en lugar de preguntarse como sortearla. Si es que se aceptara que tal cosa existe y es un problema particular de la economía argentina, cosa discutible en un mundo para el cual el movimiento internacional del capital financiero es un dolor de cabeza para la economía mundial desde hace décadas, con mayor acento en los países subdesarrollados.
Entre el ordenamiento fiscal y la caracterización de la economía bi-monetaria cabe hacerse preguntas sobre cosas concretas. ¿Qué tiene para ofrecerle el peronismo a la población en materia de salarios? ¿Cómo piensa reparar la pérdida de los años anteriores? ¿Seguirá insistiendo con detenerse ante las restricciones que impiden encarar una expansión económica? ¿Pondrá la recomposición de las jubilaciones en función del “superávit fiscal”? ¿Hay alguna concepción sobre cómo llevar adelante el fortalecimiento de la estructura productiva necesaria para sostener una mejora del nivel de vida a la larga?
La concreción y la sencillez del Movimiento Derecho al Futuro, con un mensaje enfocado en la contraposición a Milei, lucen más prometedoras como elementos de penetración política. No obstante, en sí no conforman un programa para el país o un ideario práctico. En todo caso, son objetivos de referencia, sobre los se erige lo anterior.
En la historia humana, el desarrollo de las ideas suele seguir a los movimientos políticos para formar parte de su consolidación. No es autónomo, y rara vez se alcanza un consenso sobre el conocimiento puro, escindido de sesgos ideológicos.
Pero eso no quita que, para superar la situación del país, sea necesario elaborar un pensamiento abocado a comprender las razones del estancamiento, que rompa con las raíces ideológicas de los movimientos políticos que contribuyeron a provocarlo. Cuando se presume de hacer lo primero manteniendo lo segundo, se perpetúan los rasgos que conducen al anquilosamiento, hoy causantes de la crisis que alcanza a la dirigencia argentina.
Quizás sea momento de abrir nuevos espacios de discusión y someter a examen ideas arraigadas en el pensamiento político y económico del campo popular, sin dar por sentado que el conocimiento actual es suficiente. No es garantía del éxito, pero es un camino para oxigenar el debate y renovar las herramientas teóricas con las que se cuenta.
«Renovar herramientas teóricas…» Claro que sí. Y eso conlleva renovar prácticas políticas. Una mejor y más correcta interpretación del mundo y del país, cambia sin dudas, cierto anquilosamiento militante. Muy buena nota.