Trump improvisa con Ucrania, daña los intereses propios con Brasil, que es rico en tierras raras y donde Lula sube en imagen, y sigue dándole carta blanca a Netanyahu.
Quien observe con cuidado una visita presidencial de cualquiera a cualquiera, verá que es rutina que el mandatario llega, cumple ciertos rituales -poner flores en el monumento importante, saludar a las tropas- y luego firma convenios, tratados o negocios. Lo que uno ve en la tele es el resultado de semanas o meses de trabajo de funcionarios y especialistas, que se pelan para que todo esté listo. Los presidentes firmando son el sello público de cosas que se hablaron hasta el cansancio mucho antes.
Donald Trump no lo hace así. En criollo, toma el rábano por las hojas y cree que con su avasallante personalidad logra resultados. Es lo que mostró con su exaltado encuentro con Vladimir Vladimirovich Putin el viernes pasado en Alaska. Cuando terminaron, ambos mandatarios -uno eterno, el otro envidioso de su eternidad- hablaron generalidades y no dieron ni un detalle concreto. Esto bien puede ser discreción, porque los presidentes no tienen por qué contarle a la prensa lo que todavía se negocia, pero los días pasaron y nada, ni una ficha que se mueva. El lunes, el ucraniano Volodimir Zelensky fue a la Casa Blanca, acompañado de un scrum de europeos alarmados que incluía hasta al jefe de la OTAN. La patota era porque se esperaba que Trump le impusiera términos peligrosos a Ucrania.
Pero nada, ni un detalle, ni una ficha que se mueva.
Esto es en parte el estilo improvisatorio de Trump, que hace política como quien hace stand up. Pero en parte es que el Hombre Naranja básicamente destruyó el andamiaje que sostenía, y bien, a los presidentes norteamericanos en sus tratos con el mundo. El Consejo Nacional de Seguridad es un fantasma de lo que era, reducido en números y calidad. Marco Rubio está destruyendo el Servicio Exterior y ya se encargó de echar o callar a todo disidente. El silencio es fuerte, sobre todo desde que Trump rajó de prepo al titular de la Agencia Nacional de Seguridad por un hilo en las redes de Laura Loomer, una conspiranoica conocida. ¿Quién fue el reemplazo? Tulsi Gabbard, que no se cansaba de elogiar a Putin…
Otra movida asombrosa y caprichosa fueron las sanciones a dos jueces y dos fiscales de la Corte Penal Internacional por el caso de derechos humanos contra Israel. Son un canadiense, un francés, un senegalés y un fiyiano, que osaron proceder con los cargos presentados y ahora tienen la entrada prohibida a Estados Unidos. Lo pueril es el razonamiento, puesto por escrito en el comunicado de Rubio: «Estas personas son extranjeros que participaron directamente en los esfuerzos de la Corte Penal Internacional para investigar, arrestar, detener o procesar a ciudadanos de Estados Unidos o Israel»
Putin, como siempre, fue a lo práctico y redobló los bombardeos, pero llamativamente más los ataques por tierra. Parece que sabe que va a lograr territorio y quiere asegurarse lo más posible en metros cuadrados.
En Brasil
El chantaje de Trump a Brasil no eliminó la grieta política entre la derecha, salvaje bolsonarista o moderada a la Tarcísio de Freitas, y el progresismo del Presidente Luiz Inácio Lula da Silva. Las encuestas muestran que si la presidencial de 2026 fuera hoy, Lula le ganaría con algún punto a Jair Bolsonaro y por los pelos a Tarcísio, gobernador del estado de San Pablo. El rechazo al gobierno sigue firme en un 40 por ciento, aunque la aprobación subió alguna décima al 29, lo mismo que ve su gestión como “regular”.
Y eso que la encuestadora Datafolha, afiliada al diario Folha de Sao Paulo, encontró un firme rechazo del 57 por ciento a las sanciones norteamericanas. Parece que los brasileños entendieron con claridad que no era un tema comercial sino una injerencia derechista en su democracia y sus instituciones. Curiosamente, el 43 por ciento que está a favor o no sabe qué opinar coincide casi exactamente con la intención de voto a Bolsonaro que detectó la misma consultora.
Una clave es la inédita caída del desempleo al 5,8 por ciento, bajísimo para la economía brasileña que siempre tiene una suerte de reserva de desesperados baratos. El final de Bolsonaro llegó a ver un pico del quince por ciento, feroz hasta por allá, y Lula puede ufanarse de haberlo bajado sistemáticamente.
Un lado notable de las sanciones a Brasil fue revelado esta semana por el New York Times, que venía tirando del hilo de una negociación discretísima entre Brasilia y Washington. Resulta que China tiene el cuarenta por ciento de las reservas conocidas de tierras raras, esos 17 elementos indispensables para las baterías de larga duración y la electrónica de avanzada. Pekín tiene además la casi exclusividad en la manufactura de partes y piezas con estas tierras, en particular magnetos. Ese monopolio es un arma en manos chinas, como se enteró Japón el año pasado, cuando tuvo que negociar que no le corten las ventas, y se está enterando Estados Unidos ahora en su guerra comercial con Oriente.
Pues resulta que Brasil tiene la segunda mayor reserva conocida, entre el 19 y el 23 por ciento, aunque apenas las explota. La negociación era para que los brasileños se transformaran en grandes proveedores de estos elementos, cosa de balancear el dominio chino. Se hablaba de cosas normales, como inversiones, refinamiento en el lugar para agregar valor, eventuales transferencias de tecnologías para producir piezas y, algún día, baterías.
La cosa iba bien, tranqui, hasta que Trump le hizo caso a Eduardo Bolsonaro y sancionó a Brasil para salvar a papá Jair de la cárcel que tanto merece. El Hombre Naranja parece que ni conoce el significado de la palabra geopolítica, ni los intereses permanentes de su país.
Fachos hasta en Japón
Como si faltaran epígonos, ahora hasta Japón tiene un imitador de Trump. Se llama Sohei Kamiya, es juvenil, fundó el partido Sanseito, no se pinta de naranja pero se hace uno de esos peinaditos con gel con el flequillo de punta. Kamiya acaba de dar un batacazo en las legislativas, ganando catorce bancas cuando se esperaba que fueran seis, y sin siquiera ser candidato.
El origen de Kamiya es la pandemia, cuando se hizo conocido en las redes difundiendo videos antivacunas y teorías conspirativas sobre el origen del virus. El 2020 fundó su partido con el lema “Primero lo japonés” y una plataforma muy simple: el problema son los inmigrantes. Esto es realmente extraordinario, porque Japón es el país más viejo del mundo en promedio, su población es la única que está disminuyendo de a 900.000 personas por año y hay apenas 3,6 millones de extranjeros entre 124 millones de ciudadanos. No llega al tres por ciento, algo invisible.
El partido Sanseito parece estar tocando la profunda xenofobia japonesa, que no reconoce como propios ni a los nissei, los descendientes de sus emigrantes, por más que hablen el idioma. Kamiya hasta quiere limitar el turismo, que ve como “un desorden”, y no le importa cuando le señalan que un tercio de la población tiene 65 años o más cumplidos. ¿Quién va a barrer las calles?
En Israel
Benjamin Netanyahu ni en sueños firmaría para ser parte de la Corte Internacional, con lo que duerme tranquilo en Jerusalén, como lo hace Trump en Washington. El problema es que casi todo el resto del mundo sí firmó, con lo que el premier de derecha no puede pensar en viajes al exterior. Habrá apreciado el gesto del amigo americano contra la corte, y pisó el acelerador en su agenda.
Este miércoles, su gobierno aprobó los nuevos asentamientos en Cisjordania, esos que cercarían el este de Jerusalén, un barrio que siempre se consideró la futura capital de un Estado Palestino. Son miles de departamentos y un bloque importante de colonos fanáticos y bien armados, de los que cotidianamente acosan y atacan a los palestinos que van quedando por ahí. El ministro de finanzas, el realmente ultraderechista Bezalel Smotrich, dijo que las 3400 unidades habitacionales son “la manera de borrar toda idea de un Estado palestino”.
Al mismo tiempo, se oficializó la idea de tomar Ciudad Gaza, uno de los dos pedacitos de la Franja que todavía no fueron ocupados por el ejército israelí. Esto significa que en septiembre hay que movilizar otros 60.000 reservistas y que las marchas de protesta van a crecer y crecer.
Pero Netanyahu parece estar cómodo en esto de destruir la imagen y el capital de buena voluntad que siempre tuvo su país en el mundo. Le alcanza, parece, estar bien con Trump, que al final pone las armas y una teca suculenta.
La oficina del premier anunció que el gabinete había adoptado por voto cinco principios que deben cumplirse para que termine la guerra: desarmar a Hamas, liberar a los rehenes, desmilitarizar Gaza, lograr un absoluto control de seguridad en la Franja y crear una “administración civil” que no incluya ni a Hamas ni a la Autoridad Palestina. Esto es efectivamente imposible, con lo que es una racionalización de la guerra eterna.
Y el jueves, las Naciones Unidas declararon oficialmente que hay hambruna en Gaza, que cientos de chicos ya murieron “por efecto del hambre” y que los alimentos necesarios están ahí mismo en la frontera, pero el ejército israelí no deja entrar a los camiones.
Los éxitos
La migra norteamericana ya tiene 80.000 detenidos que perviven apilados donde se los pueda apilar. Los agentes encapuchados están arrestando un promedio de mil personas por día, el doble de los que arrestaba Joe Biden el año pasado, y está realizando mil quinientas deportaciones por día. La dirección de ICE, los capuchas, anunció que ya tiene cien mil pedidos para unirse a sus filas, lo que muestra su popularidad.
Un logro para Trump, que el jueves se anotó otro poroto: Uganda va a aceptar deportados, de preferencia africanos, a partir de fin de mes. Es el tercer país del continente, junto a Ruanda y al diminuto Eswatini, la vieja Swazilandia.
Y el viernes el FBI le allanó la casa a John Bolton, el ex Asesor en Seguridad Nacional de Trump, devenido crítico detallado y ácido. Es raro que comiencen con este hombre serio, melancólico y con bigotazos, ya que Trump le había prometido este tratamiento a los Clinton y a Barack Obama. Bien puede ser un ensayo con vestuario, a ver si pasa en los tribunales y se puede ir por los ex presidentes.