Diego Reynoso, politólogo: “El escándalo puede llevar al Gobierno a una situación parecida a la de Alberto Fernández”

A horas de las elecciones del domingo, el politólogo Diego Reynoso y profesor de la Universidad de San Andrés, pone el foco en lo que hay que mirar: la bronca social, el voto emocional y la paradoja de un electorado que se dice “libertario” pero quiere un Estado presente. En esta entrevista con Y ahora qué?, Reynoso analiza el desgaste del gobierno de Milei, el problema crónico del peronismo con el recambio dirigencial y las señales que dejan los últimos escándalos. 

Diego Reynoso tiene una inquietud que atraviesa toda la charla: ¿qué pasa si ya nadie logra representar el malestar? 

–Hace poco advertiste que “la gente empieza a creer que votar no sirve”. ¿Considerás que ese sentimiento se profundizó o hay señales de recuperación de la confianza en el proceso electoral?

–Esta pregunta se planteó entre quienes nos dijeron que no pensaban ir a votar en las elecciones de este año. Un poco más de un tercio decía estar “harto, cansado de la política». Otro tercio afirmaba que no creía que las elecciones sirvieran para algo. También estaban quienes decían que ningún partido los representa, o que las elecciones de medio término no son tan importantes como las presidenciales. Luego están los que nunca votan. Quizás el principal problema es la proporción de encuestados que dice que las elecciones “no sirven”. Mi impresión es que se trata de una mezcla de desazón, desilusión y un sentimiento caótico de impotencia sobre el impacto del voto. Lo cierto es que la gente ha estado muy enojada, y claramente Javier Milei expresó eficazmente ese enojo. Lo expresó correctamente desde el punto de vista estratégico, claro. La gente se siente impotente: hagan lo que hagan, las cosas no son como querrían. Ese sentimiento se concentra en quienes cambiaron su voto hacia Milei. En general, quienes creen que votar no sirve son los menos sofisticados políticamente. Entre los más interesados e informados, esa idea tiene una tasa de respuesta muy baja.

–De cara a las elecciones de septiembre y octubre, ¿qué factores explican ese malestar? ¿Hay un desacople entre la oferta electoral y las demandas sociales?

–Hay una gran paradoja. En varios trabajos que revisé sobre valores políticos y programas de política pública, parece repetirse un argumento: el votante argentino no es ideológico. Sin embargo, si uno observa lo que responden sobre valores, aparece una ideología operacional que, si bien no está declarada, sí predice el voto. Diría que la gente es programática sin saberlo. En el caso del votante de Milei, aprendió a responder encuestas. Si le preguntás “El presidente Milei dice que hay que reducir el gasto del estado, ¿vos que preferís, más gasto social o más mercado?”, responde rápidamente “menos gasto y más mercado”. Pero cuando abordás temas incluidos en la llamada “batalla cultural” —aborto, minorías, feminismo— hay un consenso alto en Argentina: muchos no están de acuerdo con la agenda del gobierno. Chequeamos diez temas que Milei mencionó en Davos: el 75% no está de acuerdo con lo que dijo en ese evento. Por eso digo que el acuerdo con Milei no es programático. Es un conjunto de sentimientos negativos hacia el establishment político que Milei explotó, a lo que se suma el efecto de la desaceleración de la inflación. Pero la sociedad argentina no se volvió libertaria. Paradójicamente, cuando preguntas en forma aislada de la agenda del gobierno el 50% prefiere un Estado presente que brinde servicios, y solo un 30% quiere un Estado más chico. Pero como te darás cuenta, esos números no se reflejan en la aprobación del gobierno de Milei. Esa es la gran paradoja. Coincide con los votos que tuvo en primera vuelta, pero no con todo el respaldo que durante el primer año tuvo.

–¿Tienen algún argumento racional que distinga sus valores de los que mantiene el gobierno, o eso queda solapado y se pierde en un apoyo general?

–Sí, hay algo así como un razonamiento motivado. Son racionales desde el punto de vista materialista. Cuando hablamos en profundidad, le decís a la gente: “Milei dice estas cosas sobre periodistas, artistas, científicos”. Frente a eso, responden: “Sí, está mal, qué sé yo, el tipo es así”. Eso pasa a un segundo plano. Lo que prima es la idea de que esto era un desastre y alguien tenía que poner orden en la economía, orden en la calle. También aparece la percepción de que las demandas colectivas ya no movilizan tanto, y que terminan generando externalidades negativas. No lo dicen con esos términos, desde ya, pero eso se infiere. Hoy, con los escándalos recientes, probablemente la credibilidad presidencial se vea debilitada y esas diferencias ya no queden en segundo plano.

–¿Qué escenario electoral imaginás para La Libertad Avanza, en comparación con las elecciones de medio término de Cambiemos, en 2017, y del Frente de Todos, en 2021?

–Milei no está tan bien como estuvo Macri en 2017, y ahora quizás esté un poco peor. Macri venía de caer a 45 puntos de aprobación después de haber llegado a 70, pero en abril empezó una campaña con “asfalto, sin rivales”, con el peronismo dividido y una apuesta en materia de inversión en obra pública. Además, impulsó políticas pro-consumo que levantaron su apoyo. Milei, a mitad de su primer año, venía parecido en aprobación. Pero luego del acuerdo con el FMI entró en una curva descendente, a diferencia del repunte que tuvo Macri. Vimos una caída severa, aunque no tan abrupta como la de Alberto Fernández en su primer año, cuando cayó de casi 70 a 30 puntos y no se recuperó, ni siquiera tras la campaña de vacunación. Ubicaría a Milei en una situación intermedia: por debajo de los 40 puntos, probablemente por encima de 32. La “sorpresa de agosto” fueron los escándalos de corrupción. Eso podría acercarlo al escenario de Alberto Fernández, que tuvo 32 puntos en la de medio término del 2021. Aun así, no creo que tenga una performance tan mala, porque este caso es reciente. Alberto Fernández, en cambio, ya estaba desgastado cuando estalló el escándalo de “la foto de Olivos”. 

–¿Qué performance prevés que tendrá el peronismo en estas elecciones? ¿Qué rol jugará el liderazgo —o falta de liderazgo— de la principal oposición?

–La falta de liderazgo del -y en el- peronismo es un hecho para esta elección. El armado de las listas reflejó el estado de fragmentación territorial y tribal que tiene el peronismo. Fue más un armado de lista para mantener y contener a la tropa que para expresar demandas sociales. Que no tiene un liderazgo que unifique es clarísimo, por eso hay tanta fragmentación. De todos modos, es casi una regla que al peronismo le vaya mal en las elecciones de medio término. En 2009 había un liderazgo claro, en 2013 había un liderazgo claro y, sin embargo, el Peronismo hizo elecciones de medio término de 35 y 32 puntos. Pero ahora, además, vemos la acumulación de años de falta de renovación. No actualizó el diagnóstico que tiene de la sociedad argentina y tampoco tiene una renovación generacional que exprese demandas nuevas. La sociedad cambió. Le cuesta mucho entender eso al peronismo. De hecho, fijate que hay muchísima más gente que desaprueba el gobierno de Javier Milei. La imagen de Milei cae y se ubica en 39 puntos, ya no en 50 y pico de puntos que tuvo al comienzo de su gestión; sin embargo, nadie capitaliza esa desaprobación del gobierno. Los dirigentes peronistas siguen teniendo una imagen positiva muy baja. Los escándalos de corrupción recientes van a afectar al gobierno, pero esto no necesariamente implica que la gente cambie su mirada respecto de cómo ve a la oposición. La oposición sigue siendo lo que es y para la gente eso es muy difícil de digerir, con lo cual probablemente eso puede alimentar la tendencia al ausentismo electoral. En efecto, que te quiero decir con todo esto: el Peronismo está teniendo un gran problema de liderazgo producto de una falta de renovación dirigencial que hace tiempo está demorada, está obturada. En los últimos 20 años, el Partido Laborista británico renovó cuatro veces su liderazgo político, el Partido Socialista español también renovó el liderazgo varias veces; el peronismo, en cambio, no renueva su liderazgo desde 2003; claramente no hay circulación de las élites. 

–¿Axel Kicillof también queda fuera de esa renovación que planteas como necesaria, lo ubicás dentro de la élite más tradicional?

–Es parte de la oferta electoral hace mucho tiempo, fue ministro de Economía de Cristina, este es su segundo mandato como gobernador de la provincia de Buenos Aires. Tampoco queda claro cuál es el diagnóstico novedoso que hace Kicillof de la sociedad argentina, ni cuál será el paquete de políticas que implementará para resolver los problemas que tenemos. El peronismo se estancó en: “qué malo es Milei, hay que hacer oposición a Milei, libertad a Cristina”. Pero si bien eso resume el consenso de una parte de la sociedad, no alcanza para construir una mayoría en el marco de los cambios profundos que hubo en la Argentina.

–¿Qué temas se ubican hoy al tope de la agenda temática, ya que con la desaceleración de la inflación este asunto bajó en términos de preocupación? La corrupción fue un tema central en la configuración electoral del Mileísmo. ¿Qué efectos puede tener el caso de corrupción que estalló en estos días en la intención de voto del oficialismo?

–Nosotros medimos frecuentemente las preocupaciones de la sociedad. El 27% nos dijo que la corrupción es uno de los principales problemas. Obviamente, hay otros asuntos que preocupan a la sociedad también, como los salarios, la inseguridad, la falta de trabajo, la pobreza, “los políticos” también aparecen desde hace tiempo como un problema. Cuando segmentamos entre los que aprueban a Milei y los que lo desaprueban, los principales problemas cambian según de qué lado estés. Entre los que desaprueban a Milei la falta de trabajo es el principal problema. En segundo lugar, la pobreza y, en tercer lugar, la inseguridad y los políticos. Entre los que aprueban a Milei, los temas importantes son otros. 

–¿Por ejemplo?

–La corrupción pica en punta, aunque obviamente no la propia, la inseguridad es otro de los problemas que destacan, la falta de trabajo también. La corrupción hasta ahora siempre era un tema de preocupación del antiperonismo, que veía al peronismo asociado a la corrupción, y entendía que Milei venía a resolver “los curros” del estado. Con este escándalo, me refiero a los audios y las coimas, la corrupción va a empezar a ser un tema de preocupación de la otra mitad y creo que esto quedará “empatado”. Pero desde luego, siempre el corrupto es el otro. La pregunta sobre los escándalos recientes es: ¿cuál será el efecto? ¿pasan a ser más relevantes los otros temas para poder distinguir a quién votaré y a quién no? Tal vez esto genere una profunda desafección política en el electorado antiperonista que siempre ha tenido a la corrupción como un tema de gran preocupación. Es una incógnita.

–¿La fidelidad de los simpatizantes de Milei puede hacer que baje la relevancia de la corrupción como tema?

– Puede que sí. Muy probablemente tengan algún tipo de “razonamiento motivado” (N. de la R.: justificar o interpretar la realidad de una manera que refuerce lo que ya creemos o queremos creer). Es decir, reinterpretar las cosas. Por ejemplo: “la inseguridad es un problema y Patricia lo está haciendo bien”. El tema de los salarios es otro problema, pero puede pensarse que el tipo de cambio está ayudando a que revaloricemos el salario y que la gente no se esté dando cuenta. Y cosas por el estilo. Hay gente que seguirá sosteniendo esto, pero ya no vamos a estar en esos números del 50 por ciento o más de aprobación. Me parece que la aprobación algo va a mermar y creo que este escándalo impactará directamente en la reputación del gobierno. Lo puede llevar a una situación similar a la que experimentó Alberto Fernández, quien tuvo una excelente campaña de vacunación y no la pudo capitalizar. Recordemos que durante la pandemia, la gente tenía niveles de satisfacción del 80 al 90 por ciento con la campaña de vacunación. Sin embargo, Alberto Fernández nunca pudo capitalizar esa satisfacción y transformarla en una aprobación positiva del desempeño de su gobierno. 

–¿Qué prevés al respecto?

–Hay que ver cuáles van a ser las esquirlas de los acontecimientos de estos días, por un lado, y, si además no logra domesticar la inflación o el tipo de cambio, entonces va a estar en un serio problema… Porque a esto debemos sumar que, tal como señalan algunos economistas, es probable que haya una devaluación postelecciones (aunque en estos días de todos modos el tipo de cambio tocó el techo de la banda), ese cóctel puede afectar la sensibilidad de la gente para revisar su percepción y resolver si sigue aprobando a Milei. El gobierno puede intentar articular un discurso que resignifique todo esto. No nos olvidemos que el Kirchnerismo también tuvo muchos escándalos de corrupción y mantuvo niveles importantes de votación en las elecciones presidenciales, incluso en las que perdió en el 15 y en el 23. Si nos vamos un poco más atrás, también Menem tuvo varias denuncias de escándalos de corrupción y sin embargo en el año ‘95, logró reelegir incluso con más votos que en ‘89. Obviamente que esto puede pasar, pero la diferencia es que esta situación encuentra al Mileísmo sin estructuración política,  que aún la está construyendo, y por momentos incluso sin conducción política clara,. En la medida en que todavía el voto no esté lo suficientemente estructurado, esto puede llegar a diluir lo que construyeron hasta ahora.

–Frente a este escenario de descontento con el escándalo de las coimas, ¿podría emerger alguna alternativa que restituya lo que queda de la oposición o algún otra figura emergente?

–En la sociedad hay una demanda disponible, tenés más gente que desaprueba el gobierno y está insatisfecha que la que aprueba y está satisfecha. El problema viene del lado de la oferta: no hay nadie a la vista que logre coordinar la acción colectiva electoral que permita derrotar a LLA, al menos por ahora. El Peronismo no lo está logrando. Es el principal agrupamiento de oposición, sin duda, pero no está logrando encolumnar detrás de sí toda esa demanda insatisfecha con este gobierno. Ahora, ¿emergerá otra? El resto de las alternativas están muy fragmentadas. Esa demanda está disponible, pero va a depender de la capacidad de los dirigentes de coordinar y de poder interpelar a la gente. Hoy no estoy viendo esa capacidad en la dirigencia política. Ni en el Peronismo, ni en el resto de las opciones de la oposición. Y sobre todo para esta elección de medio término, creo que la élite política está pensando más en el rédito estratégico legislativo para a posteriori condicionar o negociar con el presidente. El peronismo y la izquierda son más claros respecto de su comportamiento legislativo. Pero hay un bloque que es pivote en el legislativo, el de los gobernadores, que requiere de bancas para poder negociar puentes y carreteras u otros recursos, más que para expresar una demanda nacional de cambio de rumbo.

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