Estabilización equivale a extinción

El gatopardismo prosaico del Presidente es comprensible, porque el cambio necesario excede las capacidades del oficialismo actual. También acarrearía un costo político que probablemente sea irreversible en el plano electoral. Se requeriría una vocación política y una perspectiva de duración en la arena política ausentes en una estructura partidaria reciente en la que no abundan lazos orgánicos sólidos.

Cuando se conocieron los resultados de la elección del domingo en la Provincia de Buenos Aires, en la que Fuerza Patria obtuvo el 47,3 por ciento de los votos, y La Libertad Avanza quedó atrás con el 33,7 por ciento, Javier Milei aseveró en su alocución que “el rumbo por el cual fuimos elegidos en 2023 no se va a modificar, sino que se va a redoblar». El ministro de Economía, Luis “Toto” Caputo, reforzó el mensaje escribiendo en Twitter: “Nada va a cambiar en lo económico. Ni en lo fiscal, ni en lo monetario, ni en lo cambiario”.

El lunes, el tipo de cambio del Banco Nación alcanzó los 1.460 pesos por dólar. A lo largo de la jornada bajó hasta cerrar en 1.425 pesos. El último valor representa un aumento del 3,3 por ciento con respecto a la cotización del viernes, cuando estaba en 1.380.

No es el salto más importante que tuvo lugar en el esquema de bandas. En la primera semana de julio, cuando comenzó la tendencia ascendente del tipo de cambio, la cotización del dólar pasó de 1.215 pesos a 1.280, una variación de 5,3 puntos. Algo similar se repitió al inicio de agosto, cuando el dólar subió un 5 por ciento con respecto al final de julio y llegó a 1.370 pesos.

El salto en el tipo de cambio fue concomitante con una caída en las acciones. El índice S&P Merval, que mide el valor de los activos bursátiles argentinos, cayó 13,3 puntos el lunes. Los bonos soberanos en dólares también tuvieron caídas en su cotización en torno a los 10 puntos, y el índice riesgo país se acercó a los 1.100 puntos.

Aunque no sea el mayor aumento del tipo de cambio que se conoció, su magnitud no es desdeñable. Indica que el sendero alcista continua. Y el descenso del Merval acumula casi 40 puntos desde que llegó a su pico en los primeros días de enero.

Lo último deja entrever la conclusión de la bicicleta financiera. El posicionamiento en activos argentinos migra a títulos públicos de corto plazo, que se licitan con tasas de interés que duplican, por ahora, a la variación de los precios.

O bien, se utilizan los contratos de futuro para asegurarle el valor del dólar a los tenedores. El Centro de Economía Política Argentina (CEPA) indica que la venta de este instrumento alcanzó el equivalente a los 4.000 millones en julio.

Aun con estas intervenciones, se retiran los capitales. Eso se vislumbra en el aumento del tipo de cambio y la intervención del tesoro en el mercado cambiario, que según CEPA alcanzó los 530 millones de dólares en la primera semana de septiembre.

Los volúmenes de la salida de capitales son significativos, pero todavía no condujeron a que el tipo de cambio llegue al techo de la banda y se haga necesaria la intervención directa del Banco Central.

Una vez que eso ocurra, si el Gobierno decide defender el tipo de cambio puede producirse un drenaje de reservas que fuerce una devaluación. Los mecanismos que estimulan la bicicleta financiera (principalmente el aumento de las tasas de interés para los títulos de corto plazo) promueven la salida para la realización de ganancias en dólares.

Por otra parte, la actividad económica, que mostraba una recuperación con respecto a 2024, empieza a mermar. Tras crecer sostenidamente durante el primer semestre, el Índice de Producción Industrial Manufacturero arrojó una variación negativa en julio con respecto al mismo mes del año anterior, lo que repercutió en que la variación acumulada durante 2025 pasase de ser del 7,1 por ciento en junio al 5,8. Otro detalle que conviene remarcar es que la variación mensual des-estacionalizada fue de 1,6 puntos menos en junio, y de 2,3 en julio. La desaceleración ya lleva dos meses, y el segundo es más aguda.

La Actividad en la Construcción exhibe un comportamiento similar. El índice marcó un crecimiento en julio de 2025 del 1,4 por ciento frente al mismo mes de 2024. En junio fue del 14. Y la variación mensual des-estacionalizada fue un descenso de 1,8 puntos.

La estimación de la actividad total se difundirá el 24, y posiblemente refleje una desaceleración general, cuya consolidación será cuestión de tiempo. Contribuye a eso el hecho de que los ingresos y los medios que conforman el poder de compra para bienes de consumo se hayan estancado en comparación con los meses del pico de actividad del año anterior, mientras que la suba del tipo de cambio anticipa aumentos de precios.

Merece destacarse que, incluso con la recuperación entre la segunda mitad de 2024 y la primera de 2025, el nivel de actividad sigue siendo bajo en términos históricos. Es inferior, por ejemplo, al de 2022. Que, si se lo mide frente al volumen de la población, también es más bajo que el de 2017, el año anterior al inicio de la debacle en el nivel de vida. Lo que significa que un empeoramiento en este contexto ahondaría un malestar preexistente.

Para modificar ese derrotero, el Gobierno debería disponerse a iniciar voluntariamente una devaluación. Eso permitiría eliminar la bicicleta financiera al licuar el equivalente de la masa de deuda pública en moneda nacional, y abocar los dólares disponibles a la recomposición de la economía. Esas medidas precisarían otras que compensen la caída del poder de compra de la población mediante acuerdos salariales y el incremento del gasto público.

El problema es que lo anterior es exactamente lo contrario a lo que hace el Gobierno. Se comprende, entonces, la pertinacia del Presidente y su Ministro de Economía, que redunda una forma prosaica de gatopardismo. El relanzamiento del Gobierno con la misma política económica, una mesa política con los mismos integrantes y un llamado a los gobernadores con menos convicción son las respuestas con las que fingen disponerse a llevar adelante un cambio.

El cambio necesario excede las capacidades del oficialismo actual, y no solamente técnicas. También acarrearía un costo político que probablemente sea irreversible en el plano electoral. Se requeriría una vocación política y una perspectiva de duración en la arena política ausentes en una estructura partidaria advenediza, en la que se carece de lazos orgánicos sólidos.

Por ende, para Milei, como para la Libertad avanza, la estabilización equivale a la extinción. Una vez que adquieran forma las consecuencias de semejante amorfismo macroeconómico, la tarea de reestablecer las condiciones de vida y proponerle un horizonte de desarrollo a los habitantes de Argentina pasa a ser tarea de los sectores de la dirigencia argentina que se dispongan a hacerse cargo de lo que viene.

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