Historiador Senkman: “Para parar la guerra confío más en los familiares de los secuestrados”

El argentino-israelí Leonardo Senkman, historiador de ideas y prejuicios étnicos en regímenes populistas, autoritarios y liberales de la Universidad Hebrea de Jerusalén, no tiene dudas. Considera que “para los estudiosos del Holocausto, si se destruyen sistemáticamente universidades, escuelas y hospitales -por más que en esos edificios haya terroristas escondidos- esos actos son una prueba inexcusable de que se está destruyendo un futuro colectivo”. 

Este entrerriano que acaba de pasar unos días en Buenos Aires guarda, a sus 83 años, la forma apacible en su decir como si aún viviera frente a las barrancas ribereñas de Paraná. Radicado en Israel desde 1984, su primer doctorado lo obtuvo en Historia por la Universidad Nacional de Buenos Aires, y luego se especializó como historiador de migraciones y las comunidades judías y en historia de las ideas y prejuicios étnicos en regímenes populistas, autoritarios y liberales. Hoy se desempeña como docente asociado del Departamento de Estudios Españoles y Latinoamericanos, Universidad Hebrea de Jerusalén y como director de programas en América Latina del Centro Internacional para la Enseñanza Universitaria de la Civilización Judía de esa casa de altos estudios israelí.

Últimamente sigue muy de cerca un tema que parece apasionar a los cientistas sociales y a la prensa internacional: ¿el Israel dirigido por el premier Benjamín Netanyahu está cometiendo genocidio en Gaza? Senkman considera que nada es casualidad, y en este diálogo también lo relaciona a una película de época: “la implosión de todas las normas del Derecho internacional humanitario y los acuerdos multilaterales”, y -particularmente en el Medio Oriente- “la finalización de la Nakba” o catástrofe palestina provocada por el desplazamiento de esa población de lo que sería el Estado hebreo. “En el fondo -explicó- se trata de la negación de la existencia del pecado original, que es la creación del Estado de Israel”. Hamás lo ejerció activamente ese fatídico sábado 7 de octubre de 2023, en el que fueron asesinados más de 1.200 israelíes y secuestradas unas 250 personas en lo que se considera el ataque terrorista más feroz perpetrado en territorio soberano israelí.

–La pregunta es inavitable: ¿Israel está cometiendo genocidio?

–Hay tres grandes criterios con los que se maneja el concepto de genocidio. Uno es el jurídico. Un tribunal internacional como el de La Haya aún no logró expedirse. Esto recuerda lo dificultoso que es demostrar la famosa intención parcial o total de destruir a una comunidad nacional, étnica o religiosa. Recordemos que el tribunal de La Haya reconoció que sí hubo genocidio en Bosnia cuando mataron a 8.000 musulmanes en Srebrenica, pero no por la cantidad de personas sino por la intención. En el caso de Gaza mucha gente no niega que se cometan crímenes de guerra, pero no quieren usar el concepto de genocidio porque dicen que jurídicamente hay dificultades para probarlo. El segundo criterio, el que yo adopto, es el de los historiadores que trabajamos temas como Shoá, Holocausto y genocidio desde el Instituto de Judaísmo Contemporáneo de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Allí planteamos que el criterio jurídico no es suficiente, así que utilizamos módulos históricos y no solo con fórmulas jurídicas o la intención, sino los resultados. O sea, si se destruyen sistemáticamente universidades, escuelas y hospitales, por más que digas que en esos edificios haya escondidos terroristas, esas destrucciones son pruebas inexcusables de que estás destruyendo el futuro colectivo de un grupo social. El tercero es el que incluye declaraciones retóricas de ministros de gobierno y comandantes del ejército. El mismo Primer Ministro (Benjamín Netanyahu) usó la famosa frase ‘Amalek’, una figura bíblica y un concepto en el judaísmo que representa al primer enemigo del pueblo de Israel, una nación o tribu nómada que atacó a los israelitas tras su salida de Egipto. Con el tiempo, este término simbolizó la encarnación del mal y la oposición espiritual, representando el mal absoluto y cualquier fuerza que intente alejar al ser de Dios. 

–¿Y qué cree que opina la sociedad israelí al respecto?

–Para mí, lo importante es que esa sociedad civil israelí estuvo mucho tiempo taponada, como si hubiera existido cierto negacionismo de sectores de la sociedad civil acerca de no creer que las víctimas de la Shoá pudieran ser perpetradores de un genocidio. Como si existiera una afasia discursiva que les impedía hablar claramente y que comenzó a romperse en los últimos meses cuando ciudadanos y ONGs israelíes denunciaron “nuestro genocidio”. Cuando la organización de derechos humanos israelí B’Tselem comenzó a hablar de “nuestro genocidio”, esta afasia comenzó a desmoronarse, a perforar ese negacionismo que había en periodistas, escritores, académicos y en sectores liberales no fascistas de la sociedad civil. Luego, el escritor David Grossman o la cantante Java Alberstein -la Mercedes Sosa israelí- se preguntaron, con dolor, qué estamos haciendo, y pidieron parar la guerra porque se está perpetrando un genocidio.

–La izquierda israelí duda o no se anima a hablar de genocidio, pero sí cree que hay crímenes de guerra. ¿Qué diferencia habría?

–Todos son crímenes de guerra, pero hay crímenes de guerra que son de lesa humanidad y otros que violan los acuerdos sobre lo que se permite hacer contra población civil en una guerra, sin llegar a un genocidio. El crimen más atroz de los crímenes atroces, que es el genocidio, tiene graduaciones. De todos modos, cuando empiezo a ver esta discusión de cómo llamar a los crímenes de guerra, ya no importa cómo los llamamos porque se están cometiendo crímenes de guerra desde el punto de vista jurídico, humano y desde la tradición judía. Una de las personas que más me convenció no fue David Grossman, sino Abraham Burg, un hombre que usa kipá, observa shabat (N. de la R: el descanso sagrado de viernes y sábados) y cumple las mitzvot (N de la R: los preceptos bíblicos contenidos en el judaísmo) que fue presidente del parlamento israelí y del Partido Laborista. 

–¿Qué dijo Burg?

–Burg, de quien nadie puede decir que sea antisemita, critica al gobierno israelí y dijo que no va a entrar a hacer un discernimiento legal o semántico, pero que sí son crímenes contra la humanidad. También dijo que hay que frenar todo esto porque no es una guerra común. El Hamás está dispuesto a sacrificar a 50, 100 o 200 mil personas como mártires porque ellos no lo ven como una derrota, sino que parten de una creencia religiosa en la que tampoco se puede entender el acto genocida que ellos cometieron el 7 de octubre de 2023 y que la izquierda mundial olvidó de inmediato por los crímenes de guerra, que algunos llaman genocidio, que perpetra Israel en Gaza. Burg pedía que no le pregunten si está a favor o en contra de dos, tres o cuatro Estados entre el río Jordán y el mar Mediterráneo, y dijo que lo que tiene que haber es equidad e igualdad de derechos civiles y colectivos. 

–¿Por qué el mundo parece haberse olvidado del carácter genocida, según las definiciones que usted cita, del ataque de Hamás del 7 de octubre?

–Un motivo es por la brutal e increíble respuesta militar de venganza de Israel que, desde el gobierno, apuntó a la lógica de suma cero, a todo o nada, a una venganza bíblica que caracteriza a este gobierno israelí populista de ultraderecha, religioso y mesiánico que juega a que sos mi amigo o sos mi enemigo total. Pero hay otra razón por la que se niega el derecho a reconocer, también, como genocidio el ataque del Hamás del 7 de octubre, y que los sectores de izquierda justifican: esa jornada, según ellos, culminó la Nakba que no terminó con Israel en 1948 (N. de la R.: Nakba, significa «catástrofe» en árabe, y se refiere al desplazamiento masivo de los palestinos durante la guerra árabe-israelí de 1948). Esto quiere decir que, en el fondo, hay una negación de la existencia del pecado original, que es haber nacido. Israel es judía entre las naciones y, en ese sentido, existe judeofobia y hay un negacionismo desde 1948, cuando el pecado original no tuvo que haber ocurrido (la creación de Israel) y parece que llegó el momento de pagar, como que llegó la hora de expurgar la culpa de que Israel haya nacido en 1948.

–¿Qué solución le ve a eso?

–Primero parar la guerra y evitar la continuidad de crímenes de guerra.

–¿Quién lo pide?

–Todos los familiares de los secuestrados israelíes lo están pidiendo.

–¿Hay alguien más con poder político que lo esté reclamando?

–Es que confío más en los familiares que en los partidos políticos de la oposición. Ni siquiera hablo de la izquierda o de los que odian a Netanyahu y quieren que se vayan él y todo su grupo. Confío más en algunos sectores de la sociedad civil que quieren repensar la refundación de un nuevo Israel porque este modelo de país está agotado y tiene que aparecer una segunda o tercera república

–¿Y quiénes proponen eso?

–Algunos sectores que no provienen de la izquierda política, sino de quienes están exigiendo la finalización de la guerra. Quieren que se convoque una Asamblea Constituyente para crear una Constitución en la que se traten temas fundamentales para Israel que no están resueltos: el conflicto con los palestinos, la relación entre religión y Estado o el tema de las fronteras. La gente está pidiendo una Constitución para cuando termine esta guerra y después de que liberen a los secuestrados. Hay una imposibilidad de pensar esto desde el gobierno y desde el sistema político actual que repite que quieren una Israel judía y democrática, que es el viejo modelo republicano que parece agotado respecto del conflicto y en la relación con la diáspora judía. La posibilidad de crear una tercera república es para ingresar a una nueva era. Ahora estamos en un interregno en el que ni siquiera se terminó la guerra, pero una vez que finalice habrá que repensar de abajo para arriba.

–¿Y cómo se manejaría eso? Porque desde el ámbito político oficial y formal no estaría ocurriendo. Ni siquiera desde la izquierda israelí.

–Son sectores de la sociedad civil y académicos que no pertenecen al cuerpo político. Por eso confío más en estos sectores que lo están pensando. Desconfío de lo que serían, hasta ahora, los sectores de la izquierda política sionista, y no porque yo sea antisionista sino porque están en una etapa del primer modelo, y los sectores árabes israelíes están muy divididos. También hay algunos hablando simplemente de un solo Estado democrático y libre, donde cada judío y árabe tenga derechos de ciudadanía. Pero, además del derecho de ciudadanía, hay que preguntarse qué pasaría con los derechos colectivos, qué ocurriría con la religión. Y no hay respuesta. Estamos en una trampa porque hablamos de Estados según el modelo de Medio Oriente, de estados fundamentalistas o religiosos. 

–¿Qué ve como posible salida?

–Los americanos y los europeos están exigiendo algo impuesto, pero es impredecible porque hay una implosión del derecho internacional humanitario y las normas internacionales. Todos los acuerdos multilaterales volaron por el aire desde la aparición de Trump en escena. Netanyahu está aprovechando eso para hacer lo que quiere, para no respetar el derecho internacional humanitario en la guerra en Gaza y también para romper la democracia israelí. Netanyahu se compara con la Hungría de Orban, pero él tiene un partido de extrema derecha donde posee más del 65% de la fuerza que controla a los otros socios, que están todavía más a la derecha que él, que son los fascistas húngaros. En Israel es al revés, porque Netanyahu tiene no más de 32% de la alianza con el Likud en un programa que ha sido fascistizado y con grupos muy fuertes de los que es rehén. Dice que está copado y que su entorno lo obliga a hacer cosas como, por ejemplo, anexar Cisjordania. Fijate que, sin embargo, en este momento él no anexa nada porque ya le dieron otro ultimátum los Estados del Golfo con los que firmó los Acuerdos de Abraham, pero también Egipto y Jordania. Entonces, cuando todo esto se impone desde afuera y no desde adentro, es porque me parece que este gobierno no puede llegar a octubre del año que viene, cuando debería haber elecciones en Israel porque hasta ese momento se puede destruir todo. Desde la llamada Guerra de los 12 Días, contra Irán, Israel empezó a tener ínfulas de potencia regional única, hegemónica, y por eso quiere quedarse con parte de Siria y Líbano como si no fuera suficiente Gaza, que ya está bajo su control militar. Irán está esperando un segundo round, y se está preparando. Estamos en un Medio Oriente donde las normas internacionales desaparecieron por completo en la época de la guerra de Rusia y Ucrania, y esto pareciera que legitima tanto a Israel como a sus enemigos para hacer cualquier tipo de ataque sin ningún tipo de consideración humanista o legal. En este sentido yo soy muy pesimista.

¿Podrá crearse el Estado palestino en la próxima reunión de Naciones Unidas? 

–Seguro, y por eso la respuesta es muy histérica al impedir el ingreso a Israel de funcionarios españoles acusándolos de antisemitas porque apoyan esa moción. Este grado de irracionalidad ha llevado, también, a catalogar a Lula como antisemita porque fue uno de los primeros en llevar adelante la idea del reconocimiento del Estado palestino, pero -al mismo tiempo- tuvo excelentes relaciones con Israel y con los judíos.

–Un último tema preocupante es por qué las izquierdas internacionales cortaron lazos con el progresismo israelí. 

–Forma parte de la demonización de esa izquierda que ya se olvidó del ataque 7 de octubre y que dice que desde ese día está culminando lo que no pudo hacer la Nakba en 1948.

–Como si hubieran dinamitado todos los puentes

–Hay como un odio radical y creo que acá, en Argentina, también se va a sufrir bastante con eso.

2 comentarios sobre «Historiador Senkman: “Para parar la guerra confío más en los familiares de los secuestrados”»

  1. Implacable lucidez la de Leonardo La idea de una tercera república sobre la base de revisitar temas claves y diseñar nuevas configuraciones es clave
    Acuerdo con su definición de genocidio y la negación de las izquierdas respecto a la atrocidad del 7 de octubre

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