El veredicto de las urnas en la Provincia de Buenos Aires fue categórico: la mayoría expresó que Milei, que no tuvo mejor idea que nacionalizar la elección y polarizar con el peronismo, había estafado a los electores hace casi dos años para llegar a la Presidencia y poner en funcionamiento sus presuntas convicciones libertarias. La mayoría expresó que ya no cree en Milei, ni en esas ideas publicitadas como la promesa de que en última instancia mejorarían las condiciones de vida de la población, aunque él se dedicara a tratarla con escarnio y hundirla en la miseria.
La participación de Milei en el cierre de la campaña electoral en la Provincia de Buenos Aires constituyó un exceso adicional a su estrepitosa carrera hacia el fracaso. Enfundado en un largo abrigo negro más propio de un gosplayer que de un político en ejercicio de la Presidencia de la Nación, impostó la voz para decir, por ejemplo: “Días atrás, en Lomas de Zamora me tiraron un adoquín. Podrían haber matado a cualquiera. Esto para ellos se trata de poder, y si se tienen que cargar con vidas humanas no les importa. No se olviden que el kirchnerismo inmundo se cargó con la vida del fiscal Nisman.”
En otro pasaje, refiriéndose a las operaciones políticas, impostando la voz y flemáticamente sentenció: “Imagínense cómo deben estar las cosas en la provincia de Buenos Aires para que hayan hecho las tres operaciones todas juntas: trataron de acusarnos de chorros, fueron contra nuestras vidas y además se metieron con mi hermana. Vaya que están asustados porque el domingo les vamos a pintar la provincia de violeta.”
Fiel a su estilo, amante de las contradicciones pero sin dialéctica, Milei en esa pieza oratoria también dijo: “Nosotros los vamos a aplastar en las urnas. A su cobardía, le oponemos coraje en la defensa del cambio. Tiene que quedar en claro que la batalla contra el kirchnerismo es una batalla moral, contra unos delincuentes y chorros. Extreman sus actos violentos porque están asustados, porque los bonaerenses de bien les perdimos el miedo.” Pero entonces agregó, como varias veces en las semanas previas a los comicios, algo en flagrante contradicción con lo anterior: “Todas las encuestas coinciden que estamos en condiciones de empate técnico, significa que cada voto vale muchísimo más que en una elección normal. Este domingo, anda y votá. Aquellos que fiscalicen, sepan que del otro lado van a intentar hacer todo para hacernos trampa. Tengan la guardia bien alta, porque cada voto bien cuidado es una enorme victoria en esta lucha para sacar a las ratas de la provincia.”
La inflación en ascenso al compás de la presión del dólar y de las tasas, los encajes bancarios y el riesgo país en subida conviviendo con la caída de la producción, el crédito y el consumo, no concedieron al gobierno de Milei la mejor arena circense para un acto electoral plebiscitario con características inusuales. Aplicando la magia de Karina y sus asesores, previamente el Gobierno nacional logró fagocitarse al PRO, pintar de un tono cuasi violeta la mayor parte de la superficie provincial y aumentar al extremo el carácter Milei/oficialista de sus candidatos, aunque debieran marginar a las bandas de troleros conducidos por Santiago Caputo.
Así que de cara a los comicios, sin extravagancias caóticas ni nada nuevo para mostrar, sedujo a La Libertad Avanza la idea de nacionalizarlos y polarizar emocionalmente con el “kirchnerismo”, en la creencia de que cualquier otra estrategia implicaba inducir al voto contra sí mismo: ¿cómo proponer un volantazo en el programa económico que ha llevado al país hasta los umbrales de la recesión, por ejemplo, si es el programa del propio espacio? Y en otro orden, ¿qué tuvo que ver la gestión de Kicillof con la cripto estafa $Libra, o cómo enlazarla con las muertes por fentanilo o con la corrupción en la compra de remedios para discapacitados? Pretender el lugar electoral del opositor cuando se es el oficialismo (y en una instancia superior) es muy difícil, y frente a elecciones como la del domingo 7 de septiembre Milei y sus adherentes bien pudieron excusarse, dada la constelación de quilombos que no habían resuelto. Parafraseando a Lloyd Bridges en Airplane (una comedia desaforada dirigida por Jim Abrahams, David y Jerry Zucker) solamente les quedaba alzar las manos al cielo y exclamar, a modo de lamento: “Elegimos un mal día para ir a votar.”
Claro que los bonaerenses fueron a las urnas con todo el horizonte productivo para atrás, desde la industria y la construcción hasta el comercio, el turismo interno y un largo etcétera. Había que tener un optimismo exagerado para suponer que así las cosas la resignación popular, lejos de agotarse, promovería el voto libertario, y pese al rigoreo de la vida cotidiana obraría el milagro de confundir a Kicillof con Milei, invirtiendo las responsabilidades por los logros derivados de una buena gestión, y por las penurias derivadas de la escasez presupuestaria impuesta por el Gobierno nacional. Por eso apenas fueron conocidos los resultados se manifestó Cristina Kirchner mediante uno de sus tuits dirigidos a Milei, y dijo: «Banalizar y vandalizar el “Nunca Más”, que representa el período más negro y trágico de la historia argentina, no es gratis. Reírte de la muerte y el dolor de tus oponentes, tampoco. Pero señalar con el dedo y estigmatizar a los discapacitados, mientras tu hermana cobra el 3% de coima de sus medicamentos, es letal. Y mejor ni te cuento cómo está el resto (de los que todavía tienen laburo)… Endeudados por comida, alquileres, expensas o medicamentos, y encima con las tarjetas reventadas… Salí de la burbuja, hermano… que se está poniendo heavy.»
El gran ganador de la jornada, Kicillof, dijo en su discurso para celebrar la victoria que los resultados eran fiel reflejo de la unidad de Fuerza Patria, debida a la generosidad de CFK y Sergio Massa. Y sentenció: “Hay otro camino, y comenzamos a recorrerlo.” El gran derrotado, Milei, también habló esa noche en Gonet, en el búnker de La Libertad Avanza, rodeado de caras largas como si animaran retratos de Modigliani. No había sido un buen domingo para él, porque desde Olivos hasta el complejo Vonharv, además, cuando abordó con su hermana una de las tantas camionetas superpobladas de custodias, ya conocía los números adversos. Y en esas condiciones tuvo entonces que viajar 80 kilómetros, el tiempo suficiente como para masticar el sabor amargo no sólo de la derrota sino también de la pérdida de su rutinaria noche de ópera.
Llegados a destino, entre Karina, el inefable Adorni y el remozado Santiago Caputo (luego compartiría por primera vez el escenario con gran parte del elenco estelar del gobierno) le amasaron un speech para salir del paso. Dijo Milei entonces: “En el plano político hemos tenido una clara derrota, hay que aceptar el resultado. Se han cometido errores y hay que trabajar para revertir este resultado en las nacionales de octubre.” Dijo también que semejante infortunio será mecedor de un profundo análisis de los datos, y que “naturalmente eso va a conllevar a una profunda autocrítica, donde aquellas cosas en las que nos hemos equivocado las vamos a corregir”. Y redundó: “No hay opción de repetir los errores. De cara al futuro vamos a corregir todos nuestros errores.”
Son palabras usuales que pronunciaron, pronuncian y pronunciarán quienes deben decir algo frente a una derrota agobiante, procurando exhibir cierta mesura, serenidad e hidalguía. Pero Milei prefirió mantenerse en el reino de las apariencias y relativizó el abrumador 13 por ciento de ventaja que obtuvo el peronismo en la contienda electoral: “Este es un techo para ellos y un piso para nosotros –planteó con el tono de quien puede ver más allá de una catástrofe–, porque vamos a seguir con el plan de gobierno, a continuar defendiendo el equilibrio fiscal. Vamos a seguir combatiendo a la inseguridad y a valorizar el capital humano.”
La noche del domingo Milei parecía entregado a la fatalidad, controlando sus emociones y, comparado con sus bravuconadas usuales, definitivamente iluminado por la razón. En otro momento de su brevísimo (y melancólico) discurso aseguró: “No estamos dispuestos a entregar un modelo que sacó a millones de personas de la pobreza. En definitiva, si hemos cometido errores en lo político los vamos a internalizar, a procesar y modificar las acciones.”
En los días que siguieron mucho se especuló con la autocrítica y los cambios prometidos: ¿ubicar a Karina, El Jefe, en otro sitio? ¿Echar por la borda a la banda de los Menem? ¿Armar una mesa política con los mariscales de la derrota –como efectivamente se hizo–, y hacer con ella sesiones de espiritismo para implorar el auxilio de las Fuerzas del Cielo? ¿Volver a rosquear con los gobernadores, a quienes les aplicó Milei su método de hacer dinero sin dinero, distrayéndoles recursos de manera implacable? ¿Poner en caja a Bullrich, confiando en que es imposible equivocarse con ella, dada su magistral –y célebre– ubicuidad?
Pero sobre la base de un resultado electoral plebiscitario tanto batifondo impidió medir debidamente algunos dichos de Milei que lo demuestran, más allá del maquillaje ideológico, tal cual es. Desde su punto de vista el domingo sufrió una derrota exclusivamente política, que será motivo de una “profunda” autocrítica, que no implicará modificaciones del plan de gobierno, o que no se continúe “defendiendo el equilibrio fiscal”. Cuando en un par de pasajes de su intervención se refirió a los comicios aclaró de alguna manera que “lo político” para él marcha por un sendero y la economía por otro, motivo por el cual “si hemos cometido errores en lo político los vamos a internalizar, a procesar y modificar las acciones”.
Esto último en boca de un Presidente suena como algo esquizofrénico, cuando no como una clara ratificación de que la política no le importa en lo más mínimo, salvo cuando dificulta o traba los intereses económicos por él representados. Pero a Milei y a sus amigos cada tanto los traduce Guillermo Francos, una suerte de Fidel Pintos de las Ciencias Sociales, quien frente al clamor que expresaron las urnas advirtió que los logros de la macroeconomía no habían llegado a la microeconomía, que es la que ve y toca la gente común. Así Francos dibujó en el aire una especie de bipolaridad tributaria de una frondosa imaginación, aunque con otros elementos. Pero más allá de la intención hermenéutica del Jefe de Gabinete, por las dudas y por si algo faltara para completar el cuadro, Milei arrancó la “profunda autocrítica” con los vetos a la Ley de Financiamiento Universitario, la emergencia en salud pediátrica y la distribución automática del 1 por ciento de los Aportes del Tesoro Nacional (ATN).