Las elecciones en primera persona: la mirada cotidiana de una docente

Una colaboradora de Y ahora qué?, docente de escuela secundaria, pidió salirse de los temas habituales y contar en primera persona su experiencia previa a los comicios del domingo 7. Aquí está el resultado de escuchar a los adolescentes y ver cómo fueron cambiando su forma de ver a Milei. 

Hace treinta y dos años que soy docente de Secundaria. Enseño Historia en todos los años y Sociología en quinto año. Tuve miles de alumnos. Sigo dando clase en muchas divisiones. Y escucho.

Ya en 2021 un alumno de Sociología de una escuela pública de clase media baja, periférica, me dijo que iba a votar a José Luis Espert para que fuera diputado nacional. Me quedé muy sorprendida. Le pregunté por qué. Me dijo que estaba harto de los motochorros y que quería cambiar. Jamás les discuto a los chicos. Los escucho. Les pregunto razones. Pero los dejo dar su opinión con libertad. Solemos hacer encuestas previas a las elecciones. Lo llamamos “El Trabajo del Sociólogo”. Ahí también salen estas cosas. No hay vuelta que darle: los pibes necesitan escucha y ése es parte del trabajo docente.

En 2022 la ola venía libertaria. Yo la veía. Escuela céntrica en el Conurbano sur. Los menos formados, los menos politizados, amaban a La Renga y a la Bersuit. “Panic Show” y “Se viene el estallido”. Les gustaba la pinta de outsider de Milei. De rock star, de puteador sin vergüenza. La campera de cuero, el look desarreglado.

-Hay que votar a quien no viene de la política, a quien combate a la casta –decían unos cuantos.

Los más politizados no creían en la justicia social y en el Estado como igualador de oportunidades.

-Uno es lo que llega a ser, porque se esfuerza por lo que quiere ser -dijo un adolescente que no conocía la palabra “meritocracia”.

Esta situación se agudizó en 2023. No soy socióloga, pero los alumnos son mi focus group permanente. Me llamó la atención, por ejemplo, que nunca las defensoras de Milei entre quienes votaban por primera vez fueran las chicas.

Este año la situación pintó diferente. Vi cómo en las escuelas de la Provincia de Buenos Aires se venía frenando la ola libertaria. Sus abuelos se quedaron sin medicamentos al 100 por ciento y cobran chauchas. La mitad de la jubilación se les va en medicación. El plan “Progresar” que les daba una ayuda para que pudieran seguir estudiando, se les cortó. Agradecían el boleto estudiantil porque si no viajar les resultaría imposible. Padres sin laburo. Baños afuera de la casa (jamás baldes ni letrinas, como dice Miguel Boggiano).

Y hay internet en todas las escuelas secundarias. Ya venía del año pasado, pero este año se volvió a instalar y funciona mejor. Bancos nuevos, sillas nuevas, estufas arregladas (algunas más tarde que otras, eso sí, e implicaron la suspensión de las primeras horas de clase en el invierno de cero grados). Ya están todas funcionando bien. Servicio Alimentario Escolar diferenciado. Focalizado. En las escuelas de la periferia comen mejor. En la escuela técnica (porque tienen doble escolaridad por los talleres) les dan almuerzo: sándwiches de pollo y fruta.

Desde hace meses vi cómo se frenaba la ola libertaria y se venía fuerte la ola peronista en la Provincia.

Conste que no me gusta el corporativismo docente. El gremio es una cosa y la corporación es otra muy distinta. Soy una profe vieja y una vieja profe. Empecé en 1992. Hay docentes que maltratan a los alumnos mileístas. Una profesora que conozco es un ejemplo. Les llegó a decir que “ustedes no van a llegar a ninguna parte con este Gobierno”. Los pibes se sintieron mal. No, señora. Así no. Basta con que una figura de autoridad le diga a un chico que eso no hace, para que lo haga. No hay lugar para el desprecio. Es necesaria la explicación.

Los poquísimos mileístas que aún perduran en el curso no pensaban ir a votar. Pero fue una muy grata sorpresa que me habilitaran a dar la discusión en ese curso donde son estigmatizados. Uno me dijo a propósito de esa profesora: “Nos mete a Milei hasta en el Imperio Romano”. Me reí con ganas.

Yo les explico y me posiciono por honestidad intelectual, pero no censuro ni desprecio. No hay que maltratar a los chicos en ningún lado, y tampoco en las escuelas. La Convención de los Derechos del Niño tiene que ser la columna vertebral del sistema educativo bonaerense. Y no solo para los Equipos de Orientación Escolar.

Soy muy crítica de la currícula de Construcción de la Ciudadanía, y de Política y Ciudadanía. No cualquiera puede enseñar estas dos materias, y más en un año electoral. Recuerdo que hace unos años tuve que explicarle a una compañera qué era la soberanía popular. Insisto: me resisto al corporativismo docente. Este año, con las encuestas previas a las elecciones en el enfoque cualitativo, la mayor parte de los chicos contestó NS/NC. No tenían idea. Entonces detuve los contenidos de Sociología y empecé a explicarles qué elegíamos, cómo se votaba, qué es ser fiscal, cómo es el cuarto oscuro. Qué y a quiénes votamos en la Tercera Sección Electoral. Muchos de los que me decían que no iban a ir a votar porque no era obligación, cambiaron: “Me despertaste las ganas”.

En las materias que forman ciudadanos con conciencia, que sepan qué es lo que van votar, un docente no puede hacer lo que quiere. La realidad argentina debería ser el eje. La educación política es tan importante como la Educación Sexual Integral. Y voy a insistir con eso, aunque tenga que escaparme por un rato de la currícula de Sociología y Max Weber tenga que esperar un par de meses.

Primero y antes que nada, los pibes. El gran cambio tiene que darse en los Institutos Superiores de Formación Docente. No voy a jubilarme en breve y ojalá vea el principio de esa transformación. Es imprescindible.

Entre escuela y escuela suelo moverme en Didi. En colectivo no llegaría a tiempo. Los focus son mi debilidad y los hago dónde puedo y cómo puedo, pregunto y hablo. Escucho prejuicios respecto de las escuelas periféricas, y mientras intento desarmarlos los choferes ahora me hablan del desastre que hizo Milei con la sociedad, destruida económicamente y destrozada en valores como la educación, la solidaridad y la justicia social.

Cuando saco el tema de la política en la Provincia de Buenos Aires, algunos esquivan la respuesta. Otros me cuentan que están muy mal porque ya nadie viaja. Pero el otro día, previo a las elecciones, encontré un caso interesante.

Le dije al chofer que iba a ser fiscal de Fuerza Patria porque justo pasamos por la escuela que me tocaba y me dio el pie. Me preguntó de qué trabajaba y le expliqué.

-Mire, señora, yo lo voté –dijo el hombre-. Me arrepiento como nunca. El domingo no voy a ir a votar.

Le di la discusión sobre la forma de frenar a Milei, pero cuando lo vi tan convencido no insistí. Entonces me contaba que se juntaban los clientes y los mecánicos a comer asado cada tanto en el taller, y que todos ellos habían votado a Milei pero que ninguno iba a ir a votar el domingo 7.

-Estamos esperando que venga Pedro –me contó el señor Didi-. Él nos anticipó todo en 2023. Nos dijo qué iba a pasar, pero no le creímos. Ahora quiero verlo para pedirle disculpas y decirle que tenía razón.

El chofer sabía todo lo que hace este Gobierno: las coimas, los vetos, el Garrahan, las universidades, el desfinanciamiento de las prestaciones a las personas con discapacidad, el escándalo Libra. Todo.

-Muy noble de su parte -le dije-. Reconocer errores y pedir disculpas no lo hace cualquiera.

Mientras bajaba del auto dijo algo más:

-Las próximas elecciones del 26 de octubre son importantes. Ahí sí voy a ir a votar contra este nefasto.

Me dio cierto regocijo. Hay que discutir sin maltratar, sin enojarse. Y da resultado. Se los aseguro.

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