Ante la debilidad de Milei, el círculo rojo debate salidas con y sin él. Mientras, dentro del Gobierno actúan Las Fuerzas del Cielo, lideradas por Santiago Caputo, y las Fuerzas del Subsuelo comandadas por Guillermo Francos. El Presidente no se repone del plebiscito que perdió con el peronismo y con Kicillof. Dobla la apuesta: vota en la ONU contra la paz y el rescate de los rehenes en Gaza.
No hay devaluación del dólar pero sí del Presidente. Se modificó la tasa real de cambio. La relación entre la Presidencia y el pueblo. En términos políticos, Su Excelencia Javier Milei perdió el primer gran plebiscito a manos del hartazgo popular, que eligió una canalización política: el peronismo guiado por Axel Kicillof.
Antes de las elecciones del domingo 7 de septiembre, el círculo rojo conversaba sobre cuatro escenarios posibles:
*Milei sigue igual, o sea desgastándose día tras día.
*Milei recicla el Gobierno como hizo Carlos Menem en 1991 después del Swiftgate.
*Milei se desgasta tanto que sale de la Casa Rosada y entra Victoria Villarruel.
*Las cosas llegan a un punto tal de desastre que la crisis política y económica se lleva puesta a la fórmula completa, y entonces la Asamblea Legislativa designa un nuevo Presidente.
Después de los 14 puntos de diferencia en contra de La Libertad Avanza en la provincia de Buenos Aires (donde viven cuatro de cada diez electores argentinos) esas conversaciones se hicieron más intensas. Tan intensas que el columnista Joaquín Morales Solá llegó a escribir en La Nación lo que muchos susurraban: hay dirigentes políticos esperando la asunción de Juan Schiaretti como diputado por Córdoba, el 10 de diciembre, para que pueda transformarse en lo que fue el Eduardo Duhalde de 2002. Es decir, en un presidente de transición elegido por la Asamblea Legislativa.
Después del fracaso, Su Excelencia sólo atinó a decir que La Libertad Avanza cometió errores pero no dijo cuáles. Para ser justos, los dirigentes políticos nunca se hacen un harakiri detallado en público. Lo asombroso en este caso es que las mesas políticas que presidió Milei en los últimos días llegaron a una notable conclusión: “Subestimamos el aparato del Partido Justicialista”. Que es como decir: “Perdimos porque nos ganaron”. O como esto: “Entramos a la cancha sin precalentar, porque total confiábamos en el arquero Javier, teníamos sobrepeso y veníamos de no dormir por una festichola, y resulta que del otro lado estaban Messi, De Paul y Paredes. Qué mala suerte…”.
Curiosamente, una minoría en el peronismo también subestimó la propia victoria. La intendenta de Quilmes Mayra Mendoza se limitó a decir que el resultado fue “multicausal”, cosa indudable, e insistió en criticar el desdoblamento entre las elecciones nacionales y las provinciales. Que es como decir: “Entramos a la cancha con Messi, De Paul y Paredes y el partido salió 14 a 0, pero es como si no hubiéramos ganado”. Conviene aclarar que Mayra ganó en Quilmes. El consultor Raúl Timerman tiene como lema personal una frase que se aplica muy bien a ese tipo de razonamientos. “En la vida hay que pasarla bien…y darse cuenta de que uno la está pasando bien.”
Desprecio al voto
La atribución de características mágicas al famoso aparato peronista por parte de la agrupación violeta es una forma sutil de despreciar el voto popular. Resulta más sutil, por supuesto, que el asesor presidencial Miguel Boggiano cuando dijo que a los votantes de La Matanza “les gusta cagar en un tacho y no en el inodoro”. Un dato falso, por lo pronto, porque nueve de cada diez bonaerenses tienen inodoro. Pero encima ofensivo. Debajo de la admiración rencorosa hacia el aparato peronista subyace el desdén por la gente de carne y hueso. Serían millones de idiotas que ponen una boleta en la urna porque no piensan y fueron acarreados.
Hay distintos tipos de intendentes, y eso no corre sólo para el peronismo sino también para los radicales. Hay transformadores (pocos) y conservadores populares (muchos). Pero en general se ocupan, caminan, cuidan, buscan presupuesto, arreglan lo que pueden, protestan ante el gobierno nacional y el provincial y se entreveran con vecinas y vecinos. Saben qué les pasa, qué les preocupa, qué los angustia y qué los alegra. Para usar la frase de moda en la jerga política, nadie sería traccionado hasta el punto de votar a favor si no valorase una parte importante de la gestión cotidiana.
Lo mismo sucede con la Gobernación. Los análisis, incluso dentro del propio peronismo, subestimaron el valor de la polarización de Kicillof respecto de Milei no solamente en la campaña sino desde el 10 de diciembre de 2023, la preocupación por la infraestructura y las escuelas, el diálogo con los sectores productivos, los canales abiertos con los ruralistas en el interior de la Provincia y, ya en campaña, la viralización infernal de reels de Kicillof haciendo lo que le gusta: mezclarse entre los chicos.
San Veto
En estos días poselectorales, Su Excelencia hizo lo que sabe: vetar o anunciar que vetará. No quiere financiar el Garrahan para recuperar los 242 trabajadores de la salud que ya dejaron su trabajo. No quiere reponerles a los docentes universitarios el 40 por ciento del ingreso real que perdieron desde que él gobierna. No quiere automatismos no discrecionales en la distribución proporcional de la suma que forma los Aportes del Tesoro Nacional. El diputado de Unión por la Patria Carlos Heller ensayó en el programa QR una teoría interesante. Dijo que Su Excelencia se reunió con los gobernadores de Entre Ríos, Chaco y Mendoza no sólo porque son los más violáceos sino porque busca cerrar un toma y daca que le permita blindar el apoyo de legisladores de esas tres provincias para preservar sus vetos.
Ésa sería la esencia del programa libertario: mantener el mismo rumbo, gobernar lo más posible por decreto de necesidad y urgencia y tener una barra brava cariñosa en alguna bancada del Congreso. El candidato José Luis Espert tiene experiencia propia: pasó a la historia su foto en motito y sin casco con un barrabrava de Comunicaciones acusado por homicidio.
Los profesionales
Pero no todo el mundo en el Gobierno se cree su propia ficción. Algunos temen la fragilidad de acuerdos tan finitos en el Congreso cuando faltan sólo dos años para el recambio presidencial y LLNANA: La Libertad No Avanza Ni Arrasa.
Autopercibidos como más profesionales, dos sectores dieron un paso al frente. Uno, Las Fuerzas del Cielo. Otro, Las Fuerzas del Subsuelo.
Las Fuerzas del Cielo responden a Santiago Caputo, el asesor monotribuista que controla la Secretaría de Inteligencia, el ARCA y el Ministerio de Justicia. Más los trolls, claro, que estos días parecen actuar una huelga de brazos caídos porque quieren volver al sueño de ser la guardia pretoriana del león. No es ficción. Lo dijeron en 2024, cuando marcharon con pendones como legionarios romanos. En ese grupo alguien leyó algún libro de historia. La guardia pretoriana, que en tiempos del emperador Augusto llegó a tener unos cinco mil integrantes, fue un cuerpo de élite formado por soldados romanos con funciones de lo que hoy sería el Servicio Secreto de los Estados Unidos. Debían cuidar al emperador y a Roma, estar preparados para pelear por él y hacer espionaje, oficio éste que no inventó John Le Carré sino que, como otro, es el más viejo del mundo.
Las Fuerzas del Subsuelo las comanda el jefe de Gabinete Guillermo Francos. Manriquista, cavallista, sciolista, eurnekianista, albertista y mileísta, Francos no sólo no desmintió sino que corroboró lo que la diputada Marcela Pagano, del bloque Coherencia, le preguntó en el Congreso. Confirmó que, efectivamente, su secretario de Asuntos Estratégicos, un puesto similar al de Canciller pero en la órbita de la Casa Rosada, José Luis Vila, fue agente de inteligencia. Revistaba en Contrainteligencia de la SIDE y de la AFI. Y lo mismo el equipo de Vila.
Una cosa por ver es si ambos grupos, el caputista y el franquista, se pondrán de acuerdo. Otra es si logran gobernar de hecho sin El Jefe Karina. Y, en fin, si son realmente profesionales o un remedo de “Los profesionales”, aquella serie inglesa con los espías Bodie & Doyle. Una diferencia es que ellos tenían un jefe, George Cowley, y en cambio es difícil advertir hoy si Su Excelencia volverá algún día a recuperar la centralidad imperial de sus días de gloria.
Hay Tonga
Mucha profesionalidad no se notó en la diplomacia. Con el canciller Gerardo Werthein en la clandestinidad, seguramente compartiendo un lugar discreto con Lule Menem, el viernes 12 la Argentina integró el grupo de sólo diez países que votó contra otros 142 en la Organización de las Naciones Unidas sobre la cuestión palestina. Su Excelencia se alineó con los Estados Unidos e Israel. También fueron parte del carro vencido Hungría, Micronesia, Palau, Papúa, Paraguay y, disculpen la sonrisa los cien mil habitantes del archipiélago, Tonga. El voto mayoritario endosó la Declaración de Nueva York, un documento que convoca a reconocer la solución basada en la existencia de dos Estados, uno palestino y otro israelí. El documento original fue preparado por Francia y Arabia Saudita.
Hasta Alemania, un miembro cada vez más activo de la OTAN, apoyó una propuesta destinada a rematar en una situación de paz sobre la base de que la Autoridad Palestina (opuesta a Hamás) gobierne tanto en Gaza como en Cisjordania.
La ONU condenó explícitamente “los ataques perpetrados el 7 de octubre por Hamás contra civiles” y reclamó a Hamás “la liberación de todos los rehenes”.
El voto mayoritario se produjo después de que Benjamin Netanyahu ordenara bombardear Qatar mientras delegados suyos enviados allí buscaban, o hacían que buscaban, un acuerdo sobre los rehenes con jefes de Hamás.
En un editorial, el diario israelí Haaretz señaló que con el bombardeo “Netanyahu confirmó lo que desde hace un tiempo se sospechaba: no quiere ningún arreglo que ponga fin a la guerra en Gaza, y el destino de los rehenes no le importa en lo más mínimo”. Agregaba: “Cuando un Estado intenta asesinar –y lo que es peor, logra hacerlo– a sus interlocutores, queda claro que no tiene interés en negociar”. Y cuando “lo hace en los últimos días de vida de sus rehenes, resulta evidente que su destino no le interesa”.
Así se escribe la historia. El viernes 12 de septiembre de 2025 un gobierno argentino rompió su tradición pacifista y, en lugar de seguir el principio de los dos Estados, se alió a Netanyahu y de hecho contribuyó a la superviencia de Hamás.