Un informe de Unicef determinó que por primera vez en el mundo hay más niños con obesidad que con bajo peso, y que en Argentina los alimentos y bebidas ultraprocesados, sobre todo por el azúcar, representan la tercera parte de la ingesta calórica total de niños y niñas adolescentes. Una batalla entre la industria alimenticia y el bienestar en la que el Ministerio de Salud favorece a las empresas por encima de la población y no protege la salud de las infancias.
El reporte indicó que aproximadamente uno de cada diez niños de entre 5 y 19 años (unas 188 millones de personas) viven con obesidad, según la investigación relevada en más de 190 países, y concluyó que mientras la prevalencia de bajo peso entre los niños y adolescentes disminuyó desde el año 2000, las tasas de obesidad se triplicaron debido al cambio de las dietas alimentarias que incorporaron alimentos ultraprocesados, más económicos que las frutas y verduras, y excesivamente ricos en calorías. «Este dramático cambio en el panorama de la malnutrición pone en peligro la salud y el potencial futuro de los niños, las comunidades y las naciones», señala el informe.
El caso argentino
Y ahora qué? indagó con tres profesionales de la salud que elaboraron un cuadro de la situación local en materia de obesidad infantil.
Para Norma Piazza, miembro del Comité de Nutrición de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) y Enrique Abeya, integrante de la organización Pediatras contra el hambre “en Argentina el dato saltó en una encuesta del 2005 en la que ya se veía un alto consumo de productos ultraprocesados”.
–Arbeya: La obesidad como tendencia epidémica en el país, se detectó a través de la Encuesta de Factores de Riesgo, que ha ido aumentando casi un 40%. La dieta de los argentinos es mala, y en los pobres es peor todavía porque las calorías, que en definitiva es lo que hace funcionar al organismo y que sacia la población, son baratas en alimentos ultraprocesados. Por eso comen porquerías, además, influidos por la por la publicidad por encima de frutas y verduras que deberían prestigiarse en una buena dieta.
–Piazza: El problema creciente en la epidemia de exceso de peso es multicausal, pero la ingesta de productos ultraprocesados es muy relevante. Son como dos situaciones, por un lado, el exceso de peso y por otro las comorbilidades asociadas a ese exceso de peso y a los ultraprocesados en forma directa. Los ultraprocesados traen cambios en la microflora bacteriana y hasta en la microbiota intestinal. Ya hay estudios que dicen que los ultraprocesados traen patologías, pero la obesidad se produce por causas multifactoriales. Hay que tener una concepción más amplia que solo los ultraprocesados porque no es el único malo de la película. Hay que considerar el entorno en el hogar, un micro entorno, un meso entorno y un macro entorno.
–¿Qué cosas ocurren en esos entornos?
–Piazza: Cosas como el marketing y la publicidad a favor de los alimentos industrializados dentro de un sistema alimentario en el que la oferta de ultraprocesados es alta y es bajo el consumo de alimentos naturales. Y esto está tan internalizado que no hay un cuestionamiento en el micro entorno de las familias. A veces tampoco desde la pediatría o desde el sistema educativo, donde no hay cuestionamientos a este tipo de productos. Por eso es necesario reflotar la Ley 27.642, con la que el Estado debería regular este tipo de productos porque se naturaliza que los niños puedan tener acceso a productos ultraprocesados en la escuela, en la casa, en el cine o en espacios de juego. Estos alimentos están diseñados para que pueden consumirse sin necesidad de estar sentados a una mesa, entonces lo consumen en el auto, caminando o en la plaza. El mercado tomó como blanco a las infancias porque la publicidad naturaliza que la compra se haga a través de ellas. Determinan que los productos se adquieren por demanda de los niños, y en las escuelas se vende porque hay oferta y los niños demandan, y no hay adultos que los frenen porque el objetivo es la venta. Por eso es tan importante la Ley 27.642, en la que se prohíbe vender en los colegios públicos si los productos tienen los octógonos. Basta con la presencia de uno de ellos que esté marcando que tiene nutrientes críticos para que no puedan ingresar a esos entornos.
—Arbeya: Argentina había tenido grandes avances con la Ley 27.642 de Promoción de la Alimentación Saludable, conocida como Ley de Etiquetado Frontal, ahora en franco retroceso provocado por las modificaciones que introdujo el Gobierno nacional a esa norma a través de una disposición de la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT).
–¿En qué se verifican estos retrocesos?
Arbeya: La ley promovió el uso de los octógonos negros, pero tiene otros componentes como la publicidad, el patrocinio, los alimentos en entornos escolares y las compras del Estado. Todos estos ejes son una forma de advertir a la población y informar sobre el contenido de lo que está comprando. Esa es la parte más visible, pero también regula el patrocinio, la publicidad y la propaganda -incluso por medios digitales- que promueve un alimento que es basura. Se retrocedió tremendamente en los entornos escolares al hacerse cargo de su administración las provincias y desentenderse Nación. Ha cambiado el criterio de incorporación del etiquetado de los alimentos, la forma de calcular la composición de los productos para incorporar los octógonos debido a una modificación de la ANMAT. Y eso es terrible porque la disposición de un organismo descentralizado no puede alterar la aplicación de una ley, así que el cambio es ilegal e ilegítimo. Todo esto lleva a que no haya respuestas concretas al tema del sobrepeso y la obesidad desde el Estado.
–La ley dice que los quioscos no podrían vender esos productos en los colegios.
–Piazza: Tal cual. El artículo 12 dice esto, y no se cumple. Alimentos y bebidas que contengan por lo menos un sello de advertencia o leyendas precautorias no pueden ser ofrecidos. Y eso no se cumple. El 26 de diciembre de 2024 se emitieron dos disposiciones de la Nación en la que modifica la normativa y el espíritu de la ley. Son las disposiciones 11.378 y 11.362 de la ANMAT. La Defensoría del Pueblo de la Nación, y la de los Niños, Niños y Adolescentes, junto con la Fundación Cardiológica Argentina, hicieron pedidos de informes técnicos a la ANMAT que no fueron respondidos y acompañaron acciones jurídicas porque estas disposiciones modificaron el espíritu de la ley.
–Piazza: Eliminaron, por ejemplo, las declaraciones juradas por parte de las empresas sobre el contenido de los productos, la prohibición de entrega de productos con sellos a establecimientos públicos y las donaciones porque es muy perverso, ¿no? Si vos tenés comedores y merenderos, y te dan donaciones, deberían ser de calidad, y por eso la ley las prohíbe, pero la disposición de la ANMAT eliminó esa prohibición. Después hay otro tema que quizás sea muy específico, pero es muy importante porque está demostrado con evidencia científica, que cuando hay un sello no se puede poner ninguna leyenda en la que se explicite que ese producto -además- tiene algún mineral, vitamina o un nutriente beneficioso porque confunde si -por un lado- estás diciendo que ese producto hace daño y, por otro, que es beneficioso porque es como contradictorio. Esta disposición también lo modifica, es decir que puede haber algún producto que informe que está excedido en sal, pero que contiene vitamina D.
–¿Qué más se podría hacer para advertir sobre este tipo de alimentos ultraprocesados?
–Arbeya: Podría promocionarse la ingesta de alimentos frescos, y para abaratarlos podría hacerse una quita del IVA a frutas, verduras y hortalizas; promover desde el Estado una mayor promoción de su consumo o facilitar algún tipo de combinación para abaratar precios con las cámaras frutihortícolas porque en la medida que no baje el precio tampoco habrá más consumo.
–Piazza: La SAP habilitó al Comité de Nutrición a participar en algunos webinar de información a pediatras. El Gobierno pasó por encima todo y realizaron disposiciones desde la ANMAT que cambiaron el espíritu de la ley. Hay transgresiones que lograron encontrar una fisura por donde hacer una disposición. Y cuando se los interpela no responden.
–¿El consumo de frutas y verduras es más significativo en sectores más acomodados y los ultraprocesados en sectores de menor poder económico o los sectores altos también consumen más ultraprocesados?
–Arbeya: El primer decil de ingresos, en relación al último, consume más frutas y verduras y menos ultraprocesados. El consumo de ultraprocesados está orientado fundamentalmente a los sectores bajos, pero no exclusivamente. Es como la anemia, que en Argentina es alta: los ricos tienen un alto porcentaje de anemia, pero los pobres tienen un porcentaje mucho más alto. Toda la población en Argentina come mal, pero los pobres comen peor porque buscan productos más económicos, y la caloría es más barata es la de los productos ultraprocesados.
–¿Qué proyección hace de estos problemas nutricionales a mediano y largo plazo en los jóvenes? ¿Qué consecuencias puede traer?
–Piazza: Ya las estamos viendo que aparecieron enfermedades que antes eran solamente de personas añosas, después se trasladaron a los adultos jóvenes y desde hace unos cuantos años en Argentina tenemos enfermedades en las infancias como diabetes 2, hipercolesterolemia, hígado graso, hipertensión arterial, situaciones psicológicas de minusvalía, etc. Ya están instaladas en la infancia y en tendencia creciente.
–Arbeya: El tema de la obesidad es un tema universal, no es propio de la Argentina, que comienza como epidemia a fines de los 70. Si bien está muy asociado al consumo de ultraprocesados, es fundamentalmente provocado por el consumo de azúcar, que ha inundado la dieta de los pueblos porque es barata y se puede incluir en cualquier alimento. El sabor dulce prestigia nuestra biología porque el combustible del cerebro es la glucosa. Nuestra biología prestigia lo dulce en la naturaleza como en la mayor parte de las frutas. Fijate que el azúcar que se consume se extrae de la caña de azúcar, no hay alimentos con azúcar fuera de las frutas o la remolacha. El sabor dulce en los alimentos y en la obesidad está marcada por la glucosa y la fructosa, que es peor todavía porque altera el ciclo de la insulina. La obesidad está asociada al alto consumo de azúcares.
–¿Desde qué edades ocurre este tipo de consumo?
–Piazza: Algunas de estas patologías ya se ven desde los 4 años. Tenemos obesidad sin comorbilidades todavía. La carga de consumo de productos ultraprocesados es de un 33% de la energía total que se consume, y este dato ya lo teníamos en la Encuesta Nacional de Nutrición y Salud del 2005 donde se mostraba que el 33% de la energía que consumían los chiquitos menores de 2 años provenía del consumo de ultraprocesados, que aún no se llamaban así, pero a partir de que salió la clasificación -en el año 2010- se estudió y nos encontramos con esto. En la segunda Encuesta Nacional de Nutrición y Salud -realizada entre 2018 y 2019 y procesada en 2021- se vio que los chicos de 12 a 17 años tienen una carga energética del 35% en base a ultraprocesados. El Estado no está protegiendo la salud de nuestras infancias.
Un proyecto a 40 años
“Al ritmo que vamos hoy, estamos acelerando los infartos, las enfermedades crónicas y la pérdida de calidad de vida individual y colectiva”, dijo a Y ahora qué? María Elisa Zapata, doctora en Nutrición y directora del Centro de Investigación en Nutrición Infantil (CESNI), una institución cordobesa dedicada a la investigación y a la generación de evidencia en temas nutricionales.
“Vemos que cada vez es más temprana la incorporación de alimentos ultraprocesados. En la alimentación de los bebés es muy notorio porque si bien hace diez años había datos, el grupo de 6 a 23 meses estaba resguardado de estos patrones alimentarios. Pero se está viendo cada vez con más frecuencia la incorporación de alimentos no saludables en la alimentación de los menores de 2 años, lo cual es preocupante porque se está configurando un patrón alimentario que es difícil de modificar ya en la edad adulta”, explicó.
Sobre la lactancia, Zapata agregó que “en Argentina los datos de la Encuesta Nacional de Nutrición y Salud muestran que tenemos un buen inicio. Casi todos los bebés toman la teta alguna vez en su vida. La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que hasta los seis meses los bebés solo deben recibir leche materna, pero solamente el 47% de los bebés reciben en forma exclusiva esa leche. La otra mitad de los chicos reciben leche de fórmula o leche de vaca e incorporan alimentos en forma temprana”.
–¿Y qué puede recibir un pibe de seis meses como alimento ultraprocesado?
–Zapata: Una galletita, un yogur, un producto de copetín, pan o cualquier alimento diferente a la leche materna. Y el riesgo no es solamente por los nutrientes de ese alimento, sino por la maduración que tienen los bebés, que justamente la recomendación es a partir de los seis meses, empezar a incorporar progresivamente otro tipo de alimentos.
–¿Qué le produce a un bebé la ingesta de este tipo de productos?
–Zapata: No está preparado ni fisiológicamente ni digestivamente. También corre riesgo de atragantamiento y se lo empieza a exponer a otros alimentos que no son apropiados para para esa edad y que provocan un cambio en sus gustos, hábitos y elecciones alimentarias. Los primeros seis meses arrancamos bien porque la teta la toman casi todos, el problema es que no logramos sostener solo teta en los primeros seis meses de vida, y después -cuando los bebés tienen que empezar a comer- por recomendación de los organismos internacionales y de las instituciones que dictan las directrices, deberían consumir alimentos naturales y variados.
–¿A qué tipo de estímulos o situaciones responde este tipo de alimentación?
–Zapata: Con el entorno y el sistema alimentario que disponibiliza y naturaliza alimentos que no deberían ofrecerse en esa etapa de la vida. Es responsabilidad de todo el sistema alimentario. Existe el Código Internacional de Comercialización de Sucedáneos de la Leche Materna y la Ley de Alimentación Saludable que regulan esos aspectos, así que las normativas existen, pero su regulación no hace que las familias se enteren, que podrían hacerlo por medios digitales, publicidad, marketing o por alguna indicación médica en el mejor de los casos. Lo importante es remarcar que la mitad de los nenes de Argentina y de la región comen alimentos que no deberían estar incluidos en su alimentación como bebidas endulzadas, galletitas, golosinas, panificados o snacks. Y, por otro lado, la mitad no come alimentos como verduras, fruta, carne, huevos, leche, frutos secos, legumbres granos. Sólo la mitad de los bebés tienen diversidad alimentaria.
–¿Qué medidas habría que adoptar para evitar la obesidad infantil?
–Zapata: Es necesario un abordaje que inicie la lactancia y que contemple todas las etapas de la vida con medidas y políticas integrales a lo largo de toda la vida. Debe asegurarse la lactancia en los primeros seis meses de vida de los bebés como único alimento, y eso requiere políticas que respalden a las familias y a los entornos para que la propicien y no pongan trabas para el amamantamiento. En segundo lugar, hay que asegurar la incorporación adecuada de alimentos complementarios y evitar exponerlos a los productos ultraprocesados, o retrasarlo lo más posible. Es un riesgo porque genera acostumbramiento, promueve un hábito perjudicial y aumenta el riesgo de enfermedades crónicas a futuro. Si pensamos en términos de inversiones, lograr retrasar la incorporación de esos alimentos y la disminución en la dieta alimentaria significa pensar el futuro de la salud y en el capital humano. Hay que asegurar los entornos de cuidado y crianza, que la escuela sea un lugar seguro, que tenga acceso al agua potable, que ofrezcan alimentos frescos producidos localmente y se reduzca la disponibilidad de alimentos procesados y ultraprocesados. Si logramos cuidar cada etapa de la vida, posiblemente dentro de cuarenta años la tasa de enfermedades crónicas empiece a bajar. Al ritmo que vamos hoy, lo que estamos haciendo es acelerar el infarto, las enfermedades crónicas y la pérdida de calidad de vida individual y colectiva.
Un costo inmenso y cuatro hallazgos
“Los costos de la inacción para los niños, niñas y adolescentes, las familias, las sociedades y las economías son inmensos”, detalló el informe de Unicef, porque “una alimentación no saludable aumenta el riesgo de padecer sobrepeso, obesidad y otras afecciones cardiometabólicas en la infancia y la adolescencia como hipertensión arterial, hiperglucemia e hiperlipidemia; problemas que pueden persistir en la edad adulta e incrementar el riesgo de padecer enfermedades no transmisibles como diabetes de tipo 2, enfermedades cardiovasculares y cierto tipo de cáncer. Además, la obesidad está relacionada, también, con problemas de autoestima, ansiedad y depresión en la infancia y la adolescencia.
Y destacaron cuatro hallazgos relacionados a la alimentación de los niños, niñas y adolescentes y su relación con el aumento del sobrepeso y la obesidad.
1. El aumento mundial del sobrepeso afecta a niños, niñas y adolescentes de todas las regiones del planeta.
A escala mundial, uno de cada veinte menores de 5 años (5%) y uno de cada cinco niños, niñas y adolescentes de entre 5 y 19 años (20%) presentan sobrepeso. Las tres regiones que registran el mayor índice de sobrepeso de 0 a 19 años son América Latina y el Caribe, Medio Oriente y Norte de África, y América del Norte. Y más de la mitad de los niños, niñas y adolescentes con sobrepeso de todo el mundo (241 millones de 427 millones) viven en Asia Oriental y el Pacífico, América Latina y el Caribe y Asia Meridional.
2. El aumento más pronunciado del sobrepeso en niños, niñas y adolescentes en edad escolar se registra en los países de ingreso bajo y mediano.
Si bien tradicionalmente la prevalencia del sobrepeso entre los niños, niñas y adolescentes de 5 a 19 años es mayor en los países de ingreso alto, desde el año 2000 se duplicó en los países de ingreso bajo y mediano, y en los países de ingreso alto se multiplicó por 1,2. Las tendencias del sobrepeso infantil cambian a medida que los países se desarrollan económicamente. En los países de ingreso bajo, los niños y niñas tienen más probabilidades de padecer sobrepeso si pertenecen a hogares más acomodados, ya que pueden permitirse mayores cantidades de alimentos, incluidos aquellos de alta densidad energética.
3. A escala mundial, la obesidad ha superado al bajo peso y constituye la forma más predominante de malnutrición entre los niños, niñas y adolescentes en edad escolar.
Desde el año 2000, la obesidad ha aumentado a un ritmo más acelerado que el sobrepeso entre los niños, niñas y adolescentes en edad escolar. Al mismo tiempo, se ha observado una reducción constante de la prevalencia del bajo peso. En 2025 se alcanzó un punto de inflexión histórico: por primera vez, el índice mundial de obesidad entre niños, niñas y adolescentes de 5 a 19 años superó al del bajo peso (9,4% frente a 9,2%). Se trata de una tendencia sumamente preocupante, ya que la obesidad es más difícil de corregir que el sobrepeso y conlleva un mayor riesgo de padecer enfermedades graves.
4. La alimentación de los niños, niñas y adolescentes está saturada de alimentos y bebidas ultraprocesadas.
En 2021, Unicef y la OMS establecieron nuevos indicadores para realizar un seguimiento del consumo de alimentos y bebidas no saludables -como los alimentos dulces, salados y fritos y las bebidas azucaradas- en los niños y niñas de 6 a 23 meses. Si bien actualmente no se cuenta con suficientes datos para realizar estimaciones mundiales, según los datos disponibles, más del 50% de los niños y niñas pequeños consumen alimentos o bebidas dulces en 13 de 20 países de ingreso bajo y mediano. En cuanto a la adolescencia, los datos del Proyecto Mundial de Calidad de la Alimentación revelaron que un 60% de los niños, niñas y adolescentes de entre 15 y 19 años consumen más de un alimento o bebida azucarada, un 32% un refresco y un 25% más de un alimento procesado salado.
Los alimentos y bebidas ultraprocesados representan al menos una tercera parte de la ingesta calórica total de los niños y niñas adolescentes en la Argentina, Bélgica, Chile y México, y al menos la mitad de su ingesta calórica total en Australia, Canadá, Estados Unidos y el Reino Unido e Irlanda del Norte. Dichas cantidades ya constituyen una proporción predominante de la alimentación adolescente.
Unicef también advirtió que “la industria de los alimentos y bebidas ultraprocesados ejerce una influencia desproporcionada en el entorno alimentario infantil. En aras del beneficio, la industria moviliza recursos financieros y su influencia política para obstaculizar la implementación de políticas encaminadas a propiciar entornos alimentarios más saludables y equitativos. Este desequilibrio de poder dificulta la protección del derecho de la infancia a la alimentación y la nutrición por parte de gobiernos, comunidades y familias”.