El gobierno que conduce el hermano de la Karina sigue siempre a Herbert Spencer. Para ellos, capitalismo es favorecer a las grandes corporaciones contra la sociedad civil. No están en condiciones de confesar toda la verdad, sólo la verdad, nada más que la verdad. Ni siquiera el 3 por ciento.
En el Tute Cabrero del Gobierno cárdeno,la Astuta Razón, con triunfo en oros, cantó las 40. Los violetas y sus copas quedaron en el medio. En este juego impar, los muchachos de la oposición que estuvieron a Dios rogando y con el mazo dando, parece que fueron escuchados, a tenor del ritmo al que van tirando sus espadas y bastos.
Las inopias en torno al aumento del gasto público y la voluntad cárdena de cercenarlos vía vetos, aunados a sus correspondientes rechazos legislativos –y el resultado de los comicios provinciales bonaerenses- trazaron el mapa de las tribulaciones oficialistas. La vida material hecha pelota, la caída en el nivel de actividad y el dólar redondearon el prospecto de la geografía desangelada.
Hasta Daniel Bell, el prócer de Harvard en materia sociológica, estaría intrigado por las razones que llevaron a las fuerzas del cielo (muy nublado) a desdeñar su afirmación de que el hecho político fundamental en las economías capitalistas modernas es la disputa con eje en el presupuesto público. Eso suponiendo que conocían a Bell, lo cual tiene un grado de probabilidad a discutir, en vista de que esta muchachada no es muy fina que digamos.
Si los opositores no toman nota de que el mundo tal cual es funciona de manera muy distinta a como lo concibe el colectivo de libertarios a la violeta, y sigue repitiendo sandeces como que el superávit fiscal es necesario y cosas por el estilo, el mismo perro con otro collar, lejos de ser la esperanza de superar problemas serios que aquejan a los argentinos, será la malhadada garantía de su persistencia y profundización.
Debe ser que los cárdenos, deificando al mercado se daban manija y se auto sugestionaban que les era posible atravesar sin costos políticos el problema clave identificado por Bell.
Ocurre que el mercado y el capitalismo no es y no funciona como los libertarios a la violeta dicen que es.
El verso cárdeno y la dura realidad
La argamasa ideológica del gobierno de los libertarios a la violeta que encabeza el hermano de la Karina se trama en torno al mercado. Pero eso es una versión de “lo pequeño es hermoso” para colectar almas entre el electorado. Su convicción de discípulos aventajados de Herbert Spencer los lleva a entender que capitalismo es favorecer a las grandes corporaciones contra la sociedad civil. No están en condiciones de confesar toda la verdad, sólo la verdad, nada más que la verdad. Ni siquiera el 3 por ciento.
Equilibrar la situación implica un manejo sensato y racional de los intereses de ambas entidades a través de un adecuado presupuesto público. De ahí, entonces, que los gobiernos libertarios son una invitación –imposible de rechazar- al desmadre político y económico. El Tute argentino actual lo confirma por si hiciera falta.
Incluso, el despelote que se avecina con el endeudamiento externo tiene el mismo origen ideológico. Encima, el contexto mundial de un tiempo a esta parte está más encantador que de costumbre. En 2020, el mundo experimentó la mayor contracción económica desde la Gran Depresión; hoy está lidiando con la amenaza de inflación más alta desde la década de 1980 vía consecuencia del proteccionismo del POTUS 47.
La economía mundial, tras la pandemia, está entrando en una etapa complicada de estanflación con las deudas externas de los ahora llamados (y desde hace tiempo) mercados emergentes en estado crítico; entre ellas la deuda externa argentina.
El presente de la crisis como historia de las crisis, lleva a lo que pasó en la economía mundial en los ’70. También con la crisis de las deudas externas en la década siguiente, para deducir que pueden enseñar en este presente tan poco edificante.
El recorrido por lo que aconteció en los ’70 en los países centrales es porque eso abrió las puertas para el gran endeudamiento de la periferia de entonces. La comparación de esa coyuntura con lo que pasa en la actualidad es para vislumbrar si con lo que hacemos acá habremos aprendido la lección.
Lo cierto es que la década de 1970 no fue lo que normalmente se dice o piensa. Sí, la política fiscal y monetaria pareció atascada durante demasiado tiempo en modo expansivo. Pero la etapa también vio el reequilibrio de la economía mundial, en el cual parece que seguiremos permaneciendo largo tiempo, aunque Trump se empeñe en sacudirla.
Cuando se considera el problema de la deuda de la periferia, en especial de su espectacular crecimiento de la década del ‘70, vienen a cuento dos tipos de razones. Unas, tienden a mostrar la relación necesaria que existe entre un determinado tipo de desarrollo y la deuda, y las otras, la conexión con una oferta masiva de dinero internacional en busca de compradores de importaciones y de colocaciones de deuda.
Estas explicaciones parecen parciales. Las primeras, no configuran una respuesta conjunta a situaciones de deuda muy alejadas unas de otras en cuanto a su causalidad. Así, entre los más endeudados de los ahora llamado Mercados Emergentes se encontraban países como Brasil y México, que pidieron prestado para industrializarse – particularmente en las áreas de bienes de capital y de bienes durables- y países como Chile o Argentina que se endeudaron para y por desindustrializarse.
Esta divergencia fundamental entre aquellos que remontan la cadena del proceso de sustitución de importaciones en pos de las industrias industrializantes y los que, en cambio, pretenden sustituir a la sustitución de importaciones, para volver al modelo primario-exportador, sin embargo, no debe enmascarar algunas convergencias.
Los países -por entonces- recientemente industrializados y los países en vías de desindustrializarse trataron de ampliar la base de apoyo a su sistema social, el desarrollo de la mano de obra improductiva y la integración de las clases medias, lo que les permitía acceder a la mimetización del consumo a la que aspiraban. Del mismo modo, se centraban en la carrera armamentista, debido a la necesidad común de, por un lado, asegurar la continuidad de los militares que los sostenían, y del otro, renovar el aparato represivo.
Lo que continúa vigente hoy es el primer factor de los dos señalados. Por suerte y lucha popular, rige la democracia. Una parte de la deuda externa argentina, que los síntomas de la coyuntura indican que está para entrar en la etapa del gran despelote, intenta hoy como ayer “ampliar la base de apoyo a su sistema social, el desarrollo de la mano de obra improductiva y la integración de las clases medias”, enarbolando las banderas del mercado y haciendo trizas el presupuesto público en favor de lo que creen (pero no son en realidad) los intereses de las grandes corporaciones.
El norte de los libertarios a la violeta en la política en general y en la presupuestaria en particular, es la encarnación política de su propia subjetividad teñida de Herbert Spencer, que ahora no enteramos su fantasma también es de color violeta.
En la actual hora argentina, ¿qué podría estar saliendo mal con el hermano de la Karina al frente de un gobierno cárdeno caracterizado por pura congruencia?
La naturaleza del capitalismo
El historiador Fernand Braudel especifica el alcance de conceptos importantes. Observa que el capitalismo actual respecto del que se instauró desde la Revolución Industrial ha cambiado de talla y de proporciones de una forma fantástica, pero “es definitivamente dudoso que la naturaleza del capitalismo haya cambiado de arriba abajo”.
Tres pruebas sirven a Braudel para apoyar la afirmación hecha. Una, que el capitalismo sigue basado en la explotación de los recursos y posibilidades internacionales o, en palabras de Braudel “existe dentro de los límites del mundo, o al menos tiende a abarcar al mundo entero. Su gran proyecto actual es el de reconstruir este universalismo”. Se diría que, con el Tío Sam de estos días, con un más que singular “universalismo”.
Una segunda, su argamasa son los monopolios de hecho y de derecho, y eso a pesar de la legislación y mala fama que los pone en tela de juicio. “La organización, como se dice hoy por hoy, continúa sorteando el mercado. Pero es erróneo considerar que esto constituya un hecho verdaderamente nuevo”, consigna Braudel.
El historiador francés entiende que “el capitalismo no engloba a toda la economía, a toda la sociedad que trabaja; nunca las encierra a ambas dentro de un sistema, el suyo, que sería entonces perfecto: la tripartición de: vida material, economía de mercado, economía capitalista (esta última con enormes añadidos)-conserva un sorprendente valor actual de discriminación y de explicación”.
Tres niveles
Hay tres niveles a considerar de acuerdo a su peso económico. El nivel inferior sería lo que se ha dado en llamar la “economía popular”, en la que sobreviven los artesanos y pequeños emprendimientos. El nivel medio, es el de las PyMEs y locales comerciales. Lo rige una estricta e incluso montaraz ley de la competencia. El último nivel, es el constituido por las enormes corporaciones multinacionales.
Con esta categorización en la mano Braudel infiere que “el capitalismo deriva por antonomasia de las actividades económicas realizadas en la cumbre o que tienden hacia la cumbre. En consecuencia, este capitalismo de altos vuelos flota sobre la doble capa subyacente de la vida material y de la economía enlazada de mercado, representa la zona de las grandes ganancias”.
Cita a Lenin diciendo el ruso que “El capitalismo es la producción mercantil en su más alto nivel de desarrollo: decenas de miles de grandes empresas lo son todo, y millones de pequeñas empresas no son nada”.
Comenta al respecto Braudel que “esta verdad, evidente en 1917 es una vieja, una viejísima verdad (…) el capitalismo ha sido siempre monopolista, y mercancías y capitales no han cesado nunca de viajar simultáneamente, al haber sido siempre los capitales y el crédito el medio más seguro de lograr y forzar un mercado exterior (…) ¿Es necesario decir que no todos los medios, procedimientos y astucias del dinero nacen en 1900 o en 1914? El capitalismo los conoce todos y, tanto ayer como hoy, su característica principal y su fuerza consisten en poder pasar de un ardid a otro, de una manera de actuar a otra, en recargar diez veces sus baterías según las circunstancias coyunturales y en seguir permaneciendo al mismo tiempo suficientemente fiel y semejante a sí mismo”.