Storani, político y novelista: “A Milei yo le quería poner palos en la rueda desde el primer día”

Cinco veces diputado nacional por la Unión Cívica Radical, con Raúl Alfonsín de Presidente fue titular de la Comisión de Relaciones de la Cámara de Diputados, en aquel momento un puesto influyente por los contactos externos y por las relaciones con el peronismo renovador. Cofundador de la Junta Coordinadora Nacional y presidente de la Federación Universitaria Argentina, Federico Storani renunció al gabinete de Fernando de la Rúa por el ajuste a las universidades. Es abogado y profesor de Derecho Político en la Universidad de La Plata. Hoy dice que volvería a la función pública “si formara parte de un proyecto colectivo que me convenza, aunque no fuera exactamente lo que yo pienso”. De cuna es político. Y ahora también es escritor. “Almas quemadas”, su segundo libro y primera novela, da cuenta de las dos pasiones.

“Sabiendo que había estado muy involucrado, los amigos de siempre y los compañeros de esos tiempos me pedían que recreara nuestra época de militancia”, cuenta Storani a Y ahora qué? “Pero cada vez que me ponía me aburría, después de tantos documentos escritos sobre los tiempos en los que nos tocó militar…”

–Y con ese aburrimiento…

–Me puse a contar nuestras emociones y sentimientos, aquellas concepciones. Porque necesitábamos de una fortísima autocrítica y hablar de las vivencias que atravesaban a casi todas las organizaciones políticas con cierta orientación. Esa siempre subyacente búsqueda del hombre nuevo, de la sociedad nueva, de esos valores dogmáticos que, creíamos, necesariamente iban a derivar en una sociedad más justa, libre, más igualitaria. Relatar la impostura -simulación, en muchos casos-, a veces consciente, a veces inconsciente, según la subjetividad de los protagonistas. Todos estos temas que atravesaban transversalmente la militancia de nuestra época.

–Vamos a esa época.

–La primera parte de la novela, sobre todo, está muy situada en la militancia universitaria de la ciudad de La Plata, que tal vez fue la más golpeada de la Argentina en la década del setenta. La época que nos tocó vivir estaba atravesada por cambios importantísimos: quedaba atrás la moral victoriana, había cambiado la forma de vincularse, las relaciones de pareja, los hábitos sexuales; todo muy en boga con lo que fue el ´68, el Mayo Francés, la Primavera de Praga, pero también la Plaza de Tlatelolco. Entonces me puse a ficcionar tratando de tomar ciertos estereotipos de militancia como la soberbia, el sectarismo, el yo me las sé todas. Algunos personajes están claramente inspirados en amigos y otros… Pero de la A a la Z es una novela de amor. De amor de pareja, de amor fraterno, del encuentro de esos valores en un ámbito tan hostil como la cárcel, con una metafórica comparación de los socavones de las minas con los paredones concretos de la cárcel y la transpiración de esas paredes que gritan horror, humillación. Y se sumerge en los usos y costumbres de manera fidedigna. Disfruté mucho del proceso de escritura, me enganchó. La utilización de una prosa muy cruda, cuando corresponde, y de una prosa poética para describir situaciones terribles, como una violación. El gran tema del amor, ese amor por la belleza que hay en cada una de estas causas, las ideas que uno abraza, el fuego interno que nos hace continuar y continuar y continuar y nunca darnos por vencidos. De eso va la novela.

–Manuel, el personaje central, dice: “Todos sentimos que estamos actuando por inercia, sin los ideales de nuestros comienzos; hagamos algo que valga la pena”.

–Eso es un planteo autocrítico, porque si no todo termina en una rutina que nos mueve por inercia. Y el desafío es encontrar cosas nuevas, caminos nuevos; es una apelación a ser creativos, a no ser dogmáticos, a no quedarnos encerrados. A eso va: pensemos algo distinto. Prefiero tirar todo eso a la mierda y empezar de nuevo con cosas que sean más auténticas, más vinculadas a estos valores de la belleza, del amor bien entendido, de la creatividad. Es un nuevo desafío, sin claudicar de las ideas base: la solidaridad, la empatía, todo eso sigue estando en nosotros.

–¿Cómo dialoga Manuel con un dirigente universitario de hoy?

–Por entonces era muy fácil identificar al enemigo. Estaba muy claro el objetivo. Enfrente teníamos la dictadura que había que combatir; pero ahí estaba la finita línea de los métodos. Y el libro es bastante crítico de la violencia, de enamorarse de la violencia. Aún habiendo practicado algunos métodos, más bien como una medida defensiva, nunca transgredimos esos límites. La Coordinadora tenía, claro, sus grupos de autodefensa; es que el que no los tenía no sobrevivía, directamente. Nuestra concepción ideológica no era la toma del poder a través de la lucha armada. Pero también estaba aquello de que tras combatir a la dictadura lo demás iba a llegar casi casi como por decantación. Aquello de Alfonsín de con la democracia se come, se cura, se educa… Con el sistema democrático procuraremos todo eso, sí, pero hay que trabajar, y mucho.

–¿Y al de ahora?

–Al de ahora le diría que también haga un poco de autocrítica, que se contagie un poco de aquel buen idealismo. Lo de ahora es de mucho pragmatismo, esa inmediatez, una dictadura de las redes con menor profundización en las ideas. En aquel entonces había una necesidad de estudiar, de indagar, aun cayendo en el ideologismo. Es necesario encontrar un punto, recuperar ciertos valores, ciertas ideas. Y adosarles una modernización, una metodología que tienen más clara los militantes de ahora. Porque está esa cuestión del éxito, del exitismo, esas cosas que se han metido en la sociedad hace unas décadas. Creo que, por entonces, nuestro sector tuvo más clara esa flexibilidad, esa tolerancia. No fuimos tan soberbios. Había mucho de un presunto valor de tener huevos y de ponerlo a prueba todo el tiempo, de hablar con la voz impostada, con términos militares. Una vez estábamos por hacer una acción relámpago, por poner unas bombas molotov en unos alambrados de una obra en construcción para llamar la atención. Recuerdo con mucho cariño a alguien que, a último momento, dijo no lo voy a hacer. Y no hubo una condena, se le atribuyó otro papel. En ese sentido nuestro sector fue más tolerante, más flexible, porque no todo el mundo está preparado para determinado tipo de cosas. Lo recuerdo con mucho respeto por haber tenido el valor de decirlo. Finalmente, muchos que no lo decían terminaron entregando a medio mundo; es que, para llegar a esos niveles extremos, requerís de una formación política muy fuerte. No hay quien aguante el tormento ni la tortura, esas tremendas situaciones.

–También referís a la soberbia de dirigentes actuales.

–Los hay muy soberbios, con una gran superficialidad y con esa condición de anticipar escenarios que finalmente no suceden y luego, cuando se equivocan, no hacen un reconocimiento de que se equivocaron. Te cuentan las ganadas, para decirlo con lenguaje de la calle, pero nunca te cuentan las perdidas. Y hay que poner las dos cosas para hacer un balance correcto. Junto con la inmediatez de las redes y la comunicación masiva, hay mucha más retórica exitista en el abordaje de la actualidad. 

–A la vista las recientes marchas de la sociedad, ¿pensás que el movimiento popular empezó a salir de cierta parálisis en la que nos había arrinconado la brutalidad del shock?

–Estoy convencido de que sí. El tema es no repetir errores. Esto ya es opinión, interpretación política: la Argentina no tiene remedio si no se amplía la base de sustentación política para encontrar denominadores comunes entre quienes pensamos más o menos parecido. Me refiero a la suma de quienes abrevamos en un pensamiento más socialdemócrata pero también de los que tienen un pensamiento socialcristiano, que se pueden identificar con sectores del peronismo, o de la herencia del Papa Francisco. Hay ahí una línea de convergencia, de solidaridad social, de empatía, de no plantear el puro individualismo. Toda esta cuestión ideológica que nos han querido meter. Yo estuve convencidísimo, desde el principio, de que este experimento de Milei era más de lo mismo.

–¿En relación con qué?

–No tenía diferencias con el de Martínez de Hoz, el de Menem/Cavallo ni era diferente a lo de Macri. Suelen vender el cambio porque generalmente el cambio se asocia a lo nuevo. Pero el cambio es un concepto neutro, puede ser positivo o negativo. Y en este caso fue muy negativo. Esto no es nuevo, es muy viejo, ya se vio. Siempre los sectores conservadores argumentan que fracasaron por ser gradualistas. Usaste esa expresión y sobre el shock ya teorizó la canadiense Naomi Klein: el shock para la aplicación de recetas neoliberales que genera una reacción como si se tratara de un acto de terrorismo, que paraliza por miedo. Entonces, cuando ves las encuestas del comienzo, las expectativas del milagro, vamos a dejarlo, a ver el sueño de este loco, a lo mejor acierta…

–Vamos a darle las herramientas…

–Sí, esa cosa medio milagrera: no vamos a poner palos en la rueda. ¡Yo le quería poner palos en la rueda desde el primer día porque veía adónde iba! Cuando hizo el anuncio del Decreto Ómnibus estaba acostado, me levanté, me vestí y me sumé a los que caminaban espontáneamente por Callao al grito de La patria no se vende.

–¿Qué lo diferencia de los ciclos anteriores?

–Lo que se incorporó fue la brutalidad, que al principio produce ese efecto paralizante, pero que también es más efímero. Y ahora estamos viviendo esto, aunque algunos se habían encandilado con el manejo de las redes… pero eso también es efímero, no tiene sostén. Después de la elección en la provincia de Buenos Aires yo escribí “La política sigue siendo ciencia”. Es que si desde el poder vos agredís a todos de una manera brutal, te van a pasar el vuelto. Creo que el proceso de deterioro ya empezó y que es irreversible en cuanto a lo que yo denomino el Partido Autoritario Conservador constituido por la gente como Milei y sus variantes. E incluyo a Villarruel e incluyo a Macri e incluyo a un sector importante del peronismo e incluyo a un sector importante del radicalismo. Lo que todavía no está es lo otro, lo que puede constituir la alternativa. Eso se insinúa, por eso es que permanentemente buscamos ámbitos donde poder coincidir. Espacios, causas nobles que nos permitan ir construyendo, como la acción en la Facultad de Derecho de La Plata, el título Honoris Causa a los miembros del Tribunal del juicio a las Juntas… los derechos humanos, que se demuestre en los hechos qué niveles de coincidencia existen para una construcción diferente, una alternativa. Porque lo que aún no hay es una alternativa.

–Hay quienes dicen que Victoria Villarruel es el mejor escudo para Milei, tal el espanto de una eventual sucesión.

–Lo de Villarruel también tendría una sustancia muy débil de sostén, aunque pueda tener algo de anclaje con un sector más nostálgico del militarismo, hoy ya muy pasado de moda. Porque tampoco hay siquiera una defensa de lo nacional… Mirá el establishment argentino con su nivel de irresponsabilidad. Porque no pueden hacernos creer que no sabían de qué se trataba este personaje emocionalmente muy frágil, muy desequilibrado, que no está para piloto de tormentas en momentos de crisis, que puede estar eufórico o hiper deprimido, que tiene que sostenerse en un círculo muy pequeño, en su hermana, que tampoco está preparada. Algo que, a su vez, no supera ninguno de los vicios del pasado de corruptelas. Se rodean de desechos de los partidos, de restos de radicales, de peronistas, de gente que nos sacamos de encima por ser tipos no confiables. El establishment argentino es también muy berreta, además de haber sido muy poco patriótico si lo comparás con procesos como el que tiene Brasil. La burguesía brasileña tuvo más inclinación a hacer planes de desarrollo, aún con gobiernos militares. La burguesía argentina es totalmente prebendaria, parasitaria. Y eso marca los niveles de desarrollo diferentes que hemos alcanzado en las últimas décadas unos y otros y el lugar que estamos teniendo en el mundo.

–¿Cómo interpretás los recientes anuncios de Trump y el secretario del Tesoro en el viaje del presidente a Estados Unidos?

–Fue un viaje de apuro, desesperado, que concluyó en una humillación sin precedentes para nuestro país. Esto es peor que el préstamo reciente del FMI, porque es Estado a Estado o, peor aún, de persona a persona. De Trump a Milei con un expreso sometimiento. Y aún no conocemos la letra chica de la contraprestación. Se trata de una situación gravísima, una vuelta de tuerca de todo lo que pensamos sobre gobiernos liberales, fascismos posmodernos o autocracias electivas, todos sinónimos, según los grados, que se corresponden con gobiernos como los de Donald Trump o Javier Milei. Comparando con la postura de Lula, que produce envidia, no puedo dejar de recordar la actitud de Alfonsín ante Reagan en los jardines de la Casa Blanca.

–Las retenciones, su retirada y re instalación…

–Es un fraude mayúsculo, imposible pensar que las multinacionales beneficiadas no hayan sido pre avisadas para tener toda la administrativa burocrática lista. Se trata de una maniobra claramente fraudulenta que hay que poner en evidencia, denunciar e investigar. Es una maniobra que va a resultar en una reacción de los productores estafados y se va a traducir en el resultado electoral. Porque hay mucha bronca.

–Es la economía y es la gobernabilidad. ¿En qué venían pensando los sectores del poder?

–Seguramente en una esperanza blanca. Y que esa esperanza pueda tener algún sesgo más productivista, que cambie las formas, con mayor respeto por lo institucional, pero que de fondo preserve sus mismos intereses. Con esta muletilla de no hay plata… fijate que lo primero que hicieron con la ley Bases fue suprimir el impuesto a los Bienes Personales que ya tenía una alícuota mínima. Así es que los ricos serán cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. En una economía de producción primaria, fuertemente extractivista, si liquidás la pequeña y mediana empresa te van a sobrar millones y millones de argentinos. Y ese no es el tipo de sociedad que nosotros queremos.

–¿Cómo sería esa sociedad?

–Queremos una sociedad dinámica, con mayor movilidad social, readaptada, modernizada. Yo tomo un ejemplo que no está tan lejos en el tiempo, que es la salida de la crisis del 2001. El gran problema es que tenemos ausencias. Teníamos entonces un liderazgo del radicalismo de Raúl Alfonsín, y Duhalde también cumplió un papel. Se logró un acuerdo institucional que permitió un gobierno de coalición. El trabajo sucio de salir de la convertibilidad lo hizo Remes Lenicov; luego vino Lavagna, con una pata en cada lado, y comenzó un período virtuoso de crecimiento de la economía. Nosotros teníamos dos ministros, a Horacio Jaunarena en Defensa y a Jorge Vanossi en Justicia. Tuvimos una coalición de gobierno y fue una experiencia exitosa, en términos de períodos históricos. Nosotros hemos propuesto el Consejo Económico Social por ley, para que se incorporaran los sectores empresarios, los trabajadores, los universidades, las confesiones religiosas que ampliaran la base de sustentación para encontrar denominadores comunes. La salida siempre tiene que ser institucional, claro que no estoy planteando ninguna anticipación.

–Igual, hoy en día, el término “golpista” no se le niega a nadie.

–No. Pero acá nunca hubo otra cosa que este plan delirante. Esto, que mucho más que anarcocapitalismo y la escuela austríaca es un plan ortodoxo liberal clásico. Nada nuevo: la corrés una coma, le ponés un punto y es el plan de Martínez de Hoz. Yo apostaba a que iba a haber una reacción, que se iba a ir torciendo más para el lado nuestro. Porque tampoco la sociedad argentina es cualquiera, es una sociedad más organizada, mucho más sindicalizada, aunque los sindicatos hayan perdido el papel que tenían. Y eso está en la conciencia colectiva, que en algún momento despierta. Cierto es que te da bronca, decís ¿dónde está ese 56 por ciento que votó a este energúmeno? Cómo no se dieron cuenta… Hay ese 30 por ciento de núcleo duro, pero acá siempre hubo una derecha dura.

–Sumada la complejidad de la clase media.

–Siempre hubo esa complejidad de la clase media, que es volátil y veleidosa… cuando decían bueno, es fresco, son sólo las formas… No, bueno, es gravísimo el insulto, el agravio, la descalificación, el discurso del odio, porque te está transmitiendo una violencia casi cotidiana. Pero mientras les fuera más o menos bien, la inflación estuviera baja y tuvieran los dólares para irse a pasear afuera, estaba todo bien. Eso también es un componente de la clase media argentina muy enraizado, pasó lo mismo con el deme dos de la época de Martínez de Hoz, se repiten los ciclos. Y la memoria es corta. Porque no todos pierden, algunos hacen ganancias extraordinarias, incluso vendiendo menos. Ahora estos ineptos dicen “esto no es viable, tenemos que cambiar” y aparecen los inventos de esperanzas blancas… ¡si está todo el menú! Pero también es real que nosotros, los sectores con otra sensibilidad social, estamos retrasados en cuanto al armado de una alternativa.

–¿Hay dirigentes a la altura?

–Y hay, hay. El asunto es encontrar esos puntos, esos ámbitos, inventarlos entre quienes tenemos una misma sintonía. Porque nadie va a renunciar a su origen, a su identidad, es una pavada eso. Pero ahí está el desafío, en encontrar esos denominadores comunes para una cosa que te confronta tanto como el actual modelo».

–Antes decías que la democracia era un punto de llegada y uno de partida, no suficiente. Una convergencia requiere de un trenzado más sólido.

–Pienso en una coincidencia en lo que podrían hallarse diez, doce ideas fuerza. La cuestión económica en cuanto al modelo a aplicar, dejar de lado las diferencias más secundarias… Si hasta se puso en discusión el consenso democrático, que creíamos que era algo consolidado. Cuando vimos que este tipo insultaba, utilizaba una consigna como el Nunca Más, algo que no podés banalizar para denostar a un partido político al que se quiere demonizar… Estos son capaces de cualquier cosa, y alguna gente se anota. ¿Estaba tan sólido el pacto, el consenso democrático del cual partíamos? No, no estaba tan sólido. ¿Con que lo alimentas? Para muchos, los derechos humanos de primera generación parecen estar más consolidados. Bueno, vamos por los de segunda generación, para los que necesitás una base más fuerte. Yo creo en la posibilidad de una economía de tipo circular, que preserve el medio ambiente, en la descentralización de los grandes centros urbanos, en recuperar una palabra que está prohibida, planificar. No hace falta ser intervencionista para indicar qué sectores pueden ser favorecidos con los pocos recursos que tenemos… la ciencia, la técnica, ese desarrollo, la tecnología nuclear usada para fines pacíficos. Tenemos ventajas comparativas que estamos desaprovechando y pueden ser parte de esas ideas fuerza. Después podés discutir.

–En términos democráticos es un momento complejo, entre otras cosas por el ninguneo de las decisiones parlamentarias, el rol de la Corte Suprema.

–Totalmente. Siempre se hace la distinción del Estado de Derecho en sentido sustancial, especialmente en la división de poderes. El Poder Judicial funciona deficitariamente, en especial la justicia Federal, donde hay una doble vara, un doble rasero permanente. Y el ámbito de la justicia es utilizado para dirimir cuestiones de tipo político. Desde mi punto de vista, yo califico a esto como que no estamos en un estado de derecho, estamos en un estado de excepción configurado por el uso y abuso de los decretos de necesidad y urgencia, el más grande de los cuales sigue vigente pese a que hasta constitucionalistas que votaron a Milei, como Sabsay, se manifestaron en contra. Entonces la ley Bases, el intento de meter ministros en la Corte por decreto, la prórroga por dos años del presupuesto nacional, el uso sistemático del veto… hablamos de una minoría intensa, no una mayoría. Entonces el sistema es el veto, no la excepción. Esto es un estado de excepción que, además, cada tanto se desliza a un estado policial.

–¿Volverías a la función pública?

–Si formara parte de un proyecto colectivo que me convenza, sí. No me siento en la cosa hiper individualista, no es que me quita el sueño. Pero si formara parte de un proyecto colectivo en áreas donde pueda aportar como la ciencia política, las relaciones internacionales, si pudiera apoyar un proyecto colectivo que no repitiera, aunque no fuera exactamente lo que yo pienso, sí.

–¿Con quiénes? 

–Prefiero no hacer nombres, excepto en un sentido negativo. Descartables tienen que ser figuras como Alfredo Cornejo, por ejemplo, que tienen un pensamiento conservador. O que les da lo mismo y pueden hacer una cosa transversal con el kirchnerismo, como hicieron con Cobos, y otro día tener una disputa a ver quién es más de derecha con Luis Petri… O algunos como Zdero… claro que en el peronismo también los hay. Van más bajo, se hacen los disimulados, pero los diputados de Catamarca le votaron todo, Misiones… Recién ahora empiezan a diferenciarse. Creo que hay un abanico de coincidencias muy amplio con otras figuras que pueden converger, con mayor historia, cuadros políticos con trayectoria de militancia.

–¿Con Axel Kicillof?

–Contra lo que se pueda creer, lo vi pocas veces. Claro que apoyé el desdoblamiento de las elecciones porque me pareció razonable. Eso que Cristina no vio, porque incluso una semana antes de las elecciones decía que todavía estaba a tiempo de arrepentirse… El desdoblamiento fue un acierto que permitió establecer una relación más cercana con las gestiones locales. El día que Axel estuvo en el Honoris Causa al Tribunal que entregamos en la Facultad de Derecho de la Universidad de La Plata tuvo una intervención muy amplia, con la reivindicación de Alfonsín, de Yrigoyen -tildado de populista-, del Juicio a las Juntas. Porque significa la reivindicación de los derechos humanos, que deben ser universales y plurales. No tiene sentido la apropiación, porque eso los sectariza, volviendo al tema de la novela.


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