Asignatura pendiente

Las fotos de Romina Carla en la patera fueron un exitazo. Pero le empezaron a llegar mensajes y cuestionamientos inesperados por las redes. Las amigas de las amigas y conocidos y conocidas de conocidos y conocidas le preguntaban y repreguntaban sin no habían estado en algún café “Soretbuks” en Madrid o en el que está en Sevilla, o si no habían ido a comprar a las tiendas “Tara”, que también están en Baires o en otras cadenas de ropa al por mayor como las tiendas  “m y m” o en otros restoranes también encadenados de esos que se ven en todo el mundo global. No. Con Natalia habían hecho un paseo muy propio de las gentes del siglo veinte, buscando o encontrando lo más típico o lo más cotidiano del no tan pequeño mundo español. 

Así fue que Romina Carla decidió hacer otro viaje a España. Se lo propuso a su amiga Natalia.

-No, Romi, estás loca. Otro avión tan pronto, no, y menos para ir a esos negocios que son todos iguales. Yo estoy sin un mango. No te voy a poder pagar. Me estoy quedando sin batería y sin datos. Este celular no da más Y se me terminó la Sube.

-Dale, Nati, venite a casa ahora. Pedite un Uber. Yo te lo pago.

-Sabés que no estoy de acuerdo con las aplicaciones esas. 

-Bueno, tomate un taxi. Yo te lo pago.

Natalia fue por la avenida Callao, enquilombada a esa hora de la tarde. Dobló por Santa Fe,- ella no, el taxi,- y notó que en las vidrieras de muchos negocios había pintadas o carteles que decían: Liquidación por cierre, o Todo al costo, nos vamos, o, directamente, Ya cerramos y algunos, más tilingos decían For sale. “Qué bajos deben estar los precios,- pensó. Igual, no puedo comprar nada.” Charló con el tachero. Era un flaco de unos casi cuarenta como ella. Piola. Era médico y prefería alquilar taxi que hacer aplicación. Le dijo que hacía viajes a Ezeiza y a provincia. Le dio una tarjetita. Nati sintió que hablaba con un amigo o con conocido de hacía mucho tiempo. 

En Juncal y Laprida se bajó. La leal Romina estaba ahí con la plata en efectivo. Pagó y subieron.

-Mirá, Nati, te propongo volver a Madrid lo antes posible. Hay lugares y cosas que nos quedaron pendientes. No fuimos al Corte Inglés, por ejemplo…

A Natalia la palabra “pendiente” la hizo acordar a una película española que había visto una vez con su mamá por DVD. El actor protagónico era muy flaquito y tenía una voz muy potente y hablaba muchísimo. La protagonista era una mujer muy cálida. Se parecía un poco a su mamá. ¿Qué película era? Bueno, ya se acordaría.

-Tampoco fuimos a los restoranes Utahhh, ni  a las tiendas Tara,  ni a los m y m, ni a los Soretbuks.

-Pero, Romi, vos sabés cómo es mi situación. Me quedé sin trabajo. Te debo un montón de guita. Voy a tener que dejar mi departamento en dos meses, se me pinchó la goma de la bicicleta, casi no tengo celular, me vienen unas cuentas de luz siderales, tampoco tengo para cargar la Sube, y, lo más seguro es que ya la semana que viene vaya a pedir viandas a la Unidad básica. Voy a tener que pedir para mi mamá y para mí. Tu presidente nos arruinó la vida.

-No es mi presidente, nena.

-Sí, Romina, vos lo votaste. Hacete cargo.

-¡No me di cuenta!

-¡Y también votaste a Macri!

-Pero ahora estoy arrepentida. Además, vos sabés, yo soy apolítica.

-¡Sí, boluda, pero nos cagaste la vida a todos!

-¿Yo? ¿Por qué?

-Porque la culpa es del chancho y del que le puso el voto.

Un tenso silencio se produjo entre las dos. A Natalia le empezaron a lagrimear los ojos.

-No voy a pagar la luz este mes. Y ya no puedo usar la computadora.

-Bueno, Nati, no te pongas así. Acabamos de hacer un viaje hermoso. Y no me debés nada. Escuchá mi propuesta.

-A ver, dale.

-Quiero comprar dólares baratos, ya sabés…

-Sí, son tus bombones.

-Sí, son bombones. Con ocho mil bombones nos podemos ir otra vez juntas. Los consigo enseguida. Vendo este televisor que es enorme y no lo uso.

-¿Estás loca?

-¿Para qué lo quiero si uso la compu? Y vendo la heladera esta tan grande y me compro una chiquita, si total, vivo sola. Y toda la vajilla del bargueño…

-Pero, Romi, era de tu mamá.

-Ah, pero la vendo igual.

-No, no hagas eso, que yo me acuerdo de tu vieja y la quería. ¿Por qué no le pedís a tu viejo, con toda la que tiene?

-¡Porque me encanta comprar dólares! Me gusta más que viajar. Vender y comprar plata. Ya sabés.  Me encanta. Así baratos, me flashean más. Comprarlos todos antes de que se terminen. Vendería hasta las cortinas y el sofá y el tapado de piel de mi mamá. Después nos vamos de viaje y nos compramos toda la ropa en las tiendas “Todigual”, más cosas para regalar, porque en el  viaje que nos hicimos no compramos casi nada…

-¿Por qué no le pedís a tu papá, Romi? Si tiene mucha guita, si es un capo con las financieras. ¿Para qué vas a vender lo tuyo?

-No entendés, Nati. Quiero convertir todo a dólares Quiero que toda mi casa se pase a dólar, todo, mis cosas, mi pasado, mi futuro, quiero caminar sobre una alfombra de papeles verdes, y cuando se devalúe, Jajaja…

-Basta, Romina. Estás delirando. Hagamos un porrito y vayamos a comernos unas empanadas al bolichito de Larrea que todavía se mantiene en pie.

-Bueno, dale, hacelo vos. Me pinto y salimos. Pero antes pasmos por el kiosko y te cargo la Sube.

– Dale, lo hago. Ay, sabés, Romi, no te conté, el tachero me tocó estaba bastante bueno

-Bueno, me contás.

-Dale, unas pitadas y vamos. 

-Vamos.

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