De cara a las elecciones generales de medio término, la suerte del Gobierno está echada. El ajuste perpetuo y a perpetuidad arroja los resultados previsibles, y es sustentable sólo en la medida en que se acceda a nuevo endeudamiento carísimo y se atemperen mínimamente las penurias que soporta la mayoría de la población. El escándalo por los vínculos de Espert con Federico Fred Machado, como si fuera una perfecta variación del derivado de la corrupción instalada en la ANDIS, tendrá un efecto electoral que bien puede señalar el punto de inflexión para esta experiencia de la ultraderecha libertaria.
Faltan poco más de dos semanas para las elecciones generales de medio término. La suerte de Milei, en última instancia el verdadero contendiente que habrá de sostener en alto el estandarte violeta de La Libertad Avanza, está echada. El así llamado “narco escándalo Espert” impactó con fuerza en la opinión pública, y los comicios se realizarán sin que sea posible abandonar la certeza respecto de los hechos que pusieron de manifiesto, como en su momento la estafa con la cripto moneda $Libra o la corrupción en la ANDIS, que algo huele a muy podrido en la Argentina mileiana.
Curiosamente los comunicadores amigos del Gobierno, sin disimular su aspecto de bien alimentados y poniendo cara de entendidos, defendieron cada vez con menos énfasis los despojos de la candidatura de Espert en la Provincia de Buenos Aires. Incluso cuando todavía su renuncia era una formalidad pendiente, derramaron sobre sus audiencias algunas gotas de ideología libertaria que al tiempo que minimizaban el tema principal abrían una duda sobre la democracia en su conjunto. Decían, haciendo mohines de resignación: “Así están las cosas, y eso que las elecciones generales son recién dentro de dos semanas.”
Habrá que prestar especial atención a estos detalles (detalles, aunque ciertamente groseros), como el que aportó Milei hace unos días en el curso de un reportaje francamente amigable, y a propósito de la crisis que mandó al desván de la historia la candidatura de Espert a diputado bonaerense. Milei aseguró que el hecho, como toda realidad hostil a su gestión, derivó de una “operación del kirchnerismo”, exacerbado por la prisión de Cristina Fernández de Kirchner y porque él (Milei) fue “el primer Presidente que tomó la decisión de que vaya presa”. En este punto el reportero comprendió que una de sus funciones era cuidar al Presidente de sí mismo, de su locuacidad e incontinencia, y trató de acomodar sus palabras. “¡Pero usted no se mete con la Justicia!” –exclamó sin solución de continuidad para que Milei, rockero frustrado pero rockero al fin, aceptara la pequeña ayuda de sus amigos y asegurara–: “¡Ahí está el problema! Yo no me meto con la Justicia. Digamos, o sea, le puedo asegurar que si yo hubiera sido sucio y me hubiera metido con la Justicia (…) yo no estaría padeciendo esto.”
De tal manera sugería que si hubiera trabajado un arreglo por Cristina, jugando sucio, se ahorraría muchos sinsabores. Y si bien es apenas un detalle en un cuadro general de extrema gravedad política, económica, social e institucional, parece conveniente contrastarlo con otros para dilucidar su peso específico. Ya la renuncia de José Luis Espert, ante el avance de la investigación sobre su vínculo con Federico “Fred” Machado, era un hecho, como también lo era que la Corte Suprema de Justicia habilitara la extradición a los Estados Unidos de este empresario con apariencia de filántropo, donde la Justicia del distrito de Texas lo acusa de narcotráfico.
También eran hechos consumados el vergonzoso show de Milei en el Movistar Arena para relanzar la campaña y prologar la presentación, por decirlo así, de un nuevo libro de su autoría. La imagen de un señor mayor algo excedido de peso, tratando por todos los medios a su alcance de parecer una estrella de rock, híper movedizo, luciendo a pesar del calor su armadura de sacos de cuero negro para impedir que lo hiriera una eventual saeta de ridículo, tuvo repercusión en los principales medios del mundo, al tiempo que localmente sirvió de tapadera de una crisis que parece interminable.
Pero Milei no estuvo solo en el escenario del Movistar Arena. Lo acompañó “La Banda Presidencial”, un grupo que cuenta con el privilegio de algunos miembros destacados: la diputada Lilia Lemoine en coros, el diputado Bertie Benegas Lynch en batería con su hermano, el candidato a senador Joaquín, en guitarra, y el biógrafo presidencial Marcelo Duclós en bajo. Y hay que decirlo: de todas las piezas desplegadas atolondradamente en el escenario la de mejor ver, según manifestó un avezado crítico de Espectáculos a Y ahora qué?, fue la Lemoine, aunque su voz no estuviera a la altura de las circunstancias.
Apenas son detalles, por supuesto, propios de un show montado para disimular los efectos de un ajuste perpetuo y devastador, mientras casi todos los responsables del área económica del Gobierno están en los Estados Unidos recibiendo instrucciones precisas y promesas de nuevos endeudamientos. Pero también se dio el detalle de que el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, a raíz del lío que produjo en La Libertad Avanza la caída en desgracia de Espert, habilitara un intersticio para ver algo más allá de lo anecdótico y banal.
Con ironía, pero también con buen gusto (algo raro en tiempos en que abundan los imitadores de Steve Bannon) dijo Kicillof: “Si van a cambiar las boletas que lo pongan a Trump directamente.” Y en otro momento, respecto de la peregrinación sine die del equipo económico a Estados Unidos, aseguró que Donald Trump “es el jefe de campaña de Milei”, y que “las órdenes hoy llegan desde Washington”. También preguntó Kicillof, en relación al swap por veinte mil millones de dólares anunciado por el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Scott Bessent: “¿Alguien se puede creer que eso es gratuito para Argentina?”
Pero la nota dominante de estos últimos días, sin lugar a dudas, fue la renuncia de José Luis Espert a raíz de sus vinculaciones con Federico Fred Machado, que derivó en una variación perfeccionada y aumentada del escándalo surgido por la corrupción en la ANDIS, aquel que concluyó mal para Diego Spagnuolo, su principal animador. Y como entonces, el “narco escándalo” también concluyó mal para otro amigo del Presidente a quien en mejores tiempos apodara “El Profe”, el mismo que ahora no pudo superar un mar de pruebas abrumadoras y críticas sociales que lo forzaron a bajarse de la candidatura a diputado por la Provincia de Buenos Aires.
Pero todo sirve para embarrar la cancha y disimular el desencanto colectivo con Milei, según insiste en sostener una receta económica ya probada y siempre insostenible. Pero todo sirve, tanto el pedido de que se reimpriman las boletas como las idas y vueltas con sus candidatos, aunque la primera cuestión devino abstracta por la simple razón de que no hay tiempo para reemplazar las existentes, y la segunda porque el juez Alejo Ramos Padilla oficializó la renuncia de José Luis Espert y dispuso que ocupe su lugar la actriz y exvedette Karen Reichardt. Interesante. Mientras se alineaban los astros para que un fantasma recorra el 26 de octubre la boleta de La Libertad Avanza en la Provincia de Buenos Aires, por las redes sociales no faltaron quienes describían el show presidencial en Movistar Arena como un “¡Desenfreno!”, cuando no como un “¡Desenfreno total!” Mientras en el Movistar Arena transcurría un extraño espectáculo, apareció varias veces esta palabra “desenfreno”, puesta en circulación por quienes seguramente ignoran que el Diccionario de la Real Academia define al desenfreno como la acción y el efecto de desenfrenarse, y ofrece varios sinónimos: “disipación”, “disolución”, “inmoderación”, “desorden”, “libertinaje”, “lujuria”, “escándalo”. Eso es lo que estaban promoviendo, y algo más. También el desenfreno, según el Diccionario de la Real Academia, cuando es desenfreno de vientre, es un flujo precipitado del vientre, o sea, simplemente una diarrea.