En lenguaje futbolero, el Presidente Javier Milei ganó las elecciones legislativas de medio término yendo a cabecear un centro sobre la hora. Le puso “la cara y el cuerpo” a la definición, mientras el peronismo cometió “el error estratégico” de “quedarse quieto”, según Manuel Zunino, director de la consultora Proyección, sociólogo de la UBA y experto en Estado, Gobierno y Democracia.
Si la sabiduría popular dice que el miedo no es zonzo, alguien debió haberlo tenido en cuenta. El triunfo de La Libertad Avanza y sus aliados de fierro dejó en estado de shock a opositores y a más de un analista que creía saber. No era alocado pensar que los electores aceptarían una inflación mala pero estable de dos por ciento mensual y un dólar aplastado con pilas de dinero de los contribuyentes de Estados Unidos. Manuel Zunino le cuenta a Y Ahora Qué? cómo “el peronismo no murió”, pero luce “envejecido””, a cambio de qué los votantes le dieron al Gobierno “otra oportunidad”, por qué no existió “el riesgo kuka” y cuál es la variante “Mostaza Merlo” que está aplicando el Presidente.
–¿Qué escenario político está abierto después de los comicios de renovación del Congreso?
–Me parece que, en el corto plazo, Milei recupera la centralidad. Logró ser visto por los propios, los aliados y los adversarios, nuevamente, como una figura fuerte.
–Pese a que la tendencia de su imagen en los sondeos estaba en descenso.
–La imagen fuerte es la que está en disputa en este contexto. El escenario depende mucho de cómo se interprete el resultado.
–¿Hay más de una manera de interpretarlo?
–Más allá de que sea una victoria para el Gobierno de Milei, inobjetable, me parece que no es lo mismo pensar que es una revalidación del rumbo que planteó en estos dos años o pensar que es una segunda oportunidad.
–¿Está definido ya si revalidó su gestión o sólo le han dado otra oportunidad?
–En ese sentido, creo que la construcción que se haga, de ahora en adelante, de la victoria de Milei y su sentido, va a definir el escenario que se abre.
–¿Recibió Milei un envión para aspirar a la reelección en 2027 o, por el contrario, cualquier análisis es prematuro en un país que a veces cambia en 24 horas?
–Los días siguientes a la elección escuchamos a Milei planteando la idea de su reelección. O escuchamos a Diego Santilli planteando su interés de ser gobernador de la Provincia de Buenos Aires. Me parece que esto tiene que ver, justamente, con eso de mostrarse fortalecido.
–¿No alcanza con que se lean simplemente los resultados electorales?
–El objetivo es generar expectativas. Es un Gobierno que se sostiene, desde que inició su mandato, en expectativas. Son hábiles en ese sentido. Después, creo que la dinámica nacional impide pensar más allá de los tres meses.
–No sería la primera vez que un líder o movimiento se imagina a sí mismo entronizado en el poder.
–Han quedado vastos ejemplos en el camino de presidentes que parecían inevitables. Y no lo fueron. Hay escenarios que cambian permanentemente. Así que entiendo que la mayoría de los actores saben que ahora es paso a paso.
–A la manera de Mostaza Merlo cuando terminó siendo el DT campeón con Racing en 2001.
–El gobierno, en principio, piensa de acá a diciembre, cuando asuman las bancas los legisladores electos. Así que no me parece que se pueda analizar esto. O que se pueda hacer una lectura de cara al 2027 en ningún sentido lineal.
–¿Fue decisiva la coalición de La Libertad Avanza con otros que supieron formar Juntos por el Cambio? ¿Qué revelaron los sondeos al respecto?
–Respecto a los resultados de las encuestas y a un análisis también autocrítico, nosotros sabemos que estamos trabajando en un momento de muchísima volatilidad. Lo que se observa es un factor que apareció recién en este proceso electoral y que lo estamos empezando a interpretar: qué es el ausentismo.
–Se calcula que más de 11 millones de electores, sobre un total de 36 millones de empadronados, decidieron no votar.
–De hecho, todas las consultoras tuvimos que agregar preguntas que no estábamos acostumbrados a hacer. Lo hicimos para poder dimensionar la magnitud de las personas que se abstienen de ir a votar.
–¿Cuál fue el impacto del ausentismo: ¿a quién favoreció y a quién perjudicó?
–Al ver cómo impactó eso en los resultados, veíamos, por ejemplo, que a mayor participación en la Provincia de Buenos Aires se achicaba la distancia entre las principales fuerzas. Pero no teníamos una forma tan precisa de detectar ese volumen, esa magnitud.
–¿Es decir que hubo distritos donde fue difícil saber a quién le vino bien y a quién le vino mal la abstención?
–En ese sentido, creo que la Provincia de Buenos Aires nos marcó muy claramente esa dificultad. Me parece que es la novedad de este proceso. Después están las dificultades habituales de muchas personas que deciden su voto a último momento.
–¿Por qué se observan tantos indecisos?
–Hay muchas personas que tienen más de una preferencia. Estamos muy acostumbrados a pensar en una sola camiseta. A pensar en un votante muy identificado. Y ahora vemos que hay votantes que días antes te decían “no sé si votar a Alejandro Fargosi (ALLA) o a Ricardo López Murphy (Potencia)”.
–El casi desconocido Fargosi ganó una banca y López Murphy, excandidato a Presidente, se quedó afuera.
–Al final, se terminó definiendo el voto en términos de utilidad. Y el voto fue absorbido por la polarización. Pero también estábamos viendo un escenario cargado de desinterés de un votante con pocas ganas de votar al Gobierno.
–¿Significó una dificultad para pronosticar?
–Claro, no son contextos fáciles. En contextos así, tan críticos en términos sociales, políticos y económicos, aumenta la probabilidad de error estadístico de las encuestas. Pero, bueno, es todo es un desafío que tenemos los que nos dedicamos a ellas.
–Nunca es igual a una ecuación matemática, es una ciencia social.
–Siempre lo hacemos sabiendo que, además, no son herramientas diseñadas para acertar el futuro. Son herramientas para aproximarse a las tendencias. Y, en ese sentido, creo que en términos generales fue una elección entre regular y buena para la mayoría de las encuestadoras.
–¿Surtió efecto positivo en un sector del electorado el Milei de saco y corbata o el Milei contenido para no lanzar gruesos insultos a troche y moche?
–Yo ví a Milei muy parecido al de la campaña de 2023. Sobre todo, hacia el final de la campaña. Lo ví recuperando la actitud. Recuperando la centralidad. Mostrándose muy activo. Sabiendo que se plebiscitaba su gestión. Y sabiendo que, en ese sentido, tenía que hacer él quien pusiera la cara y el cuerpo.
–¿Milei ha fijado sin medias tintas su estrategia?
–Sí, yendo a buscar tres cosas muy claramente: una era definir las elecciones en
Córdoba y en Santa Fe. Eran los distritos donde podía obtener una diferencia importante.
–¿No era un riesgo enfrentar a aliados potenciales?
–Ese es el segundo punto: competía allí contra Provincias Unidas que era un armado con el cual se había gestionado para negociar con Milei a partir del día después. Necesitaba bajarles el precio. Y en tercer lugar: tratar de incentivar la participación en la Provincia de Buenos Aires. En el interior provincial, pero también en algunas zonas del Gran Buenos Aires.
–La Provincia donde había sufrido una dura derrota en las elecciones del 7 de setiembre.
–Creo que ahora fue una campaña mucho más activa de parte de Milei y de la Libertad Avanza que la de Fuerza Patria. Me parece que, incluso desde lo conceptual, hay un error estratégico en Fuerza Patria.
–¿En qué considera que cometió un error la oposición peronista?
–Planteaba constituirse como un espacio que pudiera frenar a Milei. Pero era muy difícil imaginar cómo lo iba a frenar desde la inacción. Me parece que la inacción fue el signo total de la campaña de Fuerza Patria. Quedarse quieta. En ese sentido, fue muy contradictoria con su propia narrativa.
–¿Está de acuerdo en que un factor clave en favor del mileísmo fue el temor a que se agravaran la inestabilidad y el sufrimiento?
–Estoy de acuerdo. Nosotros veníamos observando una contradicción en los estudios que es la siguiente: al Gobierno le iba relativamente bien en las encuestas a nivel nacional. Lo teníamos arriba. Y en la Provincia de Buenos Aires achicaba la diferencia. Aunque vimos una menor diferencia no acertamos el resultado.
–¿Cundió la impresión de que una inflación mensual de 2 por ciento es mala pero que podría ser peor y que la devaluación anunciada por medios y analistas, en caso de victoria opositora, sería un tremendo golpe a sus bolsillos?
–Al Gobierno le iba bastante bien en las encuestas. Pero le iba bastante mal en los Focus Group de votantes indecisos. Empezaba a verse una carga emocional negativa sobre el Gobierno. Y eso nos hacía tener algunas dudas, también, de cómo iba a ser el impacto en el voto de la base oficialista, de la base propia de Milei.
–Entonces ¿apareció un pragmatismo en los electores?
–Lo que sí se observaba y tampoco llegamos a dimensionarlo, fue que cuando preguntabas por la elección por el domingo la gente te hablaba del lunes. En ese sentido, me parece que se ve la preocupación o el miedo.
–¿El miedo al kirchnerismo como un fantasma para grandes capas de la sociedad?
–Si querés, te puedo decir que no era el miedo Kuka. No era el miedo a que vuelva el pasado. Porque eso no era lo que estaba en juego en la elección. Me parece que es el miedo al caos, a la inestabilidad, a enfrentarse rápidamente con una situación crítica.
–Con los medios y cierta dirigencia asustando ¿le parece que era una amenaza agitada por el peronismo?
–Es que tampoco nadie del lado opositor planteaba que iba a contribuir a contener esa situación crítica si se desataba. Así que me parece que ese fue el factor que movió a ese votante que a última hora revalidó al Gobierno nacional. Para mí, dándole una segunda oportunidad. No confirmando ni aprobando el rumbo de Gobierno.
–¿Qué opina de la acefalía de liderazgo que sufre el peronismo? ¿Le parece posible instalar antinomias tipo Braden o Perón, Néstor Kirchner o Carlos Menem, sin personalizar a una figura alternativa a Milei que encarne una idea?
–A mí me parece que el peronismo tiene que resolver su liderazgo, sin ninguna duda. Pero creo que está en otro problema también muy importante. Un problema que toca a una buena parte de la dirigencia no voy a decir a toda que es la siguiente: a mí me preguntan en estos días, en algunos medios, si murió el peronismo. Es la pregunta que aparece siempre, sostenidamente a lo largo de las elecciones.
–Lo han dado por fallecido más de una vez en la historia. Milei decía que ahora le iba a clavar la tapa del ataúd.
–Es lo que aparece cada vez que al peronismo no le va bien. Yo lo que creo es que el peronismo, sin ninguna duda, no murió. Es un movimiento cultural, político, social, que trasciende la historia.
–Si el peronismo sigue vivito y coleando ¿Por qué transmitiría la sensación de algo extinguido?
–Me parece que el peronismo, en este último tiempo, envejeció por decirlo de alguna manera. Y, a veces, envejecer es peor. Y envejeció con la característica típica que sostiene que es volverse bastante conservador y poco audaz. Así que creo que el gran desafío que tiene por delante es recuperar la autoestima, la vitalidad y la audacia.