En política nunca está dicha la última palabra

Los días posteriores a las elecciones de medio término fueron movidos. Con un cambio parcial del gabinete nacional, excepto la línea económica que se mantiene y tratará de profundizarse, las figuras que se van, rotan o se quedan parecen animar un baile de oportunismos y vanidades. Por el lado de la oposición, la interna se hace más intensa cada vez, priva al campo nacional de conducción y provoca una parálisis que compromete el futuro de las grandes mayorías. Pero desde Nueva York llegan novedades referidas a los límites de la ultraderecha, y sugieren que en política, como en la historia, nadie puede arrogarse la última palabra.

Luego del triunfo en las elecciones de medio término el Presidente Milei pareció empeñado en exhibir el tránsito desde la depresión hasta la euforia, agregando de paso nuevos episodios a su frondoso anecdotario. Ciertamente, se produjo el cambio parcial de gabinete que había comenzado con la renuncia intempestiva del canciller Werthein y su rápido reemplazo por Pablo Quirno, quien fuera Secretario de Finanzas y amigo del Toto Caputo. Quedarían pendientes los futuros titulares del Ministerio de Seguridad (la titular actual asumiría su banca de senadora), del Ministerio de Justicia, y eventualmente del Ministerio de Defensa, si como ha trascendido el actual titular asume su banca de diputado. Corresponde aclarar que el uso del condicional –quedarían pendientes, por ejemplo– obedece a que con el Gobierno libertario nunca se sabe.

Abundaron por estos días las anécdotas que derivan, sin lugar a dudas, en sentidos homenajes a la frivolidad. Una de ellas involucró al ex presidente Macri, quien primero pretendió adjudicarse la victoria en función de cuanto hizo por Milei y su gestión, y fue recibido en Olivos para retomar el hábito de comer milanesas. Relató: “Fui invitado a comer por el presidente Milei en Olivos, en agradecimiento por el apoyo que le di en la semana más difícil de su gobierno antes de las elecciones. En el encuentro hablamos sobre los temas pendientes. La idea era pensar la mejor manera de reforzar los equipos y prepararse para esta segunda etapa, pero no logramos ponernos de acuerdo.” Lo cierto fue que durante el transcurso de la ceremonia gastronómica, habiéndose producido la renuncia del Jefe de Gabinete, Guillermo Francos, y del ministro de Interior, Lisandro Catalán, el Presidente interrumpió el ágape, se levantó para hablar por teléfono, designó como reemplazante de Francos al actual vocero presidencial y diputado porteño electo Manuel Adorni, y le contó las novedades al ex presidente Macri, provocándole una mezcla de enojo y de consternación. 

Eso a Macri no le gustó. Para los analistas fue sencillo interpretar que la expresión “no logramos ponernos de acuerdo” significaba que se había retirado de Olivos con las manos vacías. Y prueba de ello fue su publicación en las redes el día después, el sábado 1º de noviembre, expresando gran preocupación respecto de la renuncia de Guillermo Francos a la Jefatura de Gabinete, un hombre “con capacidad y equilibrio” y representante de la “sensatez” ante la ciudadanía. Respecto del ascenso de Adorni, quien para Macri no da el pinet para reemplazar a Francos, constituye una decisión equivocada del Presidente: no sería una idea feliz ocupar la Jefatura de Gabinete con un funcionario “sin experiencia”, que habrá de coordinar los equipos políticos y de gestión en torno a una estrategia clara, incluso en el marco de la persistencia de disputas internas en el oficialismo que todavía no han sido resueltas, y que son fundamentales para la hoja de ruta del futuro. En su opinión, mejor que Adorni hubiera sido nombrar para el cargo a Horacio Marín, una persona idónea del equipo de Francos, actual titular de YPF, dada su experiencia en la conducción y coordinación de grandes equipos.

Para Macri, luego de presentarse como el summum del desinterés personal y de la vocación de servicio, la Argentina enfrenta una “oportunidad histórica” merced al resultado electoral y el respaldo “inédito” de Estados Unidos. Por su parte el Presidente Milei, como tantas veces, dijo que ponderaba de Mauricio Macri que siempre se había acercado generosamente, aportándole “elementos de su experiencia que algunos los tomé”, al tiempo que otros no fueron tenidos en cuenta, aunque “me resultaron muy importantes”, pese a que “hay toda una serie de cuestiones”.

Vistos desde la perspectiva de los principales derrotados, los comicios se polarizaron y la estrategia del oficialismo fue presentar a Fuerza Patria, la coalición heredera de Unión por la Patria –esta última fundada a mediados de 2023– no como peronista, progresista y de centro izquierda, sino como kirchnerista a secas, cuando no como la etapa superior del populismo. La derecha invirtió ingentes recursos desde hace mucho tiempo para demonizar adjetivos al estilo kirchnerista, y circunstancias como las del 26 de octubre le señalaron que debía pasar por ventanilla para cobrar los intereses. O sea que la polarización existió, y pudo ser uno de los factores que darían cuenta del resultado: el campo popular fue inducido a retirar parte de su representación política de la coalición Fuerza Patria debido a la presunta hegemonía del kirchnerismo. Y hay que decirlo: también pudo influir el protagonismo de Cristina Fernández de Kirchner, aunque se deba necesariamente tener en cuenta, para no incurrir en exageraciones interesadas, que continúa ocupando la presidencia del Partido Justicialista.

Como siempre sucede luego de una derrota, y sobre todo cuando en las instituciones políticas hay serias cuestiones pendientes de resolución, la necesaria autocrítica se convierte en internismo sin atenuantes, o mejor dicho, la autocrítica se convierte en crítica del contendiente interno. Sirven de ejemplo los debates respecto del desdoblamiento de las elecciones en la Provincia de Buenos Aires decidido por el gobernador Kicillof, donde luego de arrasar por 14% de ventaja en septiembre, Fuerza Patria en octubre mantuvo el caudal pero perdió por alrededor de 30.000 votos. El argumento de quienes fueron (y son) críticos del desdoblamiento radica en que semejante triunfo en septiembre sirvió para alarmar no sólo al anti kirchnerismo sino también al anti kirchnerismo enriquecido por el gorilaje histórico, convirtiendo a las elecciones del 26 de octubre, según el punto de vista de Cristina Fernández de Kirchner, entre otros, en un balotaje a nivel nacional.

Mientras en el oficialismo las luchas internas por candidaturas, primero, y por distribución de cargos inmediatamente después eran disipadas por el dedo de Milei (en última instancia por encima de los enfrentamientos entre Karina y Santiago), del lado de los derrotados se pronunciaban críticas con sordina respecto de un procedimiento similar en Fuerza Patria (para muchos “expulsivo”) adoptado en su momento con el fin de armar las listas, procurando velar que dicho procedimiento denota un elevado grado de burocratización. Complementó esto último la aparición en los pases de factura del tema de los candidatos, no siempre evaluados según su trayectoria, representación comunitaria y proyección electoral de acuerdo con los sondeos de la opinión pública. Y como corolario de todo lo anterior las críticas cruzadas abordaron a la campaña electoral en sí misma, su virtual ausencia en algunos distritos, o la falta de profesionalidad en otros, cuando no el abandono y la falta de acompañamiento de los candidatos por motivos vinculados, precisamente, a las disputas internas.

En las vísperas de los comicios del 26 de octubre, en momentos en que la gestión de Milei pendía de un hilo, parecía imposible que La Libertad Avanza lograra alzarse con la victoria. Pero lo cierto fue que pese a los efectos de su política de ajuste fiscal perpetuo, atraso cambiario, inflación apenas moderada en el marco de una creciente recesión y encogimiento del mercado interno, con las familias que exhiben niveles récord de endeudamiento para subsistir a duras penas, Fuerza Patria no pudo convencer al electorado de que cualquiera tiempo pasado conducido por el peronismo fue mejor, y que la restauración de un mundo de derechos es posible. Hay quienes aseguran críticamente que el campo popular no ha encontrado todavía la manera de mostrar ese pasado restaurable a una parte del electorado que no lo ha conocido, sean jóvenes recién llegados al principal ejercicio democrático, esto es, las elecciones, o sean obreros que hoy asumen formas distintas de trabajar y también requieren soluciones concretas para sus penurias.

Abundaron las opiniones de renombrados analistas que, como algunas líneas de abordaje intelectual apenas bosquejadas más arriba, intentaron dar cuenta de un hecho sorprendente. Pero lo cierto es que la realidad se empecinó de nuevo en demostrar que siempre es más rica, como lo demostró el siguiente ejemplo. Cuando Milei fue a la Casa Blanca para recibir la bendición de Trump y la promesa de un salvataje por toneladas de dólares, también fue anoticiado de que sin su triunfo electoral se acabaría la asistencia financiera. Y Trump puso el ejemplo de las elecciones en la ciudad de Nueva York, amenazada por el eventual triunfo del candidato demócrata Zohran Mamdani. Lo dijo con todas las letras: igual que en la Argentina si no ganaba Milei, si el “comunista” y “confeso odiador de judíos” Mamdani se imponía en Nueva York, él desfinanciaría a una de las ciudades más importantes del planeta. En la Argentina las amenazas de Trump, según varios politólogos, surtieron efecto, generaron temor y fueron uno de los factores destacables de la victoria libertaria. Pero esas amenazas dirigidas al electorado neoyorquino, pronunciadas incluso frente a Milei para ejemplificar su coherencia ideológica, y que fueron subiendo de tono hasta los comicios, no funcionaron y la mitad de los votantes eligieron a Mamdani nuevo alcalde de la ciudad de Nueva York.

Simplificar el juego de causas de una derrota electoral (o de una victoria) siempre es riesgoso, aunque en ciertas ocasiones aparezcan indicios y voces aclaratorias. El 5 de noviembre Zohran Mamdani pronunció su primer discurso como alcalde electo, y sus palabras lo ubicaron en las antípodas del pensamiento de la ultraderecha, es decir, de Trump (y de Milei). Dijo entre otras cosas: “Desde que tenemos memoria, los ricos y los poderosos les han dicho a los trabajadores de Nueva York que el poder no les pertenece. Dedos magullados por levantar cajas en el suelo del almacén, palmas callosas por el manillar de la bicicleta de reparto, nudillos marcados por quemaduras de cocina: estas no son manos a las que se les ha permitido tener poder. Y, sin embargo, durante los últimos 12 meses, os habéis atrevido a alcanzar algo más grande.” Luego se refirió a varios habitantes de la ciudad que había tratado durante la campaña, se comprometió con ellos y agregó: “Esta victoria es para todos ellos. Y es para todos vosotros, los más de 100.000 voluntarios que habéis convertido esta campaña en una fuerza imparable. Gracias a vosotros, haremos de esta ciudad un lugar que los trabajadores puedan volver a amar y en el que puedan volver a vivir. Con cada puerta a la que habéis llamado, cada firma que habéis conseguido y cada conversación que habéis mantenido con esfuerzo, habéis erosionado el cinismo que ha llegado a definir nuestra política. […] Y hay otros que ven la política actual demasiado cruel como para que la llama de la esperanza siga ardiendo. Nueva York, hemos respondido a esos temores. Esta noche hemos hablado con voz clara. La esperanza está viva. La esperanza es una decisión que tomaron decenas de miles de neoyorquinos día tras día, turno tras turno de voluntariado, a pesar de anuncios de ataque tras anuncios de ataque. Más de un millón de nosotros nos reunimos en nuestras iglesias, en gimnasios, en centros comunitarios, mientras llenábamos el libro de la democracia. Aunque votamos solos, elegimos juntos la esperanza por encima de la tiranía. Y aunque votamos solos, elegimos juntos la esperanza. La esperanza por encima de la tiranía. La esperanza por encima del gran dinero y las pequeñas ideas. La esperanza por encima de la desesperación. Ganamos porque los neoyorquinos se permitieron esperar que lo imposible se hiciera posible. Y ganamos porque insistimos en que la política ya no sería algo que se nos impone. Ahora es algo que hacemos nosotros.”

Mamdani se refirió al “programa más ambicioso para abordar la crisis del coste de la vida que ha vivido esta ciudad desde los días de Fiorello La Guardia: un programa que congelará los alquileres de más de dos millones de inquilinos con alquiler estabilizado, hará que los autobuses sean rápidos y gratuitos y ofrecerá servicios de guardería universales en toda nuestra ciudad”, y planteó la intención de contratar a miles de profesores más, mejorar la seguridad y la justicia, el abordaje de la crisis de salud mental y la crisis de las personas sin hogar. Y agregó: “Nos negaremos a permitir que aquellos que trafican con la división y el odio nos enfrenten unos a otros.” 

Y mientras en Nueva York el alcalde electo planteaba que “aquí creemos en defender a aquellos a quienes amamos, ya sean inmigrantes, miembros de la comunidad trans, una de las muchas mujeres negras a las que Donald Trump ha despedido de un trabajo federal, una madre soltera que sigue esperando que bajen los precios de los alimentos o cualquier otra persona que se encuentre entre la espada y la pared”, en Buenos Aires se producía la primera reunión del nuevo gabinete con la debida ambientación. En efecto, hubo música de rock para dar el marco adecuado al ingreso del Presidente Milei, un saludo efusivo a todos los presentes y algo que llamó la atención, el abrazo con el ministro de Defensa que incluyó un pogo bastante grotesco. Estuvieron todos los ministros, y también Santiago Caputo, Martín Menem, el presidente del BCRA, Santiago Bausili y la secretaria de Legal y Técnica, María Ibarzábal Murphy.

Se los vio felices, aunque luego serían informados seguramente de las novedades provenientes de la ciudad de Nueva York, y de algunos pasajes del primer discurso del alcalde electo, como cuando dijo: “Sé que muchos han escuchado nuestro mensaje solo a través del prisma de la desinformación. Se han gastado decenas de millones de dólares para redefinir la realidad y convencer a nuestros vecinos de que esta nueva era es algo que debería asustarlos. Como ha ocurrido tantas veces, la clase multimillonaria ha tratado de convencer a quienes ganan 30 dólares la hora de que sus enemigos son los que ganan 20 dólares la hora.” Y no lo dijo, pero leyendo de nuevo las alusiones a Trump y las tendencias autoritarias que amenazan a las democracias occidentales, corresponde citar para dimensionar el peligro la conocida estrofa del poema “Epitafio a un tirano” de W. H. Auden: Cuando él se reía, los respetables senadores estallaban en carcajadas. / Y cuando él lloraba, los niños pequeños morían en las calles.”

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