Entre el olfato de Warren Buffet y las novedades burbujeantes

La privatización parcial de las acciones de Nucleoeléctrica Argentina (NASA) responde al contexto de las tendencias globales en energía y tecnología. El auge de la Inteligencia Artificial (IA), impulsado por unas pocas megacompañías tecnológicas que consumen enormes cantidades de electricidad, ha provocado un extraordinario crecimiento bursátil en el mercado estadounidense, reminiscentes de la burbuja de finales de los años noventa. Esta necesidad energética está reviviendo el interés en la energía nuclear a nivel mundial, con muchos países aumentando su capacidad atómica y gigantes tecnológicos invirtiendo en reactores. La geopolítica de los «electroestados» (liderados por China) frente a los «petroestados».

El gobierno cárdeno que encabeza el hermano de la Karina mediante Resolución 175, (BO: 05/11/2025) que ejecuta su ministro de Economía, Luis Caputo, conforme el artículo 1 inicia “el proceso de privatización parcial de Nucleoeléctrica Argentina Sociedad Anónima (NASA)”. Y según reza el artículo 2°, se instruye “a la Secretaría de Energía del Ministerio de Economía, a fin de concretar la venta del cuarenta y cuatro por ciento (44%) del paquete accionario de Nucleoeléctrica Argentina Sociedad Anónima (NASA)”.

Para un balance más ajustado de esta privatización traza un escorzo del contexto, unas pinceladas de las promesas –y esperanzas- de la Inteligencia Artificial, impresionante consumidora de energía eléctrica en sus centros de datos, y ciertos avatares geopolíticos en torno a la bifurcación esbozada entre los petroestados versus los electroestados.

Entre los datos para el boceto se destaca –como botón de muestra- que las acciones estadounidenses alcanzaron el martes 28 de octubre -por la tarde- su trigésimo sexto máximo histórico del año, informaron los medios especializados. Al respecto el Financial Times puntualiza que, impulsado por un puñado de grandes empresas tecnológicas de Silicon Valley vinculadas al auge de la inteligencia artificial, el S&P 500 cerró la sesión con ganancias. Sin embargo, esto ocurrió a pesar de que 397 acciones registraron pérdidas. 

En 35 años, el índice de referencia nunca ha registrado ganancias en un día en que tantos de sus componentes hayan sufrido ventas masivas, de manera que si no se invierte en una de las diez empresas líderes, es prácticamente imposible obtener beneficios, alerta el diario londinense. Según los analistas de Nomura, el repunte de aproximadamente el 2,4 por ciento del S&P 500 en las cinco sesiones hasta el miércoles 29 de octubre –inclusive- fue impulsado casi en su totalidad por solo tres acciones: Alphabet, Broadcom y Nvidia.

Ocho de las diez mayores empresas que componen el S&P 500 son tecnológicas. Estas ocho corporaciones representan el 36 por ciento del valor total del mercado estadounidense, el 60 por ciento de las ganancias del índice desde que el mercado tocó fondo en abril y casi el 80 por ciento del crecimiento de los ingresos netos del S&P 500 en el último año. Para más, el índice MSCI All World, que resume la cotización de más de 2000 empresas en más de 40 mercados, actualmente concentra casi una cuarta parte de su capitalización en tan solo ocho grupos tecnológicos estadounidenses.

Desde 1970, el valor total de todas las acciones estadounidenses que cotizan en bolsa ha promediado alrededor del 85 por ciento del PIB de los Estados Unidos. Warren Buffett lo describió en una ocasión como “probablemente la mejor medida del nivel de las valoraciones en un momento dado”. El martes 28 de octubre, este indicador alcanzó un récord del 225 por ciento. 

Buffett, el mandamás del fondo de inversión Berkshire Hathaway, que en 2025 cumplió 95 años y deja el cargo a fines de este año a manos de su sucesor designado Greg Abel, arrancó noviembre informado a sus inversores que el conglomerado había acumulado 381.700 millones de dólares en efectivo -un récord para la entidad- tras otro trimestre de ventas netas de acciones y la negativa a recomprar las suyas propias. Según cálculos de consultoras del mercado, esos 381.700 hipotéticamente bastarían para comprar cualquiera de las 477 empresas del S&P 500 que no son tecnológicas o emparentadas con el rubro.

Según los que siguen estas cuestiones, la acumulación de efectivo estaría indicando que Buffett está adoptando un enfoque más cauteloso ante el mercado actual y esperando a que surja una mejor oportunidad. Algo así como un comportamiento signado a la sombra de la frase que se le atribuye al Barón Nathan Rothschild. Se menta que tras la batalla de Warteloo (1815) afirmó: “El momento de comprar (títulos) es cuando hay sangre en las calles…”. Buffet estaría observado los movimientos de las tropas al mando de Arthur Wellesley, duque de Wellington frente a una napoleónica IA y escuchando al corso demandar: “Festina lente”.

La burbuja

Los diversos análisis del mercado coinciden en que la burbuja de la IA está impulsando la inversión directamente mediante la construcción de centros de datos e indirectamente a través de los efectos de valoración en el consumo. Y entonces entran en juego los multiplicadores. Si no fuera por el optimismo desmesurado en torno a la IA, la economía estaría ahora en recesión con alta probabilidad, dice por ejemplo, el economista Brad DeLong. Desde su óptica, este optimismo desmesurado ha impulsado las acciones a cotizaciones extraordinariamente altas, comparables a los de finales de la década de 1990.

“Y esto a pesar de que – clarifica DeLong- el interés de los bonos a largo plazo es bastante bajo en perspectiva histórica, lo cual resulta incongruente con cualquier auge de productividad en el futuro, que pudiera generar ingresos para justificar cotizaciones tan elevadas. Los bajos tipos de interés de los bonos, incluso en medio de un auge vertiginoso de la inversión en centros de datos impulsado por la burbuja de la IA, sin duda no reflejan la presencia de un exceso de ahorro global, sino de un estancamiento secular en toda regla”.

Nous sommes du soleil

A todo esto, el New York Times tras manifestar que el dominio de la inteligencia artificial es uno de los campos de batalla más recientes entre Estados Unidos y China, lo que ha dado lugar a una serie de movimientos geopolíticos tanto en la administración Biden como en la de Trump, infiere que “una nueva provocación de Jensen Huang de Nvidia, el principal fabricante de chips de IA, y los comentarios de un alto ejecutivo de OpenAI (que fueron rápidamente minimizados) sugieren que la política gubernamental, no la destreza tecnológica, puede ser la clave para ganar la batalla”.

“China va a ganar la carrera de la IA”, declaró Huang ayer al Financial Times, citando el amplio apoyo de Pekín a su industria nacional. Entre sus razones se encuentran las enormes subvenciones gubernamentales a los productores de energía para dar soporte a los centros de datos “la electricidad es gratis”, afirmó Huang- y una regulación más laxa de los productos de IA.

En criollo, Huang le está solicitando amablemente a Donald Trump que aumente en gran forma los subsidios para la IA. Y dándole el justificativo: viene el lobo chino. El New Times refleja la importante salvedad de que los comentarios del director de Nvidia se producen poco después de que el presidente Trump -quien, por lo demás, ha defendido la industria estadounidense de IA- afirmara que no permitiría que el fabricante de chips exportara sus avanzados procesadores Blackwell a China. Refiriéndose a Pekín, Trump dijo: “Les permitiremos negociar con Nvidia, pero no en lo que respecta a los chips más avanzados”.

Los sectores más críticos con China en Washington han advertido reiteradamente sobre los peligros de permitir que las empresas chinas accedan a los mejores procesadores de Nvidia, argumentando que esto debilitaría la posición de Estados Unidos en inteligencia artificial. Sin embargo, Nvidia y Huang han ejercido una intensa presión para que se flexibilicen dichas restricciones y creían haber logrado un avance significativo con Trump este verano.

Huang no es el único que destaca la importancia de las políticas gubernamentales en materia de IA. En una conferencia del Wall Street Journal llevada a cabo el miércoles, Sarah Friar, directora financiera de OpenAI, afirmó que el apoyo federal para la financiación necesaria para adquirir procesadores de IA sería de gran ayuda. “Aquí es donde buscamos un ecosistema que incluya bancos, capital privado e incluso el gobierno; es decir, las formas en que los gobiernos pueden intervenir”, declaró. 

Posteriormente, Friar se retractó de su comentario, escribiendo en LinkedIn que su elección de palabras «enturbió el punto». Añadió: “La fortaleza tecnológica estadounidense provendrá de la creación de una verdadera capacidad industrial, lo cual requiere que tanto el sector privado como el gobierno cumplan con su papel”.

Se ve que para Nvidia y OpenAI nada hay como el libre mercado. Ah, sí, si es con subsidios, sino, no. OpenAI, empresa con importantes pérdidas, ha anunciado compromisos de financiación por valor de 1,4 billones de dólares para infraestructura de IA. Este nivel de gasto propuesto preocupa cada vez más a los inversores.

Para no ser menos el CEO de Google, Sundar Pichai, quiere lanzar centros de datos de IA al espacio, pero con un enfoque positivo. El ambicioso Proyecto Suncatcher de la corporación busca reemplazar los edificios terrestres, que actualmente consumen grandes cantidades de electricidad y agua, con satélites en órbita baja alimentados completamente con energía solar. Jeff Bezos, fundador de Blue Origin, considera que los centros de datos en órbita representan el futuro más rentable. La semana pasada, Elon Musk, CEO de SpaceX, afirmó que sus satélites Starlink podrían tener las mismas capacidades en el futuro. 

Google presentó el plan el mismo martes 28 de octubre, calificándolo como un proyecto ambicioso que no será factible hasta mediados de la próxima década. Entre los obstáculos se incluyen:

  • Los grupos de satélites equipados con paneles solares deben estar más juntos que cualquier constelación de satélites operativa actual, manteniéndose a menos de un kilómetro de distancia para proporcionar una potencia óptima. Sin embargo, los modelos de Google indican que es factible que los satélites estén separados por tan solo unos cientos de metros.
  • La radiación solar perjudicial para las unidades de procesamiento. Google aún está probando cuánta radiación pueden soportar las unidades antes de fallar.
  • A los satélites que viajan a altas velocidades les resulta más difícil mantenerse conectados para poder comunicarse, un problema que Google cree que se puede solucionar con el tiempo.

Está previsto un lanzamiento de prueba para 2027, aunque Google prevé que el proyecto será más económico a mediados de la década de 2030. 

Petroestados y electroestados

Mientras se deshoja la margarita, es menester volver a la geopolítica signada por los petroestados y los electroestados. Los petroestados son países cuya economía y poder dependen fuertemente del consumo y la exportación de hidrocarburos (petróleo y gas). Los principales son: Estados Unidos, Arabia Saudí y Rusia.

China avanza con su pretensión, de ser el eje de los electroestados, a pesar de ser el principal consumidor de carbón del mundo. Según los observadores de estas lides, los chinos quieren afianzar sus pretensiones en esta disputa global, enancándose en su capacidad en la electrificación, la tecnología de energías renovables y el control de las cadenas de producción tecnológicas para la energía limpia. 

Este proceso, según los especialistas, lleva a que irrumpa una bipolaridad energética. Lo que hay que sopesar es si la soberanía energética se traslada de los productores de combustibles fósiles a los países con un fuerte enfoque en la energía eléctrica y renovable. En medio retorna la abandonada energía nuclear, tanto en el mundo como en la Argentina. 

Hace un año el hermano de la Karina con su entonces jefe de asesores Demian Reidel (ahora al frente a la futura privatizable Nucleoeléctrica Argentina S.A. (NASA), la empresa que opera Atucha I, Atucha II y Embalse) anunciaron una nueva faceta del desarrollo nuclear argentino, que desembocaría en una Ciudad Nuclear en la Patagonia desde la cual se suministre energía para data centers de inteligencia artificial (IA). 

El 20 de diciembre pasado, en Zárate –sede de Complejo Nuclear Atucha, a la vera del Paraná de las Palmas- el León y Reidel, en una cena de gala pregonaron que la Argentina reaparecería en la vanguardia nuclear.

Hasta la fecha, no pasó nada. Y a Reidel en el sector, desde los científicos hasta los operarios y cuanto bicho que camina, lo acusan de querer hacer un negocio turbio con la privatización de la empresa bajo su mando. 

Los cierto es que con la IA y sus necesidades energéticas y el cambio climático, reverdecieron los laureles de la energía atómica. Esta fuente de energía venía para atrás por razones de seguridad y costo, al punto que, por ejemplo, Alemania –por presión de los verdes- empezó a deshacerse de ella.

La participación de la energía atómica en la generación mundial de electricidad bajó al 9 por ciento en 2024 desde el 17 por ciento en 1996, según el grupo de expertos en energía global Ember.

Pero en los últimos años, gracias a los avances en seguridad y a la tecnología experimental que promete una mayor asequibilidad, muchos países han comenzado a considerar la generación de energía nuclear como una fuente de energía escalable y baja en carbón. 

Goldman Sachs proyecta que el mundo tendrá 500 reactores nucleares en funcionamiento en 2030, frente a los 440 actuales. Para 2040, la energía nuclear generará el 12 por ciento de la electricidad mundial en comparación con el 9 por ciento actual, según las estimaciones del banco.

Los gigantes tecnológicos han comenzado a financiar reactores para impulsar el auge de la IA. Durante el gobierno de Biden, el Congreso aprobó subsidios para incentivar el desarrollo de la energía nuclear. Y en su segundo mandato, el presidente Trump emitió órdenes ejecutivas destinadas a reducir los obstáculos regulatorios para los nuevos reactores, con el objetivo declarado de cuadruplicar la capacidad para 2050.

Más de una docena de reactores han sido cerrados en los Estados Unidos desde 2012, y aún no se construyen nuevas centrales nucleares a gran escala. Sin embargo, a medida que los reactores de nueva generación se someten a revisión regulatoria, varios reactores antiguos están siendo remodelados.

El reactor en Three Mile Island que no estuvo involucrado en el accidente de 1979, escenario del peor desastre nuclear en la historia de Estados Unidos, volverá a funcionar. El propietario del reactor, Constellation Energy, firmó un acuerdo de compra de energía de 20 años con Microsoft el año pasado.

Y este verano, la planta nuclear de Palisades en Michigan se convirtió en la primera central nuclear estadounidense desmantelada en volver a estar operativa, financiada en parte por un préstamo de 1.500 millones de dólares del Departamento de Energía.

A pesar del renovado entusiasmo en Estados Unidos, la gran mayoría de la nueva capacidad se está poniendo en funcionamiento en otros países.

China, que carece de reservas de combustibles fósiles, ha añadido el 80 por ciento de la nueva capacidad nuclear del mundo en los últimos cinco años y se dispone a superar a Estados Unidos en generación total de energía nuclear, según la Agencia Internacional de Energía.

Mientras tanto, la UE impulsó la energía nuclear al reconocerla como fuente de energía limpia, lo que la hizo elegible para subvenciones gubernamentales. Francia planea construir seis nuevos reactores nucleares.

El Reino Unido planea aumentar su capacidad nuclear para cubrir el 25 por ciento de sus necesidades eléctricas para 2050, frente al 15 por ciento actual. Rusia trabaja en 19 centrales nucleares fuera de sus fronteras, en lugares como Turquía, Irán y Bangladesh, lo que la convierte en el mayor exportador de capacidad nuclear.

Las circunstancias privatizadoras que tienen eje en Nucleoeléctrica, sugieren las rimas de la historia que entran en consonancia con la malhadada experiencia política del Miguel Ángel Juárez Celman. En 1970 el crítico literario y escritor Noé Jitrik escribió un libro titulado “La Revolución del Noventa”. Rima Jitrik: “El presidente Juárez se dedica con todas sus energías al “progreso”, tal como lo entendía: contrae empréstitos, vende obras públicas y ferrocarriles (…) no repara en quienes son beneficiarios de los créditos, se desprende del oro con toda hidalguía y facilidad (…) enfrenta con irritación a quienes observan todos estos fenómenos y les buscan un remedio, lanza teorías librecambistas por las cuales el papel del Estado es ser un buen servidor de los capitales privados, y deja subir el descontento hasta las nubes.” 

En un columna sobre el tema en Página 12 (10/08/2017), Jitrik relaciona que “Ese sueño no duró, Juárez Celman, impotente para pagar los brutales intereses de la deuda que había ido creciendo sin parar, renunció, una revolución se declaró y aunque no triunfó dejó dos cosas, el radicalismo encabezado por Yrigoyen y el socialismo por Juan B. Justo pero, además, y no es poca cosa, un conjunto de libros, en particular el de Martel [se refiere a la novela “La Bolsa” Julián Martel] de, que muestran, al menos, la amargura de los que pudieron creer en ese modelo de vida y ahora comprobaban que empezar de nuevo no era nada fácil”.

Tal parece que el hermano de la Karina no solo con Nucleoeléctrica, pero también con Nucleoeléctrica, sigue abonando la reacción en cadena.

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