Jair y los otros candidatos

La ultraderecha brasileña se pelea, los hijos de Bolsonaro se ponen en comisarios políticos, los disidentes buscan las grietas para hacer la suya.

Faltan apenas más de diez meses para las elecciones en Brasil y lo único seguro es que Lula da Silva va por un cuarto período. La derecha está viviendo un momento de confusión y una interna de lo más pesada, producto de la prisión de Jair Bolsonaro, ex capitán, ex presidente, golpista, que recibió 27 años de prisión como debería haber recibido Donald Trump. Las instituciones brasileñas mostraron una fortaleza notable y la movida por una amnistía perdió fuerza, sobre todo cuando los bolsonaristas cometieron el error fatal de desfilar con banderas norteamericanas, apoyando las sanciones de Trump. El debate ahora es más doméstico: dónde va a pasar sus años preso el ex presidente.

Con lo que lo que en Brasil llaman el “centrón” está que arde. Cuando Bolsonaro era presidente, la alineación era automática y el que sacaba los pies del plato, el que susurraba siquiera una crítica, quedaba afuera. Hace dos ciclos electorales, en 2022, Bolsonaro mantenía su poder hacia adentro de la derecha dura, como comprobaron figuras como Joice Hasselmann e Janaina Paschoal, que pasaron de tener millones de votantes a ser invisibles. Los que quieren ser presidentes ahora se cuidan muy mucho de criticar abiertamente al condenado, que tiene hijos que ejercen de comisarios. Hasta Tarcisio de Freitas, el gobernador de San Pablo que armó una fuerte alianza de empresarios y financistas que lo apoyan, es todo dulzura en su discurso.

Pero la prisión preventiva, el juicio y la condena realmente debilitaron al Jefe. El año pasado, un disidente prominente, Pablo Marcal, perdió por puntos la intendencia de San Pablo frente al candidato oficial bolsonarista, Ricardo Nunes. A nadie se le pasó que fue apenas por puntos y que el dominio total sobre los votantes de Bolsonaro estaba debilitado. El gobernador Freitas se agrandó.

Los hijos mayores del ex presidente, el senador Flavio, el diputado Eduardo y el concejal Carlos, formaron una suerte de Politburó para mantener el comando de la ultraderecha y contener al Centrón. Flavio acaba de filtrar su intención de ser candidato a presidente, in loco parentis, lo que conmovió a los moderados, ya que el apellido arrastra votos, muchos votos. Los hermanos además se ocupan de acusar a senadores, diputados y gobernadores de no “hacer lo suficiente” para que papá sea amnistiado o al menos tenga una prisión domiciliaria, como parece que no va a tener. La pelea es en serio, porque si un disidente como Freitas gana la presidencial, quiere decir que el voto bolsonarista acepta un candidato que no lleve el ilustre apellido y el condenado Jair pasa al ostracismo, un tipo en un calabozo.

Quien se alivie con la idea de que no haya más un Bolsonaro al frente, que piense de nuevo, porque Freitas es un autoritario que todavía no tuvo chance de ejercer. Al estilo del gobernador carioca Claudio Castro, el paulista Freitas es de mano dura y organiza regulares ataques a las favelas de la capital económica, con muertos siempre pobres, marrones y negros. Su secretario de Seguridad, el policía Guilherme Derrite, que es también diputado nacional, acaba de presentar las bases para un proyecto de ley contra las facciones criminales que es un absurdo y una licencia para la anarquía autoritaria. 

En el centro del bodrio hay un cambio fundamental: que la Policía Federal de Brasil no pueda actuar fuera de Brasilia -que es territorio federal- sin permiso de los gobernadores. Hay crímenes federales por definición, como el tráfico de drogas y de armas, sobre los que los PF tienen jurisdicción natural. Eso es lo que Derrite quiere bloquear. Es una paradoja, porque la Federal fue creada en 1967 por la cruda dictadura militar brasileña, pero se entiende porque es de lejos la más respetada y eficiente institución policial del país. Un ejemplo de por qué es la Operación Carbono Oculto, que desmontó buena parte de las operaciones financieras del Primer Comando de la Capital, la segunda mayor banda de narcos del país. Los federales hicieron inteligencia y les confiscaron estaciones de servicio, empresas y fondos de inversión. No hubo ni un tiro, ni un muerto.

En contraste, Derrite le organizó en 2023 a su gobernador la Operación Escudo, que dejó 28 muertos y no cambió en nada el poder del Comando. Lo que el secretario y diputado quiere ahora es que los federales no puedan nunca más crear estos contrastes sin aviso previo. Y esos avisos, en el mundo corrupto en el que políticos y financistas blanquean las fortunas narco, valen buen dinero.

Corrupciones

Esta semana, los ucranianos estuvieron pegados a sus celulares y, por una vez, no sólo por las alertas de bombardeo. Los fiscales anticorrupción fueron estrellas mediáticas porque armaron una serie de minivideos que parecían teasers de películas, con explosiones y todo, para difundir que están llegando cerquita del presidente Volodimir Zelensky con sus investigaciones. Los cargos son para enojarse en serio, porque ex ministros, ex titulares de Energía y una serie de políticos quedan acusados de comerse cien millones de dólares del dinero recibido para fortificar las centrales nucleares del país. Desde que Rusia comenzó a bombardearles la infraestructura eléctrica, los ucranianos se acostumbraron a los apagones y pusieron como miedo principal que un dron o un misil apuntara a alguna central. Chernobil, se sabe, queda en Ucrania.

Los fiscales se pusieron cinematográficos para cubrirse porque ya estaban bajo ataque. Hace mucho que andan interviniendo teléfonos y computadoras sospechadas, y en julio la agencia de inteligencia de Ucrania le allanó los domicilios particulares a varios de sus investigadores y se llevó a dos detenidos. El mensaje fue clarísimo, porque los espías ni se molestaron en disimular por qué estaban haciendo los allanamientos y le recordaron a los allanados que ellos obedecen órdenes del Ejecutivo y sólo del Ejecutivo.

Antes de la guerra que empezó Rusia, Ucrania era notoria por su corrupción, lo que en esa región geográfica es mucho decir. Zelensky se hizo famoso en televisión con un personaje, “El servidor público”, que robaba que es un contento, y su plataforma electoral era básicamente que había que votar a alguien fuera del sistema, porque los de adentro robaban y robaban. El golpazo de estas investigaciones a la imagen presidencial es obvio -o se contagió o no puede domar al sistema- y más en un contexto en el que anda pidiendo ayuda militar y económica por miles y miles de millones de euros y dólares.

Parece que los europeos se van a enojar más que los norteamericanos con esta historia, porque el nivel de corrupción rutinario en la vida americana está quedando más al descubierto bajo el Presidente Naranja. No sólo Trump está facturando como nunca, sino que sus minions están aprovechando su idea de qué es “ser un ganador”. Por ejemplo su ministro de Comercio, Howard Luttnick, que correctamente le pasó sus empresas a sus hijos y luego se dedicó a impulsar las áreas en las que sus empresas, y sus hijos, tienen intereses. Luttnick conoce el mercado y a su presidente, y este año está empujando fuerte inversiones en “granjas” informáticas, esas que necesitan tanta electricidad y tanta agua. Trump ve estas granjas, medio vagamente, como soberanía económica, con lo que Luttnick anda sin rienda. Sus hijos son intermediarios de grandes inversiones, cobrando de los “granjeros” y de los muchos que ponen dólares en el negocio, y el momento culminante siempre es la foto del feliz inversor con papá, que sonríe y habla bien de la “inversión soberana”.

El ministro tiene un toque de Midas porque es también el encargado de chantajear países que quieran evitar sanciones tarifarias. Por ejemplo, Corea, que se comprometió a invertir miles de millones de dólares en EEUU para poder seguir exportando. Luttnick no sólo se encargó de negociar ese dinero, sino que está en pole position para decirle a los coreanos dónde y con quién invertir. Casualmente, en las listas abundan clientes de sus hijos. Los coreanos no tienen problema en encontrar a los muchachos, que presiden un holding llamado Cantor Fitzgerald L.P. y ofrecen inversiones en criptos, informática y, si hace falta, en propiedad inmobiliaria.

Los Trump también están haciendo sus negocios, y cómo. Esta semana fue recibido con todos los honores el príncipe Mohammed bin Salman, conocido en su país como el Príncipe Loco y en el mundo como el que mandó asesinar y descuartizar al periodista Jamal Khashoggi. No sólo todo parece estar olvidado, sino que el príncipe fue honrado con la primera cena de gala de este período de Trump, con estrellas deportivas y millonarios tech invitados. El tema es que Arabia Saudita no sólo está comprando armamentos de alta tecnología a EEUU, sino que está invirtiendo fuerte en los negocios del Grupo Trump, manejado por los hijos presidenciales. Este año, pusieron nada menos que dos mil millones de dólares en uno de sus fondos de inversión, y de repente hay mucho interés en que la península se llene de hoteles Trump Towers.

Crueldades

Robert Kennedy Jr acaba de hacer una movida que va a costar vidas. El secretario de Salud Pública es un fanático de una idea irracional, que las vacunas son la fuente del autismo, y este jueves el influyente CDC, el Centro de Control de Enfermedades, subió a su sitio que hay que “tener cuidado” antes de vacunar a los chicos porque pueden sufrir esa enfermedad. Esto fue desmentido por cuanto estudio se quiera consultar, en casi todo país de este ancho mundo capaz de hacer tales estudios. Kennedy y sus fanáticos lo saben y por eso pusieron que ningún estudia prueba que las vacunas no causan autismo. Esto es de lo más anticientífico: ningún estudio prueba que los paraguas no causan cáncer, por ejemplo, y uno los usa igual cuando llueve. 

El CDC ya perdió más de la cuarta parte de su personal, congelado o renunciado ante tanta superstición, con lo que muchos andan rogando a los dioses que no haya otra pandemia con Kennedy en el puesto. Sin pandemia ya va a haber dos consecuencias inmediatas y nefastas, que mucha gente no va a vacunar a sus hijos contra cosas básicas como el sarampión y las paperas, y que los laboratorios que crean vacunas van a perder la protección oficial para crearlas y testearlas en humanos. 

Otra barbaridad de esta semana ocurrió el jueves a la noche, cuando seis legisladores, diputados y senadores, subieron a las redes un videíto recordándole a los militares que no tienen por qué obedecer órdenes ilegales. Cualquier argentino reconoce esto como “no hay obediencia debida” y piensa enseguida en los militares que andan volando lanchas supuestamente narco por orden superior. Pero Trump reaccionó por lo alto, acusó a los legisladores de sedición y los amenazó abiertamente con la pena de muerte.

La vocera de la Casa Blanca, penosamente, tuvo que aclarar que no está en la agenda fusilar miembros del Congreso.

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