En Alemania crece el voto a la derecha más dura, de abierta filiación neonazi. Políticos y gobierno se encuentran con que reforzar la democracia puede ser hasta contraproducente.
El mayor bloque de votantes en Alemania, quedó demostrado el año pasado, sigue a la Alternativa por Alemania, la AfD, un partido abiertamente neofascista y racista que está bajo vigilancia de los servicios de inteligencia. Los tres partidos que formaron una alianza para formar gobierno saben perfectamente que los neonazis los superan, individualmente, en votos. Y también saben que en tres Estados de la República Federal que tienen elecciones locales este año, la AfD es favorita. Todas las encuestas indican que a nivel nacional, uno en cinco alemanes ya votó o piensa votar a los ultras.
La memoria política de Alemania incluye un precedente turbio: Adolf Hitler llegó al poder subido a una buena elección en 1932 que le dio el mayor bloque en el parlamento y el control en varios Estados. En enero de 1933 murió el último freno a los nazis, el muy conservador presidente Hindenburg, y el acto final del parlamento fue darle la suma del poder a Hitler como Führer de Alemania y disolverse.
La memoria política más reciente es la alarma de ver los regímenes autoritarios de Hungría y Polonia erosionando sus todavía débiles democracias por el control de los medios, el nombramiento de jueces amigos y la represión a la protesta.
Con lo que no extraña que los políticos alemanes estén proponiendo nuevas leyes, proyectos de reforma constitucional y hasta una prohibición total de la AfD. Estas iniciativas son una confesión del fracaso de años de acción política para aislar a los autoritarios.
El peligro nazi
Que la AfD es peligrosa, pese a sus intentos de aparecer más moderada y “política”, ya no lo duda nadie. Hace menos de una década hubo un escándalo cuando se descubrió que el partido se concentraba en reclutar jóvenes militares con un abierto ideario arianista, racista y nazi. La conspiración, medio chambona, fue descubierta cuando los oficiales de una unidad de elite de la infantería notaron la repentina moda de tatuajes con svásticas entre sus hombres…
Si ese escándalo les costó la carrera a varios soldados y suboficiales, otros miembros de la AfD terminaron presos por planear un golpe de Estado en 2022. La policía estaba siguiendo a una célula que sospechaba de violenta cuando vieron que entraban al Reichstag, el parlamento nacional en Berlín, para hacer un tour con un ex diputado. El agente que los siguió y filmó vio que estaban identificando oficinas de parlamentarios progresistas y vías de escape. Cuando arrestaron a los conspiradores, se enteraron de que no era un plan de asesinatos selectivos sino la preparación de un golpe.
En enero de este año, el medio digital Correctiv, famoso por su periodismo de investigación, publicó audios de una reunión en la que miembros de AfD, incluyendo un asesor parlamentario, discutían la “remigración” compulsiva, o sea la expulsión de inmigrantes y sus hijos nacidos en Alemania. El asesor fue despedido, el partido negó el plan, pero Alemania vio masivas marchas de protesta contra la AfD.
La inteligencia interior alemana calcula que diez mil de los 28.500 afiliados a la AfD son extremistas y potencialmente peligrosos. Esto incluye a la rama juvenil entera, que para todos los efectos prácticos es considerada una banda armada y violenta.
Los peligros
El problema para los partidos democráticos es cómo limitar el acceso al poder político de un partido todavía legal que se presenta a elecciones abiertas. La paradoja puede verse en el estado de Hesse, donde el año pasado la AfD pasó a ser la principal oposición. Ser la primera minoría, según es ley y tradición, implica tener puestos en los comités parlamentarios. Esto incluye el de inteligencia, que en un sistema tan federal como el alemán recibe información sobre las operaciones de los servicios nacionales en territorio de Hesse.
Primera paradoja: democráticamente, miembros de la AfD tendrían acceso a la información de los servicios sobre la AfD.
Los demás partidos de Hesse se reunieron para votar un “paquete democrático” cambiando varias reglas parlamentarias, excluyendo abiertamente a la AfD del comité de inteligencia. Ese comité es ahora nombrado exclusivamente por la coalición en el gobierno.
Segunda paradoja: la inclusión de la primera minoría en los comités era para evitar abusos del gobierno. Ya no hay ese control en Hesse.
En otro estado, Turingia, pasó lo mismo y los bloques acordaron una solución más política, la de votar una lista unificada. Pero los demócratas cristianos no aceptaron al candidato de los verdes, y el acuerdo se cayó. Turingia tiene hoy un comité de inteligencia formado por los parlamentarios del período anterior, incluyendo uno que se jubiló y ya ni siquiera es diputado.
En Bavaria fue todavía más complicado, porque la AfD quedó segunda y se ganó el derecho a nombrar dos jueces de la corte constitucional del estado. Los autoritarios presentaron sus candidatos y resultó que uno había sido fotografiado en 2020 cuando una patota intentó tomar el parlamento en Berlín, al estilo Trump. El candidato negó que hubiera participado y dijo que estaba solamente mirando el acto de protesta…
Los conservadores demócratas cristianos no se inmutaron y votaron la lista completa. Los dos jueces de la AfD están en el estrado.
¿Qué hacer?
Entre las tantas propuestas para frenar a esta derecha peligrosa está la de aumentar exponencialmente los poderes de las agencias de inteligencia. Pero, volviendo a la memoria política de los alemanes, sigue presente el fantasma de la Stasi, la enorme agencia que espiaba a todos y cada uno en la vieja Alemania Oriental. El Ministerio del Interior presentó un plan que crea la figura de “peligro potencial” y permite que se levante hasta el secreto bancario de los sospechosos sin orden judicial. Otro punto del plan es que cualquier empleado público sospechado de tener cualquier tipo de participación en actividades de la AfD pueda ser despedido de inmediato. Si el empleado quiere volver a su puesto, tendrá que demostrar que es inocente.
Tercera paradoja: para frenar a los autoritarios se limitan los derechos individuales, se demuele la privacidad y se invierte la carga de la prueba.
Viendo de cerca Polonia y Hungría, muchos legisladores están especialmente preocupados por el futuro de la Corte Suprema, que observan como un posible freno a la ultraderecha. El sistema actual ordena que los ministros de la Corte sean votados en el parlamento por mayoría simple, con lo que muchos proponen que el umbral sea dos tercios del voto. Ahí se alzaron voces señalando que si la AdF alguna vez gana un tercio más una banca del Reichstag, puede bloquear para siempre cualquier votación de nuevos jueces…
Por supuesto, no falta quien diga que la solución es simplemente desbandar la AfD y declararla extremista e ilegal. El problema no es emitir diez o veinte mil órdenes de arresto y prohibir un partido. El problema es, como siempre, definir con fuerza de ley qué es extremista, qué es extremo, qué es antidemocrático.