A veces, en la política del campo nacional, los diagnósticos son reemplazados por la melancolía. Todo se reduce a soñar con una vuelta a la Argentina de 1946, o de 1949, o de 1974, o de 2005, y a comparar la situación actual con alguno de esos momentos. Como si pensando, y sólo pensando, se pudiera cerrar la brecha entre el futuro y la realidad de hoy. Para salir de esa encerrona, Y ahora qué? le propuso una charla a fondo al exdirector del Banco Central y ex presidente del BICE Arnaldo Bocco. Con la promesa de que no será la última, aquí va.
–¿De dónde partís vos para diagnosticar? —preguntó Y ahora qué? a Arnaldo Bocco.
–Para mí hay un tema global. Que no está resuelto. Parto de la base de que sin resolución de este tema uno no puede avanzar.
–¿Hablás del mundo?
–De la historia argentina. La Argentina tiene una traba en su desarrollo capitalista. Y eso está fuertemente asociado a una historia muy larga. De 150 años, digamos. O sea, casi la historia argentina completa. Pero quedémonos en la década de 1880, que es cuando la Argentina decidió ser un país rentista para una oligarquía. Una oligarquía muy primaria, muy triunfante post-crisis de 1873. Muy convencida de la idea de que había que tener una economía netamente exportadora de bienes primarios.
–Fue derrotado el modelo de farmers o chacareros que había maravillado a Sarmiento en los Estados Unidos.
—Exacto. Y entonces la base fue la renta ganadera y la renta agraria. Esa renta agrícola genera una cantidad de dinero que se reparte en un sector muy acotado de la sociedad, y toda la sociedad danza al compás de la generación de ese sector. Empiezan a aparecer sectores paralelos, como los seguros, que están vinculados a la misma actividad. Pero siguen siendo también parte de la captación de una renta. Eso continuó hasta la década de 1940, cuando se interrumpió.
–Sobre todo desde el primer gobierno de Juan Perón.
–La Argentina tuvo una industrialización tardía. Muy tardía, porque podría haberla empezado en el mismo 1880. No la empezó como la empezaron otros países. Obviamente esos países pagaron un precio.
–¿En qué sentido pagaron un precio?
–Pagaron un precio porque vos realmente sos un país marginal en el mundo y rompés con una tradición primario exportadora, para dar el salto a la industria y tener una empresa.
— ¿Hablás de Nueva Zelanda, Australia, etcétera o de Estados Unidos?
—Hablo de Estados Unidos. El proceso fue impresionante porque coincidió también con la inmigración y la conquista del oeste. A medida que avanzaba el desarrollo de los trenes, llegaban las industrias.
–En la Argentina claramente no sucedió eso.
–No, sólo hubo pequeños brotes desarrollistas hasta Perón, que imaginó una estrategia más estructurada. Hablando de la oligarquía, dijo: “a éstos hay que correrlos. Porque el mundo de posguerra ya se viene”. Con otro sentido, con otra ideología, pero viene con otro desarrollo económico, razonó. Lo que ocurrió con Perón fue un gran avance. Perón logró acotarles la renta agrícola al campo y la renta financiera a los sectores del poder financiero. No eliminó el lujo pero creó una burguesía con capacidad de desarrollar una competencia dentro de la propia clase empresarial. Esa burguesía fue tomando más vigor.
–¿Hasta cuándo duró ese ciclo?
–Con todas las diferencias entre los distintos gobiernos, todo cambió con José Alfredo Martínez de Hoz, el ministro de Economía de la dictadura que se inició en 1976. Reinstala un modelo rentístico puro, duro, estilizado.
–¿Estilizado es refinado?
–Refinado. pero con un acelerador. Ricardo Arriazu hizo una reforma financiera por la cual varios bancos pasaron a manejar un excedente económico que era compatible con la destrucción de una parte del aparato productivo. El rentismo con el excedente fabricó ricos en horas, cuando a la oligarquía le llevaba años. A estos tipos les tomaba 48 horas, 72 horas y un pasamanos en el mundo financiero. Empezó a generarse una renta financiera gigantesca, que a su vez generó una nueva clase de ricos, de los cuales muchos provenían de la aristocracia terrateniente. Otros no: eran nuevos. Y además hubo una parte de la industria que dijo: ‘Bueno, me desarmo acá, pongo una fichita en el sector financiero’. Eso pasó incluso más tarde, en los ‘90. Pero lo que empezamos a ver es que ahí se reinstala curiosamente por primera vez una suerte de canilla abierta. Es cuando Martínez de Hoz aprueba las transacciones para compraventa de inmuebles en dólares. La Argentina no tenía antes ese sistema, como ningún país latinoamericano tuvo.
–Y depués no cambió más, por lo que veo.
–Es parte de todo un esquema. Y se junta con el gran disparador de la renta, que es el endeudamiento externo. La deuda dispara a la renta. Vos tomás deuda para ganar. Pero la Argentina tenía 7.800 millones de dólares de deuda cuando le dan el golpe a Isabel Perón. Y la dictadura, al final, deja la deuda en 49.000 millones de dólares. La multiplicó por 7. Entonces, toda esa deuda, ¿dónde fue? Fuga de capitales operada por el sector financiero. Y no me refiero a los bancos. Cuando asume Raúl Alfonsín trata de volver a cierto equilibrio. Muchos sectores de la burguesía incluso acompañaron al alfonsinismo y al peronismo.
–¿Incluso Carlos Saúl Menem?
–Incluso Menem también mantuvo viva la idea de tener una industria. Hubo apertura, etcétera, pero no de las características que tenemos hoy. Hoy es una apertura salvaje porque la economía mundial es distinta. Y también son distintas la tecnología y la velocidad de importación, la facilidad de importación, todo eso…
–¿A qué sector del empresariado perjudica?
–Al que está más atado a la innovación. Muy del mundo urbano, de pensar cómo se fabrica un tractor, o cómo se desarrolla un motor para el sector automotriz. Las que están en la industria químico-farmacéutica o los sectores que están desarrollando otra clase de productos industriales que la Argentina tuvo. Las empresas de biocombustibles. Ese mundo no es parte de la renta, es parte de una ganancia capitalista. En la renta agraria hubo una expansión brutal. Se pasó de producir 25 a 45 millones de toneladas de grano, a 125 millones. Ahí empieza una mecánica de convivencia entre un pequeño capitalista, prestador de servicios en el campo, y un generador de renta. ¿Qué hace hoy el dueño de la tierra, tenga 300 o 300 mil hectáreas? Se desentiende. Viene una tropa de los 100.000 contratistas que hay en la Argentina. Arriendan la tierra, pagan una renta importante. Y después tienen que defender los trapos. El contratista debe pagar su mano de obra, que lo acompaña en la cosecha. Tiene que amortizar máquinas. A veces cuando lo ves en la ruta, pensá que ese tipo lleva 10, 12 millones de dólares a casa. Cada máquina vale una fortuna. ¿Y qué pasa? Tiene que pelearle la renta al campo.
–¿Es distinto en otros países?
–No hay un solo país en el mundo con contratistas como hay en la Argentina. No hay en Brasil, no hay en Estados Unidos, no hay en las grandes productores, no hay en Canadá, no hay en Australia. El empresario tiene un tamaño de propiedades mucho más pequeñas. El trabajo lo hace él. Probablemente a lo sumo subcontrata actividades. Va un tipo y le cosecha la producción, pero no tiene un socio en el campo, que es lo que hoy hace entrar en crisis al pequeño productor, porque si tiene pocas hectáreas es muy dependiente.
–¿Milei es parte del ciclo rentista que describís?
–Es la versión más exacerbada de rentismo. Hoy hay renta en todos los sectores primarios. Lo que vemos como extraordinario es que el petróleo, la minería, los sectores vinculados al campo, están en el eje central de la apropiación de renta. Y vos estás desubicando al capitalismo industrial. Está claro en el agro. Y está la financiera también.
–¿Cómo funcionaría en minería el rentismo? Estos días hay una enorme división en Mendoza respecto de la minería.
–La minería trabaja con commodities. El precio lo fija el mercado internacional. ¿Y qué es lo que vos fijás entonces? Si el costo de producción es 100, el que produce con un costo igual a 100 no gana nada, pero tiene la máquina productora y va invirtiendo y de alguna manera salvando los costos. El que produce con 50 gana 100 por ciento. Entonces la renta agraria es muy parecida a la renta minera en ese sentido.
–¿Quién baja los costos para que en lugar de 100 sea 50?
–La misma industria que está explotando la minería porque trae las máquinas más competitivas. Si la Argentina va a producir en San Juan cobre, oro y plata, el rentista buscará en qué lugar del mundo se provee la máquina más barata. Y hoy es China. Una máquina que si la importa Canadá vale 750 mil dólares, la compra en China por 260 mil. Y los buenos no traen las usadas. Porque no saben bien cómo están. Ahí tenés una masa muy grande de generación de renta agraria. Bueno, el tipo que la tiene dice: “Bueno, ahora voy a compartir con la industria tanto, al gobierno le voy a dar una parte de impuestos, a los proveedores otro tanto, a la mano de obra la voy a redistribuir”. Y si hablamos de minería, para que todo funcione bien en altura, a tres o cuatro mil metros, hay que pagar bien. Pero es tan grande la renta…
–Bien. ¿La deuda sigue generando renta?
–Claro, la deuda hoy hay que administrarla, hay que emitir. Tenés que controlar que el dólar no se te escape. Un movimiento cambiario. Que el contado con liquidación no se te dispare para que la gente empiece con una demanda de dólares. Entonces la cantidad de intermediarios es gigantesca. ¿Cuántas entidades manejan el negocio en el mundo? En Brasil hay 82 casas de Bolsa para una economía que es siete veces más grande que la de Argentina. En Chile hay 12. En Colombia hay unas 23. México tiene una cifra parecida. México grande.
–¿Cuántas casas de Bolsa hay en la Argentina?
–Nosotros tenemos 283 casas que operan en el mercado argentino. Tenemos 70 bancos y financieras. Y solamente hay mercado para 15. ¿Qué va a pasar? Todo esto se va a reestructurar. ¿Por qué? Porque los 15 más grandes controlan el 85-90 por del crédito. Quiere decir que hay bancos que sobran, entre comillas.
–Debo deducir, de lo que narrás, que el rentismo sigue siendo el gran obstáculo de la Argentina.
—No es nada nuevo lo que estoy diciendo, pero ahora está muy exacerbado. Es que vos aplastaste las ganancias del empresario industrial, del empresario no agrícola, del empresario no rentista, y agrandaste la otra. Entonces, ¿qué hace la gente? Dice, bueno, yo soy importador. Me doy vuelta y pongo la guita a interés.
–¿Cuánto rindió esa plata? ¿Cuánto le ganó a un industrial?
–Te digo los números del mercado argentino. En 2023, la ganancia fue de 26 por ciento en dólares. En 2024, más de 40 por ciento. ¿Haciendo qué cosa? Compra y venta, fuga de capitales, entrada e inversión, etc. Y hoy está arriba del 20 por ciento anual. Y el operador de punta controla el 50 o 60 por ciento del mercado.
Son 10 firmas.
–¿Puede existir una renta industrial del 20 por ciento anual?
–Sólo si el control es cuasi monopólico o es oligopólico. Es parte del mismo negocio.
–¿Hay una industria en Estados Unidos con un 20 por ciento de renta anual?
–No, no. Quizás en Suiza, en relojes, la gran moda de los billonarios.
–¿Chile no tiene un capitalismo rentista?
–No. Porque la renta la captura el Estado con el cobre. Tiene nacionalidad. Entonces, queda en el presupuesto público. Nunca se reprivatizó el cobre.
–¿Y en China?
–China tiene lo que yo llamo un socialismo de mercado. No hay ningún banco al que el Estado le permita ganar los márgenes de la Argentina, porque obturarían la posibilidad del desarrollo. En la Argentina van obturando al sector transformador. Al que produce tecnología, fierros, autos o vacunas. Encima el argentino no tiene una capacidad de exportación significativa. No es México que exporta 250, 290 mil millones de dólares, o Brasil. Argentina puede aportar 100 mil millones de dólares con toda la furia. Es una economía muy chiquita y muy concentrada.
–¿Por dónde tendría que venir la alternativa?
–Siguiendo algo parecido al planteo que se tuvo que haber hecho Perón en su momento. Perón vivió y analizó la pelea entre ganaderos y agricultores. La ganadería fue sobre un modelo industrial para agregar valor. Perón sabía que no alcanzaba con la producción primaria y que había que injectarle una parte industrial. El peronismo dio un salto muy amplio. Perón tuvo que hacer una refundación de la Argentina. Él tomó un desafío, derrotó a estos sectores más rentistas durante un periodo largo de tiempo, hasta el ‘52 por lo menos. Quizás fue un poco rígido, pero cerró un capítulo y abrió uno nuevo. O sea, primera sugerencia, estudiar lo que hizo Perón. No para repetirlo hoy, claro.
–¿Segundo punto?
–El segundo punto es que la Argentina es pensada como una república cerrada. Ningún sector piensa distinto. Ni la derecha, ni la izquierda, ni el centro, ni las distintas líneas del peronismo piensan de otro modo. Pero resulta que este país solamente es viable si tiene una estrategia frente a la integración con el mundo. ¿Qué vas a hacer con Brasil? Brasil necesita alimento. Se lo vas a exportar. ¿Qué vas a hacer con China? ¿Vas a seguir exportando lo que estás exportando? ¿Y vas a seguir importando lo que estás importando? Con los dos tenemos balanza negativa. ¿Qué vas a hacer con Estados Unidos? ¿Vas a seguir teniendo una balanza negativa como la tenemos hoy? ¿Qué vas a hacer con el sistema financiero? Si vos querés pensar un capitalismo competitivo en la Argentina, al estilo Brasil, al estilo México, al estilo Corea del Sur… Corea tuvo un gobierno dictatorial que impulsó la reforma agraria. Yo no estoy diciendo que hay que hacer eso en Argentina. Lo que digo es que ellos encontraron la forma de sacarle renta al campo y llevarla al aparato industrial. Crearon cinco grandes grupos que después transformaron el país, y hoy están en la frontera tecnológica de la producción automotriz, bienes de capital, barcos y puertos.
–Esos gobiernos autoritarios obligaron a la industria a reinvertir.
–Sí, era autoritaria la obligación de reinversión. No era inducida. Era autoritaria. Esto va a tal y tal lugar. Dejame volver a la Argentina y a Perón. No suele contarse, pero en 1953 y 1954 Perón hizo el primer blanqueo importante de la Argentina. No fue a la renta. ¿Por qué se agotan los blanqueos últimamente en la Argentina? Los blanqueos se agotan porque van al lugar donde hay renta, no van al lugar de inversión.
–¿Cómo hizo Perón su blanqueo?
–Sólo se podía colocar el dinero en la Bolsa. No hay plata negra y blanca, hay plata declarada y no declarada. Sea en dólares o en pesos. Después veremos qué se hace con eso. ¿Qué hizo él? Tráeme la plata, yo te la acepto, pero vos podés comprar acciones en la Bolsa o instrumentos de oferta pública. No podés poner la plata a descansar. Vos hoy tenés 230 mil millones de dólares entre depósitos, cajas de seguridad, dinero en los colchones, dinero en el canuto, lo que sea. Y tenemos casi 400.000 millones afuera. ¿Está mal? ¿Está bien? No sé, es un mecanismo que te habla de la tasa de ahorro que tuviste históricamente en la Argentina, que no es menor. Para generar un producto bruto y tenerlo todo afuera es un monto gigantesco como suma de individualidades, pero no les sirve al Estado ni al país.
–¿A quién le sirve?
–A los tenedores de eso: diez mil personas que detentan el 90 por ciento. Y que son ricos y que consumen afuera. Compran propiedades afuera, dejan de invertir en la economía. ¿Por qué? Porque no tienen proyectos. Perón decidió crear un incipiente mercado de capitales. Lo hizo cuando ya no estaba firme como al principio. Pero antes Perón inventó una clase obrera. Generó un mecanismo de atracción gigantesco. Las oligarquías provinciales perdieron la batalla. Entonces la gente, como no había trabajo suficiente, migraba sobre todo del norte a Buenos Aires. Me voy a un ejemplo más remoto, el de Carlos Pellegrini. En la crisis de 1890, cuando era vicepresidente de Miguel Juárez Celman, lo llaman los factores de poder y le piden que asuma la presidencia. Él los escucha y finalmente les dice: “Voy a necesitar 15 millones de pesos. Si ustedes están dispuestos a poner esa plata, yo acepto. Si no, vayan a buscar a otra persona”. Lo pensaron y le dijeron que sí. Entonces fue Presidente y emitió bonos. Y esos diez tipos tuvieron que poner el dinero acá. Bien: hoy la Argentina está destruida y la renta está afuera. Hay que pensar con quién se sentaría Pellegrini.