Gran parte de la decisión opositora de jugar al quedo es porque no tienen la más remota idea de cómo sofrenar la inflación, que no sea señalar las inconsecuencias del monetarismo ramplón o hacerse los guapos inútilmente con los oligopolios. Un análisis de la Argentina y un viaje por el mercado de cacao, como para saber por qué son tan caros los huevos de Pascua y sobre todo de qué manera funciona realmente la economía.
En la columna de los martes en un matutino porteño, que transcribe su editorial del programa de los lunes, Carlos Pagni constató el 4 de abril con datos de encuestas que la mayoría relativa de argentinos de a pie, y a la vez partidarios del oficialismo, declara estar pasándola muy mal por la política libertaria. La paradoja es que la aspereza no los convierte en opositores. Al contrario: la mala hora azuza la esperanza, al menos en algo más de la mitad de la ciudanía, de que pronto el hombre que ama los perros le encuentre la vuelta y en un futuro más o menos cercano todo mejore.
Pagni formula el interrogante obvio de qué sucedería si la situación en vez de mejorar, empeorase. Y sobre esta posible circunstancia, y en vista del horror al vacío de la política, se pregunta retórico: “¿La oposición qué cree? ¿Los movimientos sociales, que están callados? ¿Los sindicatos, que no pueden homologar sus convenios? ¿La oposición política?”. Entiende que los enumerados “creen que va a haber un momento en el que la situación objetiva va a derrumbar las expectativas, al contrario de lo que piensa el Gobierno, y ahí será el momento de enfrentar a Milei. Mientras tanto, aguardan a que la gente decaiga. Todavía no sucede. Es una política muy desconcertante, temerosa y muy poco valiente. Delegan en la gente el conflicto”.
Chocolate por la paciencia, virtud teologal
Esta situación, que resume Pagni con la frase “la situación empeora, las expectativas mejoran”, también la analiza Jaime Duran Barba en su columna semanal de Perfil. Dice: “Que después de tres meses de gobierno la imagen de Milei tenga un saldo positivo es bueno, pero no significa demasiado”, puesto que “todos se preguntan ¿hasta cuándo soportará la gente esta contracción económica brutal y el ambiente de inestabilidad y desesperanza que se vive?”.
Para delinear una hipótesis en modo Cicerón sobre el “¿Hasta cuándo abusarás, Jamoncito, de nuestra paciencia?”, Durán Barba toma como disparador el pase a mejor vida a los 90 años del psicólogo israelí-estadounidense Daniel Kahneman, Premio Nobel de Economía 2002. El consultor ecuatoriano afirma: “Las variables que sirven para diagnosticar lo que puede ocurrir con el Gobierno (…), tienen que ver con actitudes, no solo con opiniones. Versan sobre percepciones acerca de los sentimientos de placer y dolor, interés y aburrimiento, alegría y padecimiento, satisfacción e insatisfacción, a los que se refiere Kahneman en su teoría”. De la prospect theory dice el propio Kahneman -su creador- que “es el estudio de lo que hace que las experiencias y la vida sean agradables o desagradables. Se trata de sentimientos de placer y dolor, de interés y aburrimiento, de alegría y padecimiento, de satisfacción e insatisfacción. Estudia toda la gama de circunstancias que ocasionan sufrimiento y disfrute, desde lo biológico hasta lo social”.
Al respecto informa Durán que en el libro que estamos preparando, “La nueva comunicación política argentina, de Mauricio Macri a Javier Milei”, dice que “en las campañas electorales está prohibido aburrir. Cuando en su senectud, un sector del PRO pretendió hacer concentraciones sin música, alegría, movimiento, y tratando de rescatar los viejos valores del trabajo, el ahorro y el sacrificio, perdió unas elecciones que tenía ganadas. Dio espacio para que Milei encabece un nuevo fenómeno, en el que el candidato cantó, bailó, se expresó con espontaneidad, rompiendo los moldes de la sociedad tradicional. Armó un torbellino que elevó al cubo al salto del bache y los globitos, reemplazándolos con una motosierra”.
“Para que el cambio sea duradero hay que llegar a un gran acuerdo acerca de las grandes líneas del desarrollo del país, que represente a más del 90% del electorado”, postula el ecuatoriano. Sin embargo, Durán previene: “Sería bueno que el discurso de Milei no sea solo negativo. En la campaña supo comunicar una ilusión tan poderosa, que todavía permite que la gente lo apoye en estos primeros meses. No ofreció dar un golpe a la gente común, dijo que los políticos y la ‘casta’ pagarían el ajuste. Muchos aplaudieron pensando que el nuevo gobierno quitaría sus bienes a otros, sin afectar sus privilegios (…) La comunicación de una campaña electoral gira en torno a promesas, pero la gente juzga a los gobiernos por hechos. Quiere sentir que pasa algo positivo ya, algo que le permita vivir mejor. En la política de la red, el espectáculo es bueno y necesario, pero también se necesita comer”.
Huevos
Y hablando de comer, más bien poco y huevos de pascuas menos, puesto que al oneroso costo nacional se agregó en la coyuntura que a fines de marzo el mercado mundial de cacao dio síntomas de descontrolarse.
Para mediados de la última semana de marzo los futuros del cacao cotizaban hasta 10.080 dólares en Nueva York, el doble de lo que costaba hace un mes y el triple de lo que costaba en esta misma época el año pasado. Desde hace tres lustros, la tonelada de cacao ronda el promedio de los 3.000 dólares. Después del pico, en las siguientes rondas los precios volvieron a caer hasta cotizar a 9.624 dólares. En el otro mercado global, el de Londres, se replica esta situación. Los analistas de estos mercados dicen que una escasez mundial de granos de cacao a largo plazo presagia que los precios del chocolate para los consumidores podrían duplicarse y mantenerse ahí.
Costa de Marfil y Ghana cultivan más de la mitad del cacao del mundo, principalmente en pequeñas explotaciones familiares. Los gobiernos de ambos países establecen precios fijos antes de cada temporada de cultivo. Este año, eso fue aproximadamente 1.600 dólares la tonelada. Esta práctica ha empobrecido a los agricultores y condujo a una inversión insuficiente en sus granjas, lo que agrava la disminución de la productividad. Esto no es nuevo. Décadas de precios bajos han dejado a los agricultores de África occidental con problemas de liquidez incapaces de invertir en sus plantaciones. A esto se suma una combinación de patrones climáticos cambiantes y un creciente problema de enfermedades, a raíz de lo cual cada árbol está produciendo cada vez menos granos de cacao. Las estimaciones del mercado tras tres años consecutivos de malas cosechas sugieren que la oferta de cacao quedará unas 500.000 toneladas por debajo de la demanda en 2024. Eso es aproximadamente un déficit del 10%, y parte de la razón por la que el valor del cacao está subiendo.
Estructura de costos
La estructura de costos promedio global de la barra de chocolate no solo da una idea bastante aproximada de lo que se cocina en el par subdesarrollo-desarrollo, sino que además da pie para sospechar si el comportamiento opositor argentino no lleva a un verdadero cul-de-sac y también para relativizar el alcance de las campañas electorales inspiradas en ideas tipo Duran Barba.
Viendo este cuadro de la estructura de costos que se plasma típicamente en un país desarrollado, o semiperiferico como la Argentina, se abandona toda idea de comparar que lo que paga el consumidor de chocolate es lo que determina la remuneración del cultivador de cacao. Debe admitirse que no hay lugar para establecer una medida común entre los dos procesos de producción.
La demanda de los granos de cacao, en tanto materia prima exclusiva (sin sustituto posible) del chocolate, debe derivar de la demanda del producto final (tabletas, bombones, etc.) y debe seguir la misma curva, buena o mala, de ésta última. Pensar que el precio del cacao baja o se estanca a causa de una demanda desfavorable remite a suponer que la demanda por chocolate es deficiente. Pero ahora está muy alto y la demanda por chocolate es más que suficiente. Si es la demanda del producto la que determina el precio y los ingresos de los productores, ni de cerca ni de lejos se alcanza a ver bien cómo es el hecho que la misma demanda por el mismo producto final determine salarios tan, pero tan diferentes entre los cultivadores de cacao de la periferia y los trabajadores del sector chocolatero de los países desarrollados. Estas diferencias salariales son, a calificación laboral igual (o teniendo en cuenta las diferentes calificaciones) 20, 30 o 40 veces superior en el centro respecto de la periferia.
Bien visto, el caso no difiere en nada si del conjunto del proceso se encarga una sola empresa, la que cultiva los campos de cacao en Costa de Marfil y fabrica el chocolate en Suiza, lo envasa y distribuye en la UE. Debería quedar en claro que si la demanda es determinante, entonces se debería fijar la misma tasa de salarios a todo lo largo del proceso de fabricación.
Formación del precio
La realidad es muy otra. En cada etapa de fabricación, el precio del producto correspondiente a ese tramo está formado por el salario local y la tasa de ganancia mundial más el precio del producto de la etapa anterior. Es por eso que los agricultores que producen cacao seguirán siendo pobres pese al aumento del precio del grano y los laburantes del sector chocolatero de los países desarrollados continuaran con su vida próspera. Los elementos que determinan los ingresos de los factores de la producción están justamente en las relaciones de producción. Ahí se ve claro que si los salarios son bajos o altos es por la disputa política de fondo.
Un paper escrito unas décadas atrás por Paul A. Baran y Eric J. Hobsbawm, aclara el significado de relaciones de producción. Lo hacen para dar con “la naturaleza del motor que impulsa la evolución económica, social y política en el curso de la historia”. Ese motor lo mueve “la tensión siempre presente entre el grado de desarrollo de las fuerzas productivas, por un lado, y las relaciones de producción predominantes, por el otro (…) El primero abarca el estado existente de racionalidad, ciencia y tecnología, el modo de organización de la producción y el grado de desarrollo del mismo ser humano” esa «fuerza productiva más importante de todas» como diría un filósofo. Las segundas se refieren “al modo de apropiación de los productos del trabajo humano, a la condición social bajo la cual se produce la producción, a los principios de distribución, a los modos de pensamiento, a la ideología (…) dentro del cual funciona la sociedad en un momento dado”.
El conflicto entre las fuerzas productivas y las relaciones de producción se debe a que las primeras “tienden a ser fuertemente dinámicas. Impulsadas por la búsqueda de los seres humano de una vida mejor, por el crecimiento y la expansión del conocimiento y la racionalidad humanos. Por el aumento de la población, las fuerzas productivas tienden continuamente a ganar fuerza, profundidad y alcance. Las relaciones de producción, por otra parte, tienden a ser rígidas y conservadoras: los sistemas de apropiación y organización social prevalecientes y las instituciones políticas favorecen a algunas clases y discriminan, frustran y oprimen a otras clases. Dan lugar a intereses creados. Los modos de pensamiento se congelan y muestran una tenacidad y longevidad que dan lugar a lo que a veces se denomina «retrasos culturales». Cuando el avance de las fuerzas productivas se ve obstaculizado por el peso muerto de los intereses dominantes y las cadenas del pensamiento dominante, uno u otro tienen que ceder” consignan Baran y Hobsbawm.
De vuelta a la Argentina
Aplicadas esas categorías a nuestra realidad, sugieren que la oposición no es que práctica una “política muy desconcertante, temerosa y muy poco valiente” esperando que las masas reaccionen a la agresión libertaria para ver qué ventaja sacan estos cretinos. Lo hacen por conservadores populares, pero conservadores al fin y al cabo. Como los opositores son culturalmente monetaristas, esperan que el trabajo sucio libertario haga efecto y quedarse entonces con la piñata. El punto es que el monetarismo es un pésimo diagnóstico para frenar la inflación. El monetarismo es una mera ilusión inefectiva.
Además los opositores enfrentan una contradicción casi decisiva. Su ampliación del espacio político proviene de mejorar los salarios, pero esto aumenta los costos y –entonces- los precios. Gran parte de la decisión opositora de jugar al quedo es porque no tienen la más remota idea de cómo sofrenar la inflación, que no sea señalar las inconsecuencias del monetarismo ramplón o las de hacerse los guapos inútilmente con los oligopolios.
La alegría dura poco
El salario como precio político y el chocolate como producto del centro y la periferia marcan los límites de la revolución (electoral) de la alegría de Durán Barba. El consultor no parece entender que en el centro la lucha de clases es absolutamente económica. Los que se disputan el ingreso lo hacen a partir de pactar que todos los habitantes de la nación deben salir a flote. Cuando eso se tuerce, como muestra Branco Milanovic que sucedió en Suecia al igual que en el Reino Unido y los Estados Unidos, crecen el fascismo creciente sueco, el error del Brexit o Donald Trump. Son intentos, de manera alienada, para volver las cosas a su lugar. Milanovic recurre al coeficiente de Gini. Ese indicador va de 0 (máxima igualdad) a 1 (máxima desigualdad). Los valores mundiales entre países se ubican en un rango que va de 0,20 a 0,66.
En cambio, en la periferia la lucha de clases es absolutamente política porque las mayorías tratan de llegar a un acuerdo para salir a flote, en aquellos pocos países en que se es posible, entre ellos la Argentina, con la reacia minoría próspera. Durán Barba trabaja para los que políticamente quieren bajar los salarios. En tanto se avive el país del 17 de octubre, Duran Barba tiene una sola oportunidad de vender papeles y espejitos de colores, con un notable costo político posterior. Lo comprobó Horacio Rodríguez Larreta y trata de esquivarlo Mauricio Macri.
Hay que destacar la coherencia en el yerro de Durán Barba. Sí la economía es la ciencia que estudia cómo se distribuyen el producto las clases sociales que concurren a generarlo, lo de Kahneman es un asunto inscripto en cuestiones del marketing, no de la economía. El Premio Nobel que le otorgaron, se explica dentro de lo acontecido en las relaciones de producción, tan bien manifestado por el gráfico de Milanovic.
El ex presidente Donald Trump está promocionando la Biblia «God Bless the USA» para que la compren su seguidores a 59,99 dólares -más gastos de envío e impuestos-, diciendo en un video de Semana Santa publicado en su cuenta Truth Social que «debemos hacer que los Estados Unidos oren nuevamente». En este mundo no estamos para rogar que las mayorías reaccionen, aunque un rezo no vendría mal, en vista de cómo viene la mano. Por cierto, para el Dr Milei-Mr Ham, y su educado lenguaje, Baran y Hobsbawm serían dos “zurdos de mierda”.