Gobernar dejó de ser una invitación a la fiesta de poblar del prócer libertario Juan Bautista Alberdi. Los libertarios a la violeta argentinos son de la idea de pocos, pero buenos.
A las patrullas perdidas de amplios sectores de la clase dirigente argentina, a las que ni el propio Virgilio puede convencer de que la historia los aguarda para cobrarles la factura del “Gran Rifiuto” (termino italiano, usado por el Dante para los que “renuncian” por cobardía a su responsabilidad política), estos hechos y circunstancias parecen resbalarle en lo que hace a sopesar cuánto y de cuál o cuáles maneras influyen en nuestras posibilidades de desarrollo. Los hechos globales incriminados tienen un par de cosas en común para decir sobre el poco apego que tienen los libertarios a la violeta a la democracia y el temor que les infunde su plena vigencia.
El sentimiento antiinmigrante se observa que es global. Pero en el caso de los ultra derechistas occidentales, tan libre mercado, eso se olfatea como una inconsecuencia. Eso es simple apariencia, según el historiador inglés Quinn Slobodian. Hace dos meses atras sacó un ensayo titulado: “Los bastardos de Hayek: las raíces neoliberales de la derecha populista». Sobre el tema viene escribiendo hace unos años.
Para Slobodian el populismo de derecha y el neoliberalismo, en lugar de ser opuestos, comparten raíces y objetivos. Desafía la percepción común de que el populismo de derecha es una reacción contra el neoliberalismo. Las figuras clave del populismo actual tienen vínculos con pensadores neoliberales como Friedrich Hayek.
Los partidos populistas de derecha, dice Slobodian que “nunca han actuado como ángeles vengadores enviados a castigar la globalización económica. No han presentado ningún plan para frenar las finanzas, restaurar una era dorada de seguridad laboral ni acabar con el comercio mundial”. En cambio, sus propuestas de “privatizar, desregular y recortar impuestos provienen directamente del manual compartido por los líderes mundiales durante los últimos treinta años”.
Si bien el neoliberalismo se asocia a menudo con la “híper mercantilización”, su preocupación central ha sido reconfigurar el Estado para proteger el capitalismo de la democracia, un objetivo que resuena con la nueva derecha. El autor detalla cómo ideas de Hayek sobre la evolución cultural y la identidad sentaron las bases para que el neoliberalismo integrara nociones de raza y cultura, llevando a un «nuevo fusionismo» con el neonaturalismo.
“Muchos neoliberales temían que la democracia tuviera un sesgo inherente hacia el socialismo”. Creían que el sufragio universal podría llevar a “movimientos de masas envalentonadas” que desestabilizarían la economía de mercado al exigir “cada vez más favores, drenando así el presupuesto estatal”, refiere Slobodian.
El texto revela que varias figuras prominentes de partidos populistas de derecha, como Alice Weidel y Peter Boehringer de AfD, Beatrix von Storch (vicepresidenta de AfD), y Barbara Kolm del Partido de la Libertad Austriaco, son o han sido miembros de la Sociedad Hayek o de la Sociedad Mont Pelerin. Estos vínculos demuestran que las ideas neoliberales no son ajenas a estos movimientos, sino que forman parte de su base ideológica.
En 1978, Hayek -que había adoptado la ciudadanía británica como emigrante de la Austria fascista-, apoyó la postura de Thatcher de “poner fin a la inmigración”, citando su experiencia en Viena y la dificultad de integración de “grandes cantidades de judíos gallegos y polacos”. Esto marcó un giro hacia la idea de que “una cultura compartida o una identidad de grupo era necesaria para un orden de mercado funcional”, en contraste con una noción más “universalista» de los seres humanos”.
Hayek se interesó por la socio-biología, aunque enfatizó la “evolución cultural” sobre los genes. Esto llevó a un “nuevo fusionismo” entre el libertarismo de mercado y el conservadurismo cultural, incorporando ideas de la psicología evolutiva y la antropología cultural, e incluso la “ciencia racial revivida”.
Acá es donde entra a tallar la tradición, la moral y el Occidente cristiano: En la década de 1980, Hayek abogó por la “tradición” y la “herencia moral” como fundamentos de sociedades de mercado sanas, refiriéndose explícitamente a la “moral (…) del Occidente cristiano”. Esto implicaba que solo algunas sociedades, aquellas que habían desarrollado ciertos “rasgos culturales” como la “responsabilidad personal, el ingenio, la acción racional y la baja preferencia temporal”, estaban predispuestas al éxito del mercado.
Hablando junto a Marine Le Pen en el congreso del partido Frente Nacional francés en 2018, el autodenominado populista Steve Bannon condenó al “establishment” y a los “globalistas”, pero construyó su discurso en torno a la propia metáfora de Hayek del camino a la servidumbre, invocando la autoridad del nombre del amo.
Slobodian cita a Bannon diciendo allí que “Los gobiernos centrales, los bancos centrales y las empresas tecnológicas del capitalismo clientelista los controlan y los han llevado por un camino de servidumbre de tres maneras. Los bancos centrales se dedican a devaluar su moneda, el gobierno central a devaluar su ciudadanía y los poderes tecnológicos del capitalismo clientelista a devaluar su personalidad. Hayek nos dijo: el camino a la servidumbre pasará por estas tres vías”.
En Zúrich, la semana anterior, Bannon también había invocado a Hayek, informa el historiador. Allí fue recibido por Roger Köppel, editor de periódico, político de derecha del Partido Popular Suizo y miembro de la Sociedad Friedrich Hayek. Köppel le entregó el primer número de su periódico, Wirtschaftswoche, “mientras susurraba en voz baja que era ‘de 1933’, una época en la que ese mismo periódico apoyaba la toma del poder por parte de los nazis”, señala Slobodian.
“Que los llamen racistas”, dijo Bannon en su discurso de campaña, “que los llamen xenófobos. Que los llamen nativistas. Llévenlo como una insignia de honor”. El objetivo de los populistas, dijo, no era maximizar el valor para los accionistas, sino “maximizar el valor de la ciudadanía”. Esto sonaba menos “a un rechazo del neoliberalismo que a una profundización de la lógica económica en el corazón de la identidad colectiva”, reflexiona Slobodian y redondea con que “Los populistas no descartaban la idea neoliberal del capital humano, sino que la combinaban con la identidad nacional: un discurso de capital popular”.
Hayek comprendió que persuadir a cualquier sociedad para que aceptara los rigores de la libertad capitalista nunca sería fácil. “El capitalismo da miedo porque es muy incierto: la esencia de la lógica del mercado es que nadie sabe qué va a funcionar hasta que se descubre si la gente está dispuesta a comprarlo. Pero para Hayek, eso también era su gloria”, comenta el politólogo de Cambridge David Runciman, en la recensión del ensayo de Slobodian que hizo en la London Review of Book . Hayek basó esta idea en parte en sus observaciones sobre política electoral: los votantes siempre necesitarían razones no neoliberales para votar por políticas neoliberales. Odiar a los inmigrantes compra una buena cantidad de boletos.
“Prendan hogueras, pinta tu aldea/ Mundo de quimeras”, canta Gustavo Cerati. Cualquier similitud o ciertas diferencias de este áspero y desagradable horizonte ideológico, con el sentir de los libertarios a la violeta argentinos y el comportamiento del gobierno que encabeza el hermano de la Karina no son meras coincidencias.
Para el desarrollo de las fuerzas productivas argentinas sigue siendo muy cierto que gobernar es poblar. Máxime frente a las enormes oportunidades que se abren en un mundo estupidizado por la xenofobia. Lloviendo sopa y nosotros con tenedores. Qué mala leche.