Su Excelencia dice que los dos políticos más importantes en el mundo son él y Donald Trump. Modesto, esta vez el Presidente Javier Milei concedió el primer lugar al norteamericano. El mensaje que le envió señala su compromiso amplio. No sólo con hacer a la Argentina grande otra vez. También con ayudar al MAGA, Make America Great Again, el lema proclamado por Trump de recrear la grandeza de los Estados Unidos. Y ahora qué, entonces, recurrió a uno de los mayores expertos en la política norteamericana y en la relación de la Argentina con los Estados Unidos. Con las urnas del 5 de noviembre todavía calientes, mantuvo un jugoso diálogo con el argentino Alfredo Forti, exsecretario de asuntos internacionales del Ministerio de Defensa aquí y, desde hace años, consultor en Washington de corporaciones y gobiernos.
Alfredo Forti dice tener en claro por qué Trump le ganó a Kamala Harris.
–En estas elecciones la economía definió el voto –explica–.
–Pero no fue el tema más visible en las campañas de los dos candidatos, ¿no?
–No. A simple vista estuvo por debajo de otros asuntos de alta visibilidad, como la cuestión de los migrantes, la seguridad en la frontera, el aborto y las descalificaciones personales. Detrás de toda esa maraña de alto nivel de espectacularidad, la economía era igual a cuando uno está en el mar: ve las grandes olas y la espuma y no mira que debajo del barco las corrientes van en otra dirección. Ese mar de fondo fue la economía.
–¿Eso ocurrió porque Trump convenció a los votantes de que están peor o porque sencillamente están peor que antes?
–La gente está peor hoy que hace cuatro años, cuando Trump le entregó el gobierno a Joe Biden. Veamos la famosa inflación, por ejemplo. Biden entrega el gobierno a Trump, ahora, con 2,9 por ciento de inflación anual. Es mucho para los Estados Unidos. Pero resulta que con Biden en 2022 la inflación llegó al 9 por ciento. Una enormidad. Para los demócratas, esa baja fue importante en términos de los dichosos números macro. Pero los votantes experimentan algo distinto en su vida cotidiana. Los alimentos y los servicios llegaron a subir un 30 o 40 por ciento. A muchos no les alcanza como antes para cubrir sus necesidades.
–Kamala Harris se jactó de una baja tasa de desempleo.
–En 2024, en julio, ya en fase electoral, estaba en un 4,3 por ciento.
–Keynes diría que eso es rotación de trabajos, no desempleo.
–Pero las cifras no son cosa de un día, porque la memoria existe. Ese 4,3 por ciento es la cifra más elevada desde octubre de 2021. Entonces para los norteamericanos, al momento de votar, la tasa de desempleo es alta.
–¿Sería: “Estoy peor y tengo más miedo que antes de perder el empleo”?
–Sí. Y lo mismo ocurre con la pobreza. Está en alrededor del 18 por ciento. Es un índice alto. Los números macro, la gente los siente como malos. Al mismo tiempo, se fueron precarizando los empleos para los jóvenes, y no hablo sólo de los jóvenes con título universitario sino para los que trabajan en oficinas. No tienen beneficios, no tienen seguridad laboral. En el momento en que la empresa siente que no hacés falta, te echa. Es la economía Uber. Sos tu propio emprendedor. Si te alcanza, llegás. Si no, embromate.
–¿Y se embromaron muchos?
–Para la gente normal esto se tradujo en varias cosas. La situación los llevó a un alto nivel de endeudamiento. La gran mayoría de la clase media, y de ahí hacia abajo, se perjudicó por la pérdida de ingresos y porque, encima, los intereses están altos. Martín, recordá que en los Estados Unidos hay crédito. En Florida, con un mercado inmobiliario muy activo, el interés de las hipotecas está en un seis y medio por ciento. Es alto para los Estados Unidos. No poder pagar genera mucha tensión y cambia la adaptabilidad cotidiana de la clase media.
–¿En qué se nota?
–Mayores deudas, mayor stress, imposibilidad de cambiar de casa o de comprar la casa que querés. Eso es un fenómeno que, podés imaginarte, se comenta todo el día. Antes de ir a dormir, en familia, en la comida de los domingos, con los hijos, con los tíos, con los primos…
Es una explicación simple pero muy verificable y comprobable. Y esto fundamenta algunos comportamientos electorales. Los latinos registrados para votar son 14 millones.
–Fueron aumentando. Veinte años atrás, el Partido Demócrata decía que si todos los latinos en condiciones de registrarse para votar lo hicieran y fueran a votar, los demócratas serían eternos.
–En teoría serían más que suficientes para hacer una diferencia. O lo habrían sido, en realidad, porque lo que ocurrió es que la mayoría de los latinos efectivamente votó a los demócratas pero, al mismo tiempo, subió notablemente el número de los latinos que votaron a los republicanos. Del 15 al 40 por ciento. Es un ascenso enorme.
–¿Lo mismo con los afroamericanos?
–También Trump mejoró mucho en esa franja. Ojo: el primer voto puede ser diferente a lo que los demás esperan como natural. Todos estos números, estas tendencias, explican que Trump haya triunfado nada menos que en 31 Estados, y que en el voto popular le haya ganado a Kamala por 51 a 47 por ciento, a pesar de que las encuestas daban una diferencia más chica y favorecían a Kamala.
–¿Qué importancia le asignás al control republicano del Senado, cuando los republicanos ya tenían la cámara baja en sus manos?
–Todavía hay votos que contar. Pero Trump ya tiene 52 escaños sobre 100. Supongamos que llega a 54 ó 55 senadores. En los Estados Unidos el partido que controla el Senado tiene automáticamente la presidencia de las comisiones y subcomisiones de la cámara. Esto le permite manejar la agenda y la dinámica, y pasar las leyes que quiere. Si termina en 54 o 55 senadores sobre 100, y de paso consigue el voto de seis o siete democrátas conservadores, que los hay, no sólo tendrá la mayoría sino que logrará una enorme velocidad para implementar sus medidas.
–El Senado, además, interviene más que en la Argentina para prestar su acuerdo. No hay ministro que pueda asumir si no es aprobado.
–Y súmale la Corte Suprema, donde Trump ya había ido logrando designar a más jueces conservadores. Eso se va a profundizar.
–Escuché a Bernie Sanders criticar la economía tanto en la realidad como en la campaña.
–Sí, así es. Y gente como Bernie Sanders es aliada de los demócratas. Si no, todavía serían menos en el Congreso. Hay fenómenos que son muy evidentes. Hablábamos de los afroamericanos. El otro día mi esposa me contó que vio en la tele cómo una periodista entrevistaba a dos hombres negros saliendo de un centro de votación. Me dijo que parecían empleados. Blue collars, como se dice aquí. La periodista asumía su perspectiva: por ser negros hizo ciertas preguntas. Le preguntó al primero si había votado. Sí, lo había hecho. Quiso saber por quién, una pregunta que aquí no es usual en la televisión en esos casos. Respuesta: “Yo voté por quien me permita quedarme con la mayor parte de lo que gano con mi trabajo para decidir lo que quiero hacer con la plata que me gané”. La periodista supuso que el entrevistado apoyaba los subsidios, y se lo preguntó. Mirá lo que respondió el hombre: “No me gusta vivir de subsidios porque me siento capacitado para ganar lo que necesito con mi trabajo. No quiero subsidios sino trabajar más y que se me vaya menos de lo que gano”. Lo escuchaba un segundo hombre, también negro. “Yo pienso exactamente lo mismo que mi amigo”, dijo.
–Transparentes.
–Esas expresiones tan sinceras, tan claras, de votantes afroamericanos que tuvieron la doble disciplina de registrarse y de ir a votar, explica por qué ganó Trump. Hay un alto nivel de responsabilidad en lo que hicieron los demócratas, o en lo que no hicieron, en lo que dijeron y en lo que no dijeron.
–¿En el Gobierno o en la campaña, Alfredo?
–En el gobierno no hicieron nada para resolver estos problemas. Gastaron más plata en Ucrania, en Medio Oriente o en subsidios a grandes corporaciones que en resolver los problemas cotidianos. Hasta subieron los alquileres. Trump no se concentró ni en el bienestar social ni en mejorar la clase media, pero con él vivieron mejor. Concreto. Eso explica el resultado electoral.
–¿Significa que no hubo un cisne negro, algo inesperado? ¿Que el cisne era blanco y visible?
–La gente votó en favor de sus intereses personales, grupales, familiares y comunitarios.
–¿Y ahora el Trump Dos será igual al Trump Uno?
–Probablemente lo que debemos esperar en este segundo gobierno de Trump son cosas muy fáciles de concebir, porque surgen de las señales que dio. En primer lugar, habrá una política proteccionista en lo que afecta al frente geoeconómico global y comercial. Habrá un fuerte mensaje a los países que compiten con los Estados Unidos para decirles que se adapten a esa nueva postura. El mensaje es éste: “Vamos a volver a tener una política de aranceles a importaciones de los chinos no solo por lo que se produce en China sino en países como México, que exportan a los Estados Unidos productos ensamblados con insumos chinos”. Esta concepción trumpeana del proteccionismo es una postura de los Estados Unidos no ideologizada: afecta a todos. Hoy escuché a Patora…
–¿Patora, la hermana de Patoruzú? ¿La exportamos a los Estados Unidos?
–No, es ministra de Seguridad en la Argentina. Habló de la excelente relación con Trump y dio como ejemplo que en su momento Trump ordenó el levantamiento de las restricciones a la importación de limones argentinos como un gran triunfo.
–Creo ser el primer periodista a quien Guido di Tella le dijo su frase famosa “relaciones carnales”. Y el ejemplo era que la Argentina debía poder colocar los limones tucumanos y, para lograrlo, ganarles a los de California.
–Yo quiero lo mismo con los limones, pero no sobredimensionemos las cosas. La Argentina en estos momentos, con Trump Dos, lo más que puede esperar no es un permiso para la apertura de nuevos mercados. El Presidente y el ministro de Economía quieren luz verde para acceder a nuevo endeudamiento. Y no necesariamente, al menos en la primera fase, con entidades comerciales privadas sino a partir del voto fuerte de los Estados Unidos en el Fondo Monetario Internacional. Así, razonan, Milei podría terminar con el cepo y dolarizar.
–¿Estás hablando del Fondo Monetario Internacional?
–Claro. Milei quiere el voto de los Estados Unidos para endeudar más al país con el FMI. Lo que escucho en Washington es que esa decisión pasa primero por el filtro fino y muy estricto del Departamento del Tesoro. De allí pasa a las instancias de decisión política, con el Departamento de Estado y el Consejo de Seguridad Nacional, que incorpora a los principales ministerios. Ellos le entregan la postura al Presidente. Por eso, antes de cantar victoria, los libertarios deberían ver bien a quién pondrá Trump en el Tesoro. También influye quién estará en la representación comercial externa, el USTR, y en Energía. Su equipo anterior fue clave en la renegociación con China y en la renegociación de lo que era el Nafta, el acuerdo de libre comercio de América del Norte. Y después hay temas importantes como la eventual revaluación del dólar, que afectaría la competitividad del resto de las monedas del mundo. Esto incluye a la Argentina, y el efecto no sería beneficioso. Yo les diría a todos, y en especial a Patora, que no se adelanten.
–¿Lo hicieron?
–Sí, Como siempre, el Gobierno de la Argentina se adelanta de manera muy poco diplomática y política. Se aleja de elementales normas de educación. Por su cuenta el Gobierno argentino anuncia reuniones. Asegura que Trump lo va a invitar a Milei a los Estados Unidos. Ahora dicen que se van a encontrar antes de la asunción, en la residencia de Trump. Yo no me meto en si va a ocurrir o no. Digo que así no se manejan las cosas en diplomacia. Hay que seguir el proceso con atención y con cuidado. Hoy, por hoy, para Trump, nos guste o no a los argentinos, de Milei a Cristina, somos para él una pequeña cosa, por más que los funcionarios se pongan la gorra de MAGA en la cabeza.
–¿Se puede inferir qué le tocará a la Argentina mirando toda la política exterior de Trump, especialmente la comercial?
–En términos de política internacional, habrá estrategias centrales. La postura norteamericana se va a caracterizar por la adopción del proteccionismo económico y será aislacionista en términos diplomáticos. Para Trump la competencia con China es más comercial que geopolítica, y eso debería entenderlo más de un cabeza hueca en América latina y en la Argentina. No es un revival de la Guerra Fría. La postura proteccionista de Trump se traducirá en un proceso de transacción permanente. Y no es que será débil. En su primer gobierno ya tomó medidas fuertes hacia China, que Biden no cambió sino mantuvo. Pero cuidado, que Trump no vive solo. Plantea el proteccionismo cuando al menos por ahora no cuenta con el compromiso de las multinacionales norteamericanas, que tienen sus plantas de producción en China. Desde Tesla a General Motors le explican que no sólo les sale más barato producir en China sino que el mercado chino es más grande que el norteamericano. Todo lo que dice Trump sobre un corte abrupto de compras de productos chinos es verso de campaña. Habrá transacciones. Y participarán en la negociación, directa o indirectamente, los Estados Unidos, Beijing y las grandes corporaciones. Un tema para observar siempre con atención es ver qué ocurre con los pesos pesados de la economía, la industria y el establishment militar.
–¿Cómo juega la Argentina?
–Existe una gran coincidencia entre Milei y Trump como para sentar las bases de la relación. Tanto Trump como Milei quieren, apoyan e impulsan el objetivo de Make America Great Again. A partir de esa coincidencia todo lo que podamos esperar de los Estados Unidos hacia la Argentina no será una nueva política. Trump diría: “Este Milei es tropa propia en ese agujero del Sur. ¿Qué precisamos ahí?”. Entonces el tema para el pueblo argentino es que el Presidente actual se viene bajando los pantalones incluso por debajo de lo que es aceptable por una cuestión de vergüenza ajena, y esto mirado también desde los Estados Unidos. Milei lo hace para consolidar, con dólares, su proyecto ultraneoliberal. Esta vez no creo que suceda lo mismo que hizo Trump con Macri con el préstamo del Fondo. El proceso de decisiones no arrancará desde el FMI. Tendrá que ir de la Casa Blanca al Tesoro y de ahí al Fondo. La direccionalidad es al revés. No hay que esperar automatismos.
–¿Podés detallar un poco más el significado de los pantalones muy bajos?
–Me preocupa que Milei negocie más concesiones. Me permito elucubrar una posible situación: no me va extrañar, y lo digo por haber hablado con contactos super-republicanos, ver al Gobierno de Milei teniendo que recibir a migrantes irregulares de los Estados Unidos. A migrantes que ellos quieren deportar para no ocasionar lo que definen como situaciones explosivas. Salvadoreños, venezolanos, guatemaltecos… “Mi amigo Milei me ayuda a recibir a los que entraron a los Estados Unidos a comernos los perros y los gatos”, podría decir Trump. “Y lo vamos a apoyar no solo con el Fondo sino para alejarte de China.” Si pasa eso, Milei repetiría lo que hizo la dictadura genocida al recibir a refugiados de Laos y mandarlos a Misiones sin ninguna ayuda ni preparación.
–Los migrantes, en la campaña de Trump, se comían los gatos.
–Por mi trabajo de consultor y asesor yo viajo mucho. En Corea del Sur hay un plato tan interesante como el puchero. Tiene carne de perro, y nadie se escandaliza. Pero salgo de la gastronomía. El otro tema que puede caracterizar a la segunda administración de Trump es que el nuevo aislacionismo se traduzca cada vez más en una política anti-ONU, anti organismos multilaterales, crítica de las alarmas sobre el cambio climático. Y esta vez lo acompañarán más gobiernos en América latina, Asia, Europa y Africa. Esto será malo para la red del sistema internacional tal como lo conocemos hoy, con sus organismos y las relaciones entre los países, incluso con sus tremendas fallas. Van a tirar a la basura 80 años de estructuras multilaterales. No es una buena noticia para la Argentina. Como latinoamericanos, y teniendo en cuenta a nuestros aliados en Asia y África, vamos a perder capacidad de presencia en cuestiones globales. Es una tormenta de efectos incalculables para todos: nadie sabe qué pasará. Ni los afectados ni quienes, como Trump, la impulsan.