Alinearse no es aliarse, sino someterse al señor Lamelas

El examen ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado norteamericano del empresario Peter Lamelas llevó la memoria a Spruille Braden, que fue embajador en la Argentina y encargado de América latina en el Departamento de Estado. Las novedades. El tono colonial. Y el espejo de América central. 

Escuchás hablar al nuevo candidato a embajador de los Estados Unidos en la Argentina y la memoria, automáticamente, te lleva a “Braden o Perón”. Pero resulta que no es 1946, acá no hay Perón ni hubo antes Segunda Guerra Mundial. Tampoco hay una Inglaterra como metrópoli en decadencia que los Estados Unidos quieran terminar de destronar. Ni una Unión Soviética a la que combatir para que no llegue el comunismo al mundo entero. Está China, claro, pero tiene otros tiempos y no está precisamente en decadencia.

Lo que hay es:

*Un señor que se llama Peter Lamelas.

*El señor es un gran empresario de urgencias de salud.

*Es del Estado de Florida, que cada vez más funge como base de operaciones del Presidente Donald Trump. 

*El señor puso mucho dinero en la campaña de Trump.

*Resulta que cuando alguien pone mucho dinero en la campaña de un presidente norteamericano, y cuando no hay un diplomático profesional a designar, el donante termina viviendo cuatro años en el hermoso Palacio Bosch de la hermosa ciudad de Buenos Aires. Allí está la residencia del embajador de los Estados Unidos de América en la Argentina. Así ocurrió, por ejemplo, con Theodore Gildred, el enviado de Ronald Reagan. Sólo que Gildred, que no era ningún zurdito, apoyó con discreción pero con eficacia al gobierno constitucional de Raúl Alfonsín ante el levantamiento carapintada de Semana Santa de 1987. Alfonsín había contradicho a Reagan en 1985 por el intervencionismo en América central pero de todos modos Washington, incluso el Washington ultraconservador que había bancado a las peores dictaduras, apostaba a un período de estabilidad democrática en Sudamérica. Porque además Moscú estaba en sus años finales.

La memoria y la historia se dispararon cuando el martes 22 de julio el señor Lamelas se presentó ante el Comité de Relaciones Exteriores del Senado para explicar qué haría en la Argentina. Esa presentación, una suerte de examen que funciona igual en la Argentina, es el paso previo para que el Comité preste su acuerdo y para que lo haga después el pleno del Senado. Si no, adiós destino en el exterior. 

El señor Lamelas no improvisó. 

Es obvio, aunque no lo haya dicho el señor Lamelas ni lo haya señalado el secretario de Estado Marco Rubio, que ya es tarde para que los Estados Unidos se planteen un escenario de China Cero en América latina, la Argentina incluida. El nivel de inversiones ya es imborrable y abarca represas, mineral de hierro, litio y puertos. Está el swap, que funciona como una cierta garantía de que hay una reserva de las reservas. La nafta al final del tanque cuando ya se prendió la lucecita de cargá no llegues al papelonazo del bidón en la ruta. 

A los Estados Unidos no les queda otra que la reducción de daños. Que China, al menos, no expanda más su presencia. 

Por eso el señor Lamelas no improvisó.

Podría haber hablado de China en general. Sin embargo, dijo que si llega a ser embajador en la Argentina se verá con cada gobernador para presionar en contra de las relaciones de las provincias y de sus empresas con China. “Para evitar la corrupción”, dijo el señor Lamelas. Es habitual que los embajadores recorran el país de destino provincia por provincia. La rareza es que no lo haga Su Excelencia, que enfila el avión para el interior sólo en ocasiones como el Facha Fest de Córdoba o si puede decirles en la cara a los bahienses que se arreglen, porque el Estado central no les dará plata después de una catástrofe.

El señor Lamelas dijo que recorrerá las provincias porque hay un hecho: en los últimos tiempos se intensificó la relación de cada Estado provincial con China. Los últimos viajes registrados son los del gobernador cordobés Martín Llaryora y del santacruceño Claudio Vidal, el petrolero y ex kirchnerista que terminó con 32 años de gobiernos kirchneristas.

En su discurso no improvisado en el hearing del Senado, el señor Lamelas incluyó como otros asuntos importantes el respaldo a Su Excelencia y su compromiso 

El senador Pete Ricketts, de Nebraska, incluyó en su pregunta la situación del Atlántico sur y las Malvinas, que llamó sólo por su nombre británico Falklands. Pero su foco fue el interés en que la Argentina no le compre armas a China.

“Los Estados Unidos no reconocen la soberanía ni de la Argentina ni del Reino Unido sobre las islas”, recordó el señor Lamelas. Y fue en ese momento en que introdujo el punto de las visitas a las provincias.

Ricketts no es cualquier persona. Preside el subcomité sobre Asia Oriental y es un visitante frecuente de Taiwán. Dicho sea de paso, Taiwán tiene un superávit comercial en las relaciones con los Estados Unidos de 73 mil millones de dólares. En la guerra comercial de Trump, según parece, hay déficits comerciales que molestan más que otros.

También participó, con otra pregunta sobre China, la senadora Jeanne Shaheen, una demócrata que representa al Estado de New Hampshire, donde fue gobernadora de 1997 a 2003. 

Fue entonces cuando el señor Lamelas aprovechó para plantear un tema comercial. No se refirió a los aranceles sobre el acero, el aluminio o los limones de la Argentina sino, por el contrario, a las que describió como “barreras no arancelarias” de la Argentina frente a la industria farmacéutica norteamericana. Para los Estados Unidos, está claro, Su Excelencia es un héroe pero la Argentina no es Taiwán. 

Para quienes tienen una imagen superficial de los Estados Unidos no está de más una recomendación: saber que los funcionarios norteamericanos, o los posibles eventuales funcionarios como el señor Lamelas, no mienten. En todo caso las operaciones correrán luego por otro lado, pero no hay mentira sino crudeza. La novedad, en el caso del señor Lamelas, es que no es nada frecuente que un embajador de los Estados Unidos sea directo hasta llegar a términos coloniales, que están por encima del tono discursivo habitual entre los diplomáticos de los Estados Unidos. Por eso la memoria de la intromisión directa en los asuntos internos de la Argentina, de la injerencia, lleva directo a un Braden entrometiéndose en la política local.

El sincericidio injerencista del señor Lamelas fue utilizado por embajadores con destino sudamericano en Bolivia, pero no en el resto de la región. Su tono es más bien típico del tipo de discurso habitual en las relaciones de los Estados Unidos con países de América central, es decir la zona más próxima del patio trasero. Greg Grandin, un gran historiador norteamericano, sostiene que América central es el laboratorio de la política exterior de los Estados Unidos. Así ocurrió con las intervenciones militares e institucionales, que comenzaron a comienzos del siglo XX en Cuba tras la guerra de independencia de España y tuvieron un signo de lo que vendría en la década del ’60 en el resto del continente cuando Washington participó del golpe de Estado contra Jacobo Arbenz en Guatemala en 1954. Arbenz había planteado interrumpir la dependencia respecto de la United Fruit, la gran corporación bananera y frutera que cruzó todo el siglo XX de las relaciones con el que el Departamento de Estado aún llama “Hemisferio occidental”.

Acaso, entonces, las palabras del señor Lamelas puedan ser tomadas en toda su simetría. Su Excelencia dijo, y sigue repitiendo, que la Argentina está alineada con los Estados Unidos y con Israel.

Diego Guelar, exembajador de Carlos Menem en los Estados Unidos, Brasil y la Unión Europea, y de Mauricio Macri en China, a quien nadie podría considerar un izquierdista, acaba de explicar en tono crítico que si un país se alinea deja de tener política propia.

Es que, más allá de la discusión sobre con qué países debe aliarse la Argentina, alinearse no es aliarse, sino someterse.


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