Alta coimera, o cuando el humor es cosa seria

Los renacentistas la tenían clara: la risa es una forma de liberar al hombre del miedo. En la Edad Media la catarsis social era elegir al tonto del pueblo como rey y de poner el mundo al revés los días de Carnaval. Era el desenfreno de la carne y de la risa liberadora. Al ideólogo de extrema derecha Agustín Laje y al propio Javier Milei les encanta (ba) llenarse la boca de la idea de la “hegemonía cultural”. En esta pelea, esa batalla parece perdida por ellos, y no por puntos. La mayor parte de los argentinos piensa que Karina metió la mano en la lata.

Porque el humor libera del miedo es que el anciano Jorge de Burgos, en El nombre de la rosa de Umberto Eco, envenena las hojas del segundo tomo de La poética de Aristóteles, la que hablaba de la comedia. Y es que el bibliotecario (inspirado en nuestro Jorge Luis Borges) creía que la risa significaría una liberación tal que llevaría a la falta de respeto al poder instituido, a la nobleza, a la iglesia.

A través del humor los desposeídos se vengan de los poderosos. Se burlan de un poder que en el fondo tiene los pies de barro. Y eso está pasando en la Argentina actual. Nunca antes hubo un número tan grande de jingles ni de memes sobre el Karigate.

Hasta el 19 de febrero del año en curso la imagen de Javier Milei  tocaba las estrellas. Tenía un sólido 64 % de aprobación  y gritaba a todos los vientos que él debería ser el próximo premio Nobel de Economía. Hoy ronda el 35 % y en caída. Por supuesto, los números difieren de encuesta a encuesta, pero en todos ellos Milei está lejos, tal vez muy lejos, de tener mayoría. Y de ese panorama es muy difícil remontar. Menos en pocas semanas.

La estafa $Libra fue el principio del fin, o el fin del principio, como usted prefiera. Ahí se descubrió un entramado mafioso y comenzó a aparecer la hilacha del dinero entregado por debajo de la mesa a la cajera. Ella ya no necesitaba leer el Tarot. La rueda de la fortuna giraba a su favor.

Pero el escándalo mayor vendría cuando salió lo del 3 %, constituyéndose  la punta de un enorme iceberg. Uno muy grande, muy pesado, muy torpe y muy feo.

Y entonces, como remarcando que la verdadera venganza vendrá a través de la felicidad (sueño que estuvo presente en las grandes revoluciones modernas) llegó la catarata de los jingles y los memes. No es un pequeño detalle, y lo es muy sabroso, el hecho de que el inicio del escándalo comenzara con un portal que se llamara Carnaval, que realmente puso el mundo de cabeza, como la fiesta de las carnestolendas en la Edad Media. Mijail Bajtin debe estar solazándose en el cielo de los teóricos de los estudios sociales.

Y el Carnaval se apoderó del tiempo comandado por “comparsas” como las de Gelatina de  Pedro Rosemblat y sus amigos, uno de los más serios intentos de comunicación digital política acorde a los tiempos modernos. La feliz mezcla consiste en música conocida  a la que se le cambia la letra de manera que se resemantiza el mensaje. Se rescata entonces el éxito del tema pero se le transforma el contenido.

Este trabajo lingüístico y musical es acompañado por risas de los presentadores. Y es que la risa es contagiosa. No olvidar que todo humor viene cargado de una parte lúdica. Es un pacto de comunicación entre quien emite el mensaje y quien lo decodifica.  

Pero vayamos un rato a los textos con algunos de los muchos ejemplos que se pueden dar. El tema boliviano “La bomba” de Flavio Zambrana y Azul Azul, cambia su letra. Ahí se suplanta la palabra “bomba” por “coima”.

Mientra que en el éxito de los noventa “A puro dolor”, de los portoriqueños Son by Four, la nueva letra dice: “Perdona si te estoy manguendo este 3 por ciento pero me hace falta quedarme este vuelto para que te firme la licitación”. Este nuevo texto remplaza a otro: “Perdona si te estoy llamando en este momento pero me hacía falta escuchar de nuevo tu respiración”. 

El pentagrama, la puesta en escena y la lingüística musical se convierten en un arma, como lo es siempre la cultura.

Al ideólogo de extrema derecha Agustín Laje y al propio Javier Milei les encanta (ba) llenarse la boca de la idea de la “hegemonía cultural”. En esta pelea, esa batalla parece perdida por ellos, y no por puntos. La mayor parte de los argentinos piensa que Karina metió la mano en la lata.

Cuando la revolución viaja en subte y autobús

“Alta coimera, la mina es alta coimera

Alta coimera, Karina es alta coimera.”

El estribillo se canta en calles, en el transporte público, frente a la Casa Rosada y en el icónico bar Río en el barrio de Almagro en la esquina de Sarmiento y Troilo. Es ya una tendencia. La forma comunicacional del sentimiento de buena parte de la nación argentina.

Fue el estribillo que más pegó. Muy comparable al MMLPQTP que también marcó el final del macrismo como gobierno en el 2019.

Para la organización Chequeado, que se ocupa de ver la validez de los videos y detectar posibles fake, no todo lo que se sube a las redes con estribillo es cierto. Y sí, hay manipulación, como también hay mucha gente que lo da por verdadero. Y lo importante no es solo si es verdad o no. Es la recepción del público. 

Por supuesto, dado el éxito, las redes sociales se llenaron de decenas de canciones a las que les cambiaron la letra para que en sus estribillos se burlen del escándalo. Un rápido análisis de Inteligencia Artificial de la palabra más empleada en ellos es coima. Luego le viene 3 % y Karina.

Lingüísticamente  el mensaje funciona en lo semántico (es decir, en el sentido de lo que se dice) y en la pragmática . O sea, en la relación con el contexto. Que el 97 % de los argentinos sepan de qué se habla ayuda mucho a la comprensión correcta del mensaje.

Y de pronto el tema llega al fútbol, otra de las formas de expresión de la cultura. Así el equipo de Sacachispas de primera B ha informado a la prensa que retira la camiseta 3 de su alineación. Referencia absoluta. La camiseta es para Karina.

Entre los jingles escuchados hay versiones de “New York”, New York del gran Franz Sinatra, de la opera “Evita” y “No llores por mí Argentina”  hasta “A puro dolor” de Son by four. Y un largo etcétera.

Sin calle, sin redes y sin futuro

Hasta el escándalo Libra, Milei era el rey del mundo digital. Seis meses después sus defensores prácticamente han dejado la iniciativa a la oposición, que ha sido reforzada ampliamente por ciudadanos de a pie que expresan así su molestia.

Desde hace mucho que se habla de la soledad de los políticos. Pero hay algunos más solos que otros. Javier Milei no tiene calle. A su último acto electoral apenas concurrieron 1 500 personas. Está en minoría en el congreso. Se ha peleado con los medios, incluso los muy poderosos Clarín y La Nación al punto de prohibir el ingreso de periodistas a la Casa Rosada. Nadie se animó a tanto. 

Perdió la batalla económica, la política y, sobre todo, la cultural.

Es, pues, el efecto dominó. 

Las encuestas pueden decir una cosa pero la calle grita otra. El domingo en la noche se sabrá la verdad.

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