América latina, un espacio económico clave para EE.UU.

Tal como ocurrió durante su primera presidencia, América latina será una región crucial en el proyecto global de Donald Trump. En el primer mandato, su retórica confrontativa con China y su desconsideración con los europeos relegaron sus acciones sobre la zona, ocultando que era un engranaje esencial en su objetivo “America First”. Aquí lo explica el economista argentino Andrés Ferrari Haines, profesor en la Universidad Federal de Rio Grande do Sul. El trabajo fue publicado originalmente en “Observatório internacional do século XXI” de Brasil.


Desde Porto Alegre, Brasil

Dejando de lado las formas de trato –más bruscas o gentiles, más violentas o pacíficas—Trump no es excepción entre los presidentes estadounidenses en evaluar que, de fondo, América latina es un espacio que debe atender a los intereses norteamericanos.

Su meta principal es que el país vuelva a ser la mayor economía del mundo y eso significa recuperar el liderazgo industrial global que ha perdido frente a China con otros países del Sur Global, también vistos como rivales. En forma implícita, se asume que esto se puede lograr preservando la visión social neoliberal de las últimas décadas: ultra-concentración de riqueza interna en Estados Unidos bajo el dominio de grandes corporaciones y bancos internacionalizados.

Para esto, América latina se presenta como un espacio económico clave para el repunte económico e industrial estadounidense: mano de obra abundante y barata, fuente de materias primas esenciales, mercados externos para colocar su producción y oportunidades de inversiones reales y financieras (ya que la región también está sujeta al dólar).

En la presidencia anterior, Trump vio su gestión impactada por la pandemia del COVID-19 que, eventualmente, desvió el objetivo y la dinámica de los acontecimientos. En esta segunda ocasión, el recién asumido mandatario ya dejó claro que el camino será el mismo. Su foco está en devolverle grandeza a la economía estadounidense aunque los medios para alcanzarla puedan no ser económicos: la prensa y los analistas ya están destacando el carácter fuertemente belicoso y militarista de los apuntados en los principales cargos de política externa del gobierno. En América latina se destaca la hostilidad con Venezuela, Cuba y Nicaragua, y ya hubo menciones para Haití, Perú y Brasil.

El tono más asertivo de esta etapa se reflejó en su trato con Canadá, donde ya indujo la renuncia de su primer mandatario Justin Trudeau, quien llevaba nueve años en el cargo. Esto anuncia, quizás, las presiones que los propios europeos puedan recibir. Trump ha relegado a Canadá como parte de “América latina”, por lo que su política americanista pasó a ser una Doctrina Monroe verdaderamente continental.

Otro destaque es el Canal de Panamá, demostrando que el principal objetivo de esta actualización de la Doctrina Monroe es expulsar económicamente a la presencia china en la región. Trump criticó al recién fallecido ex presidente Jimmy Carter por haber regalado “tontamente» el Canal, denunciando que actualmente el mismo está fuertemente afectado por China, ya que controlados de sus cinco puertos adyacentes: Balboa en el Pacífico y Cristóbal en el Caribe.

Trump considera que China transformó a Panamá en un centro geográfico y comercial que lo posiciona estratégicamente para el avance político, económico y militar. Siendo que para su país el canal se trata de «un activo nacional vital” debido a su papel fundamental para la economía y la seguridad, denuncia a Panamá por “devolver la extraordinaria generosidad que le otorgó su país cobrando tarifas ridículamente altas a las embarcaciones estadounidenses”.

Hay una mención especial para México que ya fue destino de la agresión verbal de Trump al responsabilizarlo de males como la inmigración ilegal y las drogas. Tal acusación recibió respuesta a través de una carta firmada por la presidenta mexicana, Claudia Sheinbaum.

La cuestión inmigratoria es fundamental para Donald Trump. Es la apuesta para mejorar el nivel de vida de sus compatriotas sin alterar el carácter clasista de las políticas económicas, fiscales, sociales o tributarias. Su idea es que, con sólo expulsar masivamente entre 15 y 20 millones de trabajadores ilegales, le será posible mejorar las condiciones de vida de los “americanos” -observar que, por tales, se entiende fundamentalmente a los de ascendencia blanca, pronosticando una política agresiva con los descendientes latinos, africanos, indígenas y asiáticos.

Ya apuntó en esa dirección al señalar que la recuperación de la economía vendría de bajar impuestos e imponer tarifas para, al mismo tiempo, reducir anualmente el déficit público y obtener un crecimiento real, ambos del 3%. Esa estrategia, conocida como “de las tres flechas”, va a demandar que Estados Unidos siga importando al mismo nivel para elevar la recaudación fiscal, y aumente sus propias exportaciones globales para no depender de la emisión de deuda como financiador del déficit externo.

En este escenario, la importancia de América del sur crece cuando se considera que al imponer sus aranceles (25% a sus vecinos Canadá y México, y 60% a China), EE.UU. lo ha hecho sobre sus principales socios comerciales por un valor de 1,8 billones de dólares anuales. Cualquier merma por razones económicas o por retaliación impactará no sólo sobre la recaudación arancelaria sino sobre todo el proyecto económico de Trump.

China se ha convertido en la principal socia comercial y económica para la mayor parte de los países de la región, en particular para Argentina, Brasil, Chile y Perú. Así, estas naciones pueden pasar a ser destinatarios de aranceles del 10 a 20%, algo que Trump prometió imponer a quien comercie con los asiáticos. En la reciente reunión del G-20 en Río de Janeiro, China anunció 37 proyectos con Brasil, y si bien no lo hizo con Argentina, su presidente Javier Milei ya hizo un cambio de 180 grados en el tono de confrontación usado hasta entonces respecto a que “no haría trato con comunistas”.

Pero el hecho más notable de esta inversión fue la inauguración el 14 de noviembre de un puerto construido por China con valor de 3.600 millones de dólares en Chancay, Perú (Xi Jinping estuvo presente, con la presidenta peruana Dina Boluarte). Así, el país andino se convirtió en el segundo mayor receptor de inversión extranjera directa china en América latina.

Esa obra es parte del corredor marítimo y terrestre bajo el cual China procura unirse con la región. Se trata de un puerto estratégicamente posicionado y tecnológicamente modernizado que le permitirá acceder al cobre peruano, inaugurado durante la cumbre de la Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) en Lima, en la que se observó al presidente estadounidense Joe Biden marginalizado de la atención de más de 20 países miembros concentrados alrededor del gigante asiático. Para muchos analistas se trató de la expresión de la menguante influencia de Estados Unidos en América latina. Para el Financial Times, un Biden lejos del centro en “las fotografías de la cumbre sirven como metáforas del eclipse de Estados Unidos por parte de China en América latina, una región que Washington solía llamar su patio trasero».

China viene realizando grandes inversiones de infraestructura alrededor del mundo. La construcción de, por ejemplo, puertos, telecomunicaciones e instalaciones espaciales son preocupantes para Estados Unidos ya que las considera de “doble uso”: además de su dimensión comercial, también podrían llegar a servir para operaciones del ejército chino, mejorando las capacidades de proyección del poder global de Beijing y para vigilar o neutralizar buques estadounidenses. Además del Canal de Panamá, China está teniendo fuerte presencia en el Mar Caribe y en la Antártida.

Además, América del sur podría extender su presencia en los BRICS+ y en el proyecto de desdolarizar la economía mundial, hecho que Trump ya anunció que sancionará, dado que a la presencia importante de Brasil y de Bolivia como país-socio (Argentina estuvo muy cerca de ingresar). También aparece el siempre latente ingreso de Venezuela. Además de Perú, Colombia podría ser otro posible miembro bajo la presidencia de Gustavo Petro, de inclinación a la izquierda.

La retórica de Trump está llevando a muchos analistas a exclamar su interés de revivir la bicentenaria Doctrina Monroe, pero la misma nunca dejó de existir para Estados Unidos. Alcanza con recordar las sistemáticas expresiones de Laura Richardson, jefa del Comando sur durante la presidencia de Biden que acaba de retirarse, sobre la importancia de los recursos naturales de la región.

En diciembre de 2019, Trump lanzó la iniciativa Growth in the Americas que acabó relegada con la emergencia de la pandemia, pero que tenía por objetivo “facilitar la prosperidad y seguridad económica, y un buen gobierno” viabilizando “inversiones de 100 a 150 mil millones de dólares en nuevas inversiones anuales en infraestructura” que la región precisa, colocando a diversas agencias del Gobierno estadounidense como principales financistas.

El tono era cercano al del “buen vecino”. Habrá que ver cuál será en esta ocasión. Pero lo claro es que América del sur será foco importante de presiones e injerencias por parte de Trump.

Un comentario sobre «América latina, un espacio económico clave para EE.UU.»

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *