La construcción de una alternativa a esta política empobrecedora y embrutecedora requiere asumir que el cultivo del odio destruye lazos sociales que sostienen una comunidad organizada. A la fragmentación hay que oponer una sumatoria de voluntades enfocadas en un plan de desarrollo nacional para asegurar un porvenir generoso para todos.
Está suficientemente demostrado que la Argentina está hoy dominada por un conjunto de procedimientos de manipulación de masas basado en el aprovechamiento -para lograr adhesión- de los sentimientos de una mayoría proclive a dejarse llevar por el revanchismo, el desprecio y la consideración del otro como un competidor a quien hay que vencer, no como un compatriota o un compañero de esfuerzos y avances comunitarios.
La cuestión entonces pasa por preguntarnos cómo se enfrenta esa manipulación destructiva que fragmenta la sociedad aislando segmentos de personas y grupos hacia quienes se dirigen mensajes elaborados con el fin de excitar sus prejuicios y los llevarlos a actuar negativamente.
Si bien estos mecanismos para cooptar voluntades no son nuevos, su utilización ha alcanzado una escala sin precedentes en todo el mundo debido a los cambios en cómo llega la información a cada miembro del cuerpo social.
Las redes conectan y al mismo tiempo aíslan a quienes se informan, aún sin saberlo, por aplicaciones donde lo que más abunda, además de la frivolidad, es la desconexión entre una “noticia” y una masa desquiciante de relatos de imposible verificación que van modelando un “pensamiento” invertebrado.
Ese presunto conocimiento está apenas conectado entre sí por determinados prejuicios pero que, a falta de criterios de razonabilidad y comprobación de su rigor o certeza, constituyen algo que suplanta una conciencia veraz que da cuenta de los hechos sin distorsionarlos y permite su evaluación de acuerdo a una determinada escala de criterios coherentes y explicativos del mundo real, con todas sus contradicciones.
En la Argentina, donde tenemos una historia lamentable de división alimentada por usinas ideológicas, este fenómeno mundial se encarna sobre una población saturada de datos envenenados y caracterizada por el hartazgo del estancamiento de su economía y el consiguiente aumento de la marginalidad y la pobreza.
En ese contexto operan “los ingenieros del caos”, introduciendo todo el tiempo elementos destructivos que aumentan prejuicios existentes y establecen, en frenética sucesión, los “temas del día” que nunca tienen que ver con soluciones serias a los problemas estructurales que padecemos. Antes que eso, los agravan.
Y esto funciona así porque había un terreno apto para esta siembra maléfica. La frustración colectiva por el fracaso como país que veníamos padeciendo era y es enorme, y se la pretendía ocultar con el funcionamiento de una grieta ruidosa que ocultaba la parálisis y el retroceso existentes, los que sólo eran evocados como armas arrojadizas para alimentar enfrentamientos que no tenían sustancia alguna.
En ese contexto llegó Milei en segunda vuelta, de carambola como él mismo admitió, al presentarse como realmente distinto con procedimientos no utilizados a fondo hasta entonces. El insulto sistemático y la promesa de desmantelar todo lo que aparecía como obstáculo a “la libertad” lo posicionó como para ser votado en una segunda vuelta como quien traía soluciones que no habían sido discutidas anteriormente. Así, una mayoría electoral saltó de la sartén al fuego.
Una vez en el gobierno todas sus consignas vocingleras pasaron a un segundo plano y se aplicó un brutal ajuste sobre la población con ingresos fijos (salarios, jubilaciones y pensiones) para lograr un superávit ficticio, puesto que genera deudas sociales enormes que tarde o temprano serán reclamadas, que curiosamente fue aplaudido como un gran éxito de gestión siendo apenas un acto criminal a gran escala.
O sea, se volvió al tradicional ajuste de las políticas liberales que se habían aplicado con Martínez de Hoz, Sourrouille, Cavallo, Fernández (Roque), Machinea, López Murphy, y gestiones híbridas que tampoco encararon transformaciones que buscaran expandir la economía como Erman González, Lavagna o Remes Lenicov, entre otros, hasta llegar a la síntesis de un Mazza con Rubinstein en su retaguardia, verdadero engendro superador que combinaba medidas de presunto sesgo social con un ajuste ortodoxo.
Lo que unifica esas gestiones lamentablemente, con todas las variaciones que es necesario destacar que existieron entre esas administraciones, es la ausencia de programas expansivos del conjunto de la economía. Todas ellas quedaron entrampadas en la vorágine monetarista con vértice en la deuda financiera. Y esa limitación de enfoque, impuesta por una relación de fuerzas adversa al interés nacional, fue el principal impedimento para que prosperara la economía argentina a lo largo de estas últimas décadas.
La respuesta es el programa
Lo que se basa en emociones, así sean las peores en el sentido de estimular la falta de conexión con el conjunto de la sociedad y sus intereses comunes, aparece como impermeable a las ideas constructivas.
Cómo contrarrestar el discurso del odio es la cuestión. No es algo fácil, admitámoslo.
Existen sin embargo sentimientos de fraternidad en la cultura del pueblo argentino, que afloran en algunas -pocas- determinadas circunstancias. Se trata de empresas, gestas, actos, que son compartidas por una mayoría de la población, a veces por cuestiones no centrales, como un campeonato de fútbol o, más gravemente, por una gesta como Malvinas, que si bien fue un error estratégico gravísimo del gobierno militar en caída libre, actuó como un catalizador de una conciencia territorial común.
Esto admite cierta comparación con el voto a Milei, un recurso utilizado por una mayoría electoral para salir de una situación de estancamiento y retroceso inocultable.
En el caso de la ocupación de las islas, lo que se activó fue el sentido patriótico de pertenencia a una nación y su dimensión geográfica. Que fuese una aventura sin retorno por parte de la cúpula militar de entonces, también a cargo del Estado por tratarse de un régimen de facto, no cambia el sentido de la reacción popular. Esta reacción no tenía por qué tener una apreciación adecuada de la relación de fuerzas en el plano bélico que era absolutamente desfavorable, lo que no impidió asimismo el desempeño heroico de quienes combatieron, que asombró a los profesionales de la potencia usurpadora.
Partiendo de la base de que existe en el seno del pueblo esta potencialidad de magnas acciones y emprendimientos trascendentes, y aun cuando se encuentre adormecida y hasta dividida como ahora, es necesario proponer fórmulas de acción que nos permitan quebrar el proceso de desintegración en curso.
Ya que hablamos de conciencia territorial, podemos ver que la deformación demográfica de la Argentina con sus aglomeraciones en conurbanos (el mayor con mucho el bonaerense) se corresponde con la ausencia de estímulos productivos a lo largo y ancho del país, donde dos tercios del territorio son áridos o semiáridos.
Sin embargo no somos una nación a la que le falte estructuralmente el agua, un bien escaso en muchos sitios, con enormes desiertos que, como en el caso de China y Mongolia, son progresivamente forestados con riego artificial y llevando el líquido en acueductos gigantes de miles de kilómetros.
La potencialidad hídrica
Desde este punto de vista, la necesaria sistematización del río Pilcomayo abandonada por gobiernos de todas las tendencias requiere embalses y canalizaciones para evitar inundaciones y desbordes que permitan mantener caudales adecuados a lo largo de sus trayectos medio y final y que a su vez estabilicen los bañados y humedales que sufren las enormes variaciones en sus caudales en los años de sequía.
Como se trata de un recurso compartido con Bolivia (donde están sus nacientes) y Paraguay, en sus tramos más largos se imponen acciones de infraestructura bi y trinacionales, dadas las variaciones de caudal que resultan de las precipitaciones en la Cuenca Alta, casi toda en territorio boliviano. Así, se generan crecidas, sobre todo en verano, siendo el resto del tiempo su característica principal la bajante. Abundan los estudios sobre obras a realizar, incluyendo al Río Bermejo, tanto como falta voluntad política para emprenderlas, aun teniendo en cuenta que la zona, con un manejo hídrico adecuado, tiene un considerable potencial productivo agrícola, forestal y ganadero.
Es un río que forma parte de la Cuenca del Plata y, en su zona de influencia, habita población indígena cuyas condiciones de vida mejorarían notablemente desenvolviendo las capacidades productivas de la región, que incluyen petróleo y carbón. Pero en la menesunda ideológica actual todo esto es considerado anti económico y descartado.
El sistema fluvial principal es el que tiene a los ríos Paraná y Uruguay como principales, con afluentes a lo largo de su recorrido. El Paraná, río emblemático, padece en sus caudales las alteraciones climáticas tanto como el manejo hidroeléctrico de la central Yaciretá y las numerosas presas construidas en territorio brasileño.
Con todo, es un recurso inmenso que en función de las posibilidades de aprovechamiento que ofrece apenas está intervenido por la acción humana. Mediante obras de embalse y derivación, puede brindar cantidades importantes de agua al Noroeste y Centro del territorio argentino, mediante canalizaciones que a su vez sirvan como vías de transporte y vital irrigación de zonas carenciadas de recursos hídricos, sin olvidar la instalación de pequeñas centrales hidroeléctricas sobre la corriente de pasada.
Dicha planificación debe incluir a nivel macro la cuenca del río Salado Norte, también llamado Pasaje o Juramento, que es aprovechado por embalses antes de desperdigarse en antiguas canalizaciones que sirvieron durante décadas para irrigar zonas de Santiago del Estero que hoy carecen de caudal suficiente como para potenciar una nueva expansión en la región que, no obstante, no escapó a la expansión sojera reciente.
En suma: toda la hidrología del centro-norte argentino requiere de obras e inversiones que acompañen y potencien nuevos y modernos despliegues agrícolas y usos convergentes. En el caso del Salado Norte, esa intervención es imperiosa para evitar las inundaciones que se producen sobre la parte inferior de la cuenca cuando aumentan los caudales por precipitaciones sobre regiones desforestadas.
De las cuencas patagónicas del Río Colorado, Negro y Santa Cruz la más explotada es la del Limay-Negro, sobre el primero, pero todas constituyen desafíos de planificación y aprovechamiento para el desarrollo regional. No olvidemos que, resistida por los organismos internacionales de crédito como el Banco Mundial la construcción del Chocón-Cerros Colorados, propuesta en 1960, se realizó recién cuando la energía resultante vendría a Buenos Aires y no serviría de palanca para la instalación de grandes industrias en el norte de la Patagonia.
Hoy asistimos a un trapicheo con las provincias por la propiedad de las represas existentes, una forma más de fragmentación que lleva a disputas y parálisis, lo cual se observa tanto en el río Santa Cruz como en la alta cuenca del Colorado.
Por su importancia para la provincia homónima el río Chubut, con su tributario el Chico, constituyen una interesante y variada cuenca hidrográfica sólo parcialmente aprovechada, sobre todo para el interior provincial, puesto que el Valle Inferior, aguas abajo del dique Florentino Ameghino, alberga las ciudades y la capital, Rawson.
Los ríos son sólo una parte del potencial
Si hemos tomado las posibilidades que brindan los ríos en la Argentina lo hacemos a modo de ejemplo, porque en nuestro país está casi todo por hacerse. Lo mismo hay que estudiar en torno del transporte (ferrocarril, rutas, Hidrovía, canal Magdalena), y áreas de la producción que se dejan de lado por “dependencia ideológica abortiva” al desaparecer del debate público cuando son alternativas muy claras de desarrollo.
El ejemplo más claro de esto último es la petroquímica, cuyo insumo básico es el gas. Tenemos gas abundante, curiosamente producido a precios no demasiado competitivos o simplemente no-competitivos, y la corriente de ideas repetitiva lo piensa en términos exclusivos como producto de exportación, olvidando que su disponibilidad permitiría desenvolver un potente sector de industrias que multiplicarían el valor agregado.
Voceros provinciales se desgarran las vestiduras por la decisión de YPF de licuar el gas que llegará a Punta Colorada en Río Negro en 2027 (con ampliación en 2028) en los propios barcos metaneros sin instalar una gran planta en tierra, opción que ya tomaron otras empresas saliendo por las costas de Chubut.
Es probable que la licuefacción a bordo sea la solución técnica más aconsejable, pero llama la atención que no se oigan voces buscando alternativas productivas para el gas que transportarán los gasoductos a construir hasta la costa en un recorrido nada corto. Dicha omisión constituye una verdadera amputación del pensamiento nacional en lo que hace al programa que debiera sacarnos a marchas forzadas hacia un depliegue amplio por las fuerzas productivas. Un desarrollo que mueva recursos y sea generoso por las oportunidades laborales e inversiones derivadas en cascada que de ese programa resultarían.
¿Puede uno enamorarse de un programa de desarrollo? Parece difícil, salvo que quienes lo elaboren y lo expongan lo expliquen con pelos y señales al conjunto de la población. A esta pregunta contestamos afirmativamente en forma rotunda. ¡Se gasta tanta plata en publicidad de lo que no mueve nada! (al respecto ver: https://www.lapoliticaonline.com/energia/la-caja-de-ypf-en-rojo-por-el-descontrol-del-gasto-publicitario-de-santiago-para-la-campana/)
Hace falta presentar las inversiones necesarias en infraestructura y en emprendimientos productivos como lo que son: verdaderas transformaciones culturales que mejoran sustancialmente la vida de nuestra gente y, de paso, evitan la emigración de recursos humanos que seguimos formando para un país que la política ajustadora perpetua está desfigurando.
No se entiende la salvajada y el odio mileísta contra la ciencia y la tecnología, como si sus voceros entregaran el alma antes de enfrentarse a los concretos problemas de la realidad. Quizás esa actitud cerril se explique por el resentimiento hacia aquellos que de todos modos se esfuerzan en producir conocimientos útiles como base de una sociedad avanzada. Una revancha iletrada.
La gente común que votó a Milei no va a despertar de su pesadilla fácilmente, más bien va a aferrarse a ella como tabla de salvación hasta que la evidencia sea irrefutable, como pasó con el uno a uno en materia cambiaria.
Lejos de producir enojo o desprecio en el campo nacional esa cerrazón debe resolverse con paciencia infinita y conductas ejemplares por parte de los militantes nacionales, para nada sectarias es decir, dejando de lado todo ombliguismo y la creencia equivocada de que debemos volver a un pasado que fue mejor. El futuro es el territorio a conquistar para el conjunto de los argentinos, sin importar en que rulo de confusión estuvo cada uno anclado en el pasado reciente.
La fraternidad, que da sentido a la igualdad y la libertad, es hoy el valor supremo no sólo a defender sino a practicar iniciando el cambio de rumbo en el corazón de cada uno y asociándose en el colectivo más afín a sus intereses: el gremio, la cooperativa, el club, el grupo político (hoy anquilosado), y el movimiento social, cultural o estudiantil que mejor le vaya a su vida diaria, hasta convertir esa suma de esfuerzos en un río de voluntades que persigan mediante el esfuerzo común y en la mejora de cada cual el bien del conjunto.