Autor del libro “Salvados por Francisco”, sobre la actuación del Papa en dictadura, Aldo Duzdevich suele meterse con la historia, y en especial con la historia de los años ’70, sin temor a ninguna polémica. Aquí sostiene que está surgiendo una nueva generación dirigente que no vivió los ’70 y que ni siquiera tiene relación biológica con sus protagonistas. Y se pregunta por qué motivo esta nueva generación tiene que cargar con lo que llama “la pesada mochila de reivindicar la lucha guerrillera”.
Hace un tiempo mencioné que mucha dirigencia nuestra sufre de un montonerismo tardío. Eso me costó el enojo de varios amigos y la exclusión de algunos grupos que solía frecuentar. La cancelación es el costo de ser políticamente incorrecto.
La semana pasada volvimos a navegar en las oscuras aguas de los años ‘70.
Capítulo 1. La vicepresidenta Victoria Villarruel hace un discurso en el Senado diciendo que va a impulsar la reapertura de las causas de los hechos cometidos por la guerrilla en los años ‘70. Ella sabe que existe suficiente jurisprudencia sobre que esos delitos no pueden ser considerados de lesa humanidad. Uno de estos fallos corresponde justamente al juez Ariel Lijo, de 2012, en la causa por el asesinato de José Ignacio Rucci en 1973. Dio por probado que fueron los Montoneros, pero la cerró porque no se encuadraba como delito de lesa humanidad. Casualmente o no, Lijo es resistido por Villaruel en marco de su interna con Javier Milei.
Capítulo 2. El interbloque de diputados y senadores de Unión por la Patria en un comunicado sale a repudiar “la actitud provocadora de la Vicepresidenta que intenta reabrir causas ya juzgadas y prescriptas (…) y entró en una clara disputa de sentido histórico y político”. En simultáneo los comunicadores afines al espacio K repiten la frase “las supuestas víctimas de la guerrilla”. Y en las redes comienza a circular profusamente un texto titulado “Nosotros los montoneros” haciendo una exaltada reivindicación de su accionar.
Capítulo 3. En la sede de la Sociedad Rural explota una bombita, técnicamente preparada para asustar sin producir daños. Con mucho olor a un “trabajo” de los servicios. Detienen un vegano con milanesas en la heladera y lo liberan por falta de pruebas.
Capítulo 4. El “Gordo Dan”, principal operador en redes de Milei, tuitea: “Pierden elecciones y ponen bombas”. El tuit también dice: “Volvieron los montoneros”.
Capítulo 5. El grupo Encuentro Patriótico que lidera el dirigente platense ultra K Fernando Esteche invita a un curso de cuadros donde hablará Mario Firmenich sobre “Resistencia Peronista y Montoneros” . Un avejentado Firmenich aparece en un video invitando a la charla. El universo K repostea la invitación, entre ellos el conocido consultor Artemio Lopez .
Capítulo 6. Se la dejan servida, y Villarruel redobla la apuesta. “El terrorista Firmenich pretende justificar el terrorismo de Montoneros (…) la intención de meterlos presos no es solo mía sino de millones de argentinos asqueados de la superioridad moral con la que nos hablan cuando son unos asesinos.” Termina acusándolo de “buchón y cobarde” y de haber entregado a sus compañeros.
Capítulo 7. La Pato Bullrich (casualmente enemiga interna de la Vice) sale a despegarse de los dichos de Villarruel. “Creo que en este momento la agenda que tiene el Gobierno no es la agenda de abrir el pasado, (…) los hechos del terrorismo nunca se han considerado juicios de lesa humanidad, por lo cual están prescriptos.” Claramente siente la amenaza en carne propia. Si hablara el ex-montonero que la acompañó junto a Rodolfo Galimberti a poner la bomba en el jardín del chalet del intendente de San Isidro Felipe Noger, la Pato, alias “Cali”, quedaría a tiro de indagatoria.
¿Hasta cuándo vamos a hacernos cargo de la historia de la guerrilla?
Recuerdo haber hecho la pregunta muchas veces, incluso durante el ultimo gobierno de Alberto Fernández. ¿Por qué razón el peronismo-kirchnerismo tiene que seguir haciéndose cargo de los trágicos errores cometidos por las organizaciones armadas de los ‘70?
¿Por qué mezclamos la bandera de defensa de los derechos humanos, el juicio y castigo a los culpables del terrorismo de Estado, con la defensa de los grupos armados?
¿Por qué seguir negando los graves errores políticos y militares cometidos por la guerrilla?
¿Por qué seguir negando las víctimas que cayeron por las balas de la guerrilla, soldados conscriptos, simples policías de la esquina, sindicalistas y empresarios?
¿Por qué cada vez que de este lado de la grieta decimos estas cosas, nos cae por la cabeza la sentencia cancelatoria “estás pregonando la teoría de los dos demonios” ?
Hay que sacarles el lastre a las nuevas dirigencias
Una de las personas que respeto y recomiendo leer es Pilar Calveiro, ex-militante montonera, sobreviviente de la ESMA, hoy doctora en Ciencias Políticas e investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México.
En el primer numero de la revista Lucha Armada, en 2004, decía Pilar Calveiro:
“Son precisamente los sujetos que viven la experiencia los que tienen, no el privilegio, sino la obligación, la responsabilidad, de responder y hacer de ella algo transmisible, algo que se pueda pasar socialmente a los que vienen atrás. Y esto reclama necesariamente una revisión crítica de los otros, pero sobre todo de nosotros. Esto es fundamental para poder realizar el pasaje, para poder unir los sentidos del pasado con los sentidos del presente, para poder pasarlos y entonces sí, abrir un futuro libre de repetición. (…) Porque nosotros tenemos que dejarle a la gente más joven una cosa un poco más construida más elaborada, más manejable.”
En 2004 eran los inicios de la “década ganada”. Calveiro y la revista Lucha Armada, escrita casi totalmente por ex-guerrilleros, invitaban a una revisión critica de los años ‘70. No imaginaba Pilar que veinte años después en la Argentina íbamos a estar escuchando a Firmenich contando lo exitosa que había sido la llamada “contraofensiva” que, según él, hizo caer la dictadura.
Pero en estos veinte años pasó que el kirchnerismo, que levantó la bandera de los derechos humanos, derogó las leyes de impunidad y dio inicio al juicio y castigo a los culpables del terrorismo de Estado, en simultáneo asumió una suerte de representación y reivindicación de la lucha armada de los ‘70. Esto, convertido en política de Estado, canceló todos los debates autocríticos. Aunque viniesen planteados por quienes habían sido activos protagonistas de los hechos de violencia.
Por historia personal y por mi tarea de investigar y escribir sobre los años ‘70 conozco a muchos de esos protagonistas. Algunos de ellos viven y sienten esa necesidad de realizar una autocrítica, pero están cercados por un contexto familiar, social, político, e incluso judicial, que les impide exponerse y revisar su propia historia. También conozco muchos que, como Firmenich, ya casi en categoría de ancianos, son incapaces de ver sus errores y la tragedia de la que fueron parte, y siguen repitiendo los clichés que tenían a los veinte años.
Hoy está surgiendo una nueva generación dirigente que no vivió los ‘70 ni tiene vínculos biológicos con la “generación diezmada”. ¿Por qué razón tiene que cargar la pesada mochila de reivindicar la lucha guerrillera?
El peronismo, o lo que lo herede y lo reemplace, debe reconstruir una visión mas abarcativa de nuestra propia historia, donde la militancia setentista tenga su lugar pero sin pretender, como hasta hoy, imponer su impronta y su versión de la historia sin beneficio de inventario.
La arrogancia de los dirigentes políticos, que son incapaces de hacer una autocrítica, es una muestra de que no aprenden nada con los errores cometidos.
Asumir la crítica posible, es la mejor forma de corregir el cambio necesario, no se trata de buscar culpados.
Si hay algo posible que se puede dejar como ejemplo, es asumir los errores.