Bolivia: humildes contra humildes y MAS contra MAS contra MAS

Legalmente ya es imposible que Evo sea candidato. ¿Tendrá la grandeza de llamar a votar por el candidato de izquierda mejor posicionado o convocará a boicotear las elecciones? Y si esto último pasa, ¿sus bases obedecerán?

Después del Cerro Rico de Potosí, cuya plata financió en buena parte la Revolución Industrial europea, Juan del Valle es la montaña más famosa de Bolivia. Hasta ella llegó desesperado Simón Iturri Patiño (ojo, no es pariente del autor de esta nota). Era su última oportunidad, pero el tío de la mina, Supay, fue generoso, muy generoso, y así nació la Salvadora, un nombre que no fue pronunciado en vano.

Sí, porque La Salvadora fue la mina más grande de estaño del mundo y el inicio de una de las fortunas más sólidas del planeta, al punto que los descendientes de Patiño terminaron casándose con nobles europeos. Y es que poderoso caballero es don dinero.

Alrededor del cerro crecieron la población civil, Llallagua, el ingenio Catavi y la mina Siglo XX. Ahí se dieron históricas discusiones entre mineros de las diferentes corrientes del marxismo y del nacionalismo. 

En esas tierras se forjaron los más importantes dirigentes mineros: desde Juan Lechín hasta César Lora, pasando por Isaac Camacho, Federico Escobar y José Pimentel. Ahí se discutía en las asambleas de los trabajadores de Marx a Lenin y de éste a Mao y Trotsky. Era la vanguardia de un país que esperaba su palabra para actuar.

De ahí surgirían las mujeres de mineros que voltearon a la dictadura de Hugo Banzer. Todas ellas militantes del trotskismo y del guevarismo. A las que se sumó la maoísta Domitila Chungara.

Ahí se produjo la célebre masacre de San Juan, cuando soldados de la dictadura de René Barrientos ametrallaron a mineros que días antes resolvieron apoyar a la guerrilla del Ché Guevara.

Desde ese campamento minero convertido en población (Llallagua) partieron los mineros relocalizados (es decir los que perdieron su trabajo) llevándose hasta las calaminas. Así, los mercados de las poblaciones de occidente de Bolivia se llenaron de guardatojos (cascos) que eran vendidos junto a otros enseres mineros. Y la mayoría de esos extrabajadores del subsuelo recalaron en El Chapare y desde ahí, usando su experiencia sindical y sus décadas de lucha, de ellos y de sus padres  hicieron la historia contemporánea de Bolivia conocida por todos.

En Llallagua quedó la Universidad Nacional de Siglo XX y la población civil. 

Pero hace pocos días volvió a ser historia cuando los ayllus guerreros de las cercanías salieron a bloquear los caminos. Esas comunidades lucharon por décadas por límites que el Estado no había aclarado y periódicamente se enfrentaban con los viejos mausers que sus abuelos habían traído de la guerra del Chaco. Fusiles con casi 100 años de historia. Hasta que en la segunda década del nuevo siglo el gobierno de Evo logró la pacificación y el acuerdo.

La reciente movilización evista agitó esa región y esas comunidades pusieron piedras en el camino.

Los habitantes de la ciudad minera salieron a desbloquear. Gente humilde que vive al día de lo que vende se enfrentó con gente humilde que vive de la cosecha de una tierra muy mezquina a la que hay que arrancar los alimentos. Pobre contra pobre. La gran tragedia de la Bolivia actual.

En esa zona está “México chico”, donde hay plantaciones de marihuna que surten sobre todo la demanda de los universitarios  locales.

Llegó entonces la Policía y fue recibida a balazos. El resultado: tres muertos, dos de ellos por disparos de francotiradores. Otro uniformado más murió en enfrentamientos en Cochabamba.

Un comunario más perdió la vida aunque los evistas sostienen que sus muertos pasarían de la docena. Pero no se brindó pruebas de esto último.

El lenguaje de los muertos

Y sin embargo, fueron esos mismos muertos los que condenaron la movilización al fracaso y a su repliegue “por razones humanitarias”. Pero también sepultaron las intensiones del expresidente Morales de ser habilitado. Una reciente encuesta le dio 96,7 % de rechazo a la participación del ex mandatario en política. Mucho, muchísimo para el hombre que fue el más popular de la historia contemporánea de Bolivia.

Pese a ello, Evo tiene un círculo rojo duro que no ceja en su intensión de que sea candidato. 

Nietzche decía que “Quien con monstruos lucha cuide de convertirse en monstruo” y eso parece que se aplica al dirigente indígena, quien ha alejado a casi todos sus principales cuadros llamándoles traidores por haberle contradicho en algún aspecto táctico.

Para muestra un botón. Cuando José Alberto “el gringo” Gonzales, que fuera presidente de la Cámara de Senadores y luego embajador del gobierno de Evo, fue a visitarlo y decirle que creía que el candidato a apoyar debía se Andrónico Rodríguez, Evo lo acuso de agente de los norteamericanos. Gonzales respondió: “eso es mentira, pero lo importante no es dónde estoy yo sino dónde estás tú”.

Cuando otro ex ministro le dijo: “hermano, las encuestas muestran que es imposible que ganes”, Evo contestó: “Lo importante no es que yo gane, sino que Andrónico y Luis no ganen”.

Complementó: “Ojalá subiera la derecha así la gente compara y en un tiempo más nos llevarán a nosotros a Palacio”. 

Sobra cualquier comentario.

Con pronóstico reservado

Si hasta dos meses atrás parecía que Andrónico podía ganar con comodidad, ahora ya es más difícil apostar por ello. La izquierda va fraccionada a las elecciones, dividida en tres frentes, todos ellos salidos del MAS: Andrónico, el ex ministro de gobierno de Luis Arce, Eduardo del Castillo y la expresidenta del Senado en tiempos de Jeanine Añez, Eva Copa. Claramente el que fuera delfín de Evo lleva la delantera  con algo más de 20 puntos, pero los otros dos llevan un poco más de 6 % cada uno. En filas de Del Castillo se asegura que si hasta fin de mes no llega al 10 % se bajaría pidiendo el voto por Rodríguez. Lo propio con Eva Copa solo que para ella la meta es el 7 %.

Mientras tanto en la derecha la cosa no va mejor, ya que ninguno de los candidatos llega al 20 % de los votos.

Ahora bien, mientras los candidatos de la izquierda bordean los 35 años los de la derecha superan los 70, lo que podía ser importante en un país donde más de la mitad de los votantes tiene menos de 45.

El irreductible Evo ha amenazado con que si no se lo habilita no habrá elecciones. Falta saber si podrá reunir de nuevo a un conglomerado de manifestantes. El recuerdo de lo acontecido en Llallagua está muy fresco. Sin embargo, legalmente ya es imposible que sea candidato. ¿Tendrá la grandeza de llamar a votar por el candidato de izquierda mejor posicionado o convocará a boicotear las elecciones? Y si esto último pasa, ¿sus bases obedecerán? 

En medio de tanta incertidumbre hay dos certezas: la hora de la revolución ha acabado y en el mejor de los casos habrá un gobierno de centro izquierda en Bolivia. La segunda verdad es que el congreso volverá a estar muy dividido en múltiples bancadas con las que habrá que negociar y pactar.

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