Carlos Tomada: “Los liderazgos se aclaran en medio del movimiento”

Un diálogo sobre los sindicatos y sobre el peronismo con el ministro récord de Trabajo, con 12 años en la función, y exembajador en México. La UOM. Camioneros. El futuro del peronismo y sus aliados. Qué hace Tomada y qué ve.

Estuvo en México, de embajador argentino, hasta el 10 de diciembre. Está espantado por la intrusión del gobierno ecuatoriano en la embajada de México en Quito para secuestrar a Jorge Glass, el ex vicepresidente de Ecuador que estaba cobijado allí. “No tiene precedentes”, dice, y recuerda que México fue siempre tierra de exilio, tanto de los republicanos españoles como de quienes huyeron de las dictaduras de Chile, la Argentina, Uruguay y Bolivia. Veterano abogado laboralista, ministro de Trabajo con Néstor Kirchner y en los dos gobiernos de CFK, Tomada dialoga en medio de grandes conflictos como los de camioneros y metalúrgicos.

– ¿Alguna vez dejaste de homologar un acuerdo paritario ya logrado por empresarios y trabajadores?

– No. Nunca en mis 12 años como ministro de Trabajo. Por convicción, por un lado, por contexto, también, y porque nosotros en la puja distributiva estábamos más inclinados a la recuperación del salario. A veces interveníamos moderando situaciones. Llegó a haber dos mil convenios, incluso algunos de empresas y no de gremios enteros. Muchos se firmaban afuera y después llegaban al Ministerio. Puede suceder que haya convenios trabados o con desequilibrios y entonces sí llegan antes al Ministerio de Trabajo en busca de ayuda. En ese caso sí hay una intervención mayor, porque no siempre es fácil llegar al promedio y es posible que el Ministerio haga una propuesta. Pero claro, con nosotros era la propuesta hecha desde un Ministerio que recuperó la capacidad de mediar.

– ¿Alguna vez declaraste ilegal una huelga?

– Nunca. Jamás. Jaja, eran cosas que pasaban, ¿viste?

– ¿Por principios?

– Sí, y las convicciones también dan más legitimidad porque a la hora de intervenir uno es mejor recibido. Cuando comenzó la convertibilidad hubo la ley de arbitraje obligatorio. Néstor nos pidió derogar la Ley Banelco y también suprimimos ese sistema. Por un lado es una intervención muy fuerte, y por otro, viniendo como en mi caso del mundo de las relaciones laborales, uno sabe que en general las cosas ocurren porque las partes quieren que ocurran. Solucioné miles de conflictos. Pero no sólo porque el equipo del Ministerio era bueno, que lo era, sino porque cuando ambos sectores de un conflicto querían arreglar, la capacidad institucional los ayudaba.

– Ahora hay dos conflictos importantes en danza. Uno de camioneros y otros de metalúrgicos.

– Los dos conflictos son distintos. Camioneros efectivamente arreglaron antes con su patronal y Trabajo no lo quiere homologar. Ninguna regla permite al Estado, que tiene la facultad de homologar, que se extiende a todos los trabajadores y a todas las empresas, con efecto inclusivo, no hacerlo. Ocurre que, en cambio, están queriendo imponer la voz del Gobierno. En el Rodrigazo, en 1975, la presión sindical hizo que se abriera de prepo una renegociación de los salarios. Hubo una enorme marcha desde la Panamericana, con obreros de todas las fábricas y de todas las ramas. Isabel no tuvo más remedio que homologar la renegociación tal como se había terminado. Ya que estamos, de 1975 deriva el prejuicio de que las paritarias generaban inflación, cuando en realidad fueron para recuperar algo de lo que mucho que se había perdido con el Rodrigazo.

– El caso de la UOM no es de homologación.

– No. El problema es que la patronal y el gobierno le están haciendo un dos-uno El secretario de Trabajo es un funcionario de Techint. Y entonces no pueden cerrar los números. En el sector siderúrgico están con los salarios de noviembre. Y están viendo cómo cerrar las negociaciones de las empresas de ADIMRA, la metalurgia no siderúrgica, que tienen por delante aún negociaciones por febrero.

– ¿Por qué hoy es noticia si homologación no u homologación sí?

– Porque antes existía la práctica de la negociación sostenida en el tiempo.

– ¿Y antes de a negociación sostenida?

– Las negociaciones colectivas eran esporádicas. Aclaro que los 12 años ininterrumpidos de negociaciones colectivas no siempre fue en tiempos de bonanza. No siempre el viento económico fue de cola. Hubo momentos complicados. En algunos de esos momentos, con inflación más alta, las negociaciones empezaron a ser bimestrales o trimestrales.

– Volvamos a la actualidad. La visión clásica ve a la desocupación como un elemento disciplinador: no negocio con más fuerza porque la gente se queda sin trabajo y puede ser reemplazada fácilmente.

– La desocupación como disciplinador funciona, pero cuidado: hay un punto en que se pasa de vueltas y es una de las causas del estallido. Y además, hoy la crisis podría ser el disciplinador, No hay niveles altos de desocupación. No estoy tan seguro de que el malestar venga de la desocupación sino de la incapacidad de comprar los bienes necesarios para vivir. Algo que tiene que ver más con la pobreza y con el hambre estructural. Si el Presidente termina de hacer la tarea sucia que emprendió, nos vamos a encontrar con una Argentina difícil de reconocer. Incluso más allá de que eventualmente se resuelva la inflación. Quedará una identidad distinta. Vamos a haber perdido soberanía y habrá una sociedad estructuralmente pobre. La historia muestra que hay cosas más difíciles que otras de resolver para un gobierno popular. Si te dolarizan, no te recuperás más. Y si dolarizan ahora lo harán en el peor momento de distribución del ingreso de la Argentina. Habrán desaparecido muchas empresas. Ahí quedaría consagrada una sociedad mucho más fragmentada, con un sector que va a vivir más o menos bien y otro que va a vivir francamente mal, y resignado.

– ¿Es inexorable?

– No. No es ésa la historia de los argentinos. A mi favor tengo aquello que decía Rodolfo Walsh: los sectores dominantes tratan de que no hagamos memoria para que siempre tengamos que estar empezando de nuevo. La memoria histórica me dice que de los tres intentos que ha habido de buscar una cierta hegemonía neoliberal, los tres han fracasado. En dictadura, porque la economía que dejaron fue un horror. Con Cavallo-Menem, todo en el 2001 estalló. El tercer intento fue el de Macri. Contrariamente a lo que muchos han logrado instalar, fue uno de los peores gobiernos de la historia: deuda, inflación y altos niveles de pobreza, que, recordemos, era el parámetro por el que según él mismo habría que juzgarlo. En cambio cuando pagamos la deuda con el Fondo, en 2005, y nos despegamos de esa dependencia la Argentina tomó decisiones que sorprendieron a muchos. Cuando pagamos la deuda recuperamos decisión, y después recuperamos los fondos de pensión y pusimos la AUH. Nos habíamos soltado las manos. El objetivo de Macri era volver. No es que caímos en el Fondo Monetario. Quiso que nos atáramos otra vez. Porque antes teníamos autonomía. Y esto es algo muy importante. A Milei no se le caen ni las palabras trabajo ni soberanía.

– ¿Qué hay que mirar en el peronismo?

– Axel pelea contra los molinos y hace cosas que debería hacer la Nación. Él sí quiere buscar una autonomía. No hay ningún ruido de helicóptero en el país. No sólo porque nadie lo busque sino porque Milei está sostenido por los poderes fácticos como no estuvo ni siquiera Macri, y eso le da margen de acción incluso en medio de este desastre. Por un lado hay esperanzas en un sector de la población. y por otro un coro mediático con gran fortaleza comunicativa.

– ¿Sos de los que creen que el peronismo y sus aliados se deben una autocrítica?

– Algún día me gustaría que le pidieran la autocrítica a la derecha. Obviamente hay que revisar lo que hicimos mal, pero pensando en las cosas y no en las personas. No en el internismo de pasar facturas a los mariscales de la derrota, si es que los hubiera. Porque de eso no sacamos ninguna solución. Si no, quememos los libros y pensemos sólo en personas.

– ¿Cuál debería ser el centro del debate?

– Hemos perdido identidad. No es a cualquier lado y a cualquier costo que hay que ir. El peronismo nació para ocupar un lugar en la política en la historia: estar de un lado. Por empezar, del lado de los trabajadores. Hay que escuchar, reunirse. Yo lo hago. Veo mucha gente que lo hace. No es cierto que están todos guardados. Hay que juntarse y organizarse. Y más allá de las redes, por supuesto. La militancia es un activo que hay que mover. De a poco, y ésa es la experiencia, las movilizaciones van a ir marcando los tonos de rechazo. Por eso es muy inteligente lo que está haciendo la CGT, con el paro del 24 de enero, con haber ido a la Casa Rosada y haber conversado y aun así mantener la próxima movilización. Las cosas no están para decir sí a cualquier planteo. El movimiento obrero ha sido siempre un sujeto político, y hoy es uno de los que puede exhibir su rechazo. Protesta y la oposición. El 24 de enero trascendió largamente la movilización a trabajadores y trabajadoras. Estaba todo un mundo que encontró ese canal. Y por otro lado, no hay que dejar solos a los que dan peleas. Néstor decía que todos los días había que hacer algo. Jorge Taiana y Bernarda Llorente, la expresidenta de Telam, fueron a verlo al papa. A raíz de eso el Papa habló de los trabajadores de Télam. Todos tenemos algo para hacer. Los liderazgos, si es que no están tan claros, se aclaran en la lucha, en el movimiento, a veces institucionalmente y otras no. Cuando parece que no pasa nada, pasa. En el parlamento hay mucha gente haciendo bien las cosas. El DNU fue rechazado por una cámara y la ley ómnibus se cayó. Eso nos da fuerza, ánimo y esperanza. Sobre todo esperanza.

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