El arte trasciende a los usos de la política, como la vida nos enseña que el gran amor se llama lealtad, aunque, a veces, se tenga que renunciar a lo amado.
Bebe como lo hacen los hombres duros, o por lo menos esa imagen proyecta la pantalla en blanco y negro. Bebe como lo hacen los que tienen amores contrariados. Pide al pianista un tema especial y recuerda. De pronto, aparece ella. Ha regresado cuando él había rehecho su vida y ya no la esperaba. Ha regresado con un nuevo amor (bueno, viejo porque estaba casada con él, pero creía que había muerto). Ha regresado después de faltar a su promesa de encontrarse en la estación del tren para tomar el último vagón que huía antes de la llegada de los nazis a París.
Ha regresado. Por eso él bebe como lo hacen los hombres de amores contrariados. Cuando a él, que fue combatiente de izquierda en la España revolucionaria, la vida lo ha convertido en un cínico, aunque cómo dirá el inspector francés Louis Renault en el fondo sigue siendo un sentimental.
Sí: la vida o el destino o los dioses te despeinan. Porque hay amores que pesan más que el amor, lealtades que pesan más que la lealtad. Por eso ella está dividida entre dos amores. Y él, que la ama tanto, le entregará los pasaportes para que se vaya con su marido líder de la resistencia francesa, lejos de Marruecos, rumbo a la libertad, aunque eso signifique que deba, una vez más, perderla.
Con ese guión Michael Curtiz dirigió Casablanca, considerada por los 100 críticos más importantes de cine como la mejor película del siglo XX. El film fue hecho por la Warner Bros y es clásico de clásicos.
Menos conocida es la historia de que fue un material de propaganda destinado a convencer a un sector del público norteamericano y mundial reacio al ingreso estadounidense al conflicto bélico.
Pero, claro, fue propaganda de la buena, de la que no se nota, de la que te sugiere y no de la que te dice qué hay que pensar o qué hay que sentir. Propaganda que construye la lógica a través de las sensaciones más que de la razón.
En tiempos del ciberespacio habría que volver a Casablanca. Frente a la propaganda burda y directa que resalta el rostro del líder hay que construir narrativas que apelen a las sensaciones, a las emociones que construyan sentidos a través de la piel y el corazón de los humanos. En la mirada de ella cuando Rick le dice que debe irse con su marido está toda la desesperación, la desazón y la transparencia. En la generosidad de Rick está también el pragmatismo: “juntos nos atraparán fácilmente”.
Y dos frases: “siempre nos quedará París” y “este es el comienzo de una gran amistad”. Es decir, el pasado, lo vivido, siempre nos acompañará. Lo efímero, que es el amor, estará con nosotros por los siglos de los siglos. Sin embargo, quedará lo que está en eterna construcción, la amistad.
Todo eso será inolvidable, porque el arte trasciende a los usos de la política, como la vida nos enseña que el gran amor se llama lealtad, aunque, a veces, se tenga que renunciar a lo amado.