La caída de ingresos en los sectores populares ha obligado a las familias a un nivel de endeudamiento pocas veces visto para afrontar gastos cotidianos, según Luci Cavallero, socióloga de la UBA, investigadora y especialista en economía feminista. Sostiene que tener deudas provoca “angustia, ansiedad, estrés, culpa y vergüenza”. ¿Qué soluciones encontraron a este padecimiento socioeconómico el recién electo alcalde de Nueva York, Zohran Mamdani, y el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula Da Silva?
¿Cuál es el colmo de un argentino? ¿Pedirle al vecino que le haga el asado? No. Tomar deuda para comprar unos kilitos de tira en la carnicería de la esquina. A tal extremo parece haberse llegado en la Argentina de Javier Milei ¿Sacar un préstamo para comprar un lavarropas, hacer un viaje, costear un cumpleaños de 15 o cambiar el auto? No. Para pagar la luz, el gas, el agua, los fideos, el tren o el colectivo. Luci Cavallero afirma que ya es moneda corriente para subsistir endeudarse con “tarjetas de crédito, financieras, billeteras virtuales o prestamistas de barrio”. Pero todo tiene un límite. Aquí lo explica en una entrevista con Y Ahora Qué?
–No es la primera vez que hay tantas familias endeudadas. Ocurrió con el gobierno de Carlos Menem. ¿Cuáles son las diferencias de aquel fenómeno con el que se experimenta hoy?
–La diferencia principal con otros momentos de endeudamiento de la población en nuestra historia están dadas, principalmente, por el destino de la deuda. En la década de 1990, por períodos importantes, se podía acceder a créditos.
–Tanto influyó el peso de los préstamos que surgió el llamado voto-cuota, por el temor a perder bienes comprados a mediano y largo plazo, mecanismo que favoreció la reelección de Menem en 1995.
–Había créditos para comprar automóviles. Incluso hubo crédito hipotecario y una especie de financiamiento a tasas relativamente estables y bajas de viajes al exterior. También hubo para consumos de electrodomésticos, como lavarropas. En general, se trataba de consumos de producción importada.
–¿Se puede establecer un paralelo histórico con los tiempos del menemismo?
–Ahora estamos hablando de un fenómeno que es radicalmente distinto. Según nuestras investigaciones iniciadas en 2016, durante el Gobierno de Mauricio Macri, en 2018 hay un punto de inflexión muy fuerte. Es por la llegada del Fondo Monetario Internacional.
–¿En qué influye el FMI para el endeudamiento familiar?
–La consecuencia del plan económico es una permanente degradación del poder adquisitivo de los ingresos. El plan se basa en eso, que se empieza a consolidar en 2018, sobre todo en el sector informal de la economía. Y después, durante el gobierno de Alberto Fernández, empeora en el sector informal.
–¿El fenómeno alcanza a todas las capas sociales?
–En algunos sectores muy puntuales del trabajo registrado, se llega a recuperar el ingreso. Más bien, se llega a empatar con la inflación. En muy pocos casos, o casi en ninguno, se recupera lo perdido durante el Gobierno de Macri. Entonces ¿qué pasa? Se empieza a ver que hay una parte muy grande de la población que empieza a utilizar el acceso al crédito. Esto incluye a quienes percibían o perciben prestaciones sociales, como la Asignación Universal y las jubilaciones.
–¿Cuál fue el destino de los créditos contraídos?
–Se los destina a comprar bienes y servicios para vivir. Esto qué quiere decir: que no es un endeudamiento circunstancial. No es un endeudamiento transitorio para financiar un cumpleaños, un viaje, una casa, o para comprar un auto. Se empieza a consolidar un endeudamiento no opcional. No es un endeudamiento destinado a comprar bienes o servicios a los cuales se accedía antes con el propio nivel adquisitivo del ingreso.
–¿Es consecuencia de lo que aparece en los sondeos con testimonios tales como “no llego a fin de mes” o “la plata no alcanza”?
–Es el ingreso que empieza a dejar de alcanzar. También, porque hay, obviamente una disparada de la inflación en los últimos dos años del Gobierno de Mauricio Macri. Inflación que en el Gobierno de Alberto Fernández sube incluso más.
–¿Coincide ahora con la libertad casi absoluta de los precios?
–El problema que tenemos ahora está más situado en la desregulación de algunos precios fundamentales de la economía. Son los que generan permanentemente endeudamiento. Lo que pasa desde 2018 es que cambia la relación ingreso-deuda. Una parte fundamental de servicios y bienes que estaban cubiertos por los ingresos, empiezan a cubrirse mediante deuda. Esa es la diferencia con la década de 1990.
–¿Con quiénes o con qué se endeudan las familias? ¿Con financieras, con bancos, con prestamistas fuera del sistema?
–Es un endeudamiento con distintas fuentes. En un hogar podemos encontrar que hay una persona endeudada con un banco, o con una tarjeta de crédito, pero también con una financiera. También se encuentra un familiar endeudado con una billetera virtual. Es que hay más oferentes de crédito. Y el crédito cada vez exige menos garantías para otorgarse. Incluso estamos hablando de créditos que se dan en los barrios provenientes de las economías ilegales a partir de la liquidez que generan esas economías.
–¿Se sabe cuál de esas fuentes de financiamiento de la población son las que tienen mayor volumen, mayor peso, incluso para comprar alimentos?
–La mayor fuente de endeudamiento sigue siendo la tarjeta de crédito bancaria. Y eso, en todas las encuestas que realizamos, sigue siendo la primera forma de endeudamiento. Básicamente es la tarjeta que se tiene a mano cuando hay que pagar en el supermercado o en la compra de alimentos. Después encontramos, muy cerca, el endeudamiento con empresas de finanzas digitales como las Fintech. Son empresas que empiezan a crecer como fuentes de endeudamiento. Es algo que se está expandiendo hoy. Se puede acceder a un préstamo a un solo click, en una billetera virtual. Eso se generaliza como modo de endeudamiento. Pero todavía sigue siendo la tarjeta de crédito.
–¿Qué otros usos comunes detectan para el dinero obtenido por compromiso financiero?
–Sigue habiendo una pluralidad de deudas en la misma casa. Esto es así porque hay varios oferentes, pero también hay muchas necesidades. Se pueden estar financiando los alimentos con tarjeta de crédito cuando vas al supermercado y luego utilizar la billetera virtual para salir de una emergencia ligada a tener que pagar, por ejemplo, el precio del transporte.
–Para decirlo en criollo, ¿hay deuda hasta para tomar el bondi?
–Hoy se puede, por ejemplo, en la Ciudad de Buenos Aires pagar el boleto de transporte con la billetera virtual. Y podrías, incluso, si no tenés plata para pagar el transporte, tomar una deuda. Entonces hay una gran proliferación de modos de endeudamiento.
–¿Y tomar deuda para pagar deuda?
–Tenemos también ese endeudamiento. Hay gente que, por ejemplo, saca préstamos personales en bancos para pagar la tarjeta de crédito que tiene en el mismo banco. Lo que es evidente es que los créditos, en general, no son prendarios o hipotecarios. Lo que se está financiando es sostener una capacidad de consumo.
–¿De qué manera evolucionó este proceso en la microeconomía a la par de los saltos de montaña rusa de la macroeconomía?
–Desde que asumió este Gobierno encontramos, en distintos momentos, un shock negativo muy importante en los ingresos. Cuando se produce la devaluación del peso, al inicio del Gobierno de Milei, hay un doble shock que es la devaluación y la desregulación. Se devalúa la moneda y por lo tanto crecen los precios de bienes y servicios muy rápido, en un tiempo muy corto.
–¿Cómo fue el impacto de la desregulación por decreto?
–Se desregulan precios por el decreto 70/23. Por ejemplo, se establece la desregulación absoluta y total del precio de los alquileres. Si bien había inconvenientes en el acceso al alquiler antes del Gobierno de Milei, la desregulación total, lo que hace, es que el propietario pueda poner el valor a gusto y piaccere. Ajustar a gusto, el precio del alquiler sin tener ningún tipo de regulación. Eso se transforma en un gran problema de las familias.
–¿Después se sintió algún alivio al bajar la inflación?
–Tras el shock inicial, hubo un breve momento de estabilidad. Se consigue asociado a lo que fue el blanqueo y a cierta baja de la tasa de interés. Hubo como una estabilización. Pero luego empezó la recesión en la economía. Una recesión fuerte. Ya vamos por el segundo trimestre de recesión. Con una suba de tasas de interés que se decidió hace unos meses. Y eso vuelve a ahogar de forma muy pronunciada a las economías domésticas.
–¿Cómo se vive hoy ese ahogo que mencionás?
–Con el Banco Provincia alertando sobre un nivel de mora nunca visto. O por lo menos de los peores. Y eso es muy preocupante porque creo que estamos llegando a un límite en la sustentabilidad.
–¿Hay un freno al endeudamiento?
–Hay un límite en la capacidad de endeudarse. Eso incluso ya se ve reflejado en los balances de las propias empresas. Por ejemplo, en las financieras. La Tarjeta Naranja empieza a tener problemas en su balance a partir de esta mora. Con respecto a la tasa de interés, hay mucha dispersión. Van desde 100 por ciento de tasa nominal anual, la más baja, hasta las que pueden llegar a un 500 por ciento nominal anual. Hay muy poca regulación, sobre todo en el mundo de las billeteras virtuales, en el mundo de las financieras y ni que hablar de lo que implica el mundo de los prestamistas informales en los barrios. Eso es un aspecto que debería ser trabajado y revisado en un gobierno que se proponga aliviar las economías domésticas.
–¿Qué daño causa en la salud psíquica de la población semejante cuadro de situación? ¿Aumenta la ansiedad y se siente la deuda como una Espada de Damócles? ¿Pueden las personas tomar decisiones drásticas?
–El endeudamiento generalizado de la población, de manera obligatoria, permanente y destinado a vivir, produce efectos en la salud mental muy importantes. En primer lugar, es una forma de individualización de un problema que es social, frente a una economía que no crece y a un plan de ajuste muy importante. El endeudamiento lo que hace es individualizar en cada casa y, en todo caso en cada cuerpo, esa situación de la deuda.
–¿Cuáles son los síntomas en las personas endeudadas?
–La deuda genera culpa, genera estrés, genera angustia, genera ansiedad. Y, por supuesto, produce una fragilización de los vínculos cercanos familiares, pero también los comunitarios. Se está dando cada vez más el proceso de deudas en un entorno comunitario o vecinal pero que después terminan generando rispideces o conflictos frente a la imposibilidad de pagarla. La deuda sigue estando asociada como un índice de fracaso personal. Eso conlleva una carga muy fuerte para las personas.
–¿Se convierte en un conflicto interfamiliar?
–Es histórica la asociación entre deuda y vergüenza. Por lo tanto, cuando uno o una quiere abrir una discusión primero no aparece. Nosotros trabajamos mucho la deuda en salud mental. No aparece rápidamente el tema, porque, justamente, está asociada a la vergüenza. No es lo primero que se narra de uno mismo. Pero está muy asociada a las formas de padecimiento de salud mental que estamos viviendo en nuestro país.
–¿Cuáles son las soluciones políticas, sociales y económicas que se pueden barajar? Siempre se recuerda que la pesificación de las deudas personales que estaban en dólares logró ordenar algo el caos creado por el colapso de la Convertibilidad en 2001.
–Hay políticas de distinto tipo y contundencia. El propósito es aliviar estas economías sobre endeudadas, estas economías que están ahogando a las familias. A estas deudas que se multiplican. Hay que tener en cuenta que esto no es algo que se esté dando solamente con la situación en Argentina. Aquí es particularmente grave. Pero se ha discutido en otros lugares en la situación de pandemia. E incluso el recientemente electo alcalde de Nueva York, Zohran Mamdani, ha tenido dentro de su historia de militancia y de campaña, la exigencia de condonación de deudas para taxistas en Nueva York y para otros sectores, como el sector estudiantil.
–¿Podés mencionar algunas medidas paliativas?
–Creo que una solución importante sería, primero, transformarlo en un problema político público. Es decir, que quienes tengan responsabilidades puedan generar instancias de escucha y de mediación para las personas que están viviendo esto como un problema individual en sus casas. Me refiero al ámbito local y al ámbito provincial. No digo del ámbito nacional porque sabemos que tiene otras perspectivas sobre cómo se abordan los problemas sociales- Hay soluciones desde lo más radical, o lo más contundente, que serían formas de condonación de deudas.
–¿De qué forma funcionaría la condonación?
–Sería que, de alguna forma, el Estado las recompre y las asuma. O incluso una negociación más directa con los acreedores. Se trata de mostrar que hoy es insustentable este nivel endeudamiento. Entonces podemos ir desde grandes condonaciones de deuda al otorgamiento de períodos de gracia. O bien, a la reestructuración de las deudas. Hay experiencias en distintas partes del mundo- Son iniciativas y propuestas de distintos movimientos sobre planes o formas de alivio de las economías domésticas.
–¿Alcanza con estas intervenciones estatales?
–Por supuesto que también necesitamos medidas más importantes como la regulación de la tasa de interés. Tener un Banco Central mucho más activo en la regulación y la sanción de los acreedores. Muchas veces los acreedores endeudan a la gente sin tener ningún tipo de evaluación de sustentabilidad de la deuda. Y en última instancia, o principalmente, lo que necesitamos es una recomposición de los ingresos. Una regulación de los precios de los bienes y servicios básicos para la vida. Tenemos a los alquileres, el transporte y los servicios públicos que son grandes fuentes de endeudamiento de las economías domésticas. Hay medidas urgentes, como planes de desendeudamiento, o formas de condonación, de reestructuración, de período de otorgamiento, de períodos de gracia. Y después tenemos todo lo que es la pata más estructural que es atacar las condiciones que producen el sobreendeudamiento que son los bajos ingresos y la desregulación de algunos precios de la economía.
–¿Cuál fue la solución al endeudamiento familiar en Brasil que instrumentó el presidente Lula da Silva?
–En el caso de Brasil, al asumir Lula da Silva, se encontró con una población mayoritariamente endeudada. Con pequeñas deudas también muy destinadas a suplir lo cotidiano. Y se propuso un programa que se llama ‘desenrola’. Frente al problema, lo que hizo el Estado fue negociar directamente con los acreedores, recomprar las deudas y ofrecer planes de pago y de períodos de gracia para la gente. Estuvo vigente hasta hace muy poco.