Xi Jinping se vistió como Mao y hasta sonrió, rodeado de aliados anti norteamericanos. Y mostró un arsenal realmente impresionante.
Esta semana, China se presentó en sociedad como gran potencia y candidata a primera potencia. La excusa fue marcar los ochenta años del final de la segunda guerra mundial, el centro fue montar un desfile militar impresionante. Realmente impresionante, porque más allá de las coreografías y el paso de ganso, de los uniformes blancos y las mujeres soldado bien maquilladas, los chinos mandaron un claro mensaje con sus armas: drones submarinos, tanques aerotransportables, misiles intercontinentales, misiles ultrasónicos, cazas de última generación.
Esto es, todo lo necesario para invadir Taiwán y cobrarle carísimo a los norteamericanos cualquier intervención.
El presidente Xi Jinping apareció en el palco de la Ciudad Prohibida justo arriba del retrato de Mao y vistiendo justamente un traje Mao, vagamente militar. Estaba flanqueado por Vladimir Putin y Kim Jong-un, Líder Supremo de Corea del Norte. Xi hasta se subió a una limousine y saludó a las tropas con un “buenos días, soldados” respondido con un “buenos días, chairman”, que era exactamente el título de Mao.
Pero donde antes se impresionaba al extranjero con los inmensos números del mayor ejército del mundo, esta vez se impresionó con la tecnología y el presupuesto. Los uniformes ya no son fajinas cortadas como pijamas, son elegantes y modernos, llenos de insignias y galones. Las armas no son Kalashnikovs baratos, son modelos nuevos y estilizados. Y atrás los fierros grandes, incluyendo unos enormes drones aéreos que parecían diseñados en Hollywood.
El mensaje era para muchos, pero en particular para Donald Trump, que lo vio por televisión. El Presidente Naranja se quiso hacer el irónico y le mandó “saludos a los amigos”. Pero se notó: Jimmy Kimmer, brillante cómico y comentarista político, explicó que Trump parecía enojado porque “no lo habían invitado a la pijamada de los super villanos”.
La India
El gran desfile fue el segundo capítulo de la presentación de China como potencia global. El primero fue el encuentro de seguridad en Tianjin, donde los invitados de honor fueron Putin y Narendra Modi, primer ministro de India. La entrada fue fantástica: Modi le dio la mano a Putin y de la mano cruzaron el gran hall hasta donde los esperaba Xi, que se sonrió sorprendido por el gesto casi escolar. El líder chino, se sabe, es un hombre grandote y melancólico, que sonríe algo así como una vez al año…
Pero ese día, el chino estaba en pleno modo seducción con su complicado vecino. Estaba aprovechando la extraordinaria torpeza estratégica de Trump, que le sirvió en bandeja un aliado. India es la quinta economía del mundo y aspiraba a llegar al tercer lugar. También es ahora el país más poblado del mundo, con 1450 millones de habitantes, cuarenta más que China. Y es la gran democracia planetaria, que nadie tiene padrones de ese tamaño, ni remotamente. Para mejor, India estaba siendo cultivada para ser la “otra China”, el Plan B para que las mutinacionales ávidas de mano de obra esclava no siguieran alimentando la economía de Xi.
Tump liquidó todo eso de un berrinche, poniéndole a India tarifas del cincuenta por ciento por comprarle combustibles a Rusia. Es notable: como recordaron los indios con toda razón, ellos empezaron a comprar petróleo ruso por pedido norteamericano, para que no se derrumbara la cotización. Fue una humillación para Modi, que se presentaba como amigo de Trump y fue el primero en ser recibido en el Despacho Oval Dorado de la Casa Blanca. Y fue una oportunidad para Xi, que sabe que India exportaba 129.000 millones de dólares por año a Estados Unidos, una guita existencial.
No va a ser fácil, porque India y China comparten una frontera y se disputan límites en las Himalaya, línea donde regularmente hay tiroteos e incidentes. El peor fue en junio de 2020, que dejó 24 soldados muertos. En paralelo, hubo una discreta guerra económica, con India bloqueando inversiones chinas en sectores estratégicos, como el bancario. Nueva Delhi terminó expulsando a casi todos los inversores chinos en el sector tecnológico y prohibiendo doscientas apps, Tik Tok incluida. Xi respondió prohibiendo las exportaciones de tierras raras a India, y complicando hasta la parálisis la venta de ciertas tecnologías. Como frutilla del postre, se suspendieron los vuelos directos entre ambos países.
El encuentro del domingo fue un primer paso, pura sonrisa y buena onda, con “diálogos para mejorar las relaciones” entre ambos gigantes, pero todavía nada concreto para firmar. Estas cosas toman tiempo y tal vez otra torpeza de Trump.
Ucrania se despega
Esta semana, los demócratas le recordaron a Trump que ya van tres semanas de su encuentro con Putin en Alaska y nada cambió. Los rusos siguen bombardeando Ucrania y los que se movieron para mandarle armamentos fueron los europeos. Volodimir Zelensky propuso transformar a su país en una potencia regional financiada por Europa, como garantía de un tratado de paz y como alternativa a entrar a la OTAN. La idea, por supuesto, implica una verdadera fortuna en fierros, pero gustó. Ursula von der Leyen, presidente de la Comisión de la Unión Europea, dijo que había que convertir a Ucrania en “un puercoespín de acero, indigerible para cualquier invasor”. Y mejor si el puercoespín no incluye tropas europeas.
Kiev quiere que el nuevo sistema por el cual Estados Unidos le vende armamentos a Europa para que se los repase a los ucranianos se haga rutina. Ya se anunció una primera partida de misiles crucero y kits de GPS por 825 millones de dólares, y Zelensky quiere subir a mil millones por mes, en especial en misiles antiaéreos. También apuesta a alimentar su industria de defensa, que resultó una sorpresa con sus drones y ahora arrancó a producir sus propios misiles de largo alcance.
Mientras tanto, Trump le cambió el nombre a su ministerio de Defensa: ahora es el ministerio de Guerra. ¿No era que iba a mantener a su país fuera de las “guerras inútiles” de los demócratas?
Israel
Benjamín Netanyahu comenzó a ocupar lo que quedaba sin ocupar de la Franja de Gaza. Lo de ocupar es una forma de decir, porque simplemente la están demoliendo, si es necesario con gente adentro de las casas y edificios. Se supone, explicaron los militares, que no deberían estar ahí, ya que la operación fue anunciada hace días.
Ya van 240 periodistas muertos en Gaza. Para comparar naranjas con naranjas, la guerra civil Siria duró doce años y dejó 600.000 muertos, entre ellos cien periodistas.